Capítulo: "Feroz Escarlata"
Verónika me ha traído el biógrafo y la hoja de papel que le pedí. Uso la mesilla de noche como apoyo. Y aquí voy a expresarme, a dejarlo todo por escrito. Sellaré hasta mis pensamientos más recónditos en él. Lo haré con la esperanza de que pueda llegar a papá.
Lágrimas escapan sin parar, a medida que voy dejando hasta el alma en cada palabra.
Papá, ha pasado mucho, tanto tiempo sin poder abrazarte, besarte y decirte lo orgullosa que estoy de ti o lo mucho que te amo. De la noche a la mañana todo cambió, lo que no imaginé vivir jamás, lo estoy viviendo ahora.
Si llegas a leer esta carta, quiero que sepas que el día de hoy, 2 de diciembre, sigo viva, aún resisto incluso en el infierno.
Estoy en Rusia, en una habitación, he pasado los últimos meses encerrada, sin modo de encontrar una escapatoria porque estos tipos no son cualquiera. Es la mafia, la mafia rusa, padre. Quizá su apellido te sonará familiar, Aleksander Konstantinov me tiene secuestrada, el hijo de Dimitri Konstantinov.
Al principio estaba confundida, no entendía por qué estaba ahí, morí de nervios, de temor. Me hicieron mucho daño, he sido violada, torturada y juro que quise morir, pero no me he rendido. Aquí sigo luchando.
Creí que todo era un malentendido, un error, sin embargo ya sé lo que ocurrió con Elena, y esto que me está pasando es la venganza por ella haber abandonado a su esposo e hijo, independientemente de cualquier cosa. La verdad es que el blanco era Grace, pero pensaron que sufrirían del mismo modo si me hacían daño a mí.
Por favor, cuiden de mi hermana, no la dejen sola, ellos son malvados y no han descartado ir tras ella. En cuanto se le presente la oportunidad la atraparán.
No tengo remota idea de dónde me encuentro, pero ayer Aleksander me llevó a San Petersburgo, no muy lejos de la propiedad en la que estoy.
Pase lo que pase, no olvides que te amo, que te llevo siempre en el corazón.
Con amor, Luna.
Trago grueso, recorriendo la vista sobre los párrafos, ¿es demasiado contundente y sentimental? De seguro preocuparé a mi padre, pero no le he dado la dirección, no la sé, así que no podrá ayudarme. Debería dejarle un recordatorio en el reverso. Sí, eso haré.
Aleksander también es un importante ejecutivo, tiene negocios en la ciudad de New York. Suele viajar a los Estados Unidos, es probable que Elena siempre lo haya sabido, pero lo silenció al igual que el resto de la verdad.
Suspiro pesado.
Cuando escucho que meten la llave en el cerrojo, doblo el papel y junto al bolígrafo lo escondo todo debajo de la almohada. Lo único que no puedo soterrar es mi respiración agitada. Ya es de noche, por lo que me acomodo en la cama y finjo dormir.
Abro un poco los ojos descubriendo al lobo. Me pilla, he arruinado mi actuación, se acerca, tiene la camisa deshecha y llena de sangre. El pelo revuelto y sudor en la cara.
—Nos vamos, tenemos que salir de aquí. ¡Levántate! —demanda alterado.
—¿Por qué? —me siento en la cama, asustada. Me ritmo cardíaco dominado por la desesperación hace énfasis en la palabra peligro.
—Ni preguntes, obedece de una jodida vez.
Alena entra de súbito, me entrega unos jeans desgastados y una camisa. El susto se dibuja en su cara, pero nadie me dice que mierda sucede. Vuelve a irse con la misma rapidez. Mientras Aleksander se quita la camisa, me visto a la velocidad de la luz.
He terminado, lo veo a él, está herido en el brazo derecho. Me preocupa que pierda tanta sangre.
—¿Estás bien? —me atrevo a preguntar preparada para ser asestada por su agresividad.
—No es grave —sus ojos me perforan.
—Deja que te ayude, por favor —me muevo rápido hasta él. No ha dicho que sí, pero tampoco ha declinado.
