- Pues nada, estoy solo de nuevo… -
Suspiré tranquilamente.
Abrí una vez más la puerta de la casa. La misma puerta en la que casi me terminan volando los sesos hacía un rato, y la misma casa en la que supuestamente vivía un dios. La casa del dios Hermes.
Ante mí se alzaban imponentes edificios en todas las direcciones, las nubes compartían sus segmentos de azul con el Sol y el bullicio de una metrópolis en plena hora punta me susurraba por mi derecha, lugar en el que se acababa el callejón en el que estaba nuestra casa y, comenzaba el mundo real.
Caminé en esa dirección. El aire fresco y la buena temperatura aligeraban mis pasos y despejaban las dudas de mi mente. Con prácticamente una jornada laboral entera para recorrer estas calles, no pude evitar florecer en mi rostro una optimista sonrisa.
- Así que es verdad: mi vida ha perdido todo el sentido y la coherencia que mantenía rigurosamente hasta hace dos días. Estoy aquí de forma oficial, y voy a vivir una aventura, emm, de verdad... Hmm, ¿qué debería hacer primero? Quizás la mayor prioridad sería encontrar una tienda de ropa, llevo los mismos calzoncillos desde que salí hacia el paseo para reunirme con Espada… Sin comentarios… -
Miré mi ropa. Tenía el pantalón un poco sucio por el polvo procedente de los distintos suelos en los que me había caído y arrastrado. Y en mi sudadera, la cual apenas tenía veinticuatro horas en mi propiedad, había pequeñas salpicaduras de sangre procedente de las heridas causadas por la midestia de ayer.
Un desastre.
- Está decidido. Lo primero que debo hacer es ir a comprarme ropa. ¿Quién me iba a decir que yo, Asher Percedal, iría dos días seguidos a comprarme ropa?, con lo que me duele gastar dinero... –
Llegué a la calle principal y, tras observar un poco el entorno, decidí tomar el rumbo de mis tres. A mi nueva izquierda pasaban toda clase de sedanes de última generación y taxis de distintos colores, especialmente naranjas y algún que otro negro.
- Tengo bastantes horas para hacer lo que quiera, debería utilizarlas a conciencia. Después de comprarme ropa, me pasaré el resto del día recorriendo todas las calles que pueda; pues es crucial que me conozca las calles lo mejor posible, así tendré ventaja después. Si no hubiese conocido las calles por las que hui ayer, no sé si podría haber escapado del monstruo con forma de perro… Y obviamente, aparte de comprarme ropa y de realizar un "paseo de reconocimiento", tendré que hacer alguna pausita para comer, hehehe, un descanso táctico. –
Tiendas de tecnología y Cafeterías de todos los colores y formas se fundían en una moderna y limpia calle llena de árboles, con dos carriles de calzada para los vehículos. Caminaba resguardado por enormes torres de cristal, como las que nunca había visto en una ciudad. Podía sentir en el aire la prosperidad económica y el orden en las calles.
- Qué calle tan bonita… Espero tener dinero de sobra para comprar de todo. Dicen que las tarjetas bancarias sirven para casi todos los países, ¿no? No sé cómo funcionará eso de las comisiones… Antes de comprarme ropa, debería pasar por algún cajero internacional y consultar los ahorros que me quedan, ayer también gasté bastante dinero… Bien. ¡Decidido! ¡Qué comience la aventura buscando un cajero para Asher! –
* Me gusta cómo suena eso de "aventura". *
Anduve por aquel barrio. La temperatura, digna de principios de otoño, agregaba esa especia extra a las calles en forma de hojas cayendo de sus ramas a cada suspiro.
* Se nota que está empezando el otoño. *
Fue lo que debimos de pensar yo y el resto de los oficinistas y repartidores que andábamos por aquellas aceras, esquivando los montones de hojas que se formaban de vez en cuando.
En contraste con los ciudadanos transeúntes, yo miraba todas y cada una de las tiendas que iba atravesando. Todo era nuevo para mí, y todo me llamaba la atención. Aunque, en defensa del resto de los seres autóctonos, yo no tenía a nadie a quien llamar ni a nadie con quien hablar, en gran parte debido a que mi móvil se cayó en mi pelea con Leon y que además, de tenerlo, este tenía la pantalla completamente destrozada.
Pero en ese momento ni lo pensé, la pintoresca metrópolis de Seúl ya me había absorbido con su genuinidad.
- ¿Dónde puedo encontrar un cajero? ¿Debería preguntar a alguien? Parecen gente muy ocupada, ¿y si no saben inglés y no nos podemos comunicar? *
Examiné, al compás de mis pasos, a la gente con la que me iba cruzando.
Dediqué un buen rato recorriendo aquellas calles sin encontrar rastro del tipo de cajero que buscaba. Por el camino, iba haciendo uso de mi memoria fotográfica para tratar de acordarme de todas las tiendas de ropa que iba dejando atrás por el camino. Ese era el mayor inconveniente de mi plan.
Sorprendentemente, no tardé más de tres manzanas en hallar algo que llamase la atención. Al ver tal cosa, no pude evitar sentir la atracción, y un poco de intranquilidad, que me brindaba aquella extraña, pero artística imagen.
- Qué monumento tan curioso. –
Murmuré mientras miraba de arriba abajo aquella columna, esta estaba construida a partir de máscaras de teatro, hechas de lo que parecía ser cobre y aluminio. Una torre de sonrisas, llantos y enfados que se alzaba un par de metros sobre la acera para juzgar e increpar a toda la gente que la rodeaba. Un mástil entre árboles y edificios, símbolo de la mentira y la falta de empatía.
- Más máscaras… -
Me acerqué a ella al ver que, a sus pies, había una especie de placa con una inscripción. Supuse que sería el nombre de la columna o una descripción artística. Quizás la fecha o el evento que conmemoraba.
Sentí decepción y absurdidad al ver lo que ponía; sentí más la segunda que la primera. Cuando llegué a la placa, esta testaba obviamente estaba escrita en coreano, idioma del cual no comprendía ni el uso las vocales.
- … -
Lo que sí que pude observar de cerca fueron las marcas de óxido y desgaste en estas, las hojas secas que se intercalaban en algunos orificios junto a un par de telarañas y, ¿un casquillo de bala de pie?
* Un casquillo… Está colocado de forma muy civilizada, por lo que seguramente no fue disparado aquí. O lo que es lo mismo, alguien lo ha debido dejar aquí. *
Esa fue mi conclusión. Tras eso, eché otro vistazo vertical a la construcción. La gente proseguía con su vida normal, debí tener cuidado de no estorbar a nadie mientras retrocedía un par de pasos para tener una mejor visión.
* Esto es un poco siniestro. "Pase lo que pase, fíate solo de tus instintos y saca tus propias conclusiones. Nada es realmente lo que parece, ni siquiera aquel dios que te espera". En eso me insistió especialmente El Vigilante. *
De alguna forma, sentía presión bajo los ojos del monumento. Sentía que aquellas máscaras me observaban de mala manera. Me acerqué a coger el casquillo en busca de alguna pista. Por la indiferencia de la gente, cabía la posibilidad de que no hubiese aparecido allí de repente.
* Es la primera vez que me veo envuelto en una situación como esta. No sé qué peligros esconde esta ciudad, pero debería recoger todas las pruebas que pueda, es mejor prevenir que curar. ¿Y si esto no tiene nada que ver? De momento eso es imposible saberlo… *
Mi mano se encontraba a punto de tocar el casquillo que había bajo la columna cuando, de golpe, saltaron todas mis alertas internas.
- ¡Detrás! -
Mi pulso se interrumpió al mismo tiempo que el cristal de mi pecho enloquecía. Los sudores de mi cuerpo si intensificaban ante el creciente peligro. Pese al dolor, no dudé en girarme en busca de aquello que me amenazaba.
- Donde está… -
Usé mis manos para buscar en mi cuerpo el origen de los problemas, pero sin atreverme a dejar de buscar el peligro. Palpé por todas partes, pero todo en mí parecía estar aún de una pieza.
- A lo mejor se trata otra vez de él… -
Un pulso del poder del Pastor del Midén me golpeó de nuevo. ¿O quizás se trataba del poder de ese tal Doyun Park? No tenía ni idea. Me levanté y busqué a mi alrededor el origen de aquella esencia con aroma de muerte.
- Odio esa cosa, mi cristal no puede ignorarla… -
Miré en todas las direcciones. Algunos oficinistas caminaban con sus maletines, otros con mochilas. Había repartidores, ancianos de la mano con sus nietos…
- No hay, ¿nada? A lo mejor se trata de ese Doyun, pero hasta que no lo vea, no puedo dar nada por hecho… -
No había ningún indicio de problemas, pero la sensación de paranoia no se despegaba tan rápido de mis sentidos.
