Chapter 42 - Escape

Con completo terror, Abel luchó contra el shock de enterarse de que alguien lo había descubierto y logró mirar con aún más aturdimiento la fogata con un fuego de más de un metro de alto que tenía al frente suyo.

—Dios mio, la acabo de recontra cagar…—Murmuro Abel dándose cuenta de que claramente el guia que corria para ver que carajos estaba ocurriendo, no lo recibiría con los brazos abiertos cuando se enterara que él había provocado un incendio a unos pocos metros de una gigantesca mansión de madera.

Preocupado por el error que su odio lo habia llevado a cometer, el video busco por todos lados algo con lo que poder apagar el incendio, no obstante de inmediato Abel se dio cuenta de que lo que estaba haciendo era un error, incluso si lo apagara como minimo lo mandarian unos dias a la carcel por la tonteria que se mando, por lo que ahora lo importante no era corregir sus errores, ahora lo importante era escapar de la consecuencia de este chispazo de estupidez que habia tenido.

Viendo a la silueta del guia cada vez mas cercana a la fogata, Abel salio corriendo hacia los arbustos y los atravesó con apuro, acto seguido el hombre no miro para atrás y con rapidez corrió las enredaderas que habían vuelto a entrometerse en su objetivo de abrir la trampilla hacia el sótano.

Corriendo las molestas enredaderas, el hombre abrió la trampilla y se metió por las escaleras que dirigen al sotano de la mancion, no obstante, antes de bajar, Abel se aseguro de cerrar la trampilla con cuidado, procurando que las enredaderas volvieran a su posición inicial y ocultaran entre sus hojas su unica esperanza.

Antes de cerrar por completo la trampilla, el hombre vio por la pequeña de abertura aún existente si su plan había tenido éxito, pero lo cierto es que por desgracia Abel no podia ver la silueta del guia que lo perseguía debidos a los arbustos, aunque esto era mas una fortuna que una desdicha, puesto que si el viudo no veía a la silueta de su persecutor entre la niebla, entonces el malvado guia tampoco lo podía ver a el .

Con el extremo cuidado de no hacer más ruido que el necesario, Abel terminó de cerrar la trampilla y dejo que la única fuente de iluminación en el oscuro y húmedo sótano fuera la vela en el escritorio que por fortuna el hombre se había olvidado de apagar.

Si bien este escondite parecía bastante mala elección, dado que el que lo perseguía era probablemente el guia que vivía en esta mansión actualmente, el hombre aun confiaba en que este dichoso guía no conocería de la existencia de este lugar y por tanto podría escapar de su terrible castigo. Al fin y al cabo, si el malvado guía conociera de la existencia de este lugar, tendría que haber informado de este sitio a la policía y al hacerlo los agentes si o si se hubieran llevado los dibujos como evidencia para condenar al asesino. Pese a ello, los dibujos aún estaban en el escritorio y por tanto nadie debería conocer la existencia de este lugar, más que Abel y el condenado a muerte.

Tratando de conservar la calma, Abel dejo de pensar en que pasaria si lo encontraran y trato de concentrarse en que su descenso por estas musgosas escaleras no llamara la atención de quien debía estar luchando contra la fogata a unos pocos metros.

Tras llegar al fonde, Abel con lentitud se acercó a la vela aun prendida, ciertamente su primera gran idea tras llegar a este oscuro sótano era apagar esta fuente de iluminación, puesto que si bienes u iluminación era paupérrima, en su actual estado de paranoia era más que posible en su mente que está débil luz se filtraba por la casi inexistente abertura de la trampilla cerrada.

Ejecutando la idea en su mente con apuro, Abel sopló la vela unas cuantas veces pero la llama histérica solo danzaba más fuertemente y no parecía querer dejar de billar para irse a dormir. Por lo cual, Abel cada vez más desesperado e irritado por los nervios terminó apagándola con sus dedos quemándose un poco en proceso.

*Wush*... La vela se apagó y el sótano quedó sumido en la más profunda oscuridad, dejando la vista del hombre casi ciega, pero también en esta ceguera se encontraba la tranquilidad de que la oscuridad misma por suerte no tenía brazos para atraparlo.