Naya se encontraba terriblemente agotada, las reuniones con las hijas y esposas de los demás nobles la consumían, ya no podía soportar más conversaciones sobre bordados. Las reuniones se celebran en el castillo de Lord Theron, su esposa Lady Remil era una mujer muy activa e insoportablemente habladora, no conocía a nadie quien pudiera hablar de tantos temas diferentes y no poder acabar ninguno de ellos. Su esposo era también un duque del reino, pero a diferencia de Deret, este se había trasmitido de padre a hijo desde la creación de Oblivium.
Dentro del carruaje, Naya decidió dar un pequeño desvió, necesitaba un poco de aire fresco. – Bairon, llévame a la plaza. – Dijo abriendo unos centímetros una de las ventanas del carruaje, para divisar al hombre que conducía. Bairon era alto y delgado, su cabello era largo y tapaba parte de sus ojos, llevaba un traje azul y de sus caderas colgaba una funda que contenía una fina espada. – Señorita, sabe muy bien que a su madre no le gusta que ande sola fuera del castillo. – Respondió Bairon, con un tono algo preocupado. – Estas tu conmigo, no iré sola. – Replico Naya, esta vez cerrando la ventana dando por zanjada la conversación. Bairon no pudo hacer nada mas que suspirar.
Lord Deret le había encargado que protegiera a Naya desde hace un año. Cuando la conoció por primera vez, no pudo evitar suspirar al igual que ahora, la mujer era una salvaje para los estándares de los nobles, sin los modales apropiados y con un lenguaje soez, no dudo en que sería marginada por los demás nobles. No estuvo más equivocado, le tomo una semana para adaptarse al cambio y fue capaz de aprender lo esencial de la educación de una joven noble.
La mascara que creo fue tan exquisita, que consiguió engañar a las demás mujeres, por supuesto, debajo de esa mascara aun se encontraba aquella chica salvaje que daba rienda suelta a su curiosidad. Esto le causaba grandes dolores de cabeza a Bairon, sobre todo cuando se le metía en la cabeza hacer cosas imprudentes.
La plaza era el lugar mas concurrido de la zona noble, mercaderes de todo el continente se reunían en esa zona para vender sus exóticos productos. Se había convertido en uno de los lugares favoritos de Naya, no por los productos que se vendían, si no por las historias que iban de boca en boca por esos mercaderes. Ella no había salido de Tambert nunca, a diferencia de estas personas, que se pasaban su vida navegando y conociendo cada rincón del continente.
– ¿Señorita, al mismo lugar de siempre? – Pregunto Bairon con un tono algo resignado. – Si, ellos deben estar aun ahí. – Respondió Naya con una sonrisa llena de anticipación. "Ellos" Eran un grupo de mercenarios que siempre rondaban los bares de la plaza central. Naya los había conocido un tiempo después de llegar a la zona noble; ella sea había enamorado de las aventuras que ellos le contaban, siempre que podía, ella los visitaba para escuchar más de sus historias.
Tardaron unos minutos en llegar a pie; no estaba permitido cruzar en carruaje la plaza central debido a lo abarrotada que estaba siempre, los caballos solo causarían más congestión volviendo imposible moverse. – Hoy deberían estar en la rueda flotante... – Dirigiendo su mirada a todos los bares que podía ver, vislumbro el cartel del bar que buscaba. – Vamos Bairon. – Le dijo mientras empezaba a caminar a su destino. – Si, señorita. – Contesto Bairon caminando detrás de ella, mirando a su alrededor constantemente sin bajar la guardia.
Abriendo las puertas del bar, todos los ojos se posaron en Naya y Bairon causando que las conversaciones que se estaban produciendo se detuvieran. Durante unos segundos las miradas no se apartaron de ellos hasta que alguien rompió el silencio. – ¡Naya, estas de vuelta! – Bienvenida otra vez, niña. – ¡Pensé que te olvidaste de nosotros! – ¡Otra vez te arrastro aquí, Bairon! ¡JAJAJAJA! – Gritos y risas al unisonó formaron una cacofonía acogedora; todos ellos conocían a Naya y Bairon de las muchas incursiones que habían hecho a la mayoría de bares de la zona.
Naya no pudo evitar sonreír, este tipo de ambientes le hacía sentirse tranquila y sin ningún tipo de presión. Mirando a su alrededor intento buscar al grupo con el que siempre se reunía; los pudo divisar gracias a que uno de ellos estaba levantando la mano y ondeándola hacia ella. – Nos volvemos a ver, chicos. – Se dirigió a las tres personas que tenia delante. – Naya, ha sido mucho tiempo. – El primero en hablar fue el hombre que estaba sentado en el centro de los tres. Tenía el pelo de color rojo y una espesa barba que acompañaban a la gran sonrisa gingival que les mostraba a los dos. – Clifford, veo que aun no te has cambiado ese espantoso color de pelo. – Le dijo Naya guiñándole un ojo. – ¡JAJAJAJA! Te dije que se reiría de ti, viejo. – Una fuerte risa salió de la boca del otro hombre, este casi se cae de la silla de tanto reírse. – También tengo para ti, Angus. – Le dijo, dirigiendo su mirada hacia él. – ¿Creíste que no me daría cuenta del maquillaje? – Le espeto con una amplia sonrisa de oreja a oreja.