Estamos tan cerca, su musculoso brazo ha sido atravesado por una bala. Necesitaré un trozo de tela si quiero detener el sangrado. De modo que voy por mi camisón y lo rasgo, luego regreso a él. Coloca la tela como vendaje sobre la herida. Presiono la venda con firmeza con la palma de la mano para controlar el sangrado. Aplico presión constante hasta que el sangrado se detiene. Y mantengo la presión sujetando bien la herida con la venda. Lo ajusto para después hacer un nudo con otro pedazo de tela.
En todo momento me mira, cada vistazo es un dardo, uno que se clava en mi corazón que late en el delirio. ¿Es posible que me guste alguien como Aleksander?
No puede ser.
¡No me gustará ni en un millón de años, incluso si fuera el ser más bueno de este planeta!
Y solo es un monstruo, malévolo y pernicioso.
—Un doctor debe verte, no es cosa de tomarse a la ligera —comento apartándome.
Sí, la distancia evitara que pierda la razón.
—No me digas qué hacer. Vamos.
Pongo los ojos en blanco, es un malagradecido e imbécil. Definitivamente ni su actitud es agradable, no me gusta.
Dejo la habitación a su par. Abajo hay un montón de hombres armados, que cruzan miradas con Aleksander. Quisiera saber lo que ocurre, ¿es que nos van a atacar? Presiento que en cualquier instante se va a desatar una balacera, entonces podría ser alcanzada por una bala y morir. Todo es posible en un ambiente tan azaroso como este.
—¡Tú! —señala a un moreno fornido —. Encárgate de poner a salvo a Alena, Verónika y Gregor. Viktor mientras no esté, vigila a Dominic, estaré largo tiempo en Italia, hasta que las cosas se calmen.
¡¿Italia?! Me toma por sorpresa, mis terminaciones nerviosas se alzan en un revuelo colosal. Las ansiedad me devora negativamente, es exorbitante.
—Sí, señor.
—Entendido, vamos —dice el otro retirándose con varios hombres.
No quiero ir a Italia, no quiero huir como si tuviera que ver en lo que sea que ha causado este revuelo. Aleksander al ver que sigo estática, me empuja por atrás, ordenando que camine rápido hasta el exterior donde abordaremos el auto.
No tengo opción, sigo caminando.
A través de mi torrente sanguíneo se desplaza una sobredosis de adrenalina. Me siento en una persecución, pero no hay un bueno, todos son malos que van contra sí. Me pregunto si estaremos a salvo, que Aleksander vea tanto por el retrovisor me alerta, me pone los vellos de punta. A ciencia cierta nada es seguro, conduce tan rápido que temo ocurra un accidente.
Cierro los ojos, le pido al cielo que lo fatídico no pase.
—¡¿Por qué iremos a Italia?! —exclamo sollozando.
Ni siquiera disminuye la velocidad en la curvas. El corazón se me va a salir del pecho. Estoy a punto de tener un ataque cardíaco. ¿Es que no sabe lo inestable que puede ser un camino durante esta temporada?
—Mariola se interpuso cuando intenté matar a su padre, murió en su lugar. Ahora Elmo no descansará hasta vengar su muerte —explica.
¡Dios! Las muertes no paran.
Llegamos a un hangar, el avión que espera por nosotros me vuelve a recordar que dejaré Rusia, pero sigo atada a Konstantinov. No me libero de nada, las cosas han empeorado.
—A partir de ahora eres Tessa Smith, ¿te ha quedado claro? —informa antes de bajarnos.
—Sí, Tessa Smith —repito, sé que mi identidad falsa es importante, así poder viajar a Italia.
—Toma, tus documentos —me entrega un sobre amarillo, alcanza de la parte trasera una mochila —. Guárdalo todo ahí, baja y actúa tranquila.
—Entendido —acato, mis piernas tiemblan, no sé cómo podría actuar como si nada.
¿Y qué hay de su herida? Además tiene todo el torso desnudo. Abro la portezuela, el viento es frío, me congelo, esta noche de invierno es espeluznante, agrava la estación que ha sido manchada de un feroz escarlata: la muerte.
Coloco las manos en forma de jarras, me giro hacia el auto flamante. Todavía no sale, ¿por qué demora? De nuevo me vuelvo a ver hacia atrás, en ese momento sale, ya usa camisa. Por eso se ha tardado. Una mujer, adivino por su inscripción en el uniforme que es la azafata, me recibe al pie de las escaleras que me llevarán al interior del avión.
