Chapter 43 - Tiempo

Poco a poco el tiempo fue pasando y el viudo se fue impacientando, los nervios de no saber su incierto destino lo estaba molestando mas de la cuenta y para hacer las cosas mas desagradables, cuando la adrenalina del momento disminuye y Abel tubo mas tiempo para procesar todo lo ocurrido y mas importante aun lo que estaba ocurriendo, el hombre se percato de que por mas que intentara no podia escuchar nada de lo que estaba pasando en la superficie.

Solo ahora Abel sentia lo asilado que se sentia este sotano del mundo, ya que por mas que evidentemente el guia en el esterior probablemente estubiera gritando desesperadamente por ayuda o talvez insultado todos sus ancestros con todo su pulmo, Abel no podia escuchar una sola suplica, queja, maldicion o palabra del exterior.

Más extraño aún era que por más que intentara acercarse un poco a la trampilla de madera, Abel seguía sin poder escuchar absolutamente nada del exterior, ni siquiera podía escuchar al malvado guía luchando con un extintor contra las llamas de la fogata. Y dado que era imposible que el guía, simplemente ignorara la cuestión luego de haber visto el gigantesco problema, era más que evidente que esto se debía a que el ruido del exterior no lograba pasar al improvisado refugio subterráneo.

Cegado al punto de no poder ver sus manos y ensordecido al punto de solo poder escuchar su monótona y aburrida respiración, Abel continuó esperando entendiendo que dado el error de magnitudes bíblicas que había cometido era prudente esperar al menos hasta que salga el primer rayo del sol del siguiente dia para poder escapar de este lugar. Ciertamente la multa de romper un cartel histórico daba miedo, pero no tanto como para arriesgar su vida en perderse en el medio del valla que rodeaba al pueblo, no obstante la multa por además provocar un incendio a unos metros de una mansión de madera hacia dudar bastante Abel si debía o no arriesgarse a emprender la caminata nuevamente incluso si hubiera niebla. No solo la multa económica no debería ser poca cosa, peor aun era la interpretación que le daban a ese incendio, ya que se podría malinterpretar como intento por incendiar este lugar y eso no era tan grave hasta que uno tomaba noción de que pese a su antigüedad aún había gente viviendo en esta mansión.

Por suerte el tiempo nunca dejaba de transcurrir, no obstante el sentirse tan aislado del mundo no ayudaba absolutamente nada para comprender exactamente cuanto tiempo había transcurrido, por lo que la desesperación de Abel fue haciéndose cada vez más grande, hasta que finalmente la monotonía de la oscuridad y la falta de ruidos hicieron que el hombre perdiera la paciencia y sacara el encendedor que por suerte había dejado en su bolsillo luego de prender la fogata.

Probablemente había pasado unas cuantas horas desde que el incendio ocurrió, actualmente ya debería ser el atardecer en el exterior y el sol debía estar por ponerse, sin embargo no había garantía de nada de eso y para verificarlo debía subir la escalera escandalosamente ruidosa y chirriante por su mal estado, por lo cual desde la perspectiva del viudo no valía la pena correr tal riesgo por un poco de información que no le cambiaria nada más que sacarse las dudas de comprobar lo evidente: el tiempo seguía avanzando y el anochecer se acercaba.

Confiando en su corazonada de que ya era demasiado tarde como para que alguien andara caminando por el sitio en el exterior de la fogata y por tanto también era demasiado tarde como para salir a caminar por el desconfiable sendero en un intento de regresar al estacionamiento, Abel encendió el encendedor en su mano y usando su débil luz volvió a encender la vela apagada en el escritorio del cuarto, confiando que la luz de la vela lograra tranquilizar la abrumadora sensación de no estar conectado con este mundo.

Algo reconfortado por el tenue calor liberado por la luz danzante de la vela, Abel procedió a sentarse en la silla del escritorio y abrió el cajon a donde se guardaban los dibujos, ciertamente el mismo aparentaba estar completamente vacío en estos momentos, sin embargo la el viuo tubo la suficiente cordura de no quemar el pequeno libro negro que aparentaba ser una agenda, por lo que este librito negro aun se escondia en el fonde del cajon de madera.

Abel tomo el libro negro y lo puso en el escritorio, el motivo por el cual no lo habia quemado talvez se debio al destino mas que a la cordura, y por suerte el destino lo mando a olvidarse de la extensión de este pequeno libro mientras tomaba con desesperación als hojas de papel y cuadernos e la cajon. O aun peor lo habia tomado para quemarlo tambien, pero el destino lo bendijo y permitio que el libro negros se deslisara e su brusco agarre y vovliera a reposar en este cajon.

No obstante es que la realidad era que Abel no lo recordaba, vagamente recordaba haberse sentido en colera y aun mas vagamente recordaba haber incendiado todo por ello, pero su mente estaba tan perdida en el odio que le tenia a este desgraciado que no habia podido pensar con racionalidad al tomar las decisiones, mucho menos en su mente le pasaba la gran duda que tenia ahora mismo: Que escondia este ibrito negro y por que estaba con los dibujos?, eran mas dibujos? y si los eran, por que los dibujaba en otro lugar separado el resto?, Acaso era otra serie de dibujos que loa ayudarían a comprender mejor a este desgraciado?

Ciertamente dese que el hombre recordo no haber puesto este librito negro en la fogata, las preguntas en su mente comenzaron a surgir con el paso del tiempo, y a estas alturas eran muchisimas sus dudas, al punto que solo dios podria contar la imenza cantidad de ideas y dudas que pasaban por la cabeza de Abel.

Ansioso, por no decir desesperado, Abel contuvo el temblar de sus manos y abrió el libro para descubrir la verdad cuyo misterio lo había estado torturando durante unas largas, frías, oscuras y silenciosas horas.