El hombre que estaba sentado al lado de Clifford era delgado, su pelo rubio estaba echado para atrás y su piel era pálida, pero esto era debido al maquillaje que se había colocado haciéndolo parecer más joven de lo que en verdad era. – ¡JAJAJAJA! ¡Lo sabía! – Esta vez fue el turno de Clifford de reírse a carcajadas ocasionando que las orejas de Angus se volviesen rojas como un tomate. – Dejen de comportarse como unos niños. – La ultima persona era una mujer, su pelo de color negro caía a la altura de sus orejas y su tez mantenía un bronceado natural junto con un par de cicatrices que rodeaban el parche que cubría uno de sus ojos. Naya miro fijamente a esta mujer por unos segundos. – Estas igual de hermosa, Klarise. – Naya le dedico una amplia sonrisa de afecto.
Klarise era la persona que mas admiraba Naya, a parte de su madre y difunto padre. Ella como líder del grupo que protegía el barco mercante que manejaba Clifford, se había enfrentado a muchas batallas contra los piratas que codiciaban el cargamento que transportaban, muchas de sus cicatrices procedían de esas luchas donde un error podría ocasionarte la muerte. Aun así, después de más de quince años aun surcaban los mares los tres juntos, Clifford como el capitán, Klarise como la escolta y Angus como el cartógrafo.
– Bairon, tu tampoco has cambiado. – Clifford se dirigió a Bairon que estaba detrás de Naya. – No ha pasado mucho tiempo, aunque gracias a la señorita seguro que tengo más arrugas. – Dijo sonriendo levemente Bairon causando que estallara las risas en la mesa. – No le hagan caso, siempre esta con el entrecejo arrugado. – Dijo Naya intentando devolverle la pulla a Bairon; esto ocasiono otra ronda de carcajadas.
– ¿Cómo han estado? Esta vez fueron al norte, y por lo que he escuchado las cosas están difíciles ahí. – Cuando las risas pararon, Naya se dirigió a Clifford con un tono un poco mas serio. El cambio de tema provoco una variación en la cara de todos. – Es como dices, después de que los barbaros fueran repelidos de aquí, decidieron asentarse al norte... Guerras sin fin, se ha convertido en un infierno. – La cara de Bairon y Naya, cambio al instante. – Pero eso no puede se posible, aunque los barbaros son fuertes el reino de Slither tiene a los caballeros santos, es imposible que ellos permitan que el caos sucumba en el norte. – Dijo Bairon intentando razonar con el grupo. – Eso era lo que pensaban todos, cuando el rey mando a los caballeros santos hacia las fronteras para hacer frente a la invasión... Ninguno fue capaz de volver con vida. – Esto causo una sorpresa más grande para los dos, no lo creían posible.
– Los caballeros santos han caído... – Se repitió a si misma Naya. Ella estaba segura, que ese evento sería el precursor de una vorágine que estremecería el continente. El ambiente de la mesa se había vuelto algo pesada, la sorprendente noticia había caído a Naya y Bairon como un cubo de agua fría. – Cambien esa cara chicos, no todo son malas noticias. – Dijo Angus intentando mejorar el humor de todos. – Todos deben saber porque hemos vuelto a Oblivium... – Dijo lentamente mientras dirigía su mirada a cada uno. – "Solo puede ser por una cosa..." – Pensó Naya esbozando una pequeña sonrisa. – El festival de las mil noches. – Dijo Klarise terminando la frase que estaba a punto de decir Angus.
El festival de las mil noches era una antigua tradición de Oblivium, su procedencia era muy discutida por historiadores, algunos decían que venían de nuestros antepasados nómadas, otros decían que el primer rey fue el que implanto la idea por primera vez para subir la moral de sus soldados antes de una gran batalla. Nadie estaba seguro de donde venia, pero si tenían algo en común. Todos estaban de acuerdo que era el día del año mas importante en todo el reino, ya que era el momento cuando los niños se hacían hombres y daba paso a una nueva generación de guerreros que protegerían Oblivium con sus vidas.
– Conocemosa un amigo que-. – Cuando Angus estaba a punto de acabar la frase, la puertadel bar se abrió de par en par. Un hombre rechoncho lleno de sudor y con lacara roja por el sobreesfuerzo, entro a toda prisa casi estrellándose con todaslas mesas que tenía por delante. Con la poca fuerza que le quedaba, intentopararse lo mas recto posible y con una fuerte voz grito. – ¡Las bestias han atacado de nuevo!