Nahuel había observado al recién llegado con gran asombro ya que hacía 16 años que solo se relacionaba con su padre Minos unicamente.
Aquel muchacho le había llamado la atención desde que lo vió entrar al jardín y emplear su chakra con un extraño poder para cerrar la puerta reja, con candado sin tocarla. Aquello despertó su interés al igual que en Minos.
Mientras estuvo en la cama inconciente le quitó las ropas mojadas y rotas para limpiarlo y secarlo, luego se ocupó de sus heridas vendándoselas. Finalmente le colocó ropas nuevas y más cómodas.
Inmeditamemte se detuvo a mirarlo dormir, cuando el muchacho comenzó a despertar fue testigo de sus pesadillas y le bastó oírlo suplicar en sueños para darse cuenta que era como él.
Una víctima de los habitantes de esa maldita ciudad donde él había nacido y vivído. Lo habían traicionado y hasta lo obligaron a irse de allí, por lo visto lo mismo le sucedió a ese jóven cuya belleza lo tenía hipnotizado. Pero era muy joven, de hecho hasta podría ser su hijo.
Durante la breve charla que tuvieron se sintió fascinado por él y tuvo el alocado deseo de retenerlo allí a su lado para siempre. Cuando quiso levantarse se lo impidió porque tuvo la desesperada sensación de que se marcharía y no iba a permitírselo.
Pero al verlo suplicarle le partió el alma ¿cómo podría alguien lastimar a una criatura tan hermosa como él?
Por eso inventó lo de los vendajes y de paso aprovechó para cambiarselos. Así comprobó que sus heridas estaban cicatrizando. Luego utilizó una de sus habilidades para forzarlo a dormir así se tranquilizaba y él podría seguir contemplándolo tranquilamente.
Cuando salió de la habitación fue al salón artesanal donde su padre forjaba un modular con los hierros y la maquinaria que allí habia. Se apoyó en el marco de la puerta y cruzandose de brazos lo contempló en silencio.
—¿Qué pasa hijo? ¿Qué te tiene tan alterado? ¿Ese joven?
— Eres muy perpicaz padre.
— ¿Acaso no decidiste conservarlo contigo?
— Si.
— ¿Entonces qué te preocupa tanto?
Nahuel sabía a dónde quería llegar su padre. Retener a Boris era simple, lo mantendría encerrado y listo. El problema radicaba en que así no tendría su corazón y lo que él anhelaba era eso. Volver a sentir amistad por alguien y poder recibir dicho sentimiento del otro hacia su persona.
La oscuridad no lo había abandonado del todo aunque rompió las cadenas negras que lo restringuían. Lo cierto era que necesitaba del amor de alguien para poder ser libre del todo. El amor de su padre no contaba para ello pero si lo ayudaba a resisitir su confinamiento.
— Quizas ésta sea la última oportunidad que tenga papá.
— Lo sé.
— ¿Entonces?
— Debes llegar a ese muchacho, no creo que te cueste ya que él también parece estar necesitado de amor.
— Como si fuera tan fácil papá.
— No lo asustes, no lo reprimas tampoco. Sabes lo desesperante que es eso.
Nahuel suspiró apesadumbrado y se fue despidiendose de su padre, estaba muy agotado por lo tanto se adentro a las profundidades del castillo rumbo a su cuarto donde se encerró. No quería que lo lastimen más, suficiente había padecido ya. Minos, que lo comprendía bastante, movió la cabeza de lado a lado.
— Hijo, así no lograrás liberarte nunca — luego dejó lo que estaba haciendo para ir a ver al muchacho que dormía placidamente. En verdad parecía un ángel y Minos sonrió mientras lo tapaba — Solo tú podrás liberar a mi hijo de su prisión, espero que tengas el valor y la perseverancia para lograrlo muchacho.
Boris sintió, en sueños, el intenso llamado de Nahuel suplicándole que lo libere. Podía escuchar su voz pero no así verlo debido a la intensa oscuridad que lo rodeaba.
Boris sentía que había algo en aquel hombre que lo atraía e intentaba llegar a él pero un muro de espinas se levantaba entre ambos separándolos. Súbditamente una voz diferente resonó en el lugar.
"Solo tú puedes liberar a Nahuel de su prisión".
Boris sudaba y se movía en la cama debido al sueño que estaba teniendo.
— Nahuel....¿dónde estás? - murmuraba — Esperame....Nahuel....