—¿Mahina?
Escuchó que alguien pronunciaba su nombre, no reconocía esa voz, así que fingió no haberla oído.
—Siempre está tan concentrada en su trabajo que se desconecta del resto del mundo —Explicó uno de los compañeros de la joven.
Cuando terminó sus labores, pudo poner atención a sus compañeros.
—¡Eres demasiado perfeccionista! —bromeó su compañero Jaime.
—Solo amo mi trabajo —respondió la chica con el mismo tono juguetón. Mientras masajeaba uno de sus dedos, acariciando la cicatriz de una quemadura pasada.
—Tanto que pierdes la noción de tu alrededor, ni siquiera has notado a nuestro nuevo compañero.
Mahina, observó de manera a los presentes, hasta que pudo notar a quién se refería, quizás para ellos era alguien nuevo, pero ella conocía muy bien a la persona "nueva"
—Jun —lo saludó haciendo una reverencia.
—Pensé que no me reconocerías, te ves muy bien —le contestó, con una amplia sonrisa.
—Cómo podría olvidar a un excompañero de la escuela.
—Que tal si hoy salimos todos, no está mal de vez en cuando probar la comida de otros colegas —sugirió Jaime.
—Algún día… —respondió Mahina, tratando de evadir el tema.
—Vamos hoy, es perfecto porque salimos temprano.
—Lo siento, hoy tengo varios compromisos —se excusó y en su mente preparaba una y mil excusas para no asistir.
—Siempre es lo mismo contigo, cada vez te conviertes más en la señora de los gatos.
—Jaime ¡Hace mucho que ya lo soy!.
Terminada esa pequeña charla, todos continuaron su trabajo.
Al finalizar, Mahina contempló con satisfacción todo lo que habían logrado. No era solo la vista, estaba segura de que el sabor de esos platillos era exquisito.
Solo al echar un vistazo a lo lujoso que se veía todo, te dabas cuenta de la calidad que manejan. Las mesas de cristal perfectamente alineadas, las ventanas dejaban ver una hermosa vista, los colores grises y negros combinados a la perfección, la elegancia de las lámparas y adornos. Todo te hacía sentir en un sueño. Sin duda el restaurante "Campo de Fiori" era uno de los más exclusivos de todo el país.
Quien veía ese hermoso lugar quedaba encantado.
Pasados unos cuantos minutos, la exposición gastronómica estaba a punto de comenzar, el tema era la comida Italiana, el motivo era recaudar fondos para un centro de ayuda a niños maltratados.
"No hay mejor marketing que la ayuda social" Era el consejo de su jefe.
Mientras tanto la mente de Mahina se esforzaba por bloquear todos los recuerdos de su estancia en la escuela de gastronomía. Pero ahora con la llegada de Jun, eso era casi imposible, así que ocupó su mente en todo lo relacionado con el evento. Respondiendo dudas y dando uno que otro dato curioso sobre la preparación de dichos alimentos.
Cuando el evento terminó, todos estaban satisfechos con los resultados.
Al fin, Mahina pudo quitarse la red del cabello, dejando suelta su hermosa y castaña cabellera.
—¡Gracias a todos por su gran trabajo! Todo estuvo simplemente perfecto —alababa la participación de sus compañeros.
Todos se felicitaban.
Después de quince minutos, llegó la hora de ir a su casa. Se despidió de todos y salió del lugar.
Al subirse a su auto se sintió agradecida por su trabajo, feliz del buen ambiente laboral que tenía con sus compañeros. Pensó en lo satisfecha que estaba de su vida.
En cuanto llegó a su casa, acarició con ternura a sus hermosas gatitas.
Rápidamente se cambió de ropa, y se sentó en su amplio sofá. Estaba muy atenta mirando un documental sobre Chernóbil.
Su celular sonó y la mujer miró la pantalla de este, una gran sonrisa escapó de sus labios, era nada más y nada menos que Kiana.
—¿Hola? —contestó Mahina.
—¿Qué haces? ¿Dónde estás? —se escuchó cuestionar en la otra línea.
—Estoy en casa, no es un buen momento, estoy viendo algo muy interesante.
—¿Es en serio? ¡Por favor! ¿Cuánto tiempo tiene que no has salido con un chico?
—¿Cinco meses? —preguntó Mahina sin darle mucha importancia al asunto, con su mirada fija en el televisor.
—¡Vas para el año! ¿Qué pasa contigo? Me habías dicho que te encantaba conocer chicos lindos.
—No pasa nada, solo me aburrí de eso. Ahora disfruto mi vida en casa, con mis niñas.
—Vamos ¿te invito a una fiesta?
—Eso me aburre —le dijo mientras soltaba un gran bostezo.
—Eras la reina de las fiestas ¿Qué ha pasado contigo? —preguntó de forma burlona
—Vanidad de vanidades —respondió Mahina—. Llega un momento que todo eso es aburrido. Antes creía que las fiestas eran lo mejor del mundo y ahora me siento tan cómoda con mi ropa de vagabundo, mis tres gatas y mi pantalla, disfrutando del conocimiento que te puede brindar un documental.
—Tú te lo pierdes ¡Reina de los documentales! —y acto seguido colgó.
Mahina puso nuevamente toda su concentración en el televisor.
Después de cuarenta minutos, el documental había terminado, se puso sus sandalias y se dirigió al baño. Al estar frente al espejo del lavabo, se miró con atención, sus rasgos habían cambiado mucho. Su rostro aún era pálido, su cabello había crecido, sus labios aún eran tan delgados como los recordaba y sin duda había ganado algo de peso.
—¿De verdad soy yo? —se preguntó a sí misma. Se observó por unos cuantos minutos, se cepilló los dientes y salió del baño.
—Hoy es día de nuevas dudas existenciales —se dijo con sarcasmo.
Entonces recordó a esa chica ingenua, alegre y confiada del pasado. Como solía sonreírle a la vida, y no, no es que dejara de sonreír. Pero ya no se sentía como esa chica de hace seis años.
Kitty comenzó a maullar, lo que la hizo volver a la realidad.
Observó a esa hermosa bola de pelos gris y se agachó para acariciar su suave pelaje.
—Soy feliz, soy extremadamente feliz —susurró mientras unas pequeñas lágrimas se le escapaban.
Los maullidos de Marceline y Anastasia inundaron el lugar. Mahina lanzó un gran suspiro acariciando a todas sus felinas, esa era su vida y no paraba de repetirse lo plena y próspera que se sentía.
No dejaría que los recuerdos la lastimaran una vez más.