Adam y el oso continuaron su largo recorrido hasta llegar al piso inferior 3 de 5. Adam no solía alejarse tanto de la cueva por lo que estaba algo nervioso, si quisiera escapar esta vez no le sería tan fácil.
—Bien, ahora tenemos que llegar hasta el hexágono 8 de 18— Comento el oso mientras lideraba el camino por el pasillo.
Las estanterías de este piso estaban hechas con la misma decoración hermosa que el quinto piso inferior, por lo que la mayoría estaban hechas de plata y oro. Mientras que los pisos eran de mármol y las lámparas seguían siendo las mismas estatuas de angelitos que podían verse en el quinto piso inferior. No obstante, había una gran diferencia que estaba molestando a Adam y era que este piso estaba completamente vacío: el joven no se cruzó con nadie y tampoco escuchaba el ruido de nadie.
Notando la anomalía, el joven héroe le preguntó al oso acerca de la situación:
—¿Sabes por qué no hay nadie en los hexágonos principales?
—Hay más gente que en el piso inferior 5 de 5—Contestó el oso para sorpresa de Adam— pero no caminan por los hexágonos principales, viven por los hexágonos secundarios y suelen evitar estos pasillos.
—¿Por qué evitan estos pasillos?—preguntó Adam; caminar por los hexágonos secundarios era alargar el camino innecesariamente— No tiene ningún sentido hacer eso.
—Si lo tiene—Contestó el oso de forma brusca—Hay una criatura que los mata si no lo hacen, así que los bibliotecarios que viven en este piso buscan evitarla.
Adam se asustó por la respuesta y rápidamente preguntó:
—¿No deberíamos irnos de estos pasillos?
—¡Tranquilo, gigante!—Se quejó el oso, parecía molesto por el cambio de planes— La criatura es lenta: podrías correr y evitarla. Siempre y cuando te advierta de ella, ya que tú no puedes verla. ¡Así que mejor sígueme y cierra la boca hasta que lleguemos a nuestro objetivo!
Adam se asustó aún más y miró a sus alrededores, pero todo parecía ser normal. El oso lo miró como si fuera un payaso: le acababa de decir que la criatura era invisible, para qué se molestaba en observar los costados.
Los dos continuaron hasta llegar al hexágono 8, cuando entraron, Adam se sorprendió de ver la gran cantidad de personas que caminaban por el pasillo de este hexágono. Parecía que vivía más gente en este piso que en todos los pisos medios: todos los bibliotecarios vestían túnicas blancas en malas condiciones y parecían ignorarse los unos a los otros mientras se desplazaban por los pasillos.
Este hexágono parecía ser una zona residencial. Este tipo de zonas consistían en paredes formadas de puertas, una pegada al lado de la otra, lo cual hacía parecer a las habitaciones como cuadrados muy chicos. Pero lo cierto era que si uno abría la puerta, la habitación era mucho más grande del otro lado. Adam sabía esto porque en el piso medio también había de estos hexágonos y él los había visitado mientras exploraba un poco.
A diferencia de las puertas de madera del hexágono del piso medio que Adam conocía, estas puertas estaban hechas de plata y estaban grabadas con patrones de angelitos. El piso seguía la misma decoración de mármol del resto de los pisos inferiores. Mientras que las lámparas no eran angelitos sino antorchas que iluminaban con un fuego verde. Por lo cual los pasillos tenían un color verde que se hacía más evidente por el reflejo de las puertas de plata.
Adam siguió al oso hasta una de las esquinas de los pasillos y vio que el oso se metía por debajo de una de las puertas. Adam trató de seguirlo, pero la puerta estaba bloqueada por dentro.
*Click* Adam escuchó que la puerta se desbloqueaba del otro lado.
El niño trató de abrir la puerta y esta vez logró meterse en la habitación, apenas se metió, escuchó una orden del oso:
—¡Cierra la puerta, antes de que alguien más se meta!
Adam obedeció y rápidamente cerró la puerta. Cuando cerró la puerta, el joven héroe notó que la habitación tenía un olor a podrido impresionante. Parecía que esta era la sala de estar: una gran cantidad de muebles hermosos podía verse, junto a una chimenea muy bonita que iluminaba con el mismo fuego verde de las antorchas.
Adam estaba completamente sorprendido de lo linda que era la sala, si no fuera por el olor a podrido sería un buen lugar para vivir luego de que decida leer sus libros mágicos y abandonara la cueva.
—Te noto sorprendido—Dijo el oso mirando al niño curioseando por la sala y tocando todos los muebles—¿Sabes por qué los pisos inferiores lucen tan bonitos, niño?
—No, tampoco sé por qué el piso medio es todo de madera— Respondió Adam mientras abría los muebles por curiosidad.
—Es por los ascensos y por las estanterías…— Contestó el oso con voz calmada, como si tratara de dirigir la conversación a un sitio en particular— La estantería que controla este hexágono en una época tuvo tantos ascensos que los usaba para decorarse.
—¿Y qué pasó?—preguntó Adam con sorpresa, recordando a la gente en harapos de afuera.
—Nada…—Respondió el oso mirando a Adam a la cara con seriedad, parecía estar tratando de transmitirle algún mensaje oculto—No pasó absolutamente nada, todo sigue igual.
—No me parece que una persona que no sepa leer puede ascender—dijo Adam sin entender como lo habían hecho.
El oso se quedó mirando el hermoso fuego verde de la chimenea, mientras murmuraba:
—Es un error de los bibliotecarios medir los tiempos de la biblioteca en función de sus cortas vidas. Los pisos inferiores le pertenecen a las estanterías y no de cualquier tipo: todas son mágicas.
Adam escuchó al oso del tamaño de un dedo, por algún motivo su voz alcohólica sonaba muy misteriosa en este momento. El oso continuó profundizando aún más su voz y comentó:
—Un grupo muy particular de bibliotecarios se dio cuenta de este hecho también, por lo que si no consigues salir de estos pisos con una túnica negra antes de los 20: estás muerto, niño…
—¡¿Qué?!—preguntó Adam, sin poder creerle al oso.
—¡¡Te estoy diciendo esto porque quiero mis putos hongos!! — Grito el oso mirándolo con violencia; lamentablemente solo era un oso bonito, por lo que su mirada no provocaba mucho temor—Lo que vas a tener que hacer a continuación, no lo harías nunca, a no ser que sepas que toda tu misera vida termina a los 20 si no consigues salir de estos pisos.
Adam se quedó callado escuchando al oso, aunque era bonito, sus palabras eran horribles. El joven ya estaba sacando su cuaderno amarillo porque no se fiaba nada del oso que le pidió matar a una persona hace no mucho.
El oso volvió a mirar al fuego, le dio un trago a hondo a su botella y la tiró al fuego, haciendo aparecer otra botella en la mano y sin darse la vuelta, le gritó a Adam con enojo:
—¡Escucha bien, pendejo! Vas a ir al baño y mirarás lo que hay dentro. Luego preguntarás a tu padrino hasta que te sangre las manos de tanto escribir. Cuando todas las lágrimas de tu cara se sequen y tu nariz no le queden más mocos para ensuciar tu túnica. ¡Vas a volver entrar al baño para poder conseguir el olor y así lograremos obtener la puta caja!