Capítulo: "Infalible"
POV. Aleksander
Me descontrola que los planes cambien, no obtener el resultado, odio que a veces mis hombres sean tan estúpidos, lo que ellos llaman ser precavidos, lo considero cobardía. No perderé más el tiempo, yo mismo mataré a ese idiota, no me importa si se desata la tercera guerra mundial.
—¡Dominic, nos vamos! —ordeno. No lo dejaré cerca de Luna, la miro a ella, sabe que debe volver a la habitación.
Es un chico con las hormonas alborotadas y no me fío en la forma como se le queda viendo.
—¿No me puedo quedar platicando con tu amiga?
Ni en sueños.
—¡No, no puedes!
—Yo regresaré a la habitación, no me siento bien —dice ella dejando la silla, se pone en pie —. Hasta pronto.
Eso es, buena chica, Lunita.
—Nos vemos luego, Luna —le corresponde Dominic con una sonrisa.
Alena aparece y le hago señas. Sabe qué hacer respecto a Miller. Vuelvo la mirada a mi hermano, este me aniquila.
—¿Por qué tenemos que irnos tan pronto? —se queja, bufando.
Que se vuelva tan quejumbroso la mayor parte del tiempo me saca de quicio.
—En primer lugar ni siquiera tienes que estar aquí, y nos vamos porque así lo he dicho y punto. ¿Crees que no me doy cuenta en cómo la miras, Dominic? —gruño acercándome con advertencia. No se inmuta.
—Es muy bonita, la verdad —confiesa sin tapujos. Posteriormente se dirige a mí entrecerrando los ojos —. ¿Es tu amiga en realidad? Pareces celoso…
—Deja de decir bobadas. Andando, que tengo cosas por hacer.
Pone mala cara.
¿Celoso? No existen motivos para estarlo. Lo único que evito es que se entere de la verdadera razón por la que ella está ahí.
Lo sabrá algún día, se enterará, y no será ahora.
Camino a la propiedad de Elmo, pienso en el temeroso de mi compañero, Dominic es un cobarde. No querrá estar en el alboroto, cuando se desencadenen los disparos por todos lados.
Por ello me estaciono antes.
—Quédate aquí, ¿entendido?
—No, no voy a quedarme aquí, ¿A dónde vas?
—¡Joder! No te va a pasar nada. Tengo que arreglar cuentas, obedece.
Me bajo mirando a todos lados.
—¿Me escuchan? He llegado, ¿siguen afuera? —hablo por medio de aparato.
—Señor no es recomendable entrar ahora, los hombres de Ferreti están reunidos. Pero esta noche habrá una fiesta, Mariola cumple años.
—Viktor, sabes que debes seguir mis ordenes, ¡¿qué carajos no comprendes?!
—Señor, lo siento, pero una vez llegue la noche las cosas serán mejor.
Gruño, no estoy de acuerdo, pero me dejaré guiar por sus instintos.
—De acuerdo, ojalá no te equivoques.
—Ya verá que no, estoy dentro, los demás han abortado la misión por lo que ya le dije.
—¿Dónde diablos estás en este momento?
—Como jardinero, hago mi trabajo, estoy en el jardín. Incluso en invierno hay plantas que necesitan de cuidados.
—¿Vas a estar de infiltrado en la fiesta?
—Si me lo permite, señor…
—Lo apruebo, intenta que Elmo te de la oportunidad de ser mesero y mantenme informado, ¿de acuerdo?
—Así será.
Me subo al auto, volveré a la mansión. No, primero llevaré a Dominic a casa. Aprovecharé de aclararle que no puede ir cuando le plazca a la mansión. No tiene ese derecho hasta que se decida si va a estar de nuestro lado o en su mundo rosa.
—¿Tan rápido has volado cabezas? —bromea, se gana mi amenazante mirada.
—Cállate —enciendo el auto y arranco —. Dominic, no puedes ir a la mansión cuando quieras, entiéndelo, daré la orden a mis hombres para que me informen en caso de que te atrevas a ir. Debes comprender que si no estás de nuestro lado, entonces nada se te ha perdido por allá.
—¿Por qué eres tan duro conmigo? Ya le dije a papá una vez que no quería ser parte de esto, pero no significa que puedes echarme a un lado. También soy tu familia.
