...-Narra Jake-...
Nos quedaríamos en la ciudad un tiempo más, por lo que le enseñé mi casa a Julen. Ya que no había ningún familiar, lo primero que hizo fue husmear.
—¿Ésta es tu habitación?— Entró sin mi consentimiento. —¡Wha, tienes muchos trofeos!—
—Elián tiene el doble que yo— Dije sentándome en la cama.
—Oh, lo recuerdo, pero los tenía escondidos—
—No se abrió hace poco, y te apuesto que los que colocó en la tienda son el 1/4 de los que tiene— Me relajé.
—¿Qué más tienes?— Abrió mi armario. —¡Oh! ¿Pero qué es esto?— Mostró mis CDs pornográficos.
—¡Devuélvelo!— Él me esquivó para verlos.
—Oh... Ya veo, tienes una fascinación por los pelirrojos, un fetiche con las piernas y...— Lo empujé en el colchón para quitarle los CDs y tirarlos a la basura. —¡Oh, qué aburrido eres!—
—Creí que me había desecho de esas cosas...—
—¿Así que ya no tienes una fascinación con los pelirrojos? Dicen que traen buena suerte— Sonrió.
—No es que tuviera una fascinación por los pelirrojos... Por coincidencia me enamoré de dos pelirrojos que resultaron ser hermanos—
—¡Vaya, coincidencia!— Exclamó.
—Julen... ¿Estás celoso?— Me sorprendí por el tono que usó en su voz.
—¿Celoso? ¿Yo? ¿Por qué estaría celoso de un alpha pelirrojo demente y de tu linda ex esposa?— Levantó una ceja enojado.
—Ahaja... Lo que digas— Besé su mejilla. —Eres el único que se pondría celoso a mi nombre— Él me abrazó.
Sobre las sábanas de mi antigua habitación, nos abrazamos y nos dimos pequeñas caricias, lo suficiente para acurrucarnos.
—¿Quieres salir a comer, después? Supe que Elián hizo reformas, podríamos ir a ver—
—¿Me estás pidiendo una cita?— Me sonrió.
—Creo que sí— Respondí ante la bonita cara de mi nuevo novio.
—Hey, gracias por darle un espacio a mi gato— Se apegó a mí.
—Lo merecía, es un buen gato—
—¡Ahaja, le diste todo el jardín trasero!— Se rió.
—Debe tomar algo de aire libre— Contesté, mirando la hora en mi reloj. —Creo que es un buen horario para salir—
Paseamos por la ciudad y compramos algunos regalos para los Sanz. Julen lucía emocionado haciéndome probar novedades, me obligó a cambiar mi atuendo en los vestidores de la tienda de ropa y se ofreció a pagar el conjunto que escogió para mí. No estaba acostumbrado a que hicieran cosas así por mí.
—¡Tomemos una selfie!— Me agaché ligeramente para alcanzar el marco de la cámara.
Subía las fotos a sus redes sociales. —Saliste atractivo... ¿Es por qué has estado durmiendo mejor?—
—Gracias a ti— Lo abracé por los hombros.
Entramos a la cafetería Tu Perfume, los gemelos nos saludaron. —¡Bienvenidos!— Tiraron de nuestras ropas.
—¡Ahaja, niños!— Se reía Elián.
—¿Quieren una mesa?—
—Si no es molestia, Eli—
—Niños, llévenlos a una mesa para parejas— Los pequeños jalaron de nuestros pantalones hasta llevarnos a nuestra mesa.
—Gracias, les traje unos regalos—
—¡Regalos!— Se alegraron tomándolos.
—Y uno especialmente para ti, Julián, soy tu madrino, así que siempre te daré un regalo extra.— Le dió una cajita adornada con una cinta.
—¡G-gracias!— Contestó tímidamente Julián ante el regalito, por lo que el pelinegro acarició su cara.
—De nada, si quieres alguna cosa, no dudes en pedírmela—
—Sí...— Las mejillas del menor se pusieron rojas.
—Le gusta a Julián, señor— Dijo su hermano.
