–¡Tang! –Gritó Emily mientras cerraba la puerta– ¡Estuviste increíble, nena! – dijo orgullosa golpeando a su amiga en la espalda.
Respirando de manera entrecortada después de haberse escapado, Tanying soltó un suspiro de alivio. Mientras tanto, el rostro de Maximiliano se oscureció como la noche. Después del sorpresivo beso, se quedó petrificado en el mismo lugar, sin siquiera atreverse a pestañear mientras veía a la chica desaparecer dentro de la sala 501. El hombre estaba a punto de pedir a sus guardaespaldas que arrastraran a Tanying fuera de la sala y la tiraran fuera del establecimiento cuando de pronto su teléfono celular sonó. Se molestó por la interrupción de la repentina llamada telefónica, pero la contestó. Después de escuchar por unos instantes, dijo fríamente:
–Está bien, voy enseguida –colgó el teléfono y luego miro fríamente a la sala 501; respiraba bruscamente, tratando de controlar su furia. Ahora lo recordaba: se trataba de la misma mujer que se había atrevido a pinchar las llantas de su coche, y ahora también se había atrevido a besarlo, todo en ese mismo día. Pero había una emergencia en su empresa, la cual necesitaba atender inmediatamente.
–Tienes suerte hoy, mujer. Será mejor que reces para que nunca te vuelva a ver. No escaparás la próxima vez que me provoques –murmuró Maximiliano al girarse para irse, mientras intentaba controlar su furia. Pensó que todo su día había sido un asco.
Dentro de la sala 501, Tanying se frotaba sus mejillas rojas y sentía que ardían de vergüenza. Eso era la cosa más loca que había hecho en su corta vida. Con el corazón agitado, su mente era un remolino de caos que se inundaba de pensamientos. << ¡Oh, Dios mío! Me atreví a besar a un hombre, ¡y ni siquiera sé quién era!
A la edad que tenía Tanying, lo que había hecho era algo muy nuevo para ella. Algunas veces había coqueteado con algunos chicos guapos y musculosos, pero nunca se había atrevido a besar a alguno.
<< ¿Se podría decir que soy una lanzada? ¡Oh!, ¿y si piensa que lo hice para seducirlo? No importa, ya no lo volveré a ver, con eso ya basta. Además solo fue un beso>>. Tanying estaba absorta y se había olvidado de todos los que estaban a su alrededor.
De repente, Emily gritó:
–¡Dios mío! –y todos sus compañeros se sorprendieron ante su repentino arrebato.
– ¿Qué te pasa, Emily? ¿Quieres acaso matarme de un susto? –dijo la cumpleañera, quien estaba a punto de beberse una copa de vino, pero que terminó derramando el líquido y se estaba dando palmaditas en el pecho para calmarse.
Emocionada, Emily se acercó a Tanying, quien todavía estaba absorta en sus pensamientos, y la sacudió por los hombros.
–¿Sabes quién era ese hombre? –preguntó alarmada.
El tipo que había acabado de besar Tanying era un hombre con el que todas las mujeres soñaban y por el que babeaban. Era joven, guapo, rico, poderoso, y era dueño de una gran empresa multinacional. La gente se dirigía a él como Sr. Cash, como una señal de respeto.
–No, ¿quién es él? –pregunto Tanying, tratando de relajarse, mientras tomaba un trago de una copa de vino tinto.
–¡Maximiliano Cash! –Emily grito su nombre con mucha fuerza mientras miraba el rostro de su amiga. Se suponía que el nombre era suficiente para saber de quién se trataba, por lo que quería estar segura de que Tanying lo escuchara bien. El vino tinto que estaba en la boca de la chica se derramó en el momento que Emily dijo el nombre de Maximiliano. Tanying comenzó a toser violentamente sin darse cuenta que había escupido el líquido en la cara de su amiga. En lugar de enojarse, Emily, después de que la escupiera en la cara, se quedó atónita. Incluso Jeremy se quedó pasmado cuando escuchó el nombre.
– ¿El señor Cash? Tang, creo que estás en problemas –dijo Jeremy, quien era hijo del dueño de una compañía financiera en la ciudad de Nueva York, y a quien el nombre de Maximiliano golpeó sus oídos como el trueno de un rayo.
Aquel nombre tan familiar también hizo gritar a Karen White, la cumpleañera.
– ¡Tang! ¡Besaste al Sr. Cash! ¡Ooooh! Déjame besarte, porque es como estar besándolo a él –se burló su amiga, a lo que todos no pudieron evitar reír.
Tanying reaccionó: tomó un puñado de pañuelos y procedió a limpiar el rostro de su amiga, pero estaba demasiado sorprendida como para disculparse.
Cuando Karen dio un paso al frente, Tanying arrojó los pañuelos en la mesa y salió corriendo tan rápido como pudo. Pero de repente recordó algo:
–Emily, ¿dijiste mi nombre cuando estaba en el pasillo? –preguntó, y se estremeció de pensar en aquello. << ¡Maldición! ¿Y si me reconoció y le dice a mi padre que me lancé a besarlo?>>. Tanying no conocía a aquel hombre, pero de lo que estaba segura era de que sus padres mantenían una relación con aquella familia, ya que varias veces los escuchó hablando sobre los Cash.
Luego Emily tomó más pañuelos para secarse la cara y respondió con voz enojada:
–Sí, lo hice. ¿Es eso lo que te emociona? Sí…, debe ser emocionante besar al Sr. Cash, ¿no? –mientras tanto maldijo en voz baja a Tanying – ¡Excluica! ¡Mira lo que has hecho! ¡Mi cara! ¡Y mi cabello, todo empapado de vino tinto!
Tanying le dio unas palmaditas en la espalda, tanto para consolarla como para disculparse y de repente dijo:
–Nos vemos, chicos, diviértanse.
Tan pronto terminó de decir esas palabras, Tanying se marchó apresuradamente. Con una expresión aturdida, todos observaron la silueta de la chica desaparecer. Todos sus amigos estaban pensando lo mismo: << ¿Qué iba a hacer? ¿Alcanzar al señor Cash? ¡Estaba loca! ¿O se le habían zafado las tuercas del cerebro por la cantidad de alcohol que había bebido?
Todos sabían que muchas mujeres de todas las clases sociales, incluso estrellas icónicas, habían estado detrás de Maximiliano; para deshacerse de ellas, el hombre pedía a sus guardaespaldas que las despojaran de sus ropas y las tiraran a la calle sin piedad alguna. En vista de eso, todos pensaron que debían detener a Tanying. De modo que varios amigos salieron de la sala con la esperanza de detenerla y evitar que ella hiciera lo que creían que iba a hacer, pero la chica ya no estaba por ningún lado.