El silencio en la habitación, los pájaros cantando por fuera. Manos escuálidas, un cuerpo no entrenado y que de por si se sentía frágil al contener el poder de uno de los pecados. Levantarse, poner un pie frente a otro de una forma tan lenta. No era el cuerpo de un guerrero, siquiera el cuerpo de un sabio o un campesino eran tan frágiles. Casi como un papel en comparación. Las estadísticas no aparecían frente del ente, pero tampoco las necesitaba para saber qué eran malas. Lo único que si podía sentir con normalidad era su lazo con la magia de fuego. No había cambiado en lo absoluto. Sus intenciones, su ira. Incluso al llegar al lavabo y ver hacia el espejo pudo ver esos ojos color rojo que lo caracterizaban. Unos que ningún humano debería tener tan fácilmente.
Lo siguiente fue el cuerpo casi actuando de forma automática. Orinar, lavarse las manos, ir a desayunar mientras el sol todavía siquiera planeaba levantarse.
Frente a el dos personas algo robustas estaban, además de eso, una tostada y una bebida marrón de dulce sabor. Fue hacia su cuarto para terminar de prepararse. Ponerse lo que queda del uniforme, guardar todos los libros y una vez lo dejaron se quedó directamente mirando la entrada. Se sentía tan extrañamente familiar pero ajena. Un pecado no debería estar allí. Pero el cuerpo principal no quería dejar sin atender sus obligaciones. Quizá lo que necesitaba era cumplir con sus tareas, aunque Besta tenía que volver al combate. Sus hermanos estaban allí. Clase tras clase. Parecía que estaba separado del grupo que fue electo como los campeones, e incluso como las personas que tomaron posesión de los pecados. Conocía unos pocos. Charles, Alexandra, Malika o Megan. Eran los únicos cuatro con los cuales podía contar o mínimamente saber que ellos tendrían que estar activos en este plano. Normalmente los campeones son regresados con sus habilidades obtenidas por cuenta propia a su dimensión, por lo que Megan siendo capaz de controlar el espacio podría devolverlo a su tierra. Enviados nuevamente al punto de regreso como si nada hubiera pasado. Iba a ser fácil. Seguramente todos los elegidos para ser campeones o desastres estaban juntos.
La sonrisa que aparecía en mi rostro no fue destrozada si no hasta que llegué a clases. Todos me miraban extraño, estaba... Bien? Digo, era más pequeño que el resto de chicos. Iba con la cabeza algo baja de una forma instintiva, pero cuando alguien me detuvo hice un puño en el cual cargué con magia. Al mirar hacia arriba era una persona corpulenta, que me estaba mirando al tomar una postura para dar un golpe me miró incluso más extraño.
— Qué haces? Ah. Sin lentes. Te decidiste por los de contacto. Pero tus ojos están rojos. Decime que no te pusiste uno de esos que cambian tu pupila.
Parpadeando un par de veces para entender... Ah. Gabriel usaba lentes. Yo no. Eso tenía un poco de sentido. Aunque aún así. Cuando estábamos todos juntos en el "izamiento" de la bandera... Nadie. No conocía ninguna de las caras. Ninguno de los nombres. Estaba en el cuerpo incorrecto? Pero se veía exactamente igual a Gabriel. O es que... ¿Gabriel no debería haber estado en nuestro mundo?
No sabía cómo buscar nombres, como moverme por estas tierras más que esas ruidosas máquinas y esos aparatos extraños en los que estaban todos. Aunque aún así, pude ver qué usaban ilusiones en estos. Una magia algo tonta, de poco uso... Pero que les permitía comunicarse? Este Gabriel tenía algo así. En su cuarto. Tenía que ir a alguna dungeon o a algo parecido.
Aunque cuando estaba más tranquilo. Cuando la calma por instantes lograba golpear mi ira. Los sonidos de sorpresa estaban llenando el aula. Parecía que en otro reino u otro país un aula también se había descontrolado. Según lo que decía en esas palabritas y que podía entender. Rayos y fuego salió de dos alumnas que destrozaron casi 7 bloques. No supervivientes. Magia. En este mundo. Eran ellos. Necesitaba ir con ellos. Incluso con este cuerpo tan débil mi separación de ese mundo podía ser peligrosa. Quitar la ira de la gente. Quitar su impulso para proteger, vengarse y aguantar.
Con mi magia innata podía moverme a grandes velocidades. Por lo que reforzar este cuerpo sería mi mejor opción, una vez con ello di un salto hacia la ventana y luego fuera. Claro que la impresión de todos fue extraña, pero verme salir despedido era más que suficiente para entender que tenía algo que ver. Lo primero fue tomar el dispositivo, luego... La noticia, y al ver en dónde era tendría qué buscar un mapa.
— Ugh... Necesito direcciones...
Agarraba de forma firme el dispositivo, era de forma instintiva que sabía a dónde ir. "Mapa"... Sonaba correcto. Una vez al entrar y poner el país. Era cruzando un océano. Era en otro continente.