Teníamos un largo y extraño camino por recorrer...Debíamos estar preparados. Había que descansar, empacar algunas cosas para el largo viaje... Preparados mental y emocionalmente; y Sobre todo, había que preparar comida.
-¡Yo me encargo! ¡Mi comida es la mejor! ¡Yo soy la mejor en esto! -gritó Matsuki-.
-Claro que no Matsuki, tu comida es horrible
-le dijo Yume.
-¿Qué dijiste, niña boba? Vuelve a repetir eso.
-Tú ya me oiste; Eres terrible en la cocina.
-¡Eso no es cierto!
-¡Claro que lo es!
-Pués, para que sepas, he mejorado mucho en todo este tiempo.
-No pienso comer la porquería que cocinas y es todo.
-¿Ah, sí? Me gustaría ver que lo intentes, vaca.
-¿Acaso me dijiste...? ¡Pués, claro que lo hago mucho mejor!
-Quisiera ver eso, ya que lo único que haces es tragar y tragar, ya has aumentado mucho de peso este año... Si parece que te has tragado un elefante.
-¿Qué? Un... ¿elefante?
Y así, siguieron discutiendo por un largo rato.
-Chicas, esto es... importante para mí. Creo que deberíamos darnos prisa. ¿Por qué mejor no se ponen de acuerdo y hacen algo delicioso?
En esa época, existían tres formas de cocinar: Número uno, comida instantánea. Sólo había que ponerle agua caliente. Segundo, la magma 3000. Un enorme refrigerador con pantalla y teclado instalado. Sólo había que escribir lo que se deseaba comer, a qué temperatura y a qué grado de cocción. Y número tres, y la menos popular, la tradicional... con ollas y sartenes; era el método preferido por mis amigas, supongo que para poder competir, como siempre lo hacían esas dos.
Entonces, una vez listo todo, nos fuimos hacia la central de naves para tomar alguna que se dirigiera hacia esa área. Apartir de allí, muchas cosas cambiaron. Eran unos 4,000 kilómetros, bajo tierra.
Porque a pesar de la antigüedad del hospital de bebés flotantes, a principios de la primera época, en la cual la gran reina, aun era una simple científica, lo fundó en esos lugares, porque iba en contra de la ley. Fue mucho después, que pasó de ser ilegal, a ser necesario.
En fin, días después de que despegamos, nuestra realidad comenzó a distorsionarse.
La nave iba en un vuelo muy estable, en picada, a miles de kilómetros por segundo. Se movía tan rápido que ni siquiera lo sentíamos. De repente, toda esa tranquilidad se vió interrumpida, cuando el cinturón de seguridad de Yuka, se rompió. En seguida, salió volando del asiento, y su cabeza, golpeó una barra de metal.
Tuvieron que detener la nave para auxiliarla, había quedado inconciente. La ingresaron a una habitación especial y de nuevo, los motores encendieron. No volví a verla en todo el camino. En fin, después de los 5, 000 kilómetros, el vuelo fue normal, y pudimos estar de pie. Aunque tuve que permanecer tranquila, en todo el viaje, mi mente estaba de alguna manera conectada a Yeo. Estuve pensando mucho en cosas que le habían ocurrido en su pasado.
Él me había contado, que su padre, antes de ser asesinado, cuidaba mucho de él, para que no enfermara, y ese día en que lo mataron, minutos antes, le inyectó algo en el brazo, luego, derrumbaron la puerta de su casa, y le pidió que huyera. Esas imágenes se repetían en mi mente como si yo misma las hubiese vivido. Una y otra vez se repetían, y giraban dentro de mi cabeza.
Las chicas a veces me preguntaban que si estaba bien, a lo que respondía que sí, con una mirada apagada y vacía.
Al llegar a nuestro destino y abandonar la nave, ellas y Yuka, que ya se había recuperado, tuvieron que quedarse fuera, no dejaban entrar a nadie que no fuera la paciente a tratar. Entré sola a ese lugar; Pintado de blanco, en su totalidad, pero aquel color, ya se veía deteriorado por los años. Hacía un frío aterrador. Me conectaron a una extraña máquina y me sedaron por unos días, hasta que el procedimiento pasara, ya que era muy doloroso.
Estuve inconsciente por unos tres días, al despertar, estaba muy débil, apenas podía abrir los ojos y respirar. Pero poco a poco fui recuperando mis fuerzas, y pude ponerme de pie.
Después llegaron las doctoras, y me dijeron que podía irme, pero que debía regresar cada cierto tiempo para que viera la evolución de mi bebé, el cual apenas se veía como un pequeño punto en un radar.
