Jin podía sentir la fría lluvia cayendo sobre su cuerpo, las gotas calaban hondo sobre su piel, pareciendo enfriar así el interior de sus huesos. Un estremecimiento lo recorrió de pies a cabeza, confundido, abrió los ojos, pero en seguida los cerró, frunciendo el ceño ante la imagen que había visto; parecía estar en una zona delimitada por altos árboles tétricos y sombríos, rodeándolo había un grupo diverso de personas extranjeras con túnicas antiguas que lo miraban con desprecio.
Jadeo cuando sintió una enorme presión sobre su cuerpo, era incapaz de moverse o cambiar su posición acurrucada sobre la tierra húmeda, un segundo después escupió sangre y un gran dolor en su vientre lo hizo gritar, apretó los puños y dientes en un intento de lidiar con el dolor.
Levantó la mirada solo para encontrar que el odio y asco habían crecido en los ojos de aquellas personas.
—Míralo, tan asqueroso, retorciéndose en el lodo como el gusano inmundo que es —dijo una mujer joven.
Ella avanzó, levantando su pierna, con claras intenciones de patearlo, otra mujer, elegante y de belleza más madura, la detuvo extendiendo su brazo.
—No te molestes, Fan Jiao. No merece la pena. El bosque maldito se encargará de él.
—Tienes razón hermana mayor, hay que dejar que las bestias lo devoren a él y al monstruo que lleva en el vientre.
Varias exclamaciones de acuerdo siguieron tras la declaración de la mujer. Había hombres y mujeres, jóvenes y viejos, los que parecían ricos y pobres, lo único común en todos ellos era el claro desprecio que sentían hacia él.
Jin no entendía lo que estaba pasando, no entendía la razón por la que había despertado en ese lugar, rodeado de esas personas desconocidas, solo entendía que todos, cada uno de los reunidos allí, deseaban su mal.
Un dolor agudo volvió a atacarlo en la zona de su abdomen, dejó salir un gruñido de dolor y se encogió más sobre sí mismo, por primera vez tocándose, consternado descubrió que su vientre era enorme.
—Yin Tao, cerdo asqueroso. ¿Después de dejarte embarazar por un demonio creías que podías seguir perteneciendo a nuestra secta? —Un hombre joven estaba tras esas palabras.
Tras escucharlo, Jin se sintió aún más desconcertado, miró el enorme vientre sin querer volverlo a tocar.
—Un hombre embarazado, que horror —dijo una anciana, su rostro lleno de disgusto.
—Es un verdadero monstruo —escupió otra mujer.
—Hmp, tan vulgar —dijo la mujer joven que había querido patearlo.
—Es mejor que muera ahora por su pecado —declaró otro hombre, con voz altiva.
Insultos como monstruo, puta, zorra y otros fueron lanzados en su dirección de la boca de las personas, Jin solo los pudo mirar con odio.
Lo que más odiaba Jin en el mundo era ser mirado con desprecio y burla, ser menospreciado, esas personas eran justo como con aquellas con las que se topó mientras crecía.
Algunos de los reunidos allí se sorprendieron y retrocedieron con miedo ante tal mirada, otros se molestaron y lo señalaron con dedos temblorosos.
—Seremos maldecidos por el monstruo —susurró un anciano apoyado en un bastón.
Algunos se apartaron rápidamente después de escuchar al anciano.
—¿Cómo te atreves a mirar a tus superiores así? —cuestionó con enfado la mujer de aspecto maduro.
—¡Atrevido! —gritó la otra mujer.
—¿Hasta ahora decides mostrar valor? ¡Cuando antes siempre fuiste un cobarde inútil! —se burló uno de los hombres que ya había hablado.
—Cierto, pero, ¿qué le queda ahora si no es mirarnos con odio? No puede hacernos nada, ni siquiera puede refinar Qi —dijo el hombre joven.
«¿Refinar Qi?», Jin miró sus ropas una vez más, estudiándolas, antes de que pudiera pensar en cualquier cosa, volvió a sentir una presión abrumadora sobre todo su cuerpo, con dificultad mantuvo la mirada de aquellas personas, especialmente la de los más cercanos a él, que habían sido quienes más habían hablado, también eran quienes llevaban colores similares a la suyos en su anticuada ropa.
Dos hombres y dos mujeres, lideraban el grupo, el hombre joven tenía una sonrisa de insano placer formada en sus labios, entrecerró la mirada en la dirección de Jin, un segundo después la presión sobre su cuerpo aumento y tuvo que dejar caer la mitad de su rostro en el lodo.
