Vlieth asiente con una sonrisa y entonces se lanza hacia mí para rodear mi cuello con los brazos.
—Fue un auténtico placer conocerte, Vlieth. Eres un niño increíble.
Él me sonríe y antes de volver con sus juguetes, me besa efusivamente en los labios, haciéndome sonreír.
Cuando estoy seguro de que ya se le ha pasado la tristeza, me pongo de pie sin siquiera mirar a Irina y tomo mi abrigo de una de las sillas con bastante tranquilidad.
Sin más, me doy la vuelta y desaparezco por la puerta. No tengo más fuerzas para lidiar con su odio esta noche.
Después de vagar por casi dos horas, llego a casa pasada la medianoche. Y lo primero que veo es a Adam sentado en mi sofá.
Se pone de pie para recibirme y me saluda con una palmada en la espalda.
—Vaya — dice después de estudiar mi fingida expresión de tranquilidad. Lo veo tomar una cerveza de la nevera, que supongo compró a último minutos antes de venir — Veo que no ha ido tan mal como pensabas — bromea, tendiéndome la lata antes de sentarse de nuevo en el sofá.
La cojo mientras me permito caer a su lado. Dejo escapar un suspiro largo, porque estoy agotado física y mentalmente. Cierro los ojos por un rato y, sin poder evitarlo, me da un ataque de risa.
Siento como Adam golpea mi rostro con uno de los cojines mientras yo me sigo riendo.
—Me estás dando miedo, Mike.
Dejo atrás mi ataque de risa cuando comienzo a toser y, como tengo que beber algo, decido finalmente abrir la cerveza y darle un trago bastante largo.
Después, sonrío hacia Michael.
—Ella me odia — le cuento mientras me recupero del ataque de risa — Y tiene un hijo.
Adam abre los ojos como platos, evidentemente sorprendido, y desvía la mirada de mi rostro para poder tomar el control remoto y apagar la televisión.
—Mike…
—Su hijo me ama— digo, después de tomar un trago de cerveza — De verdad, me ama. Y para serte sincero, yo también lo adoro. Es un niño increíble.
—¿Alguna vez…?
—No— respondo inmediatamente, negando con la cabeza. Sé por dónde va.
—¿No?
—Ella mencionó algo como que Vlieth ha tenido una infancia un poco dura y no confía en nadie… —prosigo, ignorando su pregunta — pero el chico se ha dormido en mis brazos y no me ha soltado en toda la noche. Incluso ha llorado porque Irina le dijo que no podía ir con ellos a cenar.
Adam frunce el ceño y me evalúa con detenimiento. Yo niego la cabeza y muevo una mano frente a su rostro para cortar el sentido hacia donde sé que se están dirigiendo sus pensamientos.
—No es mi hijo, Adam. Yo nunca tuve sexo con ella. Ni siquiera la he besado una sola vez.
—Estás… ¿Me estás jodiendo, Michael? — se pone de pie y me lanza un cojín con toda la fuerza que es capaz justo en medio de la cara. — Dices que estás enamorado de esa mujer… ¿y ni siquiera la has besado!? ¿¡Estás demente!?
—¿Qué tan patético soy del uno al diez?
—No puedo creerlo — deja la lata sobre la encimera de la cocina y se tapa la cara, negando con la cabeza.
—No tuve que habértelo dicho — digo, dejando caer la cabeza contra el respaldar del sillón — sabía que ibas a enloquecer.
—Ni siquiera la has besado una sola vez... y has estado tres años llorando por esa maldita mujer Michael. ¿¡Qué está mal contigo!? Mierda.
—Bueno… dicen que el amor es ciego.
No dice nada por un rato, haciéndome reír.
—Eres un idiota — dice finalmente, negando con la cabeza.
Después de eso, toma su chaqueta y se va de la casa dando un portazo.
Está incluso más cabreado conmigo que la misma Irina, y tampoco puedo atreverme a echarle la culpa.