—Ahaja, me siento halagado.— Los infantes volvieron corriendo junto a sus padres.
—¿Te agradan los niños?—
—Mhm, creo que sí— Sonrió observando el escenario paternal del matrimonio.
Ordenamos lo mejor de la cafetería y Elián nos ofreció un helado para parejas de forma gratuita.
—Hasta ahora ha sido una cita genial—
—Aún falta una última cosa— Dije saliendo de la cafetería, y apreté el botón de las llaves de un auto.
—Ahaja, tú siempre vienes preparado. ¿A dónde me llevarás?— Le abrí amablemente la puerta.
—Te llevaré de paseo— Él se relajó con la tibia brisa que entraba por la ventana.
Dimos vueltas en el auto por los cerros, hasta encontrar un espectacular mirador. —Se ve todo tan pequeño desde aquí— Comenzó a sacar fotos y grabar algunas cosas de nosotros dos.
—Julen...— Dije su nombre, abrazándolo desde atrás. Revisé su cuello, aún encontrando la marca, la besé y lamí.
—Nhg... Jake, es de día—
—¿Y?—
—Alguien puede espiarnos— Susurró.
Levanté su mentón, observando su precioso rostro. Quitándole el aliento por medio de nuestros labios. —Estás usando tus feromonas...— Comenzaba a aturdirlo. —Juegas sucio— Transmitió.
—Tú tienes una boca sucia— Devoré su boca con mi lengua, causando que retrocediera y chocara contra el auto.
—Maldito...— Me frunció el ceño.
—Estás dejando que éste maldito haga lo que quiera contigo—
—¿Y si es al revés? Soy un buen actor— Sonrió malévolo, sentándose en el capó del auto. —¿A qué esperas, altote?— Me adelanté a ponerlo de frente contra el auto. Sujetando sus brazos, bajé sus pantalones, dejando a la vista su perfecto trasero.
Mis manos se pasearon sutilmente sobre sus nalgas, y lo golpeé un poco.
—¡Ah! ¿Tienes que nalguearme?—
—¿No te gusta?— Acaricié donde le pegué la palmada.
—Si vas a hacerlo, que sea con tu polla dentro, no es divertido así— Sonreí con su palabras.
—Pero, aún así, es una bella vista— Volví a darle una nalgada.
—Ya deja eso...— Tembló con una suave voz.
Lo observé por unos segundos. —¡Ya, follame!— Me bajé el cierre, siguiendo sus ordenes.
Es verdad, es él único que tiene el control aquí, volviéndome loco con su poderosa lengua. Consiguiendo todo de mí, con este único cuerpo. La superficie de su cintura era tan cálida y suave, lo afirmé para meter mi miembro eréctil dentro de él. Oyendo sus preciosos sonidos, que se ajustan a un timbre perfecto. Una voz sin ser aguda, podía decir que era la de un hombre con exactitud, pero era suave, clara y sexy. Él tan solo provocaba que me pusiera aún más posesivo. Que me obsesionara con su escencia acida como el limón.
Sus cabellos negros, tan sedosos, que creo que podría envolverme en su negrura y ni hablar de su rostro. Yo fui atrapado por aquellas poderosas pestañas desde el primer momento, y sus labios, que me hacen salivar por la acidez que él emite. Sus ojos agudos, que captan cada movimiento, un venenoso verde, que me hundió.
Lo volteé despacio, a ambos nos asfixiaba el sudor. Nuestros perfumes se mezclaban hasta formar solo uno, al igual que un Martini, luego de exprimirse el aceite de la piel de un limón. Saboreando el frío, pero exquisito sabor.
—Jake...— Y por supuesto, lo que más intrigaba, era su sonrisa altanera, me enamoré de la confianza desbordante que emitía. —Hey... Jake... ¿Te pusiste un condón?—
—No— Contesté.
—Idiota...— Sonrió. —Ahm... ah~— Había encontrado uno de los puntos claves de el pelinegro.
—¿Te gusta cuando llega así de profundo?—
—¡Ah...! Sí...— Suspiró. —¡Jake!— Se agarró a mi cuello. Aceleré mis caderas. —¡Ah, sí! Jake, se siente rico...— Su voz me volvería una bestia.