- Todo parece estar en orden. –
Hice un último esfuerzo por encontrar el peligro.
- No tengo ni idea de qué está pasando, pero no soy idiota, conozco bastante bien esa forma de utilizar el Maná. ¿Y si hay un tercer usuario de ese poder? Según El Vigilante, el Pastor ya está muerto, y en cuanto a Doyun Park, aún no lo tengo claro. –
<< BANG >>
- ¡Mierda! ¡Por la derecha! -
Un estruendo me interrumpió, provenía de la calle principal hacia donde se estaba la casa de Hermes. El sonido fue seco y resonó por toda la calle.
<< POM; RASS >>
Segundos después, apareció un segundo estruendo, esta vez era el del parachoques de un coche atravesando algún escaparate. El sonido del choque y de los cristales rompiéndose en mil pedazos era inconfundible.
* ¿Qué ha pasado? ¡¿Eso era un arma de fuego?! ¿A plena luz del día? ¿Qué le pasa últimamente a la gente? ¿Y si tiene que ver con el conflicto de esta ciudad? *
- Tengo que ir a comprobarlo… Al fin y al cabo, estoy aquí para ayudar a un dios, no para hacer turismo. Aunque sea de lejos, debo tratar de recabar cualquier información posible. -
Corrí hacia el accidente que acababa de suceder, ignorando toda medida de cautela. Algo en aquella escena me resultaba muy perturbador y digno de reflexión: No todo el mundo a mi alrededor se había percatado del peligro, algunos iban tan concertados escuchando música o hablando por teléfono que ni siquiera habían escuchado el supuesto disparo o el choque. Aun así, un gran número de la gente que sí que había reaccionado al estruendo y al accidente, tras un breve vistazo proseguían con su camino. Pocas eran las personas que se acercaban a la escena del desastre.
El hecho de que hubiese mezclada gente indiferente al accidente, gente acercándose a socorrer a los potenciales heridos y gente demasiado ocupada como para preocuparse, creaba una especie de orden caótico en el que yo participaba, directamente, desde dentro.
Tras abrirme paso entre numerosos grupos de gente, al fin logré plantarme justo en frente del lugar de los hechos.
- Madre mía. –
Una decena de gente, incluyéndome, observábamos lo ocurrido alrededor de aquel supermercado, violentamente atravesado por un sedán de alta gama gris. Por suerte, nadie resultó arroyado por el vehículo, al menos en lo que respectaba a la calle...
- Qué mal… ¿Y ahora qué hago? –
Murmuré.
La perplejidad y el asombro entre los presentes era unánime ante toda aquella destrucción. Pronto, al ver que el conductor no daba signos de consciencia, ver a los clientes del supermercado por los suelos, heridos, y, una vez disipado gran parte del polvo levantado por el accidente; los civiles de buen corazón se organizaron, en su propia lengua, para socorrer a los heridos con la urgencia de evitar daños mayores, especialmente una típica muerte por heridas no atendidas a tiempo.
Yo, pese no entender su idioma, al ver sus intenciones, no tardé en unirme a la labor de primeros auxilios. Sin demora, me adentré en los restos de aquel supermercado recién arrasado.
* A ver, ¿cómo puedo ayudar? ¿Cuál es la situación? *
Eran cinco heridos si contamos al conductor del coche y causante del siniestro. Todos con, al menos, pequeños cortes en los brazos y en las manos fruto del golpe y de los cristales repartidos por todo el suelo.
Las cuatro personas heridas que se encontraban en ese momento haciendo la compra mostraban signos de traumatismos y de confusión. Dos oficinistas, con sus trajes llenos de polvo, se recomponían desde el suelo. Uno se dolía bastante del hombro mientras que el otro lo hacía de la cadera. Pese al accidente, habían conseguido salir bastante bien parados.
Debido a mi inexperiencia y a mi falta de recursos, decidí dedicar mi atención en atender a esos hombres.
- Emm, esto, no se preocupen. –
Traté de comunicarme.
- Emm, ¿están bien? –
Pregunté levantando el pulgar. Un signo universal para decir "bien", era algo bien sabido. Pese a su dolor, ambos hombres parecieron entenderme, asintieron, y, tras tomarse un par de segundos para recomponerse y reducir los niveles de adrenalina de sus cuerpos, tomaron mi mano para poder incorporarse. Aún un poco aturdidos, no tardaron en preocuparse por el estado de su compañero.
Aproveché entonces, orgulloso por mi pequeño papel en esta muestra de ciudadanía y de buen hacer, para observan mejor la situación.
Un grupo de unas cinco personas se encargaba de socorrer a las otras dos víctimas, la primera de ellas siendo una joven trabajadora de ese supermercado. Pese a no aparentar tener heridas graves, estaba muy confusa por el choque en el que había resultado involucrada. Intuí, por el lugar en el que se encontraba y el mobiliario a su alrededor, que, con el impacto del coche, aquella dependienta había sido arrollada por una estantería mientras trataba de reponer algún bien.
* Hmm, pobre señora, le habrá pillado por sorpresa. *
Por último, sentada justo al lado de la dependienta y con toda clase de manos y pañuelos sujetando su frente, una pobre anciana era atendida por múltiples civiles en un intento de detener la hemorragia de su frente. Pese a todo, era la persona más calmada del lugar.
No pude prestarle demasiada atención. Justo cuando los dos hombres a los que había atendido hicieron el ánimo para marcharse, todos los focos fueron al coche que había provocado el accidente.
Los voluntarios que trataban de rescatar al hombre del coche, quien parecía estar inconsciente, habían conseguido romper el parabrisas lo suficiente como para rescatar a aquel individuo.
Pese a la rápida extracción de la gente, quienes en cuestión de segundos habían conseguido colocar a aquel hombre en el suelo en una posición más natural, ya era demasiado tarde.
La sangre del conductor impregnó desde el capó de su coche hasta el blanco suelo del supermercado.
No pude evitar ponerme muy nervioso al ver aquellas imágenes. Aun así, me acerqué a verlo todo más de cerca, entre los gritos de la gente de alrededor.
* U-un momento… Este hombre… *
El conductor vestía un traje grisáceo, aunque no era mucha la tela que no hubiese mudado a un color más propio de la fruta granada. Traje elegante y ajustado, zapatos negros, bien peinado, de rasgos locales, joven, unas gafas de sol, y un balazo atravesando su nuez, llevándose posiblemente algún vaso sanguíneo vital por delante. Seguro que sí.
Aquel hombre estaba muerto, con obvios signos de desangramiento. Era muy probable que ya hubiese chocado contra el supermercado muerto.
* Ese disparo, ¿no será? Sí, no tengo dudas, el disparo que ha matado a este hombre fue hecho cuando se liberó el poder del Pastor. *
Miraba el cuerpo de aquel hombre, no estaba muy seguro de por qué lo hacía, pero no pude dejar de hacerlo. Supuse que era ese extraño impulso de curiosidad de los humanos hacia la muerte.
Los voluntarios, trataron de quitarle la chaqueta y la camisa a aquel hombre en un último intento de reanimarlo. Supuse que trataban de reactivar su corazón o al menos, tratar que no se asfixiase.
Mi visión fue detrás de aquella camisa blanca que llevaba bajo el traje. Una gran porción de esta, fue arrancada del pecho del hombre y salió volando, casualmente, hasta aterrizar cerca de mis zapatillas blancas y rojas.
"Corpus Company". Eso leí en la tarjeta de identificación que iba enganchada al bolsillo del trozo arrancado de su camisa.
* ¿Corpus Company? Corpus… *
Aquel nombre me resultaba familiar. No recordaba el porqué, pero estaba seguro de haberlo escuchado antes.
* Conozco ese nombre, alguien me habló de eso. ¿Fue Lanza quizás? *
No tuve mucho tiempo para ordenar mi cabeza antes de que la policía llegase para hacerse cargo de la escena del crimen. Evacuando así a todos los civiles que nos encontrábamos allí, rodeados de cristales, polvo, gritos y toda clase de comida en envoltorios de plástico.
Salí acompañado de uno de los agentes, quien me iba agarrando del brazo.
Yo estaba completamente ausente. Tratando de unir, desesperado, los hilos sueltos de mi cabeza. Entre tantas ideas, mi mirada reposaba enfocándose en la nada.
Dioses, monstruos, una ciudad en guerra, ¿Corpus?
