Nota del autor:
He creado una página de patr eon. Si quieres apoyar mi trabajo, por favor visítala. Ahí se pueden encontrar 6 capítulos adelantados para los mecenas, pero solo en español, ya que aunque tengo un montón de capítulos acumulados aún no los he traducido todos.
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Después de entregar las armas, Agustín y Sabrina se relajaron visiblemente. El llevar una carga tan valiosa los había tenido tensos durante el camino, y casi siempre se mantenían apartados, vigilantes, hablando en voz baja mientras caminábamos. Ahora en cambio se toman los chistes de Joseph con más humor y participan en nuestras conversaciones durante el camino. Sin embargo, a Joseph se le ocurrió la brillante idea de que, aprender a tocar la flauta, podía ser algo interesante para combatir el aburrimiento, por lo que se compró una flauta en el pueblo, y ahora las discusiones se dan cada vez que empieza a 'practicar'.
A medida que nos acercamos a nuestro destino vemos cómo el paisaje va cambiando. La tierra agreste da paso a campos cultivados y amplios sembradíos de cebada. Supongo que para eso son la prensa y los arados que llevo conmigo.
Tras cinco días de viaje llegamos al pueblo y, después de preguntar a unos lugareños que estaban ocupados con los cultivos, nos dirigimos en dirección a la casa del jefe de la aldea, ya que es el que realizó el pedido.
Nos recibe con alegría un anciano canoso, que avanza hacia nosotros, ayudado por un bastón. Es de complexión musculosa, vestigio del trabajo en el campo, supongo. Nos invita a comer y entramos a su casa, donde conocemos a su mujer, una señora rubia y rolliza de unos 60 años. Azur se queda esperando afuera, ya que no queremos incomodar a estas personas. Después de comer, le entregamos la carga y, mientras nos está entregando el dinero, veo que hay indecisión en la cara del hombre, como si estuviera cavilando sobre si decir o no decir algo.
"¿tiene algún problema, señor? ¿Hay algo en lo que podríamos ayudarlo?" pregunta Agustín, interesado "Nosotros pensamos quedarnos un día por aquí, para descansar. Si necesita algo... " termina dejando la frase en el aire mientras hace un ademán con la mano.
"no no.…" dice dubitativo el anciano.
"creo que deberías decirles, querido. No sabemos si esas criaturas se quedarán en el cementerio hasta que venga la ayuda." dice la mujer del anciano estremeciéndose "Podrían pasar meses"
"¿qué quiere decir?" pregunto interesado.
"con la caída del laberinto en el Pueblo encrucijada las cosas cambiaron" dice el anciano, suspirando "Antiguamente podíamos pedir ayuda al pueblo, cuando teníamos algún problema de monstruos, pero ahora necesitamos solicitar la ayuda a la capital, ya que el Pueblo encrucijada tiene prohibido enviar regimientos lejos del pueblo, debido a lo que sucedió hace un año allí"
"¿tienen algún problema de monstruos?" pregunta Joseph, con emoción en el rostro. Espero que ellos lo interpreten como preocupación y no como la anticipación por el combate que seguramente nuestro compañero está sintiendo "podríamos ayudarlos" termina, mirando al resto de nosotros para ver si estamos de acuerdo.
"si" digo con firmeza. Para esto, en parte, aprendí a luchar, a fin de cuentas.
"seguro" dicen Agustín y Sabrina menos convencidos.
"no... No hace falta" dice, evasivo " Las criaturas no saldrán del cementerio y mientras no nos acerquemos no debería haber problema"
"¡se están comiendo los restos de nuestros antepasados, querido!" exclama la mujer "Cuanto antes nos deshagamos de esas bestias mejor"
"¡no voy a mandar a los hijos de mis antiguos compañeros al peligro, mujer!" dice el anciano exasperado "Haz el favor de respetar mi opinión, yo sé mejor que nadie en esta aldea de lo que es capaz un ghoul... " dice con brusquedad, pero dándose cuenta de la mirada de su esposa, agrega con un tono de voz más suave "Tienes que confiar en mi querida. Esto no es algo para encargarle a un grupo de adolescentes. Entiendo tu preocupación, pero esto puede arruinarles las vidas a estos niños"
"¿Fue compañero de nuestros padres? Si sabe algo de herrería..." empieza a decir Agustín, pero es interrumpido por el anciano.
