Por alguna razón Vlieth ha decidido que no va a soltarme en toda la noche, y yo estoy encantado con su decisión. Además de que es un niño increíblemente inteligente, me da la excusa perfecta para mantenerme cerca.
Oportunidad que sin duda no estoy dispuesto a desaprovechar.
—Vlieth, amor, debes dejar que Michael se vaya. Es tarde y seguro quiere irse a casa.
—Para nada — digo inconscientemente, recibiendo con gusto el cochecito de juguete que Vlieth me tiende. Irina me patea disimuladamente en la pierna, regañándome.
—¡Hey! — me quejo, sobándome el área de golpe. — Contrólate, mujer.
Vlieth pone ambas manos sobre mis mejillas para llamar mi atención de nuevo y dice una frase bastante larga en un idioma que no conozco.
Joder.
—Lo siento, Vlieth. No entiendo ese idioma. — digo, haciendo pucheros. Él se ríe y luego mira a su mamá, esperando a que ella me traduzca.
Sin embargo, ella se hace la desentendida y camina lejos de nosotros.
—¡Mami! — grita Vlieth, corriendo hacia ella entre risas.— ¡Maishel!— le reclama cuando llega, subiendo los brazos como si estuviese ocurriendo algo catastrófico.
Ella le responde en el idioma que no entiendo y yo ruedo los ojos cuando veo que los labios de Vlieth tiemblan y hace un puchero. No llora, pero baja la mirada y se abraza a la pierna de su mamá para esconder su desilusión.
Me pongo de pie y me cruzo de brazos, mirándola con desaprobación. Niego con la cabeza cuando veo que Vlieth se devuelve caminando hacia donde estoy, pero no está para nada feliz.
—¿Qué le has dicho? — recrimino, acercándome a ella.
—Que tienes una vida a la que debes volver y que no vas a venir con nosotros a cenar porque estás muy ocupado con tu vida.
Abro la boca para responderle, pero ella alza la mano en el aire impidiendo que diga una sola palabra.
—No vas a jugar con mi hijo, Michael. Él no puede mandarte al demonio, pero yo si. Sé quién eres realmente y lo que estás intentando, así que detente.
Abro la boca con sorpresa, sin poder creerme lo que acaba de decir. Acepto que fui un idiota, que me comporté como un auténtico imbécil con ella; pero lo que acaba de insinuar es demasiado bajo, incluso para mi. Trastabillo un poco hacia atrás, más dolido y decepcionado que molesto. Como estoy tan estupefacto, mi cerebro y mi boca están completamente desconectados, lo que agradezco sin duda, debido a mi historial de venganza inmediata. Sin decirle una sola palabra, me doy la vuelta y me alejo de ella con la poca dignidad que me queda, dispuesto a largarme lo más rápido que pueda de la maldita librería.
Al llegar hasta Vlieth me aseguro de esbozar una sonrisa, a pesar de que esté tan cabreado como para tirar abajo toda la jodida la tienda. Cuando me arrodillo frente a él, me tiende uno de sus juguetes con una enorme sonrisa y mi corazón se destroza incluso un poco más.
—Campeón, tengo que irme a casa.
—Maishel — dice él, abriendo los ojos como platos y corriendo hasta mí para rodear mi cuello con un abrazo.
Si no supiera que jamás tuve sexo con ella, podría jurar con las manos sobre el fuego que este niño es mi hijo.
—¡Oye, pero está bien! — le digo, acariciando su espalda para devolverle el abrazo. Cuando empieza a sollozar, niego con la cabeza — Oh, no. ¡Vamos, Vlieth! Eres un chico grande y muy inteligente. Los chicos grandes entienden que los amigos viven en otras casas y a veces se deben separar para poder dormir.
Él trata de contener sus sollozos para mirarme y yo me río cuando endereza su pequeño torso.
—Exactamente. Eres un chico grande. — le limpio las lágrimas y le hago cosquillas para que deje de llorar.
Creo que podré vivir relacionándome solo con su hijo.
Creo.
—Perfecto, así me gusta — le sonrío y beso su frente — Como has sido muy obediente e inteligente, un día te invitaré a jugar al fútbol y al básquet a mi casa.
—¡Casha!— exclama Vlieth, sonriendo y alzando los brazos con emoción.
Veo las piernas de Irina detenerse junto a mi cuerpo en el momento justo, así que estoy seguro de que escuchó lo que le dije a Vlieth. Para que sepa que voy en serio, y que no me interesa volver a hablar con ella porque ya tuve suficiente, le digo a Vlieth:
—Enviaré a mi mejor amigo Adam a buscarte a casa, ¿vale? Así podrás venir a jugar conmigo. Y tú mamá podrá tener una… jornada tranquila. ¿Está bien?