Me encaminé pronto a la salida, para así encontrarme con mis amigos y con Yeo, que debía estar transformada en Yuka, claro, para que no lo descubrieran. Pero, lamentablemente, no los encontré en el sitio que quedaron... y para mi sorpresa, todo alrededor estaba convertido en un caos.
Miré hacia todas las direcciones posibles, a ver si encontraba una explicación, pero no hallaba más que escombros por todos lados.
-¡Ahí está la traidora! ¡A ella! -Escuché una voz detrás de mí, y giré a ver quien era. No tuve tiempo de reaccionar siquiera, ante la gran sorpresa. Era Matzuki, y me había atacado tan fuerte, que mi cuerpo se deslizó varios metros en el suelo, levantando polvo.
Mientras trataba de pararme, ella volvió a golpearme.
-¡Traidora! ¡Vuelve aquí!
Intenté esquivar sus golpes, no entendía qué le pasaba.
-¡Matsuki, qué rayos sucede contigo!
-Yo seguía intentando safarme de sus ataques- ¿Qué haces?
-¡La pagarás! Fuiste muy atrevida...
Yo estaba muy débil, así que me caía varias veces. En un momento me sentí acorralada, cuando estuvo de golpearme muy fuerte, mientras yo estaba en el suelo, pero se detuvo. Se quedó ahí, paralizada. Hasta dudé si respiraba.
-¡Alto! Matsuki... rayos, se detuvo. Tendré que hacerlo yo. Vuelve al cuartel, junto con tus compañeras -Se acercó a nosotras una chica, la cual había visto antes.
-Sí, señora -respondió Matsuki, y se retiró.
-¿Cómo pudiste ser tan grosera? -dijo, acercándose a mí. Sin duda, era la misma mujer que tiempo atrás le pidió a Matzuki que la acompañara a una misión en el área 5B, del primer laboratorio creado por la gran reina. Era ella, la reconocí de inmediato-. Quisiste engañarnos a todos, pero sólo te engañaste tu misma.
-¿De qué hablas? -mi voz temblaba.
-No era una misión cualquiera. Mientras Matsuki dormía, vimos todo lo que soñaba, e incluso cuando estaba despierta, veíamos lo que pasaba por su mente. Tenemos toda la tecnología para ello, y cada dato de investigación, debe ser enviado a la gran reina.
-¿Qué tiene que ver con todo esto?
-¿En serio pensaste que podías ocultar ese muchacho de nosotras? -dijo, sonriendo.
-¡Yeo! No... Puede ser... ¿Qué le hicieron? ¿En dónde está?
-Ahora está conmigo.
-¿Uh? ¿A qué te refieres? -pregunté, al lograr ponerme de pie.
-¿Cómo puede ser que no lo entiendas? ¿Acaso estás loca? ¿Se te olvida el por qué los hombres fueron destruidos? Claro que hay cientos de motivos, pero este es el más especial. Creo que no me es necesario ponerte un dedo encima, cuando te des cuenta y lo aceptes, eso será lo que te mate.
-Sonreía-. Espero no volver a ver tu cara y que no causes problemas, esto ya no es de tu incumbencia. Mantente alejada, y es todo lo que te diré
-diciendo esto, se retiró.
Quedé allí, pasmada, pálida. Sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Ni sabía en qué pensar o a dónde ir. Me sentía perdida, miraba alrededor, pero mi vista estaba un poco nublada. En medio de toda aquella confusión, logré ver la silueta de Yume, tirada en el suelo, a unos cuantos metros.
Corrí hacia ella e intenté reanimarla, pero no hubo respuesta de su parte. Estaba ensangrentada.
-¡Yume! ¡Reacciona, por favor! ¡Ayuda! Alguien... ¡Ayuda!
Agritos pedía que alguien me ayudara, pero no apareció nadie. Enmudecí de golpe, cuando me fijé en que su abdomen estaba abierto y lleno de sangre, y algo extraño salía de el. Cuando revisé, era un feto. Yume estaba embarazada al igual que yo, pero nunca nos dijo nada. Pero ya estaba muerta, ambos lo estaban y no pude salvarlos.
Con mis ojos llenos de lágrimas, me paré de allí, inundada por una extrema furia, seguí mi camino; mientras pensaba que Yeo no era así, como aquella chica quería que pensara, al menos eso quería yo. Tenía que rescatarlo, no podía permitir que le pasara algo, además que no entendía qué le había pasado a Matsuki, el por qué de su extraño comportamiento.
Por más que buscaba, no veía nada que respondiera a todas esas dudas.
Todo estaba, como si la ciudad hubiese desaparecido. No había nada más que el hospital que acababa de dejar y esas horribles doctoras. Lo demás, se veía borroso, entre una pesada neblida.
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