Dejé su espalda contra el capó, y lo sostuve desde sus muslos. Provocando que gimiera sin consideración. —Julen...— Era tan hermoso, tenerlo todo para mí. Tenía mi marca, así que no dejaría que nadie más se le acercase. Quería ser egoísta solo con él. ¿Estaba mal que estuviera desesperado por hacer que se quede? A pesar del riesgo. Aún inunda el miedo de que ocurra lo mismo del pasado.
Pero, yo amaba de una manera diferente a Julen de la que amé a Sieg. De las misma forma en que ellos son distintos, pienso en Julen de una manera atroz. Lo quiero todo, su cuerpo, su corazón. Quiero que viva para mí, conmigo... Yo nunca saqué a relucir mi parte alpha cuando se trató de amar a alguien, pero por alguna razón, Julen saca totalmente aquella bestia que trato de ocultar.
—¡Ah! ¡Jake, ahh... No...! Ve más despacio— Jadeó. —¡Ahm! ¡AH!— Dejé salir todo dentro de él. —Jake...— Pasé mi lengua por sus lagrimas y me alejé de él, viendo como salía un poco de mi semen, avergonzando a Julen. —¡Eres un pervertido!—
—No voy a negártelo— Lo besuqueé con tranquilidad.
—Basta, se siente tan pegajoso...— Saqué un pañuelo de mi bolsillo y limpié nuestros fluidos superficialmente.
—Te quiero, Julen— Besé su mejilla.
—Mhm... Yo también— Él besó mi otra mejilla. —Creo que fue suficiente diversión por hoy... ¿Volvemos a casa?— Me miró abriendo sus ojos enormemente, acto que a mi parecer era adorable.
Nos quedamos en nuestro país natal más tiempo del esperado, en verdad no me sorprendería que dejemos nuestro plan de volver a Estados Unidos, y poco me importaba. Ya no tenía ningún trabajo pendiente allá y podía hacer todo desde la oficina de mi mansión.
Tenía una excelente vista desde la ventana de mi estudio. Podía ver a Julen correteando tras su gato, ambos jugaban a La pinta o algo así. El gato tocaba los pantalones de Julen y salía corriendo, de esa manera iban intercambiando turnos. —Es una gato inteligente— Dije con mi cigarro en la boca.
Aunque últimamente me ha estado molestando fumar, por el simple hecho de que mis colmillos duelen terriblemente. Tomé el turrón de mi escritorio para masticarlo, parecía estar volviendo a mis 6 años cuando me empezaron a crecer mis colmillos de alpha, fue peor a los 16 años. ¿Me estarían creciendo los colmillos? No tiene sentido, una vez te haces adulto dejan de crecer.
Julen tocó la puerta antes de entrar. —Te ves enojado— Me sonrió.
—Me duelen los colmillos— Él se aproximó.
—¿En serio? ahaja—
—No es gracioso, es doloroso... Creo que llamaré a un dentista—
—Seguro es porque te estás haciendo viejo— Lo vi algo rojo, así que acerqué mi mano para tocar su cara.
—¿Estás bien?— Él se alejó.
—...Estoy bien— Contestó. —Es solo un resfriado mínimo, iré al doctor más tarde—
—Te llevaré—
—¿No ibas a verte los dientes? Creo que eso luce más grave— Me detuvo. —No te preocupes, le pediré al chófer que me lleve—
—¡No puedes!— Me exalté.
—¿Por qué?— Hizo su usual gesto de cejas.
—¡No puedes ir con el chófer principal! ¡Es un alpha!— Hasta yo me sorprendí de mis palabras. ¿Desde cuándo no confiaba en mi equipo?
—¡Uy, qué sobre protector!— Se burló de mí. —Llama a ese dentista, mientras yo voy al doctor— Sonrió escapando de mí.
—Supongo que tendré que agendar una cita— Comenté y el cigarro que aún sostenía, casi me quema, lo pisé en la misma alfombra. —¡Julen, te voy a llevar!— Dije persiguiéndolo.
