¡Dong! *
- ¡Ese es el último! ¡Primera parte del recorrido completada! ¡Por favor hagan 10 filas de 20 personas!
Los aspirantes que lograron llegar a la meta siguieron las indicaciones, sus rostros con falta de aire y constantes rasguños eran la prueba irrefutable de su enorme esfuerzo.
A excepción de un pequeño grupo de personas.
- ¡Fácil! ¡Fácil! ¡Demasiado fácil!
- Hermana, estas siendo ruidosa.
- Oh vamos, déjala celebrar, no es como que esté equivocada.
- Tú no eches más leña al fuego.
Había 3 jóvenes mujeres hablando entre ellas, sus orejas y colas de guepardo demostraban su raza, mientras que sus rostros y complexiones prácticamente iguales hacían obvio su parentesco.
- No se distraigan, incluso si les pareció así no deben bajar la guardia, estamos hablando del clan que protege a la corona, estas pruebas deben tener un significado más profundo del que muestra. ¿Verdad?
- Hum.
- Ham.
Un hombre humano en medio de sus 20 trató de aleccionar a las trillizas. Sus intentos no tenían malicia y su voz provenía de un rostro sano y confiado, aunque también olía un poco a alcohol.
El par de hombres oso en su espalda asintieron con un bufido ronco. Ninguno de los 2 era una persona de muchas palabras, pero de alguna manera ni su apariencia de guerrero inamovible o su actitud aparentemente desinteresada eran detonantes de rabia.
Uno de ellos se acercó a la trilliza de aspecto más maduro, sus hermanas se posicionaron a sus laterales con miradas penetrantes y manos listas para apuñalar.
- Umm, ¿Puedo ayudarlo en algo?
- …
El hombre con impacientes orejas de oso llevo su mano a al saco de cuero colgando de su ancha cintura, y de él saco un hermoso ramo de flores de colores brillantes.
- … Para ti.
...…
¡¿Ha?!* Exclamaron las hermanas y las personas circundantes.
La chica del regalo, con su mente saltando en la cúspide de la impresión miró el rostro del hombre, lo que vio fue una pared tensa y robusta que no parecía cambiar de expresión, sin embargo, a los pocos segundos esa pared comenzó a pintarse de rojo.
En reacción su propio rostro fue envuelto con el mismo color.
- Um… G-Gracias…
Con una mano nerviosa recibió el regalo, el hombre de inmediato le dio una pequeña reverencia y volvió con su amigo, quien lo recibió con un "¡UMU!" y un gran pulgar al cielo.
Ambos intercambiaron un apretón de manos como para felicitarse mutuamente.
- Woah, a eso le llamo hombría.
- Yo diría impaciencia…
- ¡Hum! ¡Hem!
- ¡Hom! ¡Ham!
- ¿Se supone que están conversando?
- Ni idea…
Ciertamente esos hombres tenían una amistad que sobrepasaba las palabras convencionales. Todos tuvieron que pensar algo asi para encontrar el sentido en su accionar.
- Tch… Este no es lugar para hacer mierda como esa, idiotas…
Un poco lejos de la escena había una mujer elfo disgustada con el ceño fruncido. Su elegante uniforme cubriendo las curvas en su cuerpo era una latente advertencia que remarcaba lo malo que sería meterse con ella.
- Una flecha rota eh, supongo que el trabajo de mercenario dejo de ser una opción.
- ¡Shh! Cállate idiota… Sigue siendo un elfo con un arco… Y si es una flecha rota entonces es tan peligrosa como los cerezos, no te conviene pelear.
- Cierto, larguémonos de aquí, de todas formas, dudo que un mercenario sea admitido.
- De verdad necesitas cerrar la boca…
Las personas chismoseando movieron los pies a donde la elfa no pudiese verlos, fue entonces cuando ella decidió esconder su rostro con el pañuelo en su cuello y caminar hasta el final de la fila en silencio.
Nadie se atrevió a entablar mayor conversación en esa fila.
- La calidad no es mala, pero tenemos algunos excéntricos que podrían ser problemáticos.
- ¿No es mejor así? A los demonios les costara un poco más masticarlos.
- Hahaha, que mala persona eres.
- Heh, te aseguro que no serás el único que piense eso.
El samurái caminó al frente de todas las filas, la pantalla de antes volvió a aparecer, ahora mostrando el número que los brazaletes tenían en colores azules y rojos.
- ¡Su atención! ¡Todos los que vean el número de su brazalete en azul muévanse a la derecha! ¡Los rojos a la izquierda!
