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Chapter 4 - Hojas de otoño

Me encontraba caminando a un lado de un hombre con apariencia de villano, sus ojos afilados veían en todas direcciones a cada momento, pero era difícil de notar a menos que pusieras atención a su rostro.

Estoy segura qué si no fuera por esa cicatriz y si pudiera sonreír más, podría verse al menos un poco guapo.

Cuando camino a su lado, me siento tan pequeña, a penas y le llego al hombro, además de que la espalda que tiene es muy ancha y me da tentación subirme de caballito.

Aunque no puedo decir eso abiertamente, de todas formas, parece que no le gusta el contacto humano.

A veces siento que es como un gato enorme.

Hoy por primera vez en mi vida, me atreví a usar un vestido de una sola pieza, él me recomendó usar ropa cómoda por que hoy haría calor. No sé cómo supo eso al oler el aire del jardín por la mañana.

A veces se comporta como un perro amaestrado.

Al final decidí usar uno de los vestidos que me compro, recuerdo cuando lo trajo:

"No sé qué les gustan a las niñas de tu edad, en la tienda me miraron raro cuando pregunté sobre ropa bonita para una niña de 15 años, así que para evitar un malentendido, les dije que debe ser un vestido para una niña con esta forma (señaló en el aire mi tamaño y medidas), me miraron todavía más feo..."

Pobrecito, estaba muy avergonzado cuando lo contó, supongo fue duró para él, no tenía que hacerlo, últimamente me ha comprado muchas cosas, tengo más que suficiente.

Aun así es bonito, de color blanco con pequeños detalles en las costuras, tiene tirantes con encaje y me llega abajo de las rodillas, me hace sentir tan libre. Mi cabello baila con el viento, una y otra vez, a veces si viene muy fuerte me escondo detrás de su espalda y alcanzo a ver como él sonríe.

Ojalá lo hiciera más, así no parecería ogro de cuentos. Aunque con esos músculos sería más como un rey demonio o algo así.

Salimos en la 4x4 que tenía parada en su cochera, normalmente cuando sale usa una moto, así que fue una sorpresa. Creo que fue por usar el vestido, para que anduviera cómoda.

Condujo por un rato y nos detuvimos en un lugar que no conozco, había muchos puestos de comida y un lago cerca, incluso puedo ver algunos peces saltar desde un riachuelo que alimenta el lago, es tan bonito todo.

El bosque se puede ver muy cerca, árboles enormes que solo había visto en Internet se extendían en todas direcciones, el cielo de ese color azul tan intenso con algunas nubes solitarias le daban un toque hermoso que nunca había podido disfrutar.

El color de los árboles es de unos tonos sepia que de alguna forma da nostalgia, siento que estoy en una pintura clásica de esas que encuentras en los museos.

Cuando doy la vuelta él ya no está conmigo, está a varios metros más adelante en un puesto comprando brochetas de carne, wow ese olor... Es tan delicioso.

Por unos momentos me perdí en la belleza de este lugar, tanta paz y belleza.

—Oye mamacita, ven a jugar un poco.

Maldición, esa voz es de alguien que no conozco, mis piernas tiemblan al escucharla tan cerca, no, en realidad tiene su brazo alrededor de mi cintura por eso la escucho tan cerca.

Quiero pedir ayuda...

¿Pero a quién?

Es obvio, grita con todas tus fuerzas.

Él me ayudará si se lo pido...

Pero mi voz no sale...

Este tipo tan asqueroso que agarra mi cuerpo...

Puedo sentir sus dedos con lujuria, intentando llegar más abajo...

¿Por qué diablos no puedo gritar?...

Esta horrible sensación ya la había olvidado y aquí está de nuevo...

Ese maldito miedo, impotencia...

A nadie le importo, solo quieren usar mi cuerpo... Solo quieren satisfacer sus penes.

Lo odio, lo odio, lo odio, lo odio, lo odio... Odio ser tan débil y no poder defenderme...

Cerré con fuerza mis ojos para no ver a ese tipo que babeaba mientras me manoseaba, su horrible cara llena de perversión. No puedo gritar, no puedo correr...

Odio no poder hacer nada...

Ayuda...

Una ráfaga de aire paso por mi cabello, era completamente antinatural, llena de odio.

Allí estaba él, frente a mí, parado en una pierna mientras flexiona la otra en el aire, sus movimientos son lentos, pero puedo ver en su rostro inyectado en sangre el odio.

Sus rizos casi blancos bailan al compás de la suave brisa de otoño, intimidando a todo aquel que le observa. Creando un aura de desesperación y miedo.

Es como un demonio, pero lo conozco, vivo en la misma casa con él y aunque este enojado no siento el mismo miedo que sentí cuando lo conocí, al contrario, ahora solo veo a un hombre triste que vino en mi ayuda cuando no podía hablar, cuando mis miedos cerraron mi garganta y cegaron mi razón.

No es un príncipe azul que llega con el ocaso a salvarme con su sentido de justicia y una sonrisa amable.

