En un pueblo alejado de las grandes ciudades, el emperador Alef sostenía en sus brazos a un recién nacido que era la viva imagen de él.
A su lado, la madre del recién nacido estaba feliz por la presencia del hombre que la tomó en sus brazos, pero mantuvo la mirada baja esperando que los guardias no tomaran su accionar como una ofensa al emperador.
Habían pasado ya tres meses desde que el emperador dejó el palacio, durante ese tiempo el se encargó de eliminar cualquier levantamiento en contra de su imperio y mantuvo a su lado a una aldeana que había ganado su corazón por varios años.
Tomando el mentón de la joven con sus manos, el emperador levantó el rostro de la joven cruzando las miradas.
— Leticia, no tengas miedo por nuestro sucesor, mientra te mantengas a mi lado nadie podrá ponerte un dedo encima—
El emperador era consciente de que si llevaba a Leticia en ese estado al palacio, la emperatriz no lo soportaría y la mandaría a matar en el acto.
Sintiendo la preocupación de su majestad, Leticia contuvo sus lágrimas y besó el dorso de la mano del emperador mientras miraba el rostro alegre de su bebé.
Durante los meses que el emperador estuvo afuera, la emperatriz fue llamada por la sacerdotisa mayor para realizar su chequeo mensual.
El día que la emperatriz recibió la noticia sobre el hijo del emperador, ella le pidió a la sacerdotisa mayor que revisara su cuerpo solo para enterarse que no estaba embarazada.
Furiosa, la emperatriz no dejó de tramar en contra del hijo que aún no llegaba al palacio y sostuvo cada noche a un hombre diferente esperando quedar embarazada.
En la última cita después de tres meses recibió la feliz noticia de que había quedado embarazada.
Regresando al palacio, lo primero que hizo la emperatriz fue eliminar a todas los sirvientes que mantuvieran se mantuvieran leales al emperador, encerrandolos en la villa donde se deshacía de las concubinas.
— Mi señora, cumplimos con nuestro deber—
En una habitación del palacio, la emperatriz tenía una expresión de felicidad en su rostro mientras observaba la cabeza marchita de la que alguna vez fue la sacerdotisa mayor, junto a una carta sellada por la fallecida.
— Muy bien, ahora que no quedan testigos molestos, podré enfrentar al emperador sin problemas—
En la carta, la sacerdotisa escribió sobre el chequeo que se le hizo a la emperatriz y su estado de embarazo. La mujer al ver que eran los espías de la emperatriz quienes pedían la carta, dudo antes de escribir algo más sin dejar rastro sobre ella.
Bajando la pluma, un filo helado atravesó el cuello de la sacerdotisa, en los últimos momentos recordó el rostro ansioso de la emperatriz y solo pudo negar mentalmente al pensar en el destino del imperio antes de caer sin vida al suelo.
— Mi señora, que les pasará a las concubinas?—
El guardia elfico que sostenía en sus brazos a la emperatriz preguntó curioso a la mujer.
Al no encontrar nada extraño en su actuar, la emperatriz le empezó a contar al joven que la sostenía en la cama sus planes para recibir al emperador, incluido el destino de las concubinas.
Sin que la emperatriz lo notara, cuando estaba muy entrada la noche. El guardia elfico salió de la habitación de la emperatriz y se dirigió a los patios interiores del palacio.
Los guardias apostados en las murallas al reconocer a su compañero lo dejaron avanzar sin problema, no dudaban de él debido a que no era la primera vez que venía.
Esta era la quinta vez que el guardia llegaba a la entrada del harem imperial. Aunque nunca pudo entrar debido a las guardias que cuidaban el lugar, con el tiempo se ganó el amor de una de ellas y le pidió que le ayudara a entregar una carta.
— Otra carta para ella? A veces pienso que en realidad no soy nada para ti y prefieres amar a una mujer que nunca podrás tocar—
Usando sus brazos, el guardia elfico tomó a la mujer en sus brazos y acercando su rostro sello sus labios mientras le susurraba al oído cada vez que se separaban.
— Esta bien, pero debes entender que será la última vez que haré esto, en un mes más llegará el emperador y por órdenes superiores aumentarán la guardia del harem imperial.
En el interior del harem imperial, una mujer con un largo cabello carmesí se cubría su vientre mientras en sus manos sostenía una carta.
Aunque la primera vez que recibió la carta, la guardia del harem dudó de su contenido, cuando la abrió noto que no podía entender una sola palabra y dejó de preocuparse por de ella.
—Nos queda poco tiempo bebé, parece que aún escondiendonos por tanto tiempo no podremos evitar que la muerte llegue a nosotros—
La mujer tenía un estado de embarazo avanzado que solo pudo esconder gracias a la ayuda de un guardia al que nunca le pudo ver su rostro.
Acercando la carta a la llama de una vela, ella quemó toda evidencia que pudiera comprometer la seguridad del guardia.
Al otro lado del palacio, despues de una hora el guardia elfico regresó a la habitación de la emperatriz y quiso entrar en la cama, pero al levantar las sábanas no encontró a la mujer.
