Mi acompañante recibió una llamada y contestó.
- Leon, tengo una información que podría interesarte... - Oí la voz de una mujer.
- Cuéntame. - Dijo el norteamericano, alejándose un poco de mí.
No logré entender mucho la conversación, solo oí que hablaban de Los Iluminados y la hija del presidente de los Estados Unidos.
- Por cierto, hemos tenido un encontronazo con el mandamás del pueblo. Podría habernos matado, pero nos perdonó la vida... - Escuché a Leon decir. - No... está bien. No la dejaré, podría ser una testigo clave.
Lo último que oí me dejó pensando, ¿estaban hablando de mí?. Creo que soy un estorbo para su misión y podría terminar arruinándolo todo... Rayos, me pregunto cómo habrá llegado hasta el presidente.
- Entendido. - Dijo para finalizar la llamada y se acercó a mí.
Le dediqué una media sonrisa y suspiré.
-Leon ¿cómo conseguiste esta misión? - Pregunté curiosa.
Él me miró un breve tiempo, suspiró y me comentó.
- Recibí una formación especial a través de una organización secreta que trabajaba bajo el control directo del presidente. Yo debía asumir la responsabilidad de proteger a la nueva familia presidencial. Fue justo antes de asumir mis deberes de proteger a su hija, cuando fue secuestrada. - Dirigió su mirada hacia la ventana de donde el barbudo había saltado.- Esa es la última razón por la que estoy en esta parte rural y solitaria de Europa. Según nuestra inteligencia, hay información confiable sobre un avistamiento de una chica que se parece mucho a la hija del presidente. Al parecer, ella está siendo retenida por algún grupo no identificado de personas. - Se dedicó a mirar el suelo. - ¿Quién habría imaginado que mi primer trabajo sería una misión de rescate?
Yo me quedé pensando, que mala racha por aquel hombre, supongo.
- Pero ¿por qué? ¿por qué tú? - Cuestioné mirándolo de pies a cabeza.
- Porque soy un sobreviviente del incidente de Raccoon City, supongo. - Me miró.
Entonces decidí dejar el tema a un lado para seguir nuestro camino.
- ¿Qué hay de ti? - Me preguntó mientras caminábamos. - Tú sabes más de mí que yo de ti.
- Soy sólo una estudiante de intercambio, hija única, mi padre era un cazador, mi mamá era enfermera y el resto de mi familia trabaja en la agricultura, les gusta la naturaleza, pero yo soy diferente, me gusta el mundo tecnológico. - Observaba a mi entorno mientras caminaba. - Practiqué fútbol, krav maga y parkour. ¿Qué más te digo? ¿Qué me gusta el baloncesto y prefiero Los Ángeles Lakers que Miami Heat? - Dije lo último sonando sarcástica y él solo levantó una ceja.
- Interesante. - Fue lo único que comentó.
Llegamos a la orilla de un río y vimos a dos aldeanos en una lancha que se detuvieron a mitad de camino, no podía observar bien cual era el motivo de la parada, pero Leon con sus binoculares echó un vistazo.
- Mierda, no. - Murmuró.
- ¿Qué? ¿Qué está pasando? - Pregunté intrigada.
Me entregó sus binoculares y pude ver que aquellos dos hombres estaban levantando el cuerpo de otro, noté que vestía con uniforme policial, debe ser otro compañero del agente. Lo lanzaron al río y los aldeanos volvieron a nuestra dirección. Nos ocultamos detrás de unas enormes rocas, hasta que los dos hombres se alejaron.
- Tenemos que rescatarlo. - Dije y caminé con la intención de subir a la lancha.
Cuando de pronto sentimos unos pequeños temblores, pensé que era terremoto hasta que vi a un enorme monstruo marino saliendo del agua y llevando a su boca el cuerpo del policía, lo tragó entero.
-¡Jaaaicuee flauta! - Exclamé boquiabierta.
Leon y yo miramos la escena sorprendidos. La criatura regresó al agua. Mi corazón latía a mil revoluciones por hora. Nunca en mi vida había visto alguna cosa así.
- ¿Qué...hacemos...ahora? - Pregunté aún atónita por lo que acababa de ver.
- Tenemos que cruzar al otro lado del río. - Dijo firmemente el rubio.
- ¿Estás loco? - Cuestioné y él me entregó el mapa, le eché un vistazo y sí, tenía razón, todo por salvar a la hija del presidente.
Solamente suspiré. En este caso preferiría haber muerto desangrada.
- ¡Vamos, sube! - Dijo ya dentro de la lancha.
- Ima-imagina si soy devorada por esa cosa, no-no creo que esté preparada para vivir dentro de un monstruo marino como Jonás, todavía tengo pecados por cometer. - Tartamudeé asustada.
Con mi corazón en la boca subí a la lancha. Respiré profundo y nos dirigimos al río, nuestro objetivo era cruzar para el otro lado.
Todo parecía tranquilo, aunque pude ver el rostro de Leon, se lo notaba