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Chapter 4 - Capítulo 4: El Dao de un medico, la sabiduría del que comprende

El silencio del valle daba cobijo al tiempo, alargando su estancia en los corazones y mentes de los jovenes que esperaban agazapados, ocultos en sus pozos y cubiertos de maleza, a la espera de su inerente futuro.

Cada joven, ya sea chico o chica, pequeño o algo mas adulto, todos luchaban contra la impaciencia, el miedo, contra el silencio y el tiempo, contra el destino.

.....

- Maestro... ¿Quiere que me encargue? - En un carruaje de sencilla fabricacion, un anciano y un joven, permanecian sentados, ambos tenian todo el carruaje para ellos.

El joven portaba una armadura ligera gris profundo, de un material metalico, pero a su vez parecido al cuero, tendida en sus piernas, un sable tan delicado como el ala de una cigarra, de preciosa artesania.

Por el contrario, el anciano calvo, pero de espesa barba blanca, solo vestía ropas sencillas, una toga gris, pero ocultando miles de misterios, pues ni una sola mota de polvo la había tocado.

- No hace falta, controla la situacion solo con tu alma y prepárate para atender a los heridos - El joven miro sorprendido al anciano.

- ¿A ellos tambien? - La mirada de repugnancia era obvia para cualquiera que pudiera ver la cara del joven.

El anciano asintio. - Claro, aunque adores el sable, nosotros somos medicos, sanadores, farmacéuticos, nuestro Dao es curar a los heridos, por muy bajo que sea su nacimiento, siguen siendo pacientes - El joven asintió, pero era obvio que no compraba del todo las palabras de su maestro.

- Pero ellos nos van a atacar, son simples y sucios bandidos, como puedo verlos como pacientes si sus muertes solo pueden ayudar al resto - El anciano negó.

- ¿Notas la sed de sangre de alguno de ellos? - Con esta pregunta, el joven cerro los ojos, parecia concetrado, solo al par de segundos, negó mientras los abria.

- Lo ves, ninguno a matado a nadie antes, si te fijas notaras el hedor de la muerte en muchos de ellos, como una sombra sobre sus cuerpos, las muchachas, tiene el marca de varios hombres, incluso recientes, ninguno son bandidos, no aun, es la labor de los adultos, guiar a los jovenes, en un futuro, tendras a mucha gente esperando tu sabiduria y tu liderazgo. Asi que dime, cual crees que es la razon por la que han decidido hacer tal acto - El anciano miraba con ojos sonrientes a su discupulo, mientras con un gesto, una taza con un liquido verdoso, apareció de la nada, flotando a su lado.

El joven volvio a cerrar los ojos y analizar los comportamientos de los asaltantes.

Sus pensamientos divagaron por un largo minuto, pero aun tenían un largo trayecto hasta el lugar del asalto, por lo que no le dio importancia a repasar sus ideas varias veces.

Al par de minutos, miro al anciano, mientras este bebía plácidamente.

- Sus manos tiemblan, sus corazones parecen estar a punto de escaparse de sus pechos, puedo notar esperanza y resolucion en algunos. Se han arriesgado a esta caravana con todo, parece que alguien los ha guiado, quizas la persona que salio lentamente del pueblo, parece enfermo, puedo notar como la el Qi helado se escurre de su cuerpo, su corazon es el mas calmado, es el unico con un toque de sed de sangre, muy pequeño - El anciano asintio.

- En ese caso, cual es tu veredicto - El joven volvio a pensar, pero esta vez no tardo.

- Buscan entrar en el mundo del cultivo para cambiar su vida, ya sea para salir de ese pueblo infecto y primitivo o curarse, pero esto no niega que van a cometer un crimen, merecen un castigo - El anciano volvió a asentir.

- Asi es, cada acción merece una reacción y cada pecado, castigo, nosotros no intervendremos ni avisaremos a los guardias, solo cuando la situacion se salga de control, tomaremos cartas, algunos de ellos moriran, lo mismo para los miembros de esta caravana, tambien guiaremos a los que queden, quienes se atreven a luchar por mejorar su futuro, ya ha dado un paso hacia la grandeza, tenlo en cuenta en el futuro, es este tipo de personas, aquellas que vale la pena conocer y si puedes, tenerlas como aliados - El joven asintio, solto la mano de su sable y se cerro los ojos.