Anabel sabía que su objetivo se había logrado cuando vio el enfado que tenia Rebeca. La mujer susurro:
-Señorita Rebeca, se que se ha enamorado del señor Álvaro. Te he explicado bien la situación y todo depende de ti. Después de todo, ya han pasado cinco años y ya no eres joven, todo el mundo sabe que eres de la familia Ayala. Si aquella mujer se casa con el señor, con la edad que tienes, será muy difícil encontrar a una pareja igual de excelente. -después la mujer colgó el teléfono.
Rebeca tiro el teléfono. Ciertamente ya no era joven. Para las mujeres de esta edad, el mejor tiempo ya se había ido. Además, casi murió de una hemorragia para dar a luz a Adriano. Había sufrido tanto, por lo que jamás permitiría que una mujer desconocida le venciera.
Rebeca se emociono. Quería salir de aquel lugar, pero los guardaespaldas de Álvaro estaban vigilando esta zona y no le dejarían irse. Rebeca ya no podía calmarse. Se le había ocurrido una idea y fue rápidamente a la cocina.
Álvaro seco el pelo de Samara y la cubrió con una manta. Mirándola mientras dormía tan profundamente, este hombre realmente quería quedarse aquí e incluso deseaba abrazarla, pero no pudo hacerlo. No era fácil hacer que se quedara y descansara en este lugar, por lo que no quería molestarla.
Álvaro bajo la cabeza, beso ligeramente a Samara en la frente y le dio las buenas noches, se levantó y se fue.
En el momento en que la puerta se cerró, Samara abrió los ojos atentamente. Se limpio con fuerza el lugar donde el hombre le había besado, se dio la vuelta y se quedo dormida de nuevo. Cuando el sol entro a través de la ventana al día siguiente, ella se despertó. Vio que eran más de las ocho.
Nunca pensó que se quedaría tan profundamente dormida allí. Miro la colcha en su cuerpo, vio que no había nada raro, por lo que supo que Álvaro no había entrado después de salir de la habitación. Tenía todo claro.
El no se caso voluntariamente con ella en aquel entonces, por lo que tampoco quería acostarse con ella ahora. Samara sintió que lo que estaba pensando era bastante ridículo. Se levanto, se lavó y bajo.
Al verla levantarse, Anabel dijo con indiferencia:
-El desayuno esta listo, te lo preparo el señor Álvaro. Si no te gusta, déjalo ahí. Nadie te va a obligar. -obviamente estas palabras no eran nada agradables. Pero a Samara no le importaban tanto.
Lo que había echo Anabel precisamente mostraba la buena relación que tenían anteriormente. Miro a su alrededor y vio que Álvaro no estaba aquí. Samara sonrió y dijo:
-Gracias, pero me gusta mucho el huevo frito que haces porque es muy rico. -luego se sentó en la silla y se fue al comedor.
Anabel se quedo aturdida al escuchar sus palabras. Antes a Samara le gustaba comer sus huevos fritos y se lo decía frecuentemente. Ahora esta mujer había dicho palabras similares, por lo que Anabel tenia dudas. Miro a Samara por detrás y frunció el ceño, sin poder entender la situación actual.
El desayuno era sopa y un plato común. Se sentó y comió. Para ella, la vida sería mucho más fácil sin Álvaro.
La criada se acerco por la espalda tranquilamente y se puso furiosa cuando vio que esta mujer estaba comiendo feliz.
- ¿Todavía no lo sabes? Ayer la señora Rebeca fue enviada al hospital debido a una intoxicación alimentaria. Al recibir la noticia, el señor Álvaro fue inmediatamente allí. Volvió esta mañana y te preparo el desayuno. Sin embargo, no lo hizo a propósito porque también a cocinado para la señorita Rebeca. Al fin y al cabo, llevan cinco años conviviendo y hasta tienen un hijo. -dijo Anabel.
Mientras la sirvienta hablaba, estaba mirando fijamente la cara de Samara porque creía que la mujer se decepcionaría al escuchar esto, pero Samara no le hizo caso en absoluto.
-Este plato lo has hecho tú, ¿verdad? Anabel, está muy rico, pero está un poco salado. -dijo la mujer. Samara seguía desayunando, sin prestar atención a las palabras de la criada.
Anabel estaba furiosa.
- ¿Has oído lo que he dicho? ¡No eres bienvenida aquí! Aunque la esposa de nuestro señor ya no está, la señorita Rebeca será la substituta. No te pongas tan arrogante. Te lo advierto. -grito la sirvienta. Lo dijo con una actitud muy hostil y Samara al oír sus palabras dejo los palillos.
