— Mirate. Solo... Cae. Tengo pena en pensar que mi esposo iba a ser una persona tan débil como tú... Cae.
Mi cuerpo estaba en la arena. El cielo nublado encima nuestra era producto de los rayos que era capaz de lanzar la orco. Como una tormenta perfecta podía no detenerse ni un instante. Con una velocidad increíble y con una potencia que causaba miedo en los espectadores sin importar su rango. No era un combate común y corriente. Era una masacre.
Uno de mis brazos se levantó un poco intentando alcanzar el cielo y al hacer esto siquiera sentí la hoja cortando mi pulgar. Habían pasado 10 minutos desde que el combate empezó, pero porque... Aún con la sangre cayendo y goteando en la arena todavía tenía un calor en mi interior. Un calor que ardía más que la sensación de ser quemado por los rayos que cayeron encima mía. Mi propia respiración era vapor y una gota de lluvia cayó en mi frente. Agua. Aquello que le da vida al mundo y dónde todo se originó. La tormenta en el desierto inició para sorpresa de todos. Quizá un pequeño extra que la orca iba a darme para un final mucho más dramático. Cómo si matarme frente a todos no lo fuese ya. Y pensar que mi destino era terminar a su lado... Y pensar que si no hubiera aparecido aquí o que si hubiera muerto al inicio todo sería muy distinto.
Respiré lo que pensé sería mi último aliento. Pude ver el destello. Cómo venía en mi dirección el rayo y como antes de tocar mi cuerpo para destrozarlo se detuvo.
— Vacío.
El instante siguiente a la palabra solo fue caos. No solo hablando del ambiente en general, si no del todo.
El vacío apareció como una pequeña gota en la punta de mi dedo índice. Era oscura. Siquiera podía decirse que era negro, era una falta absoluta de luz, de todo. Parecía un punto en el espacio. Algo que no debería existir ni suceder.
El rayo de su habilidad chocó contra la gota de vacío. Y sin siquiera un destello, un sonido o un movimiento desapareció. Era contrario a toda otra forma de magia defensiva, incluso magia "especial" o habilidades como el consumir de Rem. Era "limpio" o puro, por así llamarle. No causaba destrucción, no dejaba restos de la magia o ningún efecto vistoso en el cual podría gastarse energía. Y mientras aquel destello dejaba de ser, podía sentirse el miedo de todas las entidades cuyo poder era mínimamente aceptable. Los campeones, los usuarios de los pecados, incluso notaba como una persona extra estaba aumentando sus capacidades para luchar.
Miraba mi propia mano, un poco confundido por lo que acababa de suceder. Mi cuerpo estaba empezando a recobrar energía, mi dedo continuaba cercenado pero no lo necesitaba. Nada de eso era necesario. Lo único que quería era tomar venganza. Cubrí mis puños con estás pequeñas gotas. Sentí como si estuvieran cerca de terminarme y aún así. El riesgo que estaba corriendo era más que justo.
Al lanzarme contra Alexandra el miedo en sus ojos, el terror absoluto y un grito de angustia. La barrera que contenía a nuestro combate fue quebrada en cuestión de instantes. El pecado del orgullo y su usuario estaban frente a mi. Mi rostro. Un rostro de preocupación. Un rostro de terror.
— N-ningún otro tenía algo así. Te mate cuando usabas a todos los pecados, cuando uno de los dioses te dió su favor... Quién es "madre" y porque Lucy está aclamando su nombre.
El usuario de Rem, Besta, luxis, incluso los campeones se estaban mostrando pálidos en sus rostros. Solo yo estaba enfrente de mi. Mi golpe no fue completamente neutralizado. Alexandra ahora no poseía su brazo izquierdo, porque una de las pequeñas gotas lo tocó.
Adrenalina. No una natural, me sentía como si me hubieran pinchado con una inyección de pura adrenalina y de cafeína. Mi corazón estaba casi que zumbando de su velocidad. Los siguientes jabs fueron con intención de poder hacer algo de distancia de la pareja.
— Es alguien con quién debo cumplir un trato... Y dile a Samael, que él será el último...
La distancia se recortó, no existía una persona capaz de tener reflejos semejantes a los míos. Pero la magia que estaba usando era inestable. Con formar una armadura o un escudo que sea tomado por el ataque era suficiente para evitar perder una extremidad o la vida.
Mis alrededores empezaron a cambiar. La arena se estaba ampliando y mirando a mis costados, los 27 enemigos principales habían bajado para tomar cartas en el asunto.
— Yo soy... Algo más que un desastre.
El sonido de una patada. La fuerza como para quebrar una montaña y un rostro lleno de fuego y furia. La combatiente mano a mano más peligrosa se había decidido a tomar el riesgo de lanzarse.