* Aquel tiro que escuché antes. Aquel estruendo se llevó la vida de alguien… Así de fácil. Nadie sospechó nada al respecto, simplemente, pasó. Sin una despedida, últimas palabras, ni nada por el estilo… Mierda. Esto no tiene gracia. ¿Tendrá esta muerte algo que ver con la guerra y los enemigos de los que me hablaba Lanza? Ese poder. ¡Justo antes del asesinato y del accidente! ¡Ese poder debe estar relacionado! ¿Habrá sido ese Doyun? Es obvio que ese tío no duda en disparar su arma donde sea, pero, ¿y si hay alguien más detrás de esto? ¿Qué es Corpus Company y por qué los iban a matar? ¿Quién quiere matarlos? ¿Lanza? Mierda… Esto no me gusta. No tiene gracia. No tiene sentido. Una muerte más. Otro cadáver a la fosa común de esta trama. Primero en mi cuidad, ahora aquí en Seúl… Empiezo a acostumbrarme a esto de ver cuerpos fríos y mares de sangre, y no me gusta nada. Eso es lo que más me preocupa: Llegar a acostumbrarme. *
Salimos aquel agente y yo del supermercado. Soltó mi brazo, y, junto al resto de agentes del lugar, disuadieron aquella reunión en forma de salvamento que habíamos organizado en un momento.
Tras aquella escena y pese las nuevas dudas que se empeñaban en lastrar mi caminar, proseguí en busca de mi cajero internacional. Con la mirada aparentemente vacía, pero la mente llena de imágenes a toda velocidad.
Caminé por algunas de esas calles. El mundo parecía seguir funcionando de forma normal, pero, la verdadera pregunta aquí era, ¿cómo iba a dejar de hacerlo? ¿Por qué iba a hacerlo? ¿Solo por un muerto? Gente moría todos los días, ¿no?
* Parece como si no hubiese ocurrido nada, todo el mundo sigue tranquilamente con su vida. ¿Es que les da igual que estas cosas ocurran? No creo. *
Caminaba en línea recta por una calle de un solo carril. La misma en la que, cientos de metros a mi espalda, se encontraba aquel monumento de máscaras. De vez en cuando, algún coche me adelantaba por la derecha.
* Quizás es que ya están acostumbrados a esta clase de eventos. O que el problema sea mío por no estarlo… ¿Cuál podría ser la relación? ¿Qué fue exactamente lo que dijo Lanza sobre Corpus Company? ¿Los odiaban verdad? … Qué mal, ¿y si todo esto son paranoias mías y todo ha sido pura casualidad? No creo que sea muy sano considerar un posible asesinato como "mera casualidad". ¿Y si se trata de un suicidio? ¡Debería haber comprobado si el arma homicida estaba dentro del vehículo! Tampoco puedo saber si la bala había atravesado el parabrisas del coche, estaba completamente destrozado cuando llegué. Hmm… A ver, si he escuchado el disparo, será porque procedería del exterior. Tendré que hacer esa suposición… *
Salí de esa calle y aparecí en medio de una gran avenida. Esta tenía edificios más altos y modernos que las calles de las que provenía. Pude contar, al menos, ocho carriles de asfalto. Esa sí que era una calle digna de una gran ciudad.
- Impresionante… -
Asomé la cabeza en ambas direcciones de la calle en busca de algún cajero, pero, no fue hasta que alejé mi atención al otro lado de la avenida, que pude verlo: con una fachada roja que contrastaba con la viva vegetación de su alrededor, allí estaba lo que buscaba.
- Lo veo. -
Al vislumbrarlo, mi actitud se reforzó lo suficiente como para volver al mundo real y salir de ese debate a distintas voces de mi mente. Ahora mi mayor voluntad era encontrar una forma de cruzar, ya que, desde la nueva calle en la que me encontraba, no había forma física de pasar al otro lado. Bueno sí, entre los coches, pero esa no me hacía tanta gracia.
No tardé en encontrar un paso de cebra a mi derecha, a unos setenta metros.
- Bien, al fin una buena noticia… -
Instintivamente, mis piernas empezaron a conducirme hacia el semáforo. Ya con un nuevo rumbo establecido, retomé mi monólogo interno.
* Piensa Asher, recapitulemos: estábamos mirando la columna esa llena de máscaras cuando percibimos aquel poder; acto seguido, uno detrás del otro, escuchamos el disparo y el choque del coche contra el supermercado; luego fuimos a socorrer a los heridos, y fue entonces cuando vimos que el muerto portaba esa tarjeta de Corpus. Menos mal que al menos aquel logotipo estaba escrito con las letras que conozco… Además, Corpus está enemistada con Hermes y con Doyun… De momento, eso es todo lo que sé. Entonces, obviando algunas cosas, ¿uno de los míos mató a ese hombre? ¿Con un arma de fuego? *
Llegué hasta la luz roja del semáforo. Cantidades ingentes de coches y autobuses pasaban a mi lado. Junto a mí, al menos otras diez personas de todas las edades esperaban para cruzar.
No les dediqué ni la más mínima atención.
* Por el bien de mi investigación, daré por hecho que aquel poder que sintió mi cristal y aquel disparo están relacionados, por muy obvio que parezca, sin pruebas, cualquier cosa puede pasar... Osease, quien sea que usó ese poder, estaba interesado en matar a ese trabajador de Corpus. Lo más normal sería pensar que fue ese Doyun Park quien casi me mata esta mañana, y además puede usar el poder en cuestión. Es obvio que es una persona agresiva y capaz de matar a alguien de esa forma, pero tengo que estar abierto a más posibilidades: ni siquiera sé si hay más gente capaz de usar ese tipo de poderes. Aún es pronto para juzgar. *
Más gente se acumuló alrededor del paso de cebra. Pronto, el semáforo se puso en verde y todos pudimos cruzar. Me sorprendía la cantidad de tráfico de esta ciudad, tanto de coches, como de peatones.
- Lanza, Doyun, Hermes, Corpus… -
* ¿Será Corpus el problema? Pero, ¿un disparo? ¿Por qué usan entonces Lanza y Espada armas convencionales? En cuanto a Doyun, ese disparo no fue de pistola… *
Tuvimos el tiempo justo para llegar al otro lado de la acera antes de que el semáforo cambiase de color. Tan pronto como lo hizo, los coches del carril más cercano a mí salieron a toda velocidad al escuchar la sirena de un coche de policía que retumbaba entre los edificios. Me giré, al igual que muchas de las personas de mi lado, a ver pasar el coche de policía, el cual no tardó en cruzar por nuestro lado.
- … -
La presión volvió de golpe. Como si alguien tuviese sus ojos apuntando directamente hacia mi nuca. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras el cristal puro de Maná dentro de mi pecho expresaba su disconformidad debido a la aparición de ese asqueroso poder de nuevo. Detectarlo era siempre un mal trago para mí.
Era el mismo poder proveniente del asesinato, el mismo poder de Doyun Park, el mismo poder que me enseñó, por primera vez, el Pastor del Midén. Estaba a mis espalda, o al menos ahí fue donde lo sentí. El coche de policía nos dejó atrás.
Por primera vez, me esforcé al máximo para contener aquella agitación. Pese a la corta distancia entre ambos, aquel poder se sentía más leve que los que había experimentado hasta ahora, quizás fue esa la razón por la que pude mantener un cierto grado de compostura.
* ¡No te gires! ¡Camina normal! Hay demasiada gente a mi alrededor, si soy el único que me giro, sabrá que puedo detectar su poder… *
Tragué saliva y seguí caminado hacia el cajero con las manos en los bolsillos. Mantuve el abdomen y los músculos de la espalda en tensión por si acaso.
Para mi sorpresa, las personas que me iba adelantando también parecían haber sentido ligeramente aquel poder.
Algunos se palpaban el pecho y otros, la frente. Como si les doliese la cabeza o se hubiesen mareado.
Al haber seguido caminando, el cajero ya estaba a menos de veinte metros de mí.
Pese a dejar algo de información suelta, ante la amenaza de alguien con el poder del Pastor, decidí que mi mayor prioridad era llegar ileso a mi ya cercano destino.
* Algo no cuadra. Esta energía, esta sensación, ¡no puede ser Maná! Al menos no como lo he conocido hasta ahora… Ni El vigilante, ni el cristal puro de Maná, que ya es bastante molesto, me provocan una sensación tan vomitiva. Es como, como si mi cuerpo no pudiese pasar por alto ese estímulo… Como si me echasen gas pimienta por dentro y todos mis nervios se estremeciesen provocándome esa fea reacción. *
Antes de que pudiese darme cuenta, ya tocaba el cajero automático con mis propias manos. Fue entonces cuando aproveché para darme la vuelta de forma disimulada y analizar el panorama a mi alrededor.
