Cada uno fue a su lugar luego de informar a sus tropas el cambio de líder, al menos en el caso de Terus, Osfer y Quisil, pero mientras salían Regemwin y Legaldi se quedaron en la sala.
Ya estando solos en la sala sonriente y en tono de burla comentó Regemwin—: Me gustó lo que dijiste para dar ánimos. —Legaldi aún no había recogido su espada, en ese momento la tomó y devolviéndola a su funda dijo con seriedad a Regemwin—: No fue para dar ánimos, fue muy verdadero lo dicho; Perdí la vida muchas veces sin un propósito, hoy al menos si lo hago reencarnaré con un buen recuerdo y una buena acción de por medio. —Regemwin carcajeó levemente y comentó—: Ya veo que terminaste de traer tus otros recuerdos a este cuerpo. —Legaldi mostró una pequeña sonrisa y dijo—: Desde la charla con Tárion en su habitación los tengo; Pero lo importante no es eso. —Regemwin cambió su semblante y serio expresó—: Por supuesto que no, lo importante es destruir la daga, ya tengo los golems en el cuartel listos para cuando llegues con ella. —Legaldi tomó su casco que se hallaba en la mesa y dijo Regemwin observando sus gestos de indiferencia—: No me digas que aún no esas listo, ya llevas más de un milenio queriéndolo y ahora que estas en el sitio indicado, en el momento indicado, con el cargo indicado, no puedes decidir no hacerlo. —Legaldi colocó su casco frente a sí mismo y mirándolo fijamente comentó—: La primera vez estuve listo para partir y la muerte no llegó por ese objeto que nunca debí conocer, no me culpes ahora por no estarlo cuando de verdad venga.
Regemwin enfurecido golpeó la mesa, bajo la cabeza y al levantarla dijo—: No Dofegón, antes no había un reino entero dependiendo de si morías o no, en este momento si lo hay. Solo debías morir, tu mandato se pasaría a uno de tus hijos y luego se te recordaría; pero te juro que si yo pudiese portal tan preciado poder sin ser corrompido, lo tomaría y lo llevaría al bosque yo mismo con mis propias manos, sin involucrar más nadie, pero tu bien sabes que el ultimo en poder portarla fue el gran señor Zettion. —Legaldi entre la nostalgia y la rabia vio a Regemwin y le comentó—: Hay tantas vidas en mi cabeza que no se si hablarte como una de ellas o como Legaldi. —Tomó una pausa y preguntó—: ¿Crees que es bueno sentir esto? —Dio un giro y le miró, bajó una lagrima de sus ojos y dijo—: Pero si tienes razón, no puedo ser egoísta una vez más; y por la corona, el reino y su gente, deberé destruir aquello que me hace mantenerme siempre en este plano. —Derramó aquella lagrima que recorría su rostro y se giró partiendo a su posición, mientras Regemwin pensativo e llevó las manos a la cabeza.
La noche cayó y Sórem se refugió con sus tropas cerca de la ciudad para al amanecer atacar, mientras descansaban de aquella ardua caminata, Baren al estar listos los campamentos entró a el de Sórem, tan pronto lo hizo los hombres del circulo empezaron a vigilar en cuales ya se hallaban dormidos y a ellos prendieron fuego, dando así algunos números de bajas a tan impresionante ejército.
Desde el castillo se notaban aquellas llamaradas que hacían señas a Regemwin de su ubicación; de inmediato bajo las escaleras a dar órdenes de ataque, bombardeando aquel lugar de campamento; la guerra había iniciado.
En la carpa Baren comentó—: Me sorprende que Sandra no haya querido ni aportar ideas, sabiendo que ella le gusta mucho dar opciones aun en desesperación. —Sórem tomaba una copa de vino y al oírlo la escupió y comentó—: Le dije que se alejara, solo entorpecía mi destino de ser rey. —Baren le miró y deambulo de un lado a otro para decir—: Entonces no fue que no quiso el cargo. —Tomó una pausa rió un poco y continuó—: Creo que hay algunas cosas que no me has dicho, Sórem. —Sórem bebió un sorbo más de su copa y comentó—: Eres un niño Baren, no debo decirte todo, solo que yo vea conveniente, esto hasta con Ursula que era nuestra madre me sirvió. —Baren observó la copa de en su mano y mudo hasta ver que la volvió a llenar, a lo que le dijo—: No es que seas muy gris tampoco; por tu copa que llenas a cada instante desde mí llegada noto que estas algo nostálgico, pero no por la muerte de nuestra madre; impaciente y no es por lo que se avecina; arrepentido y no es por dejar fuera a Sandra. —Lo miró nuevamente pero esta vez en los ojos se detuvo y continuó—: Tus ojos dicen que asesinaste por lo hondos que están, quieres llorar pero a la vez no, lo consideraste alguien digno de admirar. —Apretando la copa la arrojó al piso Sórem mientras gritó—: ¡NO ME EVALUES! —Tomó un respiro mientras su rubio cabello al cuello se desalineo, dando un tono despeinado el cual ni se molestó en volver a arreglar pues dijo más relajado luego—: Lo que haga no es asunto tuyo. —Baren sonrió y se dispuso a decir una frase pero en ese instante se coló el olor a cenizas y Sórem sin dar chance a decir algo a su hermano salió a ver que sucedia.