—¿Qué tienes en la cabeza? —inquiero, gruño —. Si vas a andar por ahí con una vida aparentemente normal, diferente a la mía, entonces no frecuentes la mansión, alguien te podría estar vigilando, eres un Konstantinov y los Konstantinov tenemos muchos enemigos.
—Todo el que te rodea puede ser una víctima, incluso tu amiga.
—No se quedará mucho, está solo de visita.
—¿Voluntaria o forzada?
—Mejor cierra la boca, ¿bien? —ladro
—Su cara, parecía asustada —continúa, me veo tentado a golpearlo, incluso a detener el auto y dejarlo por ahí.
—No me provoques. —advierto.
—Está bien, ya no hablaré, me mantendré callado lo que queda de camino —promete.
Lo dejo en el pórtico del edificio, no se despide, baja del auto cerrando con fuera la portezuela. Es un maldito. Golpeo el volante y vuelvo a acelerar. De regreso a la mansión el camino se me hace lento, pesado, me hundo en un conflicto mental que involucra a Luna. El aceituna de sus ojos verdes grabado a fuego en mi memoria, con ella no me puedo contener. No lo admitiré, de mi boca jamás saldrá que por Miller se ha forjado una atracción, algo que me ha llevado a pausar el descuento de sus días, posponiendo asesinarla, porque una fuerza que va más allá de mí, así lo ha dictado.
Es una intensidad imperiosa que no tiene nombre, sombría, furtiva, así quiero que permanezca: a escondidas e irreconocible.
Estar de regreso en mi morada, en mi lugar, a sabiendas de que ella está arriba me mantiene deseoso. Retenerla todo estos meses ahí ha provocado un desvarío en mi forma, ha barajado el orden de las cartas, a su manera y sin darse cuenta de que lo hace. Luna Miller sigue cambiando el rumbo, me pone a dudar acerca de mi verdadero objetivo. El poder que tiene en mí se vuelve fuerte y eso es peligroso.
Subiendo las escaleras Alena me intercepta. Esos ojos miel que conservan la bondad, pese a todo, se clavan silenciosos en los míos. Tanto misterio que trae me pone al lado de la confusión.
Es el mismo rostro angelical al que le tuve compasión, yo le ayudé. Porque sigo teniendo el mismo sentimiento entonces he sido flexible con ella.
—¿Qué vas a decirme?
—Aleksander, ¿vas a comer?
Apuesto a que quería preguntar otra cosa.
—No, ¿ya Luna ha comido? —devuelvo, achicando la mirada.
—No, de inmediato le subo el almuerzo, con permiso.
Arrugo el ceño, ¿por qué tan misteriosa? Retomo el ascenso, me doy prisa, arriba saco la llave de la puerta y la introduzco en el cerrojo. Me adentro al interior de la alcoba, la hallo de espaldas, sentada en posición de indio, suspiro al verla. Es como un ave enjaulado, no vuela, siquiera revolotea.
—Luna —llamo su atención.
Puedo notar que se tensa al girarse y percatarse de mí. Su rostro exánime no me dirige la mirada.
—No me siento bien —comenta apagada.
Como un rayo, lo que ocurrió con Grizela me cae encima; me preocupa qué clase de dolencia tenga, y no porque me interese Luna, por mi propio bien debo salir de la duda, descartar un posible embarazo. Aunque se está cuidando, los errores pasan, pero es probable que me esté precipitando.
Avanzo, me pongo a su lado y estudio su rostro. No me mira, se oculta detrás de sus manos, sollozando. Esa sensibilidad me aterra, le quito las palmas de la cara y la miro serio.
—¿Por qué lloras? —exijo saber.
—Es solo mi periodo —emite, sus mejillas se sonrojan.
Ahora todo tiene sentido.
—Bien, si necesitas algo puedes decirle a Verónika o Alena —la dejo, me vuelvo a poner en pies.
—Está bien —susurra, casi inaudible.
Me retiro, y me encamino a mi habitación. En el enorme espacio a oscuras pienso en los últimos acontecimientos, lo que significa llevar el peso de líder sobre los hombros. Entre esto y la empresa me saturo por completo.