- Parece que el peligro ya ha pasado, noto como mi cuerpo se vuelve a relajar. -
Todo el mundo circulaba con normalidad. Todo parecía muy calmado, no había nada que resaltase más de la cuenta o que no pegase con su entorno. Era, perfectamente posible que, la cosa más llamativa de ese lugar, fuese yo mismo.
Resoplé.
- Calma… No tengo forma de saber quién ha usado esa energía tan, tan repugnante… -
Murmuré echando un último vistazo al entorno.
Tras eso, comencé a teclear en el cajero para consultar mis saldo. En mi opinión, llevar a cabo este tipo de consultas era un proceso bastante tedioso: Primero debía que poner el país en el que estaba mi banco, luego mi nombre y la sucursal a la que solía acudir en mi ciudad. A partir de ahí, solo me quedaba ingresar con mis datos y contraseñas, como si se tratase de un cajero normal, para así poder consultar mi saldo.
<< PIIIIIII >>
El claxon de un coche me hizo saltar en el sitio. No me esperé ser sorprendido así.
* T-tengo que calmarme, me está controlando la paranoia. Supongo que esta es mayor cuando te encuentras en un ámbito desconocido. *
- Teniendo en cuenta todos los gastos que he tenido, deberían quedarme alrededor de ciento cincuenta euros en mi cuenta… No es mucho, pero si lo dosifico bien, puedo comprar todo lo que entra en mis planes, comida incluida, y seguir manteniendo unos pequeños ahorros por si acaso. Espero que ese dios Hermes tenga un poco de solidaridad con mi bolsillo y que ya haya pensado en darme de comer todos estos días… -
Suspiré y posteriormente terminé de ingresar mis datos. El cajero tardó unos segundos en procesar mis datos. Aproveché esos instantes para rehacerme la coletilla del pelo y para ajustarme bien la sudadera.
El cajero emitió un leve sonido y la pantalla mostró todos mis datos: Mi nombre, dirección y "2340,20 €", aparecía en el apartado de "Tu saldo disponible".
- ¿C-cómo puede… Hmm… –
Rápidamente, cerré sesión en el cajero, medité por unos segundos e introduje todos mis datos de nuevo esperando que se hubiesen corregido los valores. El cajero emitió de nuevo ese mismo sonido.
Con toda mi atención, traté de leer los dígitos de mi saldo una vez más, esta vez en voz alta.
- Dos mil trescientos cuarenta euros… Esto debe ser un error… Veamos. -
Trasteé con el cajero hasta lograr acceder a la información extra sobre mi cuenta bancaria. Había una transferencia de más de dos mil euros.
- Hace diez horas, a ver qué dice… -
Pulsé en ella para ver los detalles.
"De parte de: Mario Percedal. 27 de septiembre de 2022".
- … -
El asunto de la transacción era el siguiente: "Querido Asher, debe de ser muy duro por lo que estás pasando, tu familia trata de entenderlo, por muy difícil que nos resulte. Todos en casa hemos aceptado tu decisión, y quiero que sepas que no estamos, para nada, enfadados contigo. Por favor, aliméntate bien, con una dieta equilibrada, y procura no pasar frío. Estate atento y no te mojes, en muchos lugares hay periodos de lluvias bastante intensos cuando llega el otoño. Espero que con esto tengas suficiente para cubrir algunas de tus necesidades; lamentablemente, no tenemos más dinero para darte. Deberías buscarte un trabajo, te ayudará a vivir mejor, sea donde sea que vayas, seguro que con el inglés te apañas bien. Para terminar, nos hubiera gustado estar a tu lado en estos malos momentos, pero que sepas que siempre tendrás a tu familia para lo que necesites. Al menos, sé feliz y no olvides lo bella que es la vida. Un abrazo de parte de toda tu familia. Cuídate, hijo mío".
- Papá, mamá… -
Mis ojos no pudieron detener más las lágrimas, estas ya recorrían mi rostro una vez terminado de leer el mensaje.
Eran lágrimas amargas y pesadas. Conforme caían, el peso en mi consciencia crecía y crecía culpándome de la tristeza que había causado a mi familia en aquellos momentos en los que, su hijo con una enfermedad terminal, los había abandonado.
- ¿Qué estoy haciendo? Ni siquiera les he dicho a dónde iba… -
Traté de dejar de llorar.
- Ehem… -
Me giré y vi que se empezaba a formar cola alrededor del cajero. No tuve más remedio que contener mis emociones, cerrar sesión y marcharme de allí.
Ya con el saldo consultado, seguí callejeando por algunas de aquellas calles; con la mirada perdida y un nudo en la garganta.
Sabía que, objetivamente hablando, mi situación había mejorado, con más dinero a mi disposición, podía construir mejores planes y también podía vivir mejor, pero, ¿a qué precio?
La culpa era el peor de los acompañantes en esos momentos. Llegué a cuestionarme el no usar ninguno de los euros que me había enviado mi familia. La mía no era una familia pudiente, y sabía que dos mil euros era más de lo que podían asumirse y seguir manteniendo ahorros.
- Realización personal a cambio de herir a tu propia familia. No tengo tan claro haber tomado la decisión más noble. ¿Qué tengo que hacer? ¿En serio me hará feliz ayudar a un dios que ni siquiera conozco? ¿Y si el daño causado a mi familia es mayor de lo que consiga arreglar estando aquí? -
Me abofeteé a mí mismo.
- ¡Céntrate! ¡No llevamos aquí ni veinticuatro horas y ya te estás arrepintiendo! ¡No era una decisión fácil, pero la hemos tomado y vamos a seguir con ella! Al menos ahora sé que me familia me quiere ayudar… -
Grité en medio de la calle, dejando salir así toda la amargura que llevaba dentro de mí. Por suerte para mí, la calle por la que transitaba ahora mismo era más pequeña, y prácticamente, solo un anciano pudo presenciar mis gritos de rabia.
Pese a estar rodeada de grandes edificios, la calle en la que me encontraba estaba compuesta por otra clase de viviendas y comercios. Estos eran bastante más pequeños y la calzada mucho más estrecha. Sin discriminar entre coches y personas.
Sobre mi cabeza, pasaban toda clase de cables en todas las direcciones. Supuse que servían para conectar aquellas pequeñas viviendas sobre los comercios a la red eléctrica de la ciudad.
Lo que más me sorprendía de aquella calle era la ausencia de gente en ella y el mal olor a plástico quemado que se respiraba por allí.
- Huele mucho a plástico… -
No tardé en dejar atrás al anciano. Segundos después, volvía a estar solo en aquella calle.
Tuve la oportunidad de jugar un poco al fútbol con una lata que me encontré en medio de la calle, pero esto no duró mucho, pronto encontré una papelera.
* Ahora que lo pienso: En principio, me voy a quedar en Seúl hasta que mi cuerpo se quede finalmente sin fuerzas… Eso significa, que, sin saberlo, ya he visto a mis padre por última vez y ni siquiera me he podido despedir… Y con Leon cabreado… *
- ¡Joder! ¡¿Por qué tengo que ser tan idiota?! –
- ¡Mierda! –
- ¿Huh? –
El llanto de otra persona me interrumpió.
No podía ver quién era, pero sus alaridos parecían provenir desde la calle de al lado. Curioso, me atreví a acercarme hacia allí.
- Alguien llora. Parece la voz de un chico… -
Al contrario que mis gritos de rabia, la persona que lloraba parecía, más bien, hacerlo con desesperación y miedo, como si su vida acabase de perder todo sus sentido.
Anduve en aquella dirección. Pronto llegué a la esquina hacia donde estaba la persona que lloraba, procediendo así a asomarme disimuladamente.
- … -
Sumido en lágrimas, un chico de pelo corto y piel morena, de edad parecida a la mía, se lamentaba sentado en el suelo con la cabeza oculta entre las rodillas. Gritaba y gritaba como si estuviese teniendo una pesadilla estando despierto. De cierta forma, aquella imagen me recordó a mi experiencia con el Pastor del Midén.
A sus pies había, al menos, tres contenedores de basura reducidos a meras cenizas.
- Así que de aquí venía eso… -
- ¡No! ¡¿Por qué a mí?! ¡¿Por qué?! –
- … -
* ¿Qué hago? *
Por sus rasgos y su idioma, no parecía ser coreano. Más bien parecía haber llegado de algún lugar de Norteamérica o por el estilo.