Desde el salón de la corona se veían las llamas y Tárion sonriente dijo a Legaldi—: Pensé que todo iniciaría al amanecer. —Legaldi aun serio comentó—: Tu parte más o menos a esa hora dará inicio, la de las tropas en momentos. —Al paso de minutos empezaron a oírse aquellas estruendosas caídas de rocas y gritos incesantes que traía el viento; a Tárion se le ocurre preguntar—: ¿Legaldi, que es lo acordado para que el círculo brinde su ayuda? —Legaldi indiferente le miró, sonrió y alejó la mirada nuevamente diciendo—: Confórmate con saber que en las manos equivocadas puede ser un desastre.
Mientras aun ardían los campamentos y no habían caído aquellos grandes trozos de rocas, Sórem corría se un lado a otro tratando de apagar las llamas y Baren desde afuera de la tienda de Sórem reía disimuladamente; aquella primera roca cayó sobre el campamento que se hallaba a un lado del de Sórem y por consecuente muy cerca de Baren, dando un cambio radical a su ánimo, de risa a rabia otorgándole otros pensamientos a este; tan pronto los organizó entre ritos y llamas tomó un caballo y se dirigió a Loyal el solo.
Aquel disturbio llegó a los oídos del moribundo Eoser, tan pronto lo reconoció comentó riendo—: El circulo si sabe reunir buenos soldados. —Terus frente a él en su cara dibujo una semi-sonrisa. Eoser reconoció el desdén en sus ojos también y expresó—: Lamento lo de ellos Terus, en cierto punto me considero culpable de lo sucedido. —Terus sin dejarlo terminar sus palabras se inclinó ante él y tomándole la mano expresó—: Si alguien la tuvo, no fuiste tú, fue Osfer por inculcar ideas en una mente frágil. —Eoser sonrió y comentó—: En es si tienes razón. —Tomó una pausa y siguió—: Quisiera ver mejor todo, abre las ventanas por favor.
Entre aquellos gritos, estruendos y llamas Sórem recordó a su hermano y empezó a buscarlo, mientras lo hacía se tropezó con Tesogian, este al reconocerlo le comentó—: Mi señor, ya es inevitable debemos hacer algo, los campamentos están siendo devastados. —Sórem le miró a los ojos y dijo—: Sino no hay nada que hacer entonces retrocedamos. —Pero al decir la última palabra se dio cuento que estaba frente al camino hacia Loyal y que un corcel montado de un jinete huía hacia aquella ciudad. Tesogian desesperado pidió la confirmación de la orden y Sórem con un cambio de humor expresó—: No, reagrupa los hombres y ataca. —Tesogian asentó dando a entender que lo dicho había sido entendido y decidió retirarse, pero al hacerlo Sórem le tomó del brazo ordenando—: Y da la señal de inicio. —Tesogian se marchó y más tardó en irse que en arrojarse una flecha en llamas al cielo, sobrepasando la altura de las piedras, aquella se logró ver posiblemente en todo el reino.
Eoser al verla comentó entre toz y risa—: Ahora por fin vendrán por mí. —Terus sorprendido le miró y su mente trataba de hallar una excusa que decirle pero no la hallaba.
Legaldi la observó y como estaba sentado se levantó, miró a Tárion y dijo—: Levántate, que al parecer todo iniciará antes. —Muy confundido se levantó, de inmediato Legaldi desenfundó su espada y Tárion le siguió preguntando—: ¿Qué pasa? —Legaldi sonrió y le dijo—: La flecha que viste es una señal; señal para los infiltrados.
Aquel temerario ejército se aproximó y dio el primer choque, haciendo temblar los muros, por desgracia aquella ciudad no tenía un rastrillo para asegurar que se quedaran afuera, aquella anterior al mandato de este rey había sido una ciudad mercante de libre paso, por tanto no contaba con tanta seguridad.
