Muy bien, ya les he contado como fue mi primer beso.
Les conté todo. Bueno ahora les voy a contar cómo los años me atacaron hasta los 18.
Después de todo ese proceso.
Cuando entré a primer año del colegio.
Me sentía muy emocionada porque "Oye, por fin, soy una adolescente y estoy en primero de secundaria."
Como toda niña de 13 o de 14 años, me sentía toda una "perra", con el sólo el echo de estar en el colegio, con sólo el echo de sentirme una "adulta". ¿No les ha pasado eso?
Mi rutina de siempre, levantarme a las 6 de la mañana, bañarme, vestirme, peinarme, e ir al colegio.
Volver del colegio, y rezar.
Sí, rezar.
Un día, cuando hice toda mi rutina, estaba con mi abuela rezando el Padre Nuestro. Cosa que, yo no hacía, en mi mente siempre pensaba en como voy hacer para escaparme del gran "consejo" o sermón que me dirá mi abuela.
— Bueno - mi abuela dejó su rosario al lado- mira, Aiyana, como siempre te digo, el aborto es un pecado contra la ley de Dios, eso es un crimen. Las mujeres que abortan, son mujeres sin corazón, que no les importa abrir las piernas por su calentura.
— Pero, abu... ¿y la libertad de expresión? ¿Dónde queda eso?
— Y ¿dónde quedan las vidas de esos pobres bebés?
Sí, mi abuela haciéndome preguntas pro-vidas, ojo, no tengo nada en contra de las personas pro-vidas.
Siempre me dije que cada uno piensa como quiere.
— Y los homosexuales... hijita, ellos son un error de la vida, cosas del diablo.
— ¿Cosas del diablo?
— Sí.
— Abu... y si te dijera que me gustan las chicas ¿me vas a seguir queriendo?
— ¿Cómo puedes decir eso? Obvio que no te gustan las chicas, eso es pecado, Aiyana. No te dejaré de querer, pero te llevaré con el padre Lucas para que te haga un exorcismo. A caso ¿te gustan las chicas?
— No, abu. Me gustan los chicos. Sólo era un decir.
— Más te vale.
Muy bien, como ven, esa es mi yo de 13 años, sintiéndose mal porque tenía miedo en que su abuela la odie.
Así pasaron los días, y no dejaba de pensar sobre las palabras de mi abuela, no dejaba de pensar en como sería mi exorcismo, si mi familia se llegase a enterar de que su única y adorada Aiyana le gusta las chicas. Me olvidé decirles que soy la única mujer menor de mi familia, sólo tengo primos varones, puros hombres.
Seguramente me llamarían "Anormal" o "Pecadora"... tal vez, sólo tal vez "Hija del diablo".
Hasta que llegó un día, en el que uno de mis primos se declaró gay.
Ese día, mi abuela comenzó a llorar y a golpearse el pecho, diciendo "¿Qué hice mal, Dios?".
Mis tíos le dijeron a mi primo que era una vergüenza para la familia, que no tenía el derecho de llevar el apellido Rodríguez.
Cosas que hasta a mí me dolió.
¿Qué pasó con mi primo?
Pues, no sé. Después de haberse declarado gay, mi familia lo corrieron de la casa, quitándole el apellido y dejándole a su suerte.
Siempre quise saber que pasó con mi primo, si se casó con algún hombre, si tiene una buena vida o si adoptó a un niño.
En el momento en que mis tíos lo corrieron, él sólo tenía 17 años, pronto por cumplir los 18.
Cuando llegó la noche, a la hora de dormir, no podía para de llorar.
¿Por qué?
Porque tenía miedo de que mi familia, también me sacaran a patadas de la casa.
Siempre me imaginé la escena de como le diría a mi familia que soy lesbiana. Siempre fue la misma escena.
"Aiyana, eres una vergüenza. No te hagas llamar mi hija. Fuera de mi casa."
Sí, eso es lo que me imaginé a mis 13 años de vida.
Pero como dice mi abuela, soy cosa del diablo.