10 de enero de 2018. La Unión, Ezeiza.
Querida Alma:
Te escribo después de tantos años porque, acomodando las cajas para la mudanza, encontré nuestra última foto juntos antes de que todo cambiara, antes de que nuestra amistad quedará en el olvido hasta desvanecerse.
Sinceramente nunca deje de pensar en vos ni en todo lo que vivimos esos años de amistad, pero nunca me animé a escribirte hasta ahora.
Recuerdo lo unido que éramos. Desde que nos conocimos aquella primaveral mañana de invierno, cuando cruzamos nuestra mirada sentí una conexión, una unión. Dicen que los ojos son la puerta al alma, que en ellos vemos lo que hay dentro de uno, lo que uno calla, y eso es cierto. Éramos diferentes, reflejábamos lo que las distintas experiencias vividas nos habían causado, siempre sonrientes y positivos, nuestras edades y pensamientos también eran notablemente diferentes, pero a pesar de todo nos hicimos mejores amigos, incluso hermanos. Cada mañana le contábamos al otro nuestros sueños para que los "interpretara", o al menos lo intentara, y nunca faltaba el consejo o la seguridad respecto a ellos. Muchos de ellos eran diferentes, dependían de nuestros estados de ánimo, pero otros eran similares o estaban relacionados, como la cabaña que daba al lago, en medio de un bosque. ¿Te acuerdas de ella?
Nunca cambiaría el tiempo que pasamos juntos, tu amistad fue una de las cosas más valiosas que tuve en mi vida. El uno conocía al otro más y mejor que así mismo. Con un pequeño gesto, con una mirada, con una reacción o con el simple hablar ya sabíamos si al otro le pasaba algo.
Todo estaba bien, pero, de un día para otro, todo cambio, vos cambiaste cuando descubriste que estaban jugando con tus sentimientos, cuando te rompieron el corazón. La chica fuerte, valiente y feliz que conocía desapareció. Te volviste fría y distante. Quise ayudarte, como era costumbre, pero no me lo permitiste. De un momento a otro nos volvimos desconocidos y poco a poco nos apartamos, hasta perder definitivamente el contacto.
Ahora me doy cuenta que no debí rendirme, que sin importar que tan pesada era la carga, tenía que haber seguido intentando ayudarte y mantener la gran amistad que teníamos, haber encontrado una forma de que todo volviera a estar bien, pero no lo hice y asumo la culpa de ello, asumo la culpa de haberte fallado cuando más me necesitabas.
Siguiendo con mi vida, con mis sueños, comprendí tu situación y la mía en aquel momento y descubrí que era lo que necesitabas, que era lo que debía haber hecho.
Nuestros caminos son un misterio. No sabemos hacia dónde nos lleva la mano del destino que nos controla como piezas de su brillante y enorme tablero de ajedrez. Piezas de arcilla moldeada a imagen del artesano, hechos a su gusto, cuyas delicadas manos nos dan forma y vida, nos perfecciona constantemente. Nos realiza para que seamos la mejor versión de nosotros mismos, para que vivamos sin arrepentirnos de nada, para que disfrutemos cada instante junto a los seres a los que aprendimos a amar. Creemos en el libre albedrío, pero necesitamos que alguien nos guíe, que alguien nos muestre el camino a seguir y nos acompañe siempre, somos seres dependientes. Yo necesitaba entender que fue lo que nos sucedió y ahora lo hago. Ahora entiendo todo.
Espero que hayas podido ser feliz y seguir tus sueños, superando todos los problemas, las pruebas de la vida y tus limitaciones tanto físicas como espirituales.
Para concluir esta carta me gustaría citar una de las frases que surgió en nuestra última conversación: "Somos la consecuencia de las miradas de los que nos rodean, de aquellos que nos han mirado a lo largo de nuestra vida, miradas buenas y malas". Somos lo que recibimos y damos en la vida, nos formamos a partir de los otros. Siempre tenemos una parte del otro en uno mismo y yo siempre me quede con lo mejor de vos, con aquellas cosas buenas que siempre dabas a todos, con esa sonrisa y ese lado dulce y amable que presentabas frente a cualquier problema o día malo. Siempre te guarde en mi corazón como a un preciado tesoro.
Me gustaría que podamos volver a hablar, arreglar las cosas y ser nuevamente amigos. Tener un nuevo comienzo.
Atentamente y con cariño, Cuerpo.