Y por fin logré despertar. De aquel largo y tortuoso sueño, la perdida de una extremidad, amigos, familia, enemigos, batallas y combates que podían únicamente venir de la mente más imaginativa de un chico de 14 años. La oscuridad de mi habitación, me levanté de la cama en ropa interior. Frío, pero no un frío como el del vacío de la condena de Rem, era el frío de un invierno que termina y una noche que parecía ser como cualquier otra. Mi cuerpo estaba cambiado, lo que anteriormente eran extremidades flacuchas y débiles ahora únicamente sabía que eran mías porque estaban pegadas a mi cuerpo, un abdomen tonificado y un cabello levemente más corto de lo que tenía al acostarme. No tenía un espejo para comprobar los cambios en mi aspecto, solo podía confiar en mi mismo para darme cuenta de lo cambiado que me encontraba. Tomé mi teléfono y por instantes me olvidé mi propia contraseña.
"Uhhh"
Me sorprendí a mi mismo con la incapacidad para hacer algo tan común como colocar una contraseña que utilicé en mi teléfono por 18 años. Aunque esa cantidad de tiempo se hizo minúscula, en mi mente apareció Besta quejándose de mi inutilidad, de como los teléfonos eran complicados y que únicamente tendría que olvidarme de ese problema y continuar con mi sueño o salir a buscar luchadores competentes. Aunque tuve el pequeño presentimiento de que ya no había de esos. Con la muerte de Samael y el castigo de ser enviado al limbo, con mi encuentro con el leviathan y el behemoth e incluso mi salida de los infiernos y vuelta a la tierra, con el rechazo del vacío a mi persona y el por fin llegar a aquí. Por fin lograr volver a casa. Y a mi habitación, al tocar un botón del costado logré encender mi pantalla, la hora eran 3:05 AM. Cerré mis ojos para concentrar mis sentidos... Nadie despierto, salí de mi cuarto para ir hacia el baño, descalzo o no, sentía que mis estadísticas se habían mantenido entre dimensiones. Me controlé lo mejor posible para no romper la puerta y encendí la luz del baño, me puse frente al espejo y una sensación de vacío llegó. No era yo. Aquel nerd tenía un rostro con una marca de un corte vertical en su labio y en su nariz, mi brazo izquierdo era únicamente cicatrices curadas y era un poco más alto que a mis 17.
Mi primer instinto fue el salir de casa porque qué clase de padres quisieran ver así a su hijo. Mi corazón latió tan rápido que hasta me parecía un zumbido. Un suspiro suave para querer calmarme y tomar un poco de agua de la canilla. Todavía tenía una mala espina de todo esto. Mi capacidad de controlar los elementos, hacer magia, todo estaba conmigo. Pero fue extraño tenerlo todo si es que acabé con ellos. Salí de mi baño así ir hacia afuera de casa. Me encontraba con frío y sin mucha ropa. No habían nubes, ni estrellas, no se sentía del todo natural.
Hasta la sensación de el viento era artificial, inventada por algo o por alguien que únicamente estaba intentando jugar con mi cerebro. Reuní mi fuerza en mis piernas, al dar un salto toqué el fin. Había un techo invisible encima mío. La rabia y la furia me hicieron pensar en qué estaría sucediendo.
Si bien todo estaba quieto sentí como todo se volvía a congelar, como en esos primeros días o con esas visitas inesperadas. Una sonrisa en un rostro perfecto, un cabello celeste y unos dedos con uñas de oro. Más alto que yo y dando pasos firmes. Una risa me dejó congelado.
S: "JA JA JA. Así que... Estas aquí. Vamos, te necesito. O bueno... Necesito un reemplazo de otro tu."
Junté fuerza para no darme la vuelta y golpearlo, pero incluso si lo hacía algo me dijo que era mi única forma de salir de aquí. Al lanzarme a golpearlo pude encontrarme en un lugar mucho más familiar de lo que hubiera querido.
Alabasta. Decidí el quitarme el brazo lleno de cicatrices, siquiera lo iba a curar. Un paso, otro y otro. Si tenía que encontrar a un pecado iba a dejar que el "Orgullo" sea el primero.