—Como quieras, no sabía que fueras tan obstinado— Se rió tomando mi brazo. —Pero, cuando estemos allá te vas con el dentista—
—Sí...— Aún pareciera que estar con él es como un sueño. Me sonreía sin fingir y me agradaba que fuera abierto conmigo. Creo que amo a Julen.
Al llegar al hospital nos separamos para ir a las distintas áreas, así que nos mensajeamos mientras esperábamos.
—¿Jake Zuzunaga?— Me llamaron.
El doctor revisó mis dientes sin encontrar algo en especifico. —¿Desde cuándo te duelen los colmillos?—
—Desde hace un mes—
—¿Mordiste a algún omega?— Preguntó.
—Lo hice... ¿Por qué?—
—Es solo por el enlace de la marca que colocaste, por eso te duelen los dientes... Probablemente tu omega está experimentando cambios debido a la mordida—
—Pero, yo solo le hice una marca de sumisión— Dije.
—Aún así, si fue consensuado es posible que la marca dure más, sobre todo si tienen los mismos sentimientos— Eso quiere decir que en ese momento, Julen me aceptó como su compañero. Sonreí levemente.
—Lamento molestarlo por nada, gracias doctor— Esperé a Julen en el lugar acordado. Se demoró una hora más.
—¡Jake!— Dijo. —Te hice esperar, me hice algunos exámenes para estar seguro—
—¿Cómo te fue?—
—Bien, solo es un resfriado común— Habló nervioso.
—¿Seguro?— Él asintió y preferí creerle.
Volvimos al auto con tranquilidad, él tenía los resultados de sus exámenes en una carpeta que traía, podría darle un vistazo más tarde, es posible que me duelan los dientes por un desbalance hormonal.
—¿Qué tal la ortodoncia?—
—Me duelen los dientes por tu culpa—
—Ahaja, vaya...— Me sonrió.
Iba todo perfectamente, cuando un deportivo brillante salió de la nada desde el lado derecho. —¡Mierda!— Traté de desviarme del camino, pero otro auto loco salió disparado directo a nosotros.
Un chirrido fue lo último que escuché junto al grito de Julen.
...¿Qué acaba de pasar?...
Mis ojos se dirigieron al asiento del pelinegro. Él seguía vivo ¿verdad? El miedo amenazó mis entrañas. Esto seguramente sea mi culpa, si yo no me hubiera obsesionado tanto con Julen, esto no hubiera pasado... Sin embargo, yo salté y cambié su destino.
Estiré mi mano, tratando de alcanzarlo, entre el olor a dióxido de carbono y el dolor de cabeza que me ganaba.
La puerta desde el lado de Julen se abrió, alguien le sacó el cinturón y lo tomó para llevárselo. ¿¡Qué carajos estaba haciendo!?
Le di un golpe a la cajuela sacando una pistola y un cuchillo. En seguida salí, no pensé mucho y le disparé a las personas que me resultaron sospechosas; al conductor del auto que nos chocó, al que ayudaba a llevarse a Julen, dejándome solo con aquél rubio que se estaba llevando a mi novio.
—¿Qué crees que estás haciendo, Franchesco?— Ya estaba en mi límite, la furia se apoderó de mí.
—Eres lo suficientemente duro para no caer inconsciente y disparar a los que contraté con un solo ojo— Mi ojo izquierdo estaba cubierto de sangre, pero aún podía apuntar de cerca con el derecho. Además, traía unos buenos lentes de contacto.
—Más te vale que devuelvas a mi novio si no quieres que te vuele a pedazos— Estaba siendo paciente, no sabía de que era capaz de hacer este loco, y ya es lo suficientemente demente para planear todo esto.
—Nunca pensé que Julen fuera capaz de meterse con un mafioso—
—Al menos yo no soy escoria como tú... Menos mal que no tuvo sexo contigo, maldito asqueroso— Sonreí con maldad.