Vestía una sudadera verde, algo desgastada, pero esta había sido completamente oscurecida por el humo y las cenizas de lo que supuse que fue el fuego que hizo arder aquellos contendedores.
- O-oye, ¿estás bien? –
- ¡¿Huh?! ¡¿Cómo puedes… -
De golpe, al verme, el joven se levantó aterrorizado y me agarró de la sudadera.
- ¡O-oye, oye! –
- ¡Idiota! ¡¿Cómo puedes estar tan tranquilo?! ¿Es que no lo entiendes? –
- ¡Cálmate… -
Traté de separarlo de mí. Por suerte, debido a su precario estado, no me resultó muy complicado.
- ¡Él va a venir! ¡A por mí! –
- ¡¿Qué?! –
- Si no hago algo al respecto… ¡ellos vendrán a matarme! Debo darme prisa… –
- Oye, tío, debes calmarte un poco… -
- Tú… -
Andaba alterado de un lado al otro.
* ¿Qué mosca le habrá picado a este tío? *
- ¡Tú no lo entiendes! Como él se enfade de verdad… Todos morirán… Niños, niñas, viejos… ¡Todos! –
<< Pum >>
Nervioso, el chico se acercó a mí, me dio un empujón y caí tropezándome con los restos de los contenedores quemados.
- ¡Oye! –
Debido al enfado y a la perplejidad que sentí en ese mismo instante, ni siquiera me preocupé por si sentía dolor. Rápidamente, me levanté en busca de explicaciones.
Para mi sorpresa, el joven norteamericano se había esfumado de golpe. Y, pese a seguir escuchando sus gritos de loco todavía a un par de calles de distancia, decidí dejarlo estar.
- … En fin. Un tío loco llorando junto a unos contenedores a plena luz del día, no sé qué esperaba que ocurriese… -
Traté de limpiar el polvo y la ceniza de mi ropa.
- Aun así, ¿qué le habrá ocurrido para acabar así? ¿Quién era ese que iba a ir a buscarlo? … Todo ha pasado tan rápido… -
Decidí volver a la calle de la que venía para seguir con mi itinerario inicial.
- No importa, lo mejor será que continúe buscando tiendas de ropa. Tengo demasiadas cosas que comprar… -
Así pasé el día, recorriendo toda clase de calles de la metrópolis de Seúl en busca de ropa y del resto de cosas que se me fueron ocurriendo.
Pasadas unas cuantas horas, se hicieron las seis de la tarde. La luz del Sol empezaba a marcharse para dar paso a festival vespertino de luces y atardeceres.
Yo me hallaba por una calle ya conocida. Una de las que conectaba la casa de mi dios amigo con el monumento de las máscaras de esa misma mañana.
Habiendo recuperado el ánimo con las horas y con todas las cosas nuevas que había visto, rebuscaba entre las bolsas que ahora cargaba procurando haber comprado todo lo necesario.
Pese a todas mis compras, decidí mantener la misma ropa con la que había venido, ya que me aterrorizaba el potencial hecho de romperlas.
- Veamos… -
Me sentía mucho más cómodo ahora que había pasado tanto tiempo recorriendo aquellas calles. De cierta forma, ahora que se acercaba el ocaso, me sentía más acogido por la ciudad que nunca. Supongo que es lo que tiene la adaptación.
- Tengo una chaqueta por si hace frío, dos sudaderas, unos cuantos calzoncillos… Calcetines, un neceser con cepillo de dientes, desodorante… -
Caminaba esquivando a la gente. Por suerte para mí, tras mi repentino encuentro con aquel joven alterado, no había vuelto a experimentar nada más relacionado con el poder del Pastor ni nada que se le pareciese.
Agradecí de corazón tener, al menos, unas cuantas horas en las que pasear de nuevo como un ciudadano normal, sin pensar en enemigos ni enfermedades terminales.
- Otro pantalón… Ah, sí, claro, y no puedo olvidarme de la tarjeta del transporte público. –
Quizás, una de las compras de las que más orgulloso estaba. Uno, por su utilidad, y segundo porque me costó decenas de minutos poder entender el tipo de ofertas que había y, más importante que eso, la forma de cambiar el idioma de aquella máquina del demonio.
Lo importante para mí era que la había conseguido, y gracias a ella podría moverme libremente por la ciudad, usando el metro o el autobús, hasta un total de diez veces antes de recargarla.
- Hehehe, me ha costado bastante, menos mal que, al menos, ninguna tienda me ha puesto pegas para pagar con la tarjeta de débito. Aunque el tema de las comisiones por el cambio de divisas… -
Llegado a un punto concreto de la calle, decidí detenerme. Una sonrisa brotó de mi rostro: A mi izquierda se encontraba el callejón en el cual se ocultaba la casa del dios. Mi casa.
- De vuelta en mi nueva casa… -
Pero pronto cambió todo, fue una sensación extraña, pero pese a estar en un lugar todavía extraño para mí, me sentí bien recibido por aquellas calles de gigantescas paredes. Era una mezcla un poco extraña de emociones la que se gestaba en mi cuerpo: Por un lado, la felicidad de volver a casa; pero por otro, la inquietud y un poco de nerviosismo que, también dadas las circunstancias en las que había venido a esta casa, hacían que le tuviese un gran respeto a mi corto futuro.
- Desgraciadamente, no he venido hasta aquí para sentirme como en casa… -
Me acordé de todo lo que había sucedido, de mis pobres condiciones de vida, de la sensación de tener a la mismísima muerte respirándote tras la oreja…
- Echo de menos mi vida de antes… -
Entré en el callejón y anduve hasta la puerta de la casa. Sí, la misma puerta de la casa en la que vivía un dios; y sí, la misma puerta en la que, aquella misma mañana, un loco casi me voló la cabeza.
- Hogar, dulce hogar. –
Murmuré mientras llamaba al timbre.
<< Ding-Dong >>
Unos segundos después, la puerta se abrió. Me sentí feliz de ver de nuevo aquel bello rostro de ojos azules al que no parecía importarle lo más mínimo mi aparición.
- Llegas doce minutos tarde. –
- B-bueno, bueno, entiéndeme. Es mi primer día en estas calles, aún no domino muy bien las distancias… -
- No importa. Anda, pasa, justo nos hallábamos repasando el plan para la noche de hoy. –
- ¿P-para la noche de hoy? Ah, claro, que nosotros trabajamos de noche. –
- Exactamente. -
Recordé entrando en casa detrás de Lanza. Esta estaba ya bastante iluminada, al contrario que anoche. Juntos, anduvimos hasta llegar a la mesa del comedor, la misma sobre la que aquella misma mañana, estaba apoyada la funda del arma de Espada.
Tras la mesa, había una pizarra blanca con una mapa de la ciudad y algunas líneas rojas que parecían indicar puntos estratégicos de gran importancia. Los miré fugazmente, hasta que algo más robó toda mi atención.
- ¿Qué hace… -
Había otra persona preparando la reunión junto a Lanza, y he de admitir que su presencia me sorprendió bastante.
* Ese tío… ¿Cómo ha llegado hasta aquí? *
Sentado en la mesa, de espaldas a nosotros, el mismo chico norteamericano que hace unas horas berreaba en plena calle, tomaba notas en su libreta. Estaba seguro de que aquel era el mismo chico de antes, pese a que su ropa y gestos eran completamente distintos. Esta vez vestía una sudadera negra y unos vaqueros grises; además al contrario que aquella misma mañana, esta vez estaba mucho más arreglado y peinado.
- ¿Huh? Oh, hola. ¿Eres el nuevo? –
Se giró para dirigirme la palabra.
- ¿Tú? –
Pese a mis visibles sospechas, aquel chico de por la mañana no parecía entender muy bien de qué le estaba hablando.
- ¿N-nos conocemos? –
- ¿Perdona? -
* Estoy completamente seguro, es él. Es el mismo chico de esta mañana, el que lloraba y gritaba como un poseso. El que olía a plástico quemado. ¿Qué le pasa? ¿Por qué actúa ahora como si lo de esta mañana no hubiese pasado? *
- Señor Asher, este es el señor Andrew Sterling. Señor Andrew, este es el señor Asher Percedal. Están obligados a llevarse bien. –
- … -
- Encantado Asher, toda ayuda es buena en estos momentos. Espero que nos llevemos bien y que trabajemos mucho juntos. –
- S-sí, claro. Un placer conocerte… –
- Señor Asher, el señor Andrew es uno de los miembros más longevos de nuestro joven grupo, él siempre trata de ayudarnos con el problema de las midestias. Nuestra misión a cambio es protegerlo de Corpus. ¿Entiendes? –
Un sensor dentro de mi cabeza saltó de pronto.