Al rato recibo una llamada de Viktor. Me avisa que ha conseguido el trabajo de mesero. Pero se va a camuflar entre la seguridad que contrató Elmo, reforzando así la vigilancia que sus secuaces llevan a cabo. Sé que podrá conseguir verse como uno más de la seguridad. Entre mis municiones, solo las favoritas ocupan una pared entera del cuarto de armario. Elijo las más efectivas, esas que al primer tiro resultan infalibles.
—Voy por ti, Elmo Ferreti —declaro cargando la Colt 1911.
…
La noche lo envuelve todo, y el invierno se encarga de volver la oscuridad más helada. El italiano ha tirado la casa por la ventana. Avisto de lejos las luces, el alboroto, la música resonando. Que bien la están pasando, eso va a terminarse ahora mismo. Sonrío, es hora de entrar.
La camioneta blindada en la que están diez de mis hombres está detrás de m auto. Les comunico que seré el primero en entrar, si necesito refuerzos entonces daré la orden.
Me escabullo entre las zona débiles de su propiedad, entrar es pan comido cuando no hay nadie al pendiente por esa parte, trepo la pared con gran agilidad. Una vez adentro miro a todos lados.
Avanzo cauteloso, estoy caminando por los jardines traseros, cerca de un invernadero bastante esplendoroso. El primer enemigo está a la vuelta de la esquina, con sigilo avanzo hasta él, rodeo el cuello del idiota con el brazo dominante mientras me coloco detrás de él. Aprieto fuerte hasta verlo sobre el suelo.
El siguiente se fumaba un cigarrillo, lo ataqué golpeando justo debajo de su mentón, se sacudió bruscamente con la cabeza hacia atrás, en cuestión ya había perdido el conocimiento.
Como todo un experto subo a la terraza, fue sencillo porque el mar de invitados están lejos de esa zona. La mayor parte de los hombre armados también. Puedo apostar a qué muchos de ellos han bajado la guardia. Grave error, idiotas.
—K79, ¿me copias?
—Sí, señor. Ahora estoy un poco atareado. Le llevaré una copa de champagne a Elmo. ¿Dónde está? Cambio.
—Arriba en la terraza, puedo ver a ese maldito infeliz. Lo tengo en la mira, voy a dispararle en la cabeza, no voy a fallar.
—Viene alguien, debo volver, cambio.
—Cambio y fuera.
Muero por jalar el gatillo, me agacho un poco y lo apunto. El italiano ríe a carcajadas por cualquier suciedad que la rubia le ha dicho al oído. Luego se aparece la anfitriona, su hijita Mariola Ferreti, ataviada en un pomposo vestido rosado, toda una princesita de papá.
El ángulo, la posición y el momento es idóneo para disparar. Pero no hay dudas de que se formará un despelote y en un chasquido adivinaran la dirección de atentado. Debo ser rápido e irme lo más pronto que pueda.
Lo que no me esperaba es que la muchacha alzara la cabeza y me viera ahí, sus ojos se abren con horror. Sé que debo jalar el gatillo. Y cuando al fin decido hacerlo, la joven se atraviesa. Los gritos como era de esperarse, están por todos lados. Es un desastre total, los hombres de Elmo reciben la orden de ir tras de mí.
Joder, he fallado. No he podido matar a ese maldito, pero su hija podría estar muerta, no creo que se salve. La euforia se desplaza con desafuero a través de mi sistema, mis piernas corren con mayor agilidad por esa inyección de adrenalina. Salir se vuelve un desafío cuando abajo un sujeto me apunta con su arma.
—* Ti ho, non potrai scappare —asegura.
—Eso crees —sonrío burlón, no le doy más vueltas al asunto, jalo del gatillo antes de que este pueda intentarlo.
Retomo el escape con la misma urgencia, escucho que me siguen, es una persecusión que no acaba. Disparos por todos lados, es una balacera alocada, a todas direcciones. El atronador sonido es música para mis oídos, persiste, los gritos de la gente y de los secuaces que no logran atravesarme con una sola de sus malditas balas. La huida está por salir exitosa, puedo saborear la victoria. Pero a centímetros de trepar la pared me disparan en el brazo.
Joder, duele un demonio. Pero no puedo detenerme, el dolor es solo mental.
Traducción:
—*Te tengo, no podrás escapar / Ti ho, non potrai scappare