—Priviet, dévushka Tessa, suba por favor.
—Gracias.
Subo con prisa, el frío empieza a calmarme cada vez más fuerte. Una vez en el interior, otra mujer me saluda y amable me da un abrigo, me lo pongo de inmediato para entrar en calor.
—Venga conmigo —pide.
La sigo, la azafata me dice que me acomode en el cómodo asiento, cerca de la ventanilla, y pide que me asegure el cinturón porque en minutos vamos a despegar. En todo le obedezco. Por último, antes de irse, informa que estará disponible para lo que necesite.
—De acuerdo, se lo agradezco —susurro.
Se retira, Aleksander llega junto a la otra fémina que me recibió. Le habla en su idioma, pidiendo lo mismo que me ha dicho la otra. Como si no hubiera otro asiento se pone a mi lado. Los temblores de mi cuerpo disminuyen a medida que me caliento por completo.
—¿Has ido alguna vez a Italia? —averigua.
No logro entender cómo diablos habla tan calmado, como si no ha dejado atrás un completo caos y él a nadie ha matado. Eso no debería de sorprenderme, al final es un asesino serial y los tipos así no sienten el sufrimiento ajeno, disfrutan de ello, matar es placer, disparar es un juego que les gusta repetir. Ese es el círculo vicioso de Aleksander. Que esté así tan tranquilo, no es más que el comportamiento de un sicópata con un corazón de hielo y un alma impregnada de oscuridad con la que busca quitarle la vida a los demás.
—Nunca —emito sin emoción en la voz.
—Te va a gustar.
—Ya lo creo —pronuncio sarcástica.
—¿Qué tiene de malo el país? Si me hubieras pedido que te dejara a la deriva, lo habría hecho, y ya estarías muerta. ¿Por qué no me agradeces? Ahora que vas a estar a salvo —gruñe, es un reclamo.
—Contigo nunca estaré a salvo; quiero volver a mi país, Aleksander —recuerdo manteniendo el tono bajo, un nudo se atasca en mi garganta, muero de rabia y solo quiero llorar a solas. Pero él está cerca de mí, lo detesto, sí que odio a este hombre —. Dime la verdad, ¿está en tus planes matarme o me he vuelto tu absurdo capricho?
—¿Qué quieres que te diga? —cuestiona con una sonrisa.
Tomo una bocanada de aire. Solo quiero la verdad, pero a él le van las mentiras, así que no será franco ni sincero.
—La verdad —suelto depositando toda la atención en su rostro. La sonrisa reaparece, no es lúcida, porque él tampoco está cuerdo —. Dímelo.
—Por ti he hecho cosas que han despertado un interés especial en ti, por mí ¿no es cierto? —afirma victorioso. Esas palabras llenas de soberbia y picardía me arrebatan de golpe el aire, y no me dan la respuesta que busco.
—¿Insinúas que me he enamorado de ti? —digo ardida, está equivocado, por él ni una sola pizca de aprecio siento —. No, no estoy loca, aún no pierdo la cabeza.
—En la cama, cuando me tienes dentro de ti, cuando me muevo y exiges que no me detenga, ¿finges los gemidos y también los orgasmos? —murmura y pone adrede su palma abierta sobre mi rodilla, la va deslizando hasta mi centro, debería de apartarla de un manotazo. Pero no lo hago.
—¿Qué haces?
—Mírate, un solo roce y ya sientes el deseo porque te haga mía, no desesperes, tendremos unas vacaciones largas en Italia. Tiempo de sobra para hacer el amor —añade sin saber que hacer el amor es un acto delicado y sutil, demostrados por dos almas que se aman, no sexo salvaje acto en que solo se busca satisfacer la necesidad sexual.
Aleja su mano, inevitablemente la ausencia se presenta en mi intimidad, contra todo el pronóstico húmedo que arropa mi interior y el hormigueo que se arrastra en mi vientre, lo miro mal.
—No conoces el peso de la palabra amor, Aleksander.
Inclina su boca a mi oído, me muerde el lobo de la oreja, reprimo el jadeo.
—¿Te apetece enseñarme?
Dato: En Rusia, se le llama: Dévushka/Joven, a las mujeres jóvenes, a excepción de aquellas que portan bastón.