Me sentía muy mal cuando me ignoraba.
Suspiro y dijo:
- ¿Enfadado? ¿Crees que puedes relajarme?
Me quede en silencio al escucharlo; entonces reaccione y reuní todo el valor dentro de mi para abrazarlo. Tal vez era demasiado para el porque me empujo.
- ¿Así es como me ignoras?
A lo que conteste con timidez:
-Si hubiera sido más inteligente, no habría dejado que Rebeca se quedara a tu lado.
- ¡Samara! -exclamo.
- ¿Sí? -también grite, pues no entendía porque tenía que gritar puesto que estaba con el y no estaba sorda.
- ¡Ja! -se burló - ¡jamás había escuchado a alguien que se disculpara salir indignado!
Después de intimar me atrajo a él y dijo con sensualidad:
-Ven aquí.
No conteste, no le había contado a nadie sobre aquel incidente y tampoco había vuelto a ver a mi secuestrador, me pareció que todo había sido un sueño.
Me saco del baño y luego me dejé caer entre sus brazos después de la vigorosa sesión que habíamos tenido; pero antes de quedarme dormida, le dije:
-Álvaro, no te enfades conmigo, Nicolas y yo somos inocentes en toda esta situación, además yo estoy casada contigo y espero un hijo tuyo, por no agregar que él es menor que yo.
Se dio la vuelta y dijo:
- ¿Y qué hay de otros hombres? -pregunto. Era evidente que quería jugar conmigo.
Lo miré fijamente y fruncí los labios.
- ¡No confías en mí!
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y podía notar la satisfacción en su cara cuando me dio un beso en la frente.
-Buenas noches. -dijo.
A la mañana siguiente me desperté como nueva, sobre todo porque después del tal cansado viaje de negocios, por fin había podido dormir hasta tarde. Me quedé un rato más recostada en la cama cuando cogí mi teléfono y me encontré con algunas llamadas perdidas de Estela, no lo había escuchado porque durante toda la noche estuvo en silencioso, así que de inmediato de devolví la llamada; al instante pude escuchar el nerviosismo en su voz.
-Señorita Arias, tenemos un problema, ayer por la noche el señor Herrera lanzo un comunicado e invito a los medios a una rueda de prensa, dijo que hablaría sobre su relación; en estos momentos hay un montón de periodistas a las afueras del Corporativo Ayala esperando su llegada.
Me puse de pie y abrí las cortinas para que entrara la luz del exterior y admire el paisaje que tenía frente a mí. Respiré y contuve mi molestia al decir:
-No te preocupes hoy no iré a la oficina, además Nicolas es adulto y sabe lo que debe hacer.
En eso, Estela pregunto con cuidado:
-Señorita Arias, ¿estas todo bien con el señor Ayala?
- ¡Si, todo bien!
Después de colgar baje las escaleras y busque a Álvaro por todos lados, pero no lo encontré, entonces le pregunte a la señora Hernández.
-Disculpe, ¿Álvaro ya se ha ido?
La señora Hernández estaba tan concentrada realizando su trabajo que se asustó al escucharme hablar. Segundos después de giro y me sonrió.
-El señor Álvaro se fue muy temprano, dijo que tenía un asunto importante que resolver. Ya tengo el desayuno listo.
Asentí en respuesta al tiempo que me acariciaba la barriga, sentía que había subido algunos quilos en los últimos días. Todavía estaba comiendo cuando Mayra me llamo.
- ¿Qué pasa? -pregunte al contestar.
-Leí las noticias, eso podría ser un problema. ¿Y si Jonathan también los lee? -dijo con terror, miedo que yo también sentía.
Sentí como si me estrujaran el corazón al escuchar el nombre de aquel hombre.
-Yo me encargare, por lo pronto descansa en casa y no vayas a ningún lado si no es necesario, no te preocupes.
No tenía la menor idea de si Jonathan viajase a Ciudad J, pero antes de que lo hiciera, tenía que buscar la protección de Álvaro. Comí un poco del desayuno que preparo la señora Hernández y me fui, pero fuera de casa me encontré con Camila, aunque, a decir verdad, ella vino a mí. En realidad, me sorprendí porque no muchas personas conocían esta casa, de hecho, solo nuestros vecinos y algunos conocidos sabían que vivíamos aquí.
Camila llevaba un vestido azul cielo y en el hombro traía un bolso de diseñador, dadas las circunstancias, dude unos segundos en si debía saludarla o no.
-Señora Ortega, discúlpeme, no imagine que vendría.
La señora Ortega me regalo una pequeña sonrisa y dijo con amabilidad:
-Por favor, no se disculpe, señorita Arias, fui yo quien no le aviso de mi visita.
La casa se dividía en dos secciones, en la primera estaba la casa principal que era donde regularmente recibíamos a todos nuestros invitados, ahí también estaban la habitación de té y el jardín, mientras que en la segunda sección esta la casa trasera donde Álvaro y yo pasábamos la mayor parte del tiempo; lleve a Camila a la primera sección hacia la habitación de té y le pedí a la señora Hernández que preparara algunos aperitivos ligeros como fruta picada. En eso, empecé a hervir agua en el fogón y pregunté:
-Señora Ortega, ¿vino a ver a Álvaro?