— Pareces sorprendido, acaso esperabas que no me diera cuenta de tu salida en la noche—
Bajando su rostro, el guardia elfico mantuvo silencio y se giró para enfrentar a la emperatriz.
En la habitación aparte de la mujer habían cuatro espías que estaban pendientes de cualquier movimiento extraño del guardia.
— Levanta tu rostro y contestame, a donde fuiste esta noche?—
El guardia sintió que no importaba lo que dijera, esta noche sería asesinado por la emperatriz, aún así decidió no revelar nada de lo que hizo.
— Parece que no eres tan cobarde como creía, veamos si puedes hablar después de esto—
Dando una señal con sus manos a los asesinos, ellos abrieron la puerta y trajeron el cuerpo sangriento de una mujer.
Al ver que los ojos del guardia elfico mostraban un dolor en su interior, la emperatriz se sintió complacida y decidió obligar que el guardia contara la verdad.
— Mis asesinos ya le han sacado la verdad a esa mujer. Debes entender, por cada palabra que no concuerde con lo que ella nos contó perderás una parte de tu cuerpo—
En su interior, el guardia elfico quiso disculparse con la mujer, aunque el la usó para entregar las cartas al interior del harem, con el tiempo le agarró un cariño que con más tiempo se hubiera convertido en amor.
— A donde fuiste esta noche, no hay segundas oportunidades así que contesta—
El guardia no escuchó la voz de la emperatriz y solo pudo ver los ojos de la mujer en el suelo que había perdido todo rastro de vida.
Sin darle tiempo a pensar, un asesino dio un paso al frente y le cortó una parte de su brazo izquierdo.
— A donde fuiste esta noche, esta vez perderás el brazo completo—
El guardia apretó los dientes tratando de evitar abrir su boca, pero un asesino se acercó a su costado y le puso el filo de una daga en su cuello esperando la respuesta.
Al ver que la emperatriz no iba a cumplir su palabra y directamente le iba a quitar su vida, por su mente paso a la mujer que no vio por años.
— Mi señora, el emperador a llegado a la entrada de la ciudad—
Un guardia de la emperatriz entró apresurado a la habitación, no le importó ver a uno de sus compañeros sangrando en el suelo y el cadáver de una mujer a su lado, ya se había acostumbrado al actuar de su señora.
— Que esta sucediendo, ¿no debería llegar en un mes?, ?como es que ya esta aqui?—
Sin esperar preocuparse del guardia elfico, la emperatriz dio diferentes órdenes a los asesinos que luego de escucharlas salieron de la habitación.
Cuando la emperatriz vio al guardia arrodillado sobre su sangre, sintió que lo que estaba escondiendo debería ser algo importante.
— Tú, asegúrate que el no muera y encierralo en una celda, más tarde vere que hacer con él—
La llegada del emperador al palacio dio un revuelo en toda la capital, los millones de habitantes hicieron una gran celebración al escuchar que había nacido un sucesor del emperador.
Al entrar al palacio, lo primero que noto el emperador fue la falta de varios de sus sirvientes especialmente dejados por el para cuidar a la emperatriz.
Acercándose a un rostro desconocido le pregunto desde cuándo había sido asignado al palacio.
Después que el nuevo sirviente le contesto, el emperador mostró una mirada furiosa en su rostro por solo un momento antes de volver a su rostro normal.
Luego de llegar al salón principal, noto que casi no podía reconocer a nadie de los sirvientes entre los presentes y sintió que algo extraño estaba pasando en el palacio al ver que no podía encontrar el respeto que le deben en su mirada.
— Amanda, donde está mi bienvenida, eres la única a quien he esperado ver por tanto tiempo pero no te encuentro en ningún lado—
Luego de alzar la voz, la figura de la emperatriz seguida por un un grupo de concubinas ingresó al salón.
El emperador al ver el rostro de la emperatriz encontro que estaba más hermosa que antes de partir.
Olvidando por el momento cualquier sospecha hacia ella, el tomo la mano de la emperatriz y la acerco a él dándole un caluroso abrazo.
Sorprendida, la emperatriz no evitó el abrazo y no pudo evitar preguntar.
— Su majestad, su regreso tan temprano nos tomó desprevenidas, por eso nos demoramos en presentarnos ante usted—
— No te preocupes por eso, lo importante es que estoy aquí. Ahora, quiero que conozcas a alguien—
Detrás del emperador, una mujer sencilla con una vestimenta acorde a la situación tenía un niño en sus manos.
Al ver a la criatura, la emperatriz se ofreció a tomarlo en sus brazos, pero el emperador se paró frente a ella y la cortó con unas palabras.
— Antes de nada, necesitamos hablar con la sacerdotisa, pide a tus guardias que la llamen al palacio—
La emperatriz sintió algo extraño en su interior, aún así decidió avanzar con su plan, si no, cuando el emperador se diera cuenta de lo que había pasado sería demasiado tarde para ella.