Hombres contra hombres en el esfuerzo de quien entra y quién no, Sórem desde su caballo blanco al lado de Tesogian observaba desde el centro de aquella formación, de pronto a su mente vino una idea y la susurro al oído a su fiel acompañante; este no dudo en hacer lo que a su comandante le comentó. Desde la fila antes de llegar a Sórem se fueron agrupando hombres y más hombres hasta hacer unas torres humanas, donde en las puntas subieron arqueros a debilitar el muro de los hombres de Loyal.
En la sala de la corona se oían cada vez más fuertes los gritos, pero aún más fuertes aquel gran grupo de pisadas que subían las escaleras, y mientras Tárion lucía desesperado, Legaldi parecía estar relajado aun escuchando esto. Aquellas personas llegaron a la puerta pero un trozo de madera bloqueaba el paso tras la puerta, Legaldi observó a su aliado y le comentó—: Pareces asustado chico, así no se maneja una espada, trata de relajarte. —Tárion sujetando su espada con ambas manos respiró hondo mientras cerró sus ojos y al abrirlos comentó—: Entonces lo que se dice de la daga del rey es cierto. —Lo miró a los ojos y Legaldi sonrió, y Tárion continuo—: Solo lo digo porque si el circulo lo quiere entonces…—Dejo la frase sin terminar pues Legaldi entre golpes y gritos en la puerta sonrió nuevamente, pero esta vez diciendo—: El circulo solo lo quiere porque yo lo necesito. Tárion yo soy Dofegón, el primer rey de Forsvarer. —Tárion asombrado no hallaba palabras y Legaldi se lo hizo más fácil diciendo—: Cada que muero la daga me reencarna en otro cuerpo con cierta edad, este siempre se parece mucho a mi primera forma terrenal, por supuesto que con pocos recuerdos, luego los voy recuperando todos y la única forma de impedir que siga sucediendo es destruyéndola. —Tárion logró calmarse y viendo la puerta preguntó—: ¿Si destruyes la daga no morirías? —Legaldi giró su mirada hacia el mismo lugar que su acompañante y comentó—: Eso es lo que se espera.
Aquella puerta cedió al igual que el muro de hombres de la entrada, desde la puerta del castillo a la puerta de la ciudad se daba un brutal combate; sangre, sudor y cuerpos se veían caer; el hierro se oía chocar en cada lugar.
Eran 20 hombres que entraron a la sala, Legaldi y Tárion de espaldas a la corona, ambos sonrieron dando movimiento circular hasta que el primero atacó; de un movimiento fue inhabilitado cuando Tárion le levantó la espada y de otro fue enviado sin pensamientos al más allá por Legaldi.
Una guardia guiada por Tesogian escoltaba a Sórem muy lentamente al castillo cortando cabezas y brazos a quien se atravesaba en medio, al acercarse notaron a aquel hombre con armadura sin casco frente a la puerta esperándoles. —Sórem miró a Tesogian cuando este se giró a verle y Tesogian comentó—: Yo mismo me haré cargo. —Se aproximaron más y al hacerlo notaron que más alejados de la puerta estaban Osfer, Condrac y Quisil, de inmediato Tesogian se desmonto del caballo y comentó—: Los guardias y yo nos encargaremos, usted suba. —Al mismo tiempo todo desenfundaron atemorizando un poco más a Tesogian; Regemwin gritó—: Tesogian, ha llegado ese día, el día que tanto habías pedido. —Tesogian de inmediato lo reconoció y dibujando una sonrisa en su rostro, se colocó el casco y con espada en mano empezó a correr hacia el cómo depredador a su presa.
En la habitación de Eoser aun esperaban al primero que llegase; los hombres infiltrados de Sórem o la misma muerte, pero se veía más cerca la que había quedado en venir que los mismos hombres de Sórem, las fuerzas de aquel moribundo eran pocas, pero aun reía de aquellos chistes de Terus.
En la sala de la corona 20 cuerpos en el suelo se divisaban y algo agotados Tárion y Legaldi respiraban hondo cuando se oyó lentamente que unas piadas se acercaron, la presentarse frente a ellos comentó—: Que sucios, pretendían matarme en la oleada de rocas para no darme la corona. —Legaldi carcajeó un poco y comentó—: Que inocente, no sabías que por ley el trono le pertenece a los Orsvar. —Baren gruñó y dijo—: Bien entonces los acabaré. —Desenfundó su espada y corriendo con ella abajo intentó atacar a Tárion, pero en medio se puso Legaldi bloqueando la espada y golpeándolo en el pecho; este cayó a un lado y Tárion dijo—: Legaldi, si él quiere pelear, lo haremos, no tengo miedo a cobardes traidores.