Bajamos al patio, lo hicimos despacio, aprovechando que no había casi nadie en los pasillos.
-¿Has repetido algún curso, Mikael?- sus ojos oscuros me miraban con una increíble intensidad.
-Sí, ¿Por qué lo preguntas?-
-Pareces mayor que las demás personas de nuestro curso-
-No sé porque, pero me parece que tú también, ¿Alguna vez has repetido?-
-Sí, tuve un accidente en 3° de la ESO- su mirada se oscureció conforme iba diciendo aquellas palabras, que tardé tanto tiempo en comprender.
-Oh, lo siento mucho...- No alcancé a decir nada más.
-Dejemos este tema tan aburrido, mejor..-
-¡Hey, Santos!- La aparición de Adrián no dejó terminar de hablar a Sofía.
-¿Qué pasa?- Intenté mostrar confianza pero el miedo que sentía escapó por cada parte de mi cuerpo.
-Parece que los fracasados se juntan unos con otros, como las moscas y la mierda- Él tenía esa expresión de superioridad que tanto le caracterizaba.
-No sé si prefiero ser mierda o una sucia mosca- quedé maravillado al oír su respuesta, su intensa alegría se había transformado en una ira que yo no querría enfrentar.
-Veo que el príncipe de los cobardes ha conseguido un escudero.- dijo con altanería.
-No necesito una relación basada en la dominación, no soy como tú- Sofía me había contagiado su valor para contestar.
-Ya veo, te recuerdo que no fui yo el que comenzó aquella relación- se fue mientras tocaba su cicatriz, parecía que iba a hundirse en un océano de lágrimas.
-¿Pasó algo entre vosotros?- Su alegría volvió.
-No te preocupes por eso, no es nada importante- Esa fue otra mentira.
Fuimos a unos bancos que había en el patio y nos sentamos comer y hablar.
Estaba mordiendo el bocadillo y cuando subí mi mirada me estaba mirando fijamente, su mirada era penetrante, pero cálida, como una rosa cuyas espinas no te dejan tocarla.
-¿Por qué siempre tienes esa mirada tan melancólica?- su tono de voz serio y sus palabras calaron dentro de mí.
-No lo sé, simplemente miro de forma natural, no es algo que yo pueda controlar-
-Vaya, que insípido-
-¿Cómo?-
-Bueno, vayamos ahora con preguntas más normales- cambió de tema entre risas, por primera vez, se notaban falsas.
-¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?- esta vez quería empezar yo la conversación.
-Me gusta la poesía, pero aún no puedo escribir nada decente- la curiosidad empezó a brotar dentro de mí- ¿Y a ti, qué te gusta hacer?-
Nunca lo había pensado, pero realmente no me gusta hacer nada, simplemente paso todo el día en cama, pensando en todo lo que podría hacer y todo lo que podría haber hecho.
-No suelo hacer cosas tan interesantes pero antes tocaba el piano.- ya hacía muchos años de eso, me encantaba tocarlo, sin embargo quise deshacerme de él, para que se llevara consigo todos los recuerdos del pasado.
-Eso es algo bastante interesante también- no nos dimos ni cuenta pero el timbre sonó.
-Bueno, ¿Volvemos?-
-Claro-
El panorama de la clase era bastante parecido al de la primera hora, a excepción de que ahora no estaba sólo yo. Adrián y Sofía también estaban allí, aunque nadie hubiese echado de menos a Adrián si este desapareciese. Sin embargo, él no actuaba con su habitual superioridad, no nos tiró nada en clase y tampoco nos habló en todo el día, él se veía triste, su mirada no encontraba un punto en el cual fijarse y parecía estar a punto de explotar, ¿en lágrimas o en furia? Eso es algo que no pude saber. Me sentía mal, yo había provocado esa tristeza, fue mi culpa por jugar con lo que pasó, ninguno de los dos estábamos preparados para hablar de ello y mucho menos para usarlo como yo lo hice.
Era la última hora, miré el reloj que había encima de la puerta, faltaban 15 minutos para el final de la clase, me dio una pequeña arcada, mi corazón empezó a palpitar con una velocidad que no podía controlar, quise mirar el cielo, pero estaba completamente despejado, ni una sola nube se asomaba en el azul de aquellas vistas.
-¿Hola?, tierra llamando a Mikael.- no me había dado cuenta pero Sofía se había acercado hasta mi asiento.
-¿Qué pasa?-
-¿De verdad lo preguntas? Mira a tu alrededor.- Lo hice, y me cuenta de que todos estaban saliendo.
-No me había dado cuenta, gracias.-
Los dos salimos del aula, yo no quería hacerlo, tenía miedo, quería huir y esconderme en algún lugar muy lejano, donde nadie se molestara en buscarme. Sofía caminaba a mi lado hacia la parada de autobús, nuestra casa está prácticamente al lado, ella notó la tormenta que había dentro de mi mente y poco a poco se iba acercando, dejando un poco de tiempo para ver mi respuesta.
El autobús llegó a su destino y los dos bajamos, cuando nos íbamos a separar para ir a nuestras respectivas casas, me detuve, fue algo instintivo, me giré y miré a Sofía fijamente.
-Gracias- fue lo único que pude decir.
-Hasta mañana- se le notaba un poco sorprendida por mis palabras.
Ese día decidí no volver a volver a casa, por un tiempo, por lo menos.