Jin despertó debido al frío, su cuerpo temblaba dentro de su húmeda y extraña ropa, varias túnicas viejas de un descolorido azul claro. Se sentó con movimientos lentos y miró con confusión su alrededor, en su mano sostenía la pequeña botella verde, no la soltó a pesar de que ahora estaba vacía, se aferró a ella mientras su mirada se dirigía a la enorme barrera de oscuridad a pocos metros de él.
Intentó ponerse de pie pero no lo consiguió, gruñó enojado, no pudo evitar mirar su enorme panza. «Concéntrate en averiguar qué esta pasando, solo en eso.» Con las manos apoyadas sobre la tierra, Jin volvió a intentarlo, fallo cada vez.
Cuando al fin logró ponerse de pie, sintió sus piernas débiles, apretó los dientes y comenzó a arrastrar sus pies hasta la barrera. Al llegar, estiró su mano con desconfianza, utilizando solo las puntas de sus dedos la tocó tentativamente. No le provocó ningún daño.
A primera vista, parecía un denso muro de oscuridad, parecía estar formado de niebla en constante movimiento, pero al tocarlo descubrió que era mas como una pared de concreto, a pesar de intuir probablemente sería inútil, colocó sus dos palmas contra la barrera y empujó con toda la fuerza que era capaz de reunir. No ocurrió nada.
Agotado, apoyó su espalda en la barrera y se deslizó hasta el suelo, antes había descubierto su calidez, como si una especie de energía calorífica la recorriera o estuviera dentro de ella.
Jin entonces observó sus alrededores con mayor atención, nuevamente estaba en el claro de un bosque, solo que ahora era una zona de alto césped verde, con rayos de luz filtrandose a través de las frondosas copas de árboles, al levantar aún más la barbilla se dio cuenta que no lograba ver el cielo debido a los altos arboles, ahora que los estudiaba también se dio cuenta de que decir que eran altos no era el adjetivo adecuado, los árboles eran enormes, los troncos eran tan grandes que seguramente no podría rodearlos con los brazos.
Bajó la mirada, concentrandose en sus manos, eran manos desconocidas. Se arremango las largas y anchas mangas, para estudiar sus brazos, eran tan delgados, huesudos y llenos de largas cicatrices, sorprendentemente no había ningún moretón. Tampoco había dolor en ninguna parte de su cuerpo, tocó su mandíbula, debía suponer aquel liquido había curado todas sus heridas. Probablemente muchas de las cuales ni siquiera había estado consciente.
«¿Un elixir de grado superior?», pensó con desconcierto, no sabía lo que era eso, no creía hubiera algo capaz de sanar todas sus heridas con solo beber un liquido extraño, no existía medicina tan avanzada en el mundo. Sin embargo, tenía la vaga sensación de que antes ya había leído o escuchado sobre algo como eso.
Jin entrecerro los ojos y miró su redondeado abdomen, segundos después bajó la mano para tocar ese lugar entre sus piernas. Efectivamente, era un hombre, «entonces, ¿por qué rayos tengo esta cosa?», recordó las palabras dichas por aquel grupo de personas.
El dolor de antes le dejaba bastante claro no se trataba de una pesadilla.
Estaba en otro cuerpo, probablemente en otro país, quizás hasta en otro periodo de tiempo. Claramente en otro mundo, en uno donde era posible un hombre se embarazara.
No queriendo llegar a conclusiones raras y precipitadas, Jin cerró los ojos y se abofeteo así mismo con fuerza, quizás hacer eso había sido una medida desesperada, el último gramo de esperanza en su interior se esfumó cuando abrió los ojos de nuevo. Se encontró con el mismo claro y árboles.
—Qué tonto —susurró, mirando la mano con la que se había abofeteado. Cerró su mano en un puño cuando comenzó a temblar.
Respiró hondo y alzó la mirada, negándose a sucumbir al miedo otra vez.
Quizás Dios o algo más le había dado otra oportunidad, quizás alguien en algún lugar creyó su muerte había sido injusta, que su muerte había sido patética… Quizás por eso su alma había llegado a ese lugar, quizás le estaban dando otra oportunidad de vivir.
Se quedo completamente quieto cuando un rugido monstruoso se escuchó a través del bosque, helando su sangre.
«O quizás no.»
Luchó por ponerse de pie. Jin había hecho suficientes cosas malas en su otra vida, tantas como para que el karma lo siguiera hasta esta.
Cuál fuera la explicación, no planeaba morir otra vez. Con piernas temblorosas se dirigió hacía frondosos arbustos cercanos, se dejó caer de rodillas tras ellos en un pobre intentó por ocultarse cuando el rugido y la cosa que lo producía comenzaron a escucharse mucho más cerca de su posición. Calmó su respiración y se quedo completamente quieto, pensando en que más podría hacer dada su situación.
—Eso no funcionará.
Se sobresalto al escuchar la joven voz masculina, miró hacia todos lados, buscando a la persona que había hablado, lo único que encontró fue a un tigre blanco echado sobre la ancha y alta rama de unos de los árboles a su derecha.
Su corazón comenzó a latir de prisa ante la cercana presencia de un animal salvaje. La colá del tigre se movía lentamente de un lado a otro, sus ojos azul pálido estaban fijos en Jin. Creyó detectar una pizca de inteligencia en sus ojos, también un claro interés, antes de que pudiera pensar en si se lo imaginaba, el tigre abrió la boca.
—Te encontrará, puede olerte.
Frunció el ceño, negándose a dejarse sorprender por otra situación extraña.
—Esa bestia es tonta, su nivel es bajo... —continuó el tigre, un tono cercano a la indiferencia— Despedazara tu cuerpo y tomará tu carne sin pensar.
Estudió al animal, escuchando los rugidos cada vez más cerca.
—¿Qué quieres?
El tigre saltó del árbol. No pudo evitar notar que parecía superar por mucho la altura de un tigre promedio.
—¿Cómo sabes quiero algo de ti?
—No me habrías dirigido la palabra si no quisieras algo de mi.
—Ciertamente… un humano que ni siquiera ha entrado a la etapa de fundación, que ni siquiera puede condensar qi… —dijo despreciativo, acercándose en un andar depredador— Debes tener algo en tu interior, o esto no sería posible —susurró, deteniéndose justo frente a él.
Jin lo miró sin expresión, no entendiendo de que hablaba.
—¿Entonces? —cuestionó.
—Quiero eso… —El tigre apunto hacia abajo con la cabeza.
Bajó la mirada hacia su vientre, «¿qué es esta cosa?». Ocultó la sospecha que comenzó a generarse en su interior y solo asintió.
—Hecho.