* ¡Corpus! *
- Sí, s-sí. Entiendo. Corpus, malos, sí. –
- Él no es el único, pero ya tendrás ocasión de conocer al resto más adelante. –
- Es cierto, hoy somos poca gente, hehe. –
- Si insistís… -
- Bueno, ahora que ya nos hemos presentado, ¿por qué no tomas asiento, Asher? Aún queda un poco que planificar para hoy. –
Siguió Andrew mientras me ofrecía la silla de su lado.
- E-está bien. –
* Es demasiado amigable. Físicamente, estoy seguro de que es él, pero no sé, parece una persona completamente distinta. Será mejor que mantenga la distancia… *
Tomé asiento al lado de Andrew. Lanza pasó junto a la pizarra y al mapa de la ciudad para explicarnos la misión.
- Bien, haré un repaso rápido para Asher, que ha llegado tarde. Como supongo que ya sabréis, nosotros nos encontramos en esta zona. –
Dijo con un sutil aire de profesora, señalando un barrio rodeado con rotulador rojo al noroeste de la ciudad. Ambos chicos asentimos.
- Bien, pues según la información que hemos ido recabando entre ayer y hoy, la predicción nos dice que el próximo punto caliente de midestias ocurrirá justo al Sur de nuestra posición, cerca del mercado de Namdaemun. O lo que es lo mismo, se espera gran actividad hostil en esa zona. –
Señaló más abajo.
* Supongo que con punto caliente se referirá a un sitio con muchas… Qué poca ilusión me hace tener que encontrarme con muchas midestias… *
- Sí. –
- ¿Asher? –
- Sí, sí. Perdona, es que hoy ha sido un día largo. A todo esto, ¿cómo sabemos dónde aparecerán? –
- Hay distintas señales: Lo primero, es por las predicciones que robamos esta misma mañana de Corpus. –
* Claro, la información que trajo Doyun… *
- Además, observar los puntos de menor presión con la ayuda de barómetros, es otra gran pista, ya que las midestias tienden a buscar esos micropuntos de aire. –
- Suena complicado… -
- Supongo que tienes razón. Pues entonces, ya puede usted ir despertando y enterándose, esta noche no será nada fácil. Necesitaré que lo entienda todo rápido. –
- C-claro. –
Lanza prosiguió con su explicación.
* Qué mal. Parece que se vienen más cosas nuevas y complicadas… ¿Presiones? ¿Barómetros? Puntos calientes… Debería haber comprado papel y boli. *
- ¿Y esto? ¿Quién será? –
De pronto, la explicación de Lanza fue interrumpida por una llamada telefónica. No sonó ninguna melodía, simplemente vibró sobre la mesa de madera.
- Hmm, ya veo. Siento los modales, pero discúlpenme un segundo, caballeros. ¿Sí? ¿Señor? –
Descolgó el teléfono. Andrew y yo, sin entender muy bien la situación, no teníamos nada mejor que hacer que observar a nuestra compañera, quien tenía una forma muy peculiar de manipular el móvil.
* ¿Quién llamará ahora? *
- Vale. Entiendo. -
Lanza hablaba por teléfono. Vestía la misma falda y sudadera que la noche anterior. Con simples golpes de cadera, aquella falda bailaba de un lado al otro, y con su mano derecha, jugaba con el cordón de su capucha. Parecía que las llamadas por teléfono le ponían nerviosa.
- Sí, vale. ¿Está usted seguro? … Le recuerdo que ahora una distracción puede significar… Está bien… -
Suspiró.
- Yo le avisaré. Sea paciente, por favor. –
Colgó el teléfono.
- Señor Asher. –
- Dime, ¿era una llamada importante? –
- Será mejor que se levante rápido. Mi señor desea conversar con usted en privado. –
* Su señor… ¿El dios? ¡¿Hermes?! *
- ¡¿E-en serio?! –
Me levanté de la silla de un salto. Andrew parecía alegrarse por mi nueva oportunidad, pude verlo en su rostro.
- Así es. Le recomiendo que no le haga esperar. –
En seguida, me dispuse a acudir a la llamada del dios. Mis gestos no podían ocultar mis nervios.
- ¿Qué? ¿Adónde tengo que ir? ¿Arriba? –
- Negativo. Mi señor le espera en el restaurante de al lado. Al salir de la casa, a la izquierda. –
- E-está bien. Pues voy en seguida. –
* ¿Esto es real? Que alguien me pellizque… *
Sin dudarlo, cogí mis bolsas y salí de la casa a paso ligero. Pronto me planté justo enfrente del restaurante que me había indicado Lanza.
Por fuera parecía un sitio de los más normal, pero, aun así, no encontraba la forma de calmarme. Este tenía un cartel iluminado, el cual por motivos obvios de horario no había podido ver la noche anterior; además, tenía su menú expuesto justo al lado de la puerta. Desde fuera, no parecía un sitio demasiado grande.
- Bien… Vayamos a conocer al dios. Hermes… ¿Por qué estará interesado en mí? Ni El Vigilante lo sabía… Supongo que para saberlo, tendré que preguntarle yo mismo… Es el momento… -
Me armé de valor, y crucé la puerta de aquel ilustre establecimiento de comida coreana tradicional.
Entré impetuoso para ser recibido, solo, por la luz blanca del establecimiento, acompañada por dos hombre que comían un bol de sopa y uno de fideos respectivamente. Ni siquiera se inmutaron con mi entrada.
De fondo, se escuchaba el sonido de los ventiladores y el de alguna radio escondida detrás de la puerta de lo que supuse que era cocina.
Al verme entrar tan decidido, cargado con tres bolsas de papel, los camareros no supieron muy bien cómo reaccionar. La mujer le susurraba cosas al oído al hombre, como si se cuestionase si yo de verdad buscaba entrar allí, o, como buen turista que parecía, me había perdido por la zona. Sea como fuera, ninguno se atrevió en un primer instante a dirigirme la palabra.
- … -
En aquel lugar, lo divino brillaba por su ausencia.
Al mirar más detenidamente el lugar, pude ver a un pequeño grupo de moscas dando vueltas a las luces del techo. Estas eran, de vez en cuando, sacudidas por las corrientes de los ventiladores.
- Esto… Debe de ser una broma… ¿Y si Lanza no quería que viese los detalles de la misión por si los desvelaba sin querer? Sería un poco cruel, y ella fue la que me dijo que pasase. –
<< Pss. Pss. >>
- ¿Asher Percedal? –
- ¿Huh? –
Me giré hacia una de las esquinas del establecimiento al escuchar a alguien pronunciando mi nombre.
- Por aquí, ven, rápido. –
Me susurraba desde su mesa, escondida en un lugar remoto del restaurante. Parecía que era una mesa creada para evitar cualquier contacto con el resto del ambiente y clientela del lugar.
- ¿Él? Espera un segundo… No me lo puedo creer… -
Caminé, un poco confundido y ridiculizado, hacia aquella mesa.
- Siéntate, siéntate. Que llegas tarde. Hehehe. –
- … -
* No me digas que… *
Ante mí, estaba la persona que buscaba y que me buscaba. Aunque quizás no era la persona a la que esperaba encontrar. Estaba nervioso por conocer al fin al dios, pero aquellas emociones se volvieron desconcierto en cuestión de instantes.
Sin hacerle esperar más, con un poco de culpa interna, me senté frente a él. Este se encontraba degustando un bol de fideos recién hechos. Me resultó extraño ver tantos pequeños platitos con ingredientes acompañando su comida.
- Saludos, jovenzuelo, qué bien verte de nuevo. –
* Pues sí, es él… Otra vez… *
- Lo mismo digo, supongo. –
- ¿Qué tal tu primer día por la ciudad? Es un lugar impresionante, ¿no crees? –
- El día ha ido bastante bien, ha sido muy productivo; aunque quizás la ciudad es demasiado grande para mi gusto… -
Hablaba tímido.
- E-esto, siento haber sido demasiado curioso esta mañana, pero le juro que no he visto nada raro… -
- Hahaha, ya sé que no has visto nada. Si hubieses visto algo, habrías puesto una cara completamente distinta, hahaha. –
* Menos mal que, al menos, es un tío majo… *
Reía disfrutando con mi culpa aquel hombre que supuse que era el dios. El dios Hermes, el mismo hombre de camiseta vieja al que yo había llamado sirviente frente a Lanza aquella misma mañana…
* Esta mañana. Al final si que he molestado al dios… *
- Hehe… ¿Y bien? Esto, Hermes. ¿Cómo puedo ayudarle… –
Pregunté aún no muy convencido de sus intenciones.