Observo a Anabel con su mirada aguda y pregunto:
-Anabel, también crees que Rebeca será la mujer de Álvaro, ¿verdad? Antes dijiste que todo lo que hay aquí pertenecía a la exmujer de Álvaro y que nadie podía moverlos. ¿Pero detuviste a Rebeca cuando se mudo a esta casa? ¿conseguiste algo para la dueña original? Al enterarte de su muerte, empezarte a servir a Rebeca y a su hijo, ¿no? ¿esta es la tal lealtad que tienes tu con tu dueña?
La criada se puso roja al momento.
-No sabes nada. Aquel accidente ocurrió tan repentinamente que no tuvimos otro remedio. Además, la señora Rebeca estaba embarazada, ¡también era un hijo de la familia Ayala! A pesar de que no me llevaba bien con esa mujer, no podía impedirla quedarse en esta casa. Tenía que cuidar al señorito Adriano porque esta es mi responsabilidad, ¿no? -contesto Anabel.
-Así que aceptaste a Rebeca porque dio a luz a un hijo para esta familia y tu dueña anterior era estéril, ¿verdad? Pero quizás si esa mujer no hubiera aparecido, la esposa de tu señor no habría tenido que irse al extranjero y no hubiera sufrido aquel desastre, ¿no? -dijo Samara. Estaba emocionada.
Se decía a sí misma que podía soportar esto sola. Ayer se conmovió por la protección de Anabel, pero hoy se sintió un poco triste. El hecho de que Rebeca se haya quedado en esta familia sin tener vergüenza y Anabel la haya aceptado hizo que Samara se quedara decepcionada y se pusiera vacilante.
Era un sentimiento complejo. De repente perdió el apetito que tenía, ella no quería seguir soportándolo. Dejo sus palillos y dijo seriamente:
-Anabel, puedes hacer lo que quieras, pero no tienes el derecho de interferir en las vidas y elecciones de los demás. Si quieres proteger a tu dueño, primero tienes que ver si es digno. Andas diciendo lo buena que era su exmujer, pero la vida que llevaba era miserable, ¿no? ¿Cuál fue el resultado? Ahora, no le he pedido a Álvaro que me trate bien. Te digo francamente que no me cae bien ese hombre, ni quiero quedarme en esta casa que admiras. Si puedes persuadir a Álvaro para que me deje ir, estaré agradecida. -después de decir eso, ni miro la expresión de la criada y se fue a la habitación en su silla de ruedas.
Antes estaba de buen humor, pero de repente se quedó deprimida e incómoda. No culpa a Anabel por su elección y rechazo. Después de todo, su cara actual era completamente diferente d antes. Ella solo odiaba a Álvaro.
Ya que el no la amaba, ¿Por qué habría mostrado un amor profundo hacia ella ante Anabel? Se sintió deprimida en la habitación y no sabia que hacer, en ese momento su teléfono sonó. No sabia quien estaba llamando y vio que era Víctor.
Samara cogió el teléfono y dijo:
-Señor Víctor, ¿Por qué me llama tan temprano? ¿quieres invitarme a desayunar?
- ¿Todavía no has desayunado? Entonces realmente tengo que invitarte. Dame la dirección y te recogeré. -respondió el hombre.
Se la envió directamente. El hombre respondió con un emoji de sorpresa por mensaje.
< ¿Vives en la antigua mansión de la familia Ayala? ¿Por qué? Realmente estas enamorada de Álvaro?>
Ella empezó a cambiarse de ropa. Para ella, este lugar donde había echo todo lo posible para quedarse, también era un refugio y su casa. Sin embargo, después del incendio, todo lo que había aquí la hacia sentirse incomoda, deprimida y decepcionada. Pensó en lo humilde que era cuando estaba qui antes. Se había esforzado tanto por conseguir el amor de Álvaro, pero lo que le había tocado era el sufrimiento traído por aquel incendio.
Samara se maquillo, se puso un buen vestido y bajo. Al verla así, la señora Anabel tenía dudas y pregunto:
- ¿Vas a salir?
- ¿Has dicho a Álvaro que no me dejara salir? ¿O lo dijiste tu? Soy la diseñadora contratada por Álvaro, así que no puedo quedarme en casa todo el día. Además, dije que no estoy interesada en él. No me trates como a una zorra. -contesto la mujer.
Después se escucho el sonido de un coche fuera. Anabel frunció el ceño, miro hacia fuera y vio que había un Ferrari rojo aparcado en la entrada de la residencia. Víctor llevaba una ropa muy llamativa y sostenía un ramo de rosas en su mano. Se apoyo contra la puerta del coche con una sonrisa cuando llamo por ella.
Samara sacudió la cabeza y se rio al verlo así.
-Vale, Anabel, tengo una cita y no vuelvo para comer. -dijo ella. Luego empujo la silla de ruedas y se fue.
La sirvienta le agarro d la silla de ruedas y dijo enfadada:
- ¿Vas a salir con otro hombre cuando el señor no esta aquí? ¡que desvergonzada eres!