—¿¡Cómo puedes saber eso!?—
—Julen, me contó todo... De tí también, cerdo... No sé como pudiste engañarlo, pero... ¡Gracias, Franchesco, sin tí él jamás hubiera venido corriendo hasta Estados Unidos!— Me jacté. —Es una lastima, pero no servirá de mucho que lo raptes, porque él es mío— Continuaba apuntándole.
Observé a mi alrededor, era extraño que no hubiera gente pasando, aunque me acorraló en una calle poco transcurrida.
Franchesco revisó el cuello de Julen, se impresionó demasiado, tanto que no vió que me acerqué a darle un gancho en su cara.
—¡Ahg!— Agarré a Julen antes de que lo botara y lo dejé cuidadosamente en la acera, sobre mi chaqueta.
—¿Creíste que emboscándome así no sabría defenderme? ¿Con quién crees que te estás metiendo?— Pisé su estómago y sacudí mi zapato sobre él.
—¡Ah, para!— Trató de quitarse mi pie y me pateó la canilla, acción que no me causó efecto en absoluto.
—¿Sabes? Yo amo hacer el trabajo sucio— Lo miré sádicamente con mi cuchillo en mano. —Ya que eres actor sería una pena que dislocara tus piernas— Hice crujir sus huesos sacándole un alarido. —Y sería aún más miserable si arruinara este hermoso rostro tuyo... Me jode que tengas rasgos como los de Eli, pero eso ya no será así— Enterré el cuchillo ligeramente en su cara, y se retorció del dolor como un asqueroso gusano. Luego continué golpeándolo con mis manos. —Un alpha tan mediocre como tú no podrá robarse a Julen de mi lado—
—¿Jake...?— Miré hacia atrás.
—Bebé, despertaste— Dije soltando al estúpido. —Tenía miedo de que no abrieras tus ojos— Sonreí aliviado.
—¿Ese es Franc?— Miró tratando de entender la situación.
—¡Julen!— Chilló arrastrándose en la calle. —Nosotros somos compañeros destinados... No puedes preferirlo a él en vez de a mí— Sonrió desperado.
—... Franc...— Le mostró una expresión triste. —¿Por qué hiciste esto?—
—¡Julen, escúchame...! Sé que hice mal, yo no volveré a engañarte...— Miré con rabia al rubio, lo mataría si seguía hablando, pero no era una buena idea matar a un Rosset.
—Oh... Creo que estamos a mano, Franc, casi me matas— Le sonrió sarcástico. —Pensaba pedirte perdón algún día, pero ya veo... Nuevamente volví a equivocarme sobre tí— Dejó de mirarlo.
—¡Julen!— Chilló, pero le agarré del cuello.
—Te acercas más y te haré otro corte— Amenacé con el cuchillo, pero fui detenido, ya que Julen comenzó a vomitar. —¿Te sientes muy mal? Llamaré a una ambulancia...— Julen volvió a desmayarse luego de vomitarlo todo.
Llamé a mi equipo para que limpiaran el desastre y trajeran a los paramédicos de manera urgente. —Ustedes, no dejen huellas de lo que sucedió aquí, nadie debe saberlo.— Me limpié las manos y me cambié a la ropa que trajeron mis agentes, para subir a la ambulancia con Julen.
El estúpido de Franchesco por fin entró a la cárcel después de eso, yo salí ileso gracias a mis limpiadores. El problema era Julen que recibió gran parte del golpe por culpa de ese infeliz.
Verlo en una camilla esperando a que despierte me ponía ansioso. Aún respiraba, pero se veía tan exhausto, que con el pasar de las horas, me preguntaba si despertaría otra vez.
—Jefe, encontramos esto en el auto... Muchas felicidades— Me dijo Karol entregándome la carpeta.
—¿Felicidades...?— Miré los papeles encontrándome con una ecografía. Una tibia lágrima y después otra. —Julen, tienes que despertar... Se suponía que tú debías decirme sobre esto— Él lo sabía, es por eso que me duelen lo dientes terriblemente. Se rió de mí por ese hecho, me hizo darme una vuelta innecesaria al dentista por la grata sorpresa que me esperaba. Por eso su comportamiento se volvió más cálido y el mío más posesivo.