Sin retrasarse un segundo, los grupos se dividieron. Junto con otros varios samuráis, Molly esperaba alrededor de los números rojos, un suspiro aliviado se escapó por accidente de su boca al notar que Lea estaba con los azules.
El samurái hablando en el frente volteo con su compañero por unos segundos, él estaba hablando con los ninjas, una vez termino asintió al samurái, indicando que era seguro continuar.
Con sus ojos puestos sobre la audiencia, dejo salir la condena al mismo tiempo que una mesa de piedra era creada con magia frente a los aspirantes.
- Todos los números rojos dejen el brazalete sobre la mesa, quedan descalificados.
- ¡¿Qué?!
- ¡Debe ser una equivocación!
- ¡No me jodas! ¡Fui de los primeros!
Una gran discordia se propago en el grupo rojo, muchos de los aspirantes rompieron las filas y comenzaron a acercase a los samuráis.
- ¡Oye! ¡Explícate! ¡¿Qué mierda significa esto?!
- Significa lo que significa, todos ustedes quedan descalificados porque no pasaron nuestros criterios de selección.
El samurái fue implacable con sus palabras, solo podías notar una profunda serenidad en su voz, y, aun así, la llama del conflicto no se debilito en lo más mínimo.
- Hijo de perra… ¡Eso no responde una mierda!
Fuuuu*
El aspirante acerco su mano al samurái con la intención de tomarlo del cuello, sin embargo, un agudo silbido se interpuso en el camino, segundos después…
- ¿Huh? ¿Pero qué?
El aspirante miró su brazo, había una sensación punzante emanando del antebrazo, mirándolo con detenimiento encontró un pequeño corte dejando libre a la sangre.
- …Bastardo… ¿¡Te atreves a cortarme!?
La mano del aspirante busco su arma, la pelea estaba por comenzar.
Thud*
No obstante, el sonido de algo cayendo al suelo detuvo la confrontación, como para no perder un ritmo macabro, gotas de algo liquido comenzaron a besar el suelo.
¡!*
El público se conmocionó. La situación había tomado un camino desagradable.
- ¿Eh?... ¿Q-Qué es esto?, ¿D-Donde está mi brazo?...
- ...
El aspirante estaba escéptico, hace unos momentos iba a pelear hasta que su orgullo se recuperase, él pensaba que tenía ese derecho dado lo mucho que se esforzó. No obstante, un enorme problema había aparecido, y ese era la falta de extremidades, su brazo dominante había desaparecido, sin él no puede pelear.
- M-Mí brazo, ¿D-Donde? ¿Dónde está?
El aspirante entro en pánico, su mente se sumergió en un balde de agua fría que le permitió apaciguar sus violentos impulsos con el miedo y la confusión, lentamente volteo su cabeza a todas direcciones, necesitaba encontrar lo que era suyo.
- O-Oye, ¿No has visto mi brazo? E-Estaba justo aquí. A-Ayúdame a buscarlo, te pagare bien.
Los demás aspirantes se alejaron del hombre, era evidente que involucrarse con él solo traería graves problemas.
- Aspirante 143, de acuerdo al contrato que todos ustedes firmaron al ponerse los brazaletes y aceptar someterse a nuestros criterios de selección. Te aviso. Toda confrontación violenta a los miembros supervisando el proceso será respondida con las medidas máximas.
El samurái alzó su mano al aire, esperando a que algo aterrizara en ella.
- Por ende, te recomiendo abandonar las hostilidades y regreses por donde viniste, quedas exento de hacer la prueba en el futuro, y tu estancia en el reino de Lafonía queda permanentemente revocada, también le aviso que se enviará una carta a su reino de origen notificando lo sucedido.
Thud*
Finalmente calló. Aquel pedazo de carne que todos buscaban para satisfacer su curiosidad.
Cando el aspirante lo vio, sus lagrimeantes ojos perdieron la poca calma que tenían, un indescriptible dolor comenzó a apoderarse de su brazo incompleto.
"Le deseo suerte". Fue lo que dijo el samurái antes de convertir en polvo el pedazo de carne descansando en su mano con el veloz filo de su espada.
- Haa… Ahh… ¡WAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!
Los vasos sanguíneos explotaron, una olorosa y horripilante fuente de sangre baño la armadura de muchos samuráis aparentemente indiferentes.
Los aspirantes restantes solo pudieron observar impotentes y confundidos lo drástico que había sido el veredicto para el hombre retorciéndose en el suelo.