El lodo entró en su nariz y labios, tosió, luchando por levantarse. Varios se rieron y parecieron tranquilizarse, entonces volvieron a gritarle un sinfín de insultos.
La lluvia aumento su fuerza, al por fin levantar su rostro, lo limpió con una mano temblorosa, apartando a la vez un largo mechón de cabello negro. Observó el sucio y húmedo cabello en su palma, entonces lo jaló y sintió dolor en su cabeza, comprobando así que era suyo.
—El monstruo ya se volvió loco —señaló alguien con mofa.
—¿Quizás ahora quiera castigarse así mismo? Bah, debió haberlo hecho antes.
—Si es así, deberías entrar por voluntad propia al bosque y ponerte frente a la primera bestia que veas —dijo el hombre maduro del grupo que lideraba.
Jin, con ayuda de sus temblorosos y débiles brazos se sentó, solo para mirar fríamente a los reunidos frente a él. Se esforzó en gravar en su memoria cada uno de aquellos rostros mientras la lluvia continuaba cayendo con fuerza.
A todos allí les pareció un demonio de ojos dorados directamente salido del infierno, causandoles escalofríos.
El hombre maduro se adelantó un paso.
—¿Qué esperas? Entra allí y muere.
—Jodete —escupió.
—¡Maldito!
—¡¿Cómo te atreves?! —gritó una de las mujeres, con indignación.
Ella caminó hacia él, un segundo después lo abofeteo, debido a la fuerza del golpe Jin volvió al suelo.
—Superior Fan, recuerda que no podemos matarlo, si no el gran maestro tendrá que... —murmuró incómodo el hombre maduro.
—Lo sé —contestó entre dientes la mujer.
Jin intentó levantarse otra vez, pero no lo consiguió, le dolía el rostro, sentía su mejilla punzar y creía su mandíbula estaba rota. Tanto fue su dolor que no logro mover ni siquiera su lengua.
—Menor Ma, llévalo al bosque —ordenó la otra mujer.
El hombre maduro frunció el ceño con recelo.
—Pero...
—La compañera Lin, le dio una orden, Ma —dijo el hombre joven, transmitiendo una alegría cruel—. Solo tiene que hacer que cruce la barrera, después de eso Yin Tao ya no podrá salir por su cuenta.
—Entendido, hermano mayor Lu.
Con un agarre brusco en su cabello el hombre comenzó a arrastrarlo, Jin gruñó, arañando la mano en su cabello, mientras un nuevo y horrible dolor volvía a aparecer en todo su cuerpo. Apretó sus labios para no dejar salir ningún sonido, las personas reunidas alentaban al hombre, quien lo llevaba hacía un muro de oscuridad.
De un momento a otro, Jin pareció estar flotando en el aire, había sido lanzado como si de una muñeca de trapo se tratará.
Cayó al suelo con un sonido sordo, su dolor se multiplico y escupió una bocanada de sangre.
Jin permaneció allí, sobre la tierra seca, rodeado por una densa niebla mientras su cuerpo se convulsionaba de dolor. A su alrededor había un silencio anormal y casi sepulcral, llevó sus temblorosos brazos alrededor de su vientre al sentir intensos golpes desde el interior, entonces se acurrucó sobre sí mismo al mismo tiempo que dejaba, por primera vez en mucho tiempo, al miedo apoderarse de él.
Lagrimas comenzaron a caer sobre sus ya húmedas mejillas, tembló con rabia, odiando sentirse tan débil.
Jin no sabía lo que estaba ocurriendo, su mente abrumada por el dolor no lograba comprender lo que estaba pasando.
Sorbió su nariz y llevó su mano derecha hacia sus ojos, queriendo deshacerse de las lagrimas, en el proceso no alcanzó a reconocer la mano pálida y huesuda, más lagrimas cayeron cuando el miedo y la confusión crecieron en su interior. Sin embargo, sucumbir ante más lagrimas también hizo que su rabia creciera más.
Repentinamente, una pequeña y extraña botella verde cayó cerca de donde estaba. Al mismo tiempo, se escuchó una voz distante y lejana.
—Si quieres sobrevivir, tómalo. Ese es un elixir de grado superior.
Arrastró su mano hacia la pequeña botella, luego de unos segundos la acercó a sus labios, algo dentro de él le dijo que, si no bebía lo que había en el interior de esa botella, moriría.
«Otra vez», recordó. Imágenes confusas de sangre y una pistola inundaron su cabeza.
Así que, con manos temblorosas, Jin bebió el liquido color ámbar. La parte superior de su cuerpo volvió al suelo y su conciencia se sumergió en oscuridad.