Es un demonio silencioso que usa la violencia en su máxima expresión para ayudarme sin pedir nada a cambio.

Al voltear atrás veo al tipo asqueroso inconsciente, con la nariz rota en un charco de su propia sangre. La gente a mi alrededor está espantada, pero nadie quiere ayudarlo. Vieron lo que me estaba haciendo y nadie dijo nada, deben sentirse culpables.

No.

Todos ven con miedo a Balam.

Pero el me salvó, le tienen miedo por su apariencia y su agresividad, es cierto eso no es normal en una persona, pero él hace lo que nadie intento si quiera. Lo juzgan como yo lo hice al principio.

Mi cuerpo se movió solo y lo abracé, no sé en qué momento empecé a llorar, pero cuando abrí los ojos allí estaba él, sonrojado con la misma expresión seria. Acariciando mí cabello suavemente con sus manos rasposas.

— ¿Qué están mirando? Aquí no ha pasado nada señores—dijo con una voz grave extremadamente fría.

Las personas hicieron de caso de sus palabras y todo volvió a la normalidad, mientras hacían a un lado al tipo asqueroso para que no estorbará el paso.

Yo seguía llorando y aferrada a él, tenía miedo y me sentía triste porque el día se arruinó por mi culpa. No quería que me regañará, que me recriminará por no decir nada, es posible que piense que yo buscaba eso...

—Oye... Disculpa, cuando quise traerte aquí pensé que sería un lugar seguro donde te podías divertir, no sabía que aparecerían mosquitos tan molestos conmigo cerca... No debí quitarte el ojo de encima—

Se rascaba la cabeza mientras dice en un tono amable... yo no lo entiendo. Él se está disculpando.

—Quería que pasarás un rato agradable, lejos de la rutina. Sé que puede ser aburrido estar sola todo el día en una casa sin mucho que hacer. —Empezó a caminar y me llevo del brazo como lo haría un galán de televisión—Hace tiempo que no hablo con personas ajenas a mi trabajo. En realidad, hace mucho que no tengo compañía. —

Sus ojos se pusieron llorosos, y sonreía mirando al piso.

—Desde que salí de prisión perdí a mi familia, amigos y el lugar que llamé hogar, no tenía nada, solo el terreno donde actualmente está la casa, ahí me fui a ocultarme del mundo, curiosamente encontré un perro callejero que ya vivía en ese lugar, era un cachorro cuando lo encontré. —

Fue extraño, por primera vez hablaba conmigo tan fluido, tal vez lo hacía para distraer toda la situación de hace un momento, tal vez es así porque dejé de llorar y ahora solo estaba mirando atenta y poniendo atención a todo lo que me decía. Su voz calmada me tranquiliza, ojalá platicará más de esa forma.

—Aquel pero tenía una cicatriz igual que yo, además era muy inteligente, demasiado, más que muchos idiotas que conocí, él fue mi segundo mejor amigo por 9 años, pero la edad le cobro factura, me vio sin nada y se quedó hasta que obtuve todo. Bueno... no todo. —

Se detuvo frente al rio y nos sentamos a comer las brochetas sobre unas rocas que estaban bajo la sombra de un enorme pino, la vista era maravillosa en aquel sitio donde la belleza adquiría un nuevo nombre.

—Desde que murió solo tengo contacto con mis empleados y tres amigos, en la casa suelo estar en silencio por que ya no tenía con quien platicar. Así han sido los últimos cuatro años, me acostumbré al silencio. —Suspiró pesadamente— Si vas a pasar un tiempo en mi casa me gustaría al menos poder socializar, así también te puedo descubrir cómo ayudarte a que encuentres un propósito. No puedo dejarte sola a tu suerte, ve lo que pasó ahorita. —

Lo sabía me va a culpar... Sentí un horrible vacío en mi estómago.

—Aun te falta crecer y aprender mucho de la vida, yo no soy un santo, pero mi consciencia no me dejará vivir si dejo que corras cuando no sabes caminar. Ya has sufrido bastante, tal vez no puedas confiar en mí y lo entiendo, ni yo confío en mí. Pero al menos creo que puedo hacer que sigas sonriendo como lo hiciste, cuando viste este lugar, me gustaría ver esa linda sonrisa cuando te conviertas en una mujer exitosa. —

Las lágrimas corrían nuevamente por mi rostro, pero no sabía por qué; no estaba llorando, no se supone que lo hiciera, solo salían sin poder evitarlo.

Esas palabras, siempre las deseé y ahora las escuchaba en un lugar tan hermoso.

Mi pecho ardía de felicidad, ¿Acaso estaba soñando?

Un demonio de cabello rizado y canoso me sonreía mientras decía cosas tan bonitas.

Él limpiaba mis lágrimas con su mano tiernamente, con un cariño paternal que no había sentido antes.

Nunca fue indiferente, ese día por fin lo entendí. Él simplemente no puede expresar sus sentimientos correctamente.