—Incluso si no soy tu amante, siempre te amaré— Nosotros no empezamos con una relación común y corriente. No nos convertimos en amigos, y mucho menos en amantes de inmediato. Nos convertimos en novios después de un tiempo de corretear y al final, sin importar eso, igualmente lo amaría. Y ahora él me daría un precioso regalo hecho a partir de la unión de nuestras esencias.
Me quedaba a dormir al lado de su cama, reposando mi cabeza en la camilla mientras tomaba su mano, esperando darle fuerza. Realmente no creo en Dios, pero Julen cree mucho en él, así que deseo, que tanto nuestro hijo como Julen estén bien. —Realmente Julen cree en tí, así que por favor, otorgale tus fuerzas— Pedí cerrando los ojos.
El frío a mis espaldas me despertó. Julen no estaba en la cama. —¡Julen!— Grité dándome la vuelta y encontrándolo observando por la ventana abierta.
—El cielo se ve mejor desde una pequeña ciudad como la nuestra— Habló sonriendo. —Cuando era niño, este lugar solo era un pueblito, y las estrellas eran mi única compañía—
—¿Desde qué parte de tu casa veías el cielo?—
—Apenas y tenía una casa cuando era niño— Dijo nostálgico. —Hey, Jake, gracias por esperar a que despertara... Creo que tuve un largo sueño sobre mi vida y el que hayas sido lo primero que vi, inundó esperanzas en mi corazón— Su sonrisa fue inesperadamente amable.
—Julen, yo vi la carpeta...— Él no dejó de sonreír.
—Es una lastima que se haya arruinado mi sorpresa, pero supongo que aún me queda algo...—
—¿Qué cosa?—
—Te lo diré cuando me den el alta— Me abrazó.
—Está bien— Besé su frente.
Y así sucedió, al anochecer del día que le dieron el alta, me obligó a salir al jardín para apreciar el cielo.
—Creo que te señalé mucho de las estrellas— Apuntó. —Puede que no te hable mucho de constelaciones, realmente no soy astrónomo, ni forma de saberlas todas. Sin embargo, veo su filosofía, veo la vida en ellas, al mismo tiempo que la muerte. Algún día seremos polvo de estrellas junto a la explosión del Sol.— Abrió los brazos e hizo una mueca sarcástica.
—Para mí, tú eres una estrella, Julen—
—Soy un artista famoso, una estrella del cine— Se rió.
—Me refería a que tu resplandor es como el de una estrella, reflejas la luz que te otorgó el Sol— Dije.
—Entonces, tú también lo eres, solo que tú recibes el resplandor de la luna—
—Pero, una estrella que recibe el resplandor de la Luna, no recibiría luz... La Luna no emite luz—
—Exactamente, a diferencia de mí, te mantienes entre las sombras. Eres un pedazo de una hermosa oscuridad— Sentí un nudo en la garganta, por el nerviosismo y el sonrojo que emitían mis mejillas. —Jake, yo alguna vez quise ser como el Sol, pero si me acerco mucho al Sol terminaré carbonizado— Dejó salir una risilla. —No obstante, puedo recibir un rayo de luz— Abrió una cajita mostrando un par de anillos. —Dime, mi estrella de la oscuridad... ¿Aceptarías mantenerme a tu lado por el resto de tu vida?— Sonreí intensamente por su proposición.
—Sí tú aceptas guiarme, mi estrella del Norte...— Tomé uno de los anillos de la caja y él hizo lo mismo.
—Seré tu brújula, y tú mi sombra, convirtámonos en polvo de estrellas juntos— Colocamos los anillos en nuestros dedos.
—Te amo, Julen— Acercamos nuestros rostros y nos abrazamos hasta vernos a los ojos.
—Y yo a tí, Jake— Una explosión de sabores ocurrió en nuestras bocas al unir nuestros labios, una explosión estelar, que retumbó en el espacio de nuestras mentes, en las galaxias de nuestros pensamientos, y finalmente en el mundo de nuestros ideales.
Así fue como nos convertimos en polvo de estrellas.