Ella trazaba palabras vacías sobre aquella hoja, hasta que una noche, una noche como cualquier otra, la vió a ella, con su cabello lila y sus largos colmillos, vestida de encaje negro sobre su cama, y su mirada dorada, aquella que decía seductoramente «escribe sobre mí, Lu, te lo diré todo a besos».
Y comenzó a escribir.
Ésta novela se la dedicó a mi novia, quién se volvió la protagonista de mis historias de amor, y de quién escribiría novelas enteras, solo para leérselas a solas.
Ésto es para ti, Sam.