- Señores y señoras aspirantes, déjenme hablarles un poco de nosotros, ya que es aparente que tienen una idea un poco errónea de lo que es pertenecer a éste clan.
Mientras el hombre desaparecía de la vista de todos, y sus gritos eran ahogados por la oscuridad, el samurái prosiguió con su discurso como si nada grave hubiese pasado.
La calma en su voz era tan intimidante como la sangre evaporándose de su armadura.
- Protectores de la corona, salvadores, campeones, leyendas… Seguro que muchos, sino es que todos han escuchado que nosotros cargamos con títulos así…
Aunque nadie respondió, muchos de los aspirantes podían saber que muchos estarían de acuerdo con lo que dijo. Ellos mismos eran altamente conscientes de su hambre de gloria.
Un hambre que puede ser saciada volviéndote miembro del clan.
- No se equivocan, las personas pertenecientes al clan de la flor de cerezo sin falta crearan a personajes así de históricos, pero ello implica grandes riesgos y responsabilidades.
Clap* Clap*
La pantalla sobre la cabeza del samurái cambió de imagen, ahora su tamaño era el triple y mostraba cientos de videos diferentes mostrando a cada uno de los aspirantes presentes.
En muchos podía verse los combates y las muchas maneras en la que los aspirantes intentaron sabotearse los unos a los otros.
También podía verse el otro lado de la moneda. Aquellos pocos que decidieron ayudarse o unir fuerza para llegar con seguridad a la meta fueron un espectáculo digno de admirar, y los supervisores estaban al tanto de ello.
- Número 35, tu hechizo sin controlar quemó a varios de los otros aspirantes, si alguno de ellos hubiese sido un civil, toda tu carrera hubiese desaparecido junto con el fuego.
- ¡T-Tenía que llegar a tiempo! ¡No pude evitarlo!
- ¿Y tú piensas que esa es una respuesta digna del clan? ¿Puedes imaginarte a uno de nosotros diciendo eso a una familia que destruimos por nuestros errores?
- E-Eso…
- Número 376, al activar tu habilidad no solo destrozaste el suelo bajo tus pies, sino 1/3 de la carretera y un par de casas.
- ¡! ¡Ninguna pelea termina sin daños colaterales! ¡Eso no es justo!
- Ciertamente. Nuestro trabajo es mantener a salvo el reino al repeler grandes amenazas, y los daños colaterales muchas veces son inevitables, sí, sin embargo, eso no nos da el derecho a destrozar todo a nuestro alrededor. ¿A dónde quieres que regrese la gente cuando su casa fue hecha añicos?
- Debes estar bromeando…
- ¿Bromeando? ¿Lo de antes te pareció una broma?
- ...
- Exacto. Todos, por favor miren atrás.
Cientos de cabezas voltearon por donde llegaron, y lo que vieron fue desastroso.
- Horrible, ¿Cierto? Estas calles solían verse como algo que la capital real podía presumir… Ahora son escombros… Y todo gracias a ustedes.
Una dolorosa verdad abofeteó sus mentes, ninguno con un par de ojos funcionales se atrevió a negar lo que el samurái decía, pues todos ellos estaban conscientes de que de una u otra forma habían contribuido a la destrucción, incluso si esa no fue su intención inicial.
- Hogares en llamas, cristal de ventanas esparcido por todos lados, agujeros enormes en paredes y suelos. Díganme. ¿A ustedes les gustaría vivir aquí?
"No". Fue lo que todos pensaron y lo que nadie pudo decir debido al nudo en sus gargantas y estómagos.
- Si esto ocurrió en una simple carrera, no me quiero imaginar lo que hacen en un campo de batalla real.
El golpe final.
Toda la emoción y entusiasmo antes mostrado quedaron enterrados bajo pesadas olas de culpa, frustración y decepción.
Tap* Tap* Tap*
Uno de los aspirantes caminó al frente. En respuesta el samurái reposó su mano sobre el mango de su espada.
....
Ambos se miraban con una atmosfera tensa envolviendo sus alrededores. A juzgar por el comportamiento de ambos no pareciere que otro conflicto estuviese por comenzar, sin embargo, la dentadura que poco a poco se mostraba en el demacrado rostro del aspirante lentamente cambiaba esa suposición.
Badump* Badump*
Un latido colectivo fue el cronometro del momento. Había una lluvia de sudor frio tomando lugar en la zona, y los ojos se descontrolaban al igual que los puños cerrados cargando su fuerza.
"¿Lo hará?" "¿Atacará?" "¿Debería hacerlo también?".
Poco a poco, un desastre se aproximaba bajo el manto del conflicto.