"ja, 'herrería'... Esa es solo la profesión que eligió tu padre cuando decidimos dejar el trabajo que hacíamos. Yo era un aventurero como tú, hasta que me alcanzó una flecha en la rodilla. Sus padres eran mis compañeros de aventura y viajábamos sin importarnos territorios ni fronteras, donde se necesitaba ayuda íbamos" dice con una sonrisa "éramos cuatro, como ustedes y éramos imparables. Sus padres, mi hermano y yo. Habíamos desarrollado la estrategia perfecta. Mi hermano era un mago de tierra y podía levantar fuertes muros de piedra. La estrategia consistía en el creando una muralla móvil a nuestro alrededor con espacios para que nosotros pudiéramos usar nuestras armas. Tu padre paraba a los que estaban a larga distancia con su ballesta" dice mirando a Joseph "yo me encargaba de los que lograran acercarse con mi lanza, y si alguno se acercaba demasiado caía ante las mazas de tu padre" dice mirando a Agustín y, suspirando, continua "éramos buenos, muy buenos en lo que hacíamos y eso nos hizo confiarnos..."
"¡wow! ¿de verdad? Contra qué... Auch" comienza a decir Joseph, pero es interrumpido por una palmada, de su primo, en la cabeza.
"Todo terminó cuando mi hermano murió en una emboscada y yo quedé lisiado...por ese entonces ya éramos bastante conocidos y no a todos les agradaba lo que hacíamos. Nuestros enemigos planearon una estrategia sabiendo que, si derribaban a mi hermano, podrían vencernos. Estábamos acampando y, de repente, mi hermano tenía 9 flechas atravesándolo. Con sus últimos alientos se las arregló para levantar una muralla, que les dio tiempo a vuestros padres de prepararse. Yo estaba inutilizado ya que me habían dado 3 flechas, una en la rodilla y dos en el hombro. Sin embargo, sus padres se las arreglaron para vencer a los atacantes, vengando a mi hermano… pero nuestra compañía ya no existía. Sin mi hermano y conmigo lisiado, decidimos parar en una aldea élfica hasta que yo me recuperara. Ahí tu padre conoció a tu madre" dice mirando a Joseph "el problema es que nunca me recuperé, ya que me cuesta caminar y mover el hombro, incluso ahora, después de tantos años. Cuando vimos que mi recuperación no eran más que ilusiones, decidimos separarnos. "
"lo lamento" digo, pensando en lo duro que habría sido, si además de haber perdido a mi familia hubiera quedado incapacitado de algún modo.
"bah, ya pasó mucho tiempo" dice el anciano, quitándole importancia con un ademán y continua la historia mirando a Joseph "Tu padre quería un ambiente seguro para criar una familia, por lo que se mudó a la capital con su hermano y tu madre. Por mi parte, yo volví a la aldea donde nací y me enfoqué en hacerla prosperar. Tenía una buena cantidad de dinero y eso, sumado a la cantidad de mi hermano, me permitió, a lo largo de los años, el ayudar considerablemente a mis vecinos... el punto es que sé algo de los peligros de ahí afuera, y no creo que ustedes necesiten encargarse de nuestro problema, teniendo en cuenta que ya pedimos ayuda al reino"
"¿tan difícil es luchar contra ghouls?" pregunta Joseph interesado. "hemos llegado al piso 29 en el laberinto, sabemos alguna que otra cosa sobre combatir"
"No es que sea difícil. El problema es que hay que evitar las mordidas, porque son extremadamente infecciosas, y las malditas criaturas son increíblemente rápidas" explica el anciano.
"creo que podríamos hacerlo" dice Sabrina y mirándome me pregunta "habías dicho que le compraste unos cuantos antídotos a tu alquimista ¿verdad?"
"si" respondo, sorprendido de que ella tome la iniciativa de buscar una lucha.
"¿de cuantas criaturas estamos hablando?" pregunta Agustín, con el ceño fruncido, al anciano.
"Creo que son unos 5, pero solo salen de sus guaridas al anochecer o cuando alguien se acerca demasiado, por lo que no podría estar seguro… ¿Están seguros de esto chicos?" dice el anciano, resignándose a dejarnos intentarlo.
"Si. Llévanos cerca del cementerio y nosotros nos encargaremos" dice Agustín, tenso, pero con decisión en su mirada.
"¡genial!" exclama Joseph alegre, sin prestar atención a la tensión de su primo.