- Oh, por favor, usted ya ha hecho bastante recorriendo medio mundo para llegar hasta aquí. Antes de nada, dime chico, ¿hay algo que quieras saber? –
- ¿Que yo quiera saber? –
- Sí, sí. Después de todas las molestias, pregúntame lo que quieras y yo te responderé. –
- ¿En serio? -
Sonreía ante mí Hermes.
Efectivamente, seguía manteniendo la misma sonrisa y barba blanca que esta mañana, esta última igual de descuidada y sobre las mismas arrugas.
Al menos, su vestimenta era distinta: Vestía un abrigo marrón, algo viejo, pero que parecía ser de muy buena calidad; y, además de eso, un bonito gorro del mismo color sobre el cual descansaba una elegante pluma blanca. Esta era bastante grande, me pregunté de qué animal sería.
Pese a todo, lo que más me llamó la atención fue su actitud, la cual, pese a ser igual de cercana que esta misma mañana, sus gestos y su presencia en aquel restaurante se percibían muy distintos. Aquella misma mañana, había pasado desapercibido como un viejo normal y corriente.
No supe decir se aquel hombre parecía un dios de verdad o no, mi conocimiento era tan limitado que ni siquiera sabía qué los diferenciaba de una persona normal; pero al menos, lo que sí que pude ver notar era que, a diferencia de la mayoría de gente que había conocido hasta ahora, este era mucho más majo; manteniendo junto a su amabilidad un porte elegante y calculado.
- Está bien… Verá, tengo bastantes preguntas que hacerle. Últimamente me han pasado muchas cosas extrañas. –
- Adelante, dispara, es lo mínimo que puedo hacer por usted. –
- Bien, pues… -
Tragué saliva.
- ¿Por qué estaba usted interesado en que vienese hasta aquí? ¿Tiene algo que ver con mi Meosnemia? –
- Hahahaha… -
Reía y reía.
- ¿Hermes? -
- Vaya, hombre, haha. Me has preguntado justo por la única pregunta de la que no tengo respuesta. Qué cosas tiene la vida, hehe… -
- … ¿De verdad? –
- Sí. Bueno, permítame rectificar, hay algo que sí que puedo contestar: Lamentablemente, no. No tiene esto nada que ver con tu enfermedad terminal ni con tu corta esperanza de vida. –
- Pero… -
- Si te soy sincero, admitiré que, al menos, sí que era algo con lo que contaba cuando envié a Espada a buscarte. Osea, que sí que lo sabía. –
- Pero, a ver, usted fue el que me llamó. Era usted el que estaba interesado en que viniese. –
- Efectivamente. –
- Y, ¿no tiene respuesta el por qué lo hizo? –
- Bueno, ya sabe cómo son estas cosas… -
Sonrió de forma inocente.
- Supongo que la respuesta a esa pregunta que usted me plantea solo la sabe usted mismo. Tal cosa solo la puede encontrar uno cuando avanza hasta el final. –
* Qué desastre… *
- Entiendo más o menos lo que me quiere decir. –
* Esto va a ser más complicado de lo que pensaba… *
Reflexioné desde la mesa.
- Ah, pero, respecto al cristal puro de Maná que El Vigilante incrustó en mi pecho, usted sabe algo, ¿verdad? –
- Oh, el cristal. Ya ni me acordaba, hehe. Parece que tú estás más al día de las cosas que yo… Ejem. Nada, tampoco sé nada sobre eso, hehe. Vaya preguntas me hace, señor Percedal, ¿no tiene alguna más sencilla? –
* ¿Nada del cristal tampoco? Esto debe ser una broma. ¿Es que no puedo conocer a nadie normal? *
- ¡¿Cómo puede no saber nada respecto al cristal tampoco?! Al menos, pensará que puede ayudarme con el problema de la Meosnemia, ¿no? Quizás me sirva para ralentizar su marcha… –
- Hmm, pues ahora que lo menciona, es una conjetura interesante. Hehe, pero, lo dudo completamente. –
- … -
- No creo que tener esa cosa en el pecho sea algo muy sano, la verdad. Es más, probablemente, esa cosa, en lugar de curarte la Meosnemia, te reste todavía más tu corto tiempo de vida, pero bueno, sus motivos tendrá el viejales de la máscara ese, hehehe. –
* El viejales de la máscara… Así que el cristal de Maná también quiere matarme… -
- Esta charla no es como me la esperaba… Dígame, dios Hermes, ¿hay algo que usted sí que sepa con certeza, que crea que yo deba saber? –
- Hmm. –
Reflexionó unos instantes, removiendo mientras el caldo de sus fideos.
- ¿Qué sabes sobre el Maná? –
- ¿Huh? Poco, la verdad. Sé que es el poder que usan El Vigilante y las hermanas, y que además, cuando hay muchísimo y este se concentra, se crean cristales como el mío. Más o menos, eso es todo… -
- Ya veo, osea, que en el fondo no sabes nada sobre él… -
Dijo Hermes alzando sutilmente su mano a la altura de nuestras cabezas.
- Sabe, Asher, el Maná es mucho más que un poder, es la pura muestra de la existencia divina. Es la esencia que hace crecer las plantas y que quita el pecado del mundo. Aquello que convierte a los dioses, en dioses, vaya; y a los humanos, los une con lo superior a su naturaleza. Es lo que les ayuda a ascender. –
Pequeñas corrientes de Maná surgían de la mano del dios mientras este hablaba y la movía lentamente. Pocos instantes después de aparecer, aquel poder se diluía en el aire en completa armonía, fundiéndose así, anónimamente, con el entorno.
- Es el puente entre la realidad y la ficción; y la mortal arma que nos hace a todos libres del mal. Es la esencia que envuelve el universo, y que, a través de una Bendición Divina, os hace a vosotros dignos de él. El Maná es: el manjar de los dioses, encontrado en la naturaleza, y entregado a los humanos para que puedan llegar a ser, ¿yo qué sé? Emm, algo más… -
* Qué profundo… *
- Wow, entiendo lo que quiere decir. Es sin duda un poder… -
- Desgraciadamente para usted, querido amigo maltratado por el destino y el azar, usted no puede gozar de un poder así, solo puede conformarse con albergar una bomba de este a pocos milímetros de su corazón y de sus pulmones. –
- … -
- Y sufrir pulsos de aquel poder concentrado cada vez que la situación empeore. -
Se levantó de su silla mientras hablaba, trasportando su palabra al centro del restaurante, bajo la mirada desconcertada de los camareros, quienes no daban crédito a las extrañas formas de aquel individuo divino.
- No se preocupe, lo he vivido en primera persona más de una vez… -
- Hahaha. Bien, entones está claro, una cosa menos. –
- Y, hablando de dioses, ¿de verdad existen? ¿Cómo puede ser que, tras miles de años en silencio, todo vuelva de repente a estar a la orden del día? –
- Por favor, señor Asher, claro que existen los dioses, hay miles de ellos por ahí, ¿quién sabe dónde? ¿Qué digo miles? Con suerte aún quedan millones de ellos repartidos por las estrellas. –
- Millones… -
- Ehem, lo que me lleva a su segunda cuestión: Respecto a la presencia de dioses en su mundo, ahora mismo esta es prácticamente nula. –
- ¿No hay? -
- No. Y verá, esto ocurre por una simple razón: este mundo ya no nos pertenece. Este mundo pertenece a su gente, los humanos que lo pueblan. –
- Pero, entonces… -
- Entonces, si me permite adelantarme a su siguiente pregunta: Claro, es algo obvio. La Tierra no es el ombligo del Universo, le sorprendería la de historias que ocurren ahí fuera… -
- Iba a preguntarle qué hacía usted aquí… En fin… -
Traté de asimilar toda la densa charla que me había brindado el dios Hermes.
* Millones de dioses… En otros planetas… ¿Y ninguno en la Tierra? Parece que el destino sigue sin sonreírme, he acabado naciendo en el único planeta sin dioses en él… *
- Esto. Es realmente interesante, dios Hermes, pero aún hay mucho que no comprendo sobre todo esto que pasa a nuestro alrededor. –
Me levanté de mi silla.
- Solo Hermes es suficiente. –
- Perdona. –
- No pasa nada. –
- Hermes. Lo que ocurre en esta ciudad con las midestias, y los asuntos de los dioses, no están relacionados, ¿verdad? –
- ¿Seúl y los dioses? No, y es más, los asuntos de los dioses no están relacionados, la grandísima mayoría de las veces, con cosas de la Tierra. Ya te lo he dicho, este planeta ahora pertenece a su gente. –
- … -
- Aun así, este es un tema que, por motivos puramente altruistas y bondadosos, me afecta, y es por eso que me gustaría pedirle su ayuda con esta batalla. Para que usted lo entienda, el caso de las midestias en esta ciudad es, tan solo, la punta del iceberg... Ehem, como ya te he dicho, no sé cuál es tu razón de estar junto a mí, pero sí que sé cómo puedes darle un sentido a tu vida. –
Hermes caminó hacia una puerta que había al fondo del restaurante, justo al lado de la puerta de la cocina.
- Dime, ¿te gustaría ayudarme a salvar la vida de unos cuantos millones de personas? Y de paso, darle un poco de emoción a la tuya. –
- Claro. –
- Entonces, si gusta, acompáñeme arriba, hay un asunto que debo explicarle… -
Asentí y seguí a Hermes por las escaleras de aquel edificio. Fue una subida larga, y acabé más cansado de lo que me gustaría admitir, pero, un par de minutos después, Hermes abrió una puerta, y salimos a la azotea del edificio.
* Otra vez a una azotea… *
- ¿Por qué hemos venido a la azotea? –
- Sencillo, porque está alta, hay buenas vistas, y nadie sube a molestar. -
Esta era bastante normal, a excepción del largo maletín que se encontraba reposando en medio del suelo de aquel lugar.
El cielo acompañaba de colores violetas y anaranjados el bonito atardecer que se gestaba al Oeste, en el más puro horizonte entre todas aquellas torres de cristal.
La brisa soplaba suavemente desde aquí, y uno podía prácticamente ver todos los edificios de la ciudad.
- Verás, pequeño joven, mi propuesta está estrechamente relacionada con eso que se puede ver allí, en la lejanía. –
Caminó por la azotea mientras hablaba y terminó apuntando con su dedo en una dirección concreta. Justo al lado contrario por el que la puesta de Sol brillaba con su encanto.
- Eso es… -
A lo lejos se vislumbraba un edificio, aquel resaltaba sobre el resto de la ciudad, pero no solo por ser el más alto, sino por su fama y las ya reconocibles grúas que lo rodeaban desde hacía ya unos cuantos días.
- Aquel edifico, Asher, el más alto. La torre más alta de la ciudad, y sede de una de las oficinas centrales de Corpus Company… Esos ya deberían sonarte. –
Asentí.
* Aquel edifico era el que salía siempre en las noticias de la televisión, el del supuesto accidente hace un par de semanas… Aquel día fue… *
- Algo más ocurrió aquel diez de septiembre, ¿verdad? No resultó en un simple accidente. –
- Oh, sí, aquel mismo día, exactamente. –
- Y la empresa Corpus está completamente implicada en lo sucedido, es por eso que ellos son nuestros enemigos… -
Hermes sonrió y asintió.
- Sé que a estas alturas es una aclaración estúpida, pero, ya sabrás lo que es el Midén. ¿Verdad? –
Recordé fugazmente la esencia del Pastor, de las midestias, de Doyun Park, de aquella misma mañana…
- El poder del Pastor. El Pastor del Midén. Y por Doyun Park… –
- El poder prohibido por los dioses… Este es capaz de convertir en monstruo todo a lo que se acerca, siendo las midestias el ejemplo más claro. –
- ¿Las midestias son animales normales transformados en monstruos? –
- Sí, mutados, pero no solo mutan a los animales… En aquel atentado encubierto de Corpus, liberaron un extraño activo químico creado a base de Midén. Un activo químico capaz de hacer mutar a los ciudadanos de esta ciudad; y con millones de habitantes, tenían gente de sobra para su experimento. –
- El accidente que ocurrió aquel diez de septiembre. –
Murmuré.
- Ese activo tenía las propiedades como para mutar a cientos de miles de jóvenes, pero eso no es un problema en sí, aunque el gobierno coreano haga todo lo posible para evitar formar revuelo… -
- Espera, solamente hace mutar a los jóvenes. -
- Solo gente de entre siete y veinticinco años que se sepa. –
- Ya veo. -
- El problema real aquí son doce jóvenes en concreto, jóvenes que, como Andrew Sterling, a quien ya ha tenido el gusto de conocer; se les otorgó un gran poder y ahora Corpus busca cazarlos para extraer de ellos el genoma mutado por el Midén. Vivos o muertos. Y así, en lugar de tener doce, poder crear cientos, o miles. –
Sonrió de nuevo Hermes.
- Miles de mutantes poderosos… Menudo problema. ¿Y ese Doyun Park? –
- Lo mismo lo podríamos aplicar con el caso del señor Doyun Park, aunque su situación es ligeramente distinta a la de los doce en cuestión. –
* Entonces, por un lado tenemos doce mutantes, y por otra, a Doyun Park. *
Hermes hizo una pausa para agarrar del suelo aquel maletín de medidas laterales desproporcionadas. Sosteniéndolo sobre sus brazos, lo abrió orgulloso.
- Asher, necesito que me ayudes a proteger a estos jóvenes, antes de que Corpus Companies consiga sus genes y cree toda clase de monstruos. –
Del maletín, el dios sacó una espada envuelta en una funda de tela negra. Acto seguido, la desenfundó.
La espada era simple: una espada larga de mano y media. No supe cómo describirla, pero la detallada sencillez de esta y la de su mango dorado, eran tales que la hacía parecer un arma realmente compleja. Tanto detalle en algo tan simple era algo muy satisfactorio a la vista.
Hermes me la entregó, y no pude evitar sentirme maravillado con ella. Solo con blandirla unos instantes, ya podía notar su ligereza y su equilibrio. Su dureza y elasticidad. Su perfección y compostura.
* Esto está demasiado bien para ser verdad. *
- Pero, Hermes, yo no sé usar una espada así. –
- Tranquilo, eso tiene solución. Créeme, es más difícil encontrar a gente que esté dispuesta a luchar que enseñar a alguien a hacerlo. –
- Hehe, en ese caso, ya conoces mi enfermedad. Obviamente ayudaré en lo que pueda. Salvaremos a los mutantes y acabaremos con las midestias que acechen a los ciudadanos de esta ciudad. –
- Hehe, buena respuesta. En ese caso, toma tu arma, guárdala en su funda, y regresa con Lanza antes de que se vayan hacia el mercado. –
- Sí, señor. –
- Hehehe. Me hace gracia cuando hablas formal. Ya te he dicho que no hace falta que lo hagas. –
- Pero Hermes, me has dado un lugar para vivir, una espada y una misión. –
- Haha. Somos aliados, ¿no? Solo te he proporcionado lo mínimo que necesitas para aventurarte en esta ciudad. –
- Espero no defraudarle. –
Hermes sonrió.
Me dispuse a entrar al edificio de nuevo para bajar las escaleras. Me sentía animado, pero a la vez muy nervioso. No sabía dónde me estaba metiendo, pero estaba ansioso de comprobarlo y de hacer algo por aquella causa.
- Ah, y una cosa más. –
Me giré al escuchar al dios. Ya había abierto la puerta para marcharme.
- Entremos en la leyenda juntos, Asher Percedal. –
No pude evitar sonreír al escuchar esa frase de nuevo.
- ¡Igualmente! –
Sonreí y me marché.
Al llegar abajo cargando con la espada, recogí mis bolsas de ropa y corrí hasta la puerta de casa.
En el callejón, aquel todoterreno eléctrico ya esperaba que apareciese de una vez por todas para poder poner rumbo al mercado de Namdaemun. Dentro de este, esperaban Lanza y Andrew.
- Vamos, señor Asher. Deje las bolsas que debemos irnos. –
- Sí. Voy. -
La puerta de la casa estaba medio abierta, así que entré a toda velocidad y dejé todas mis bolsas en la mesa del comedor, donde había tenido lugar, hacía un rato, la charla para preparar la misión.
- ¿Huh? ¿Y esto? –
Al mirar hacia suelo, me topé con una pequeña nota de pura casualidad. Esta era minúscula y tenía algo escrito en ella con bolígrafo negro.
Me agaché, y la leí.
- No está en coreano… -
"Jueves 29 de septiembre. Hora: 01:45. Lugar: Parking de Toegye-ro 20na-gil."
* Parece el lugar de una reunión… ¿Debería decírselo a Lanza? ¿Y si… … Lo mejor será que me la quede por ahora, quizás pueda conseguir alguna información valiosa con ella… No puedo decir a todo el mundo todo lo que sé. Es fue lo que me dijo Doyun… *
- Mañana veremos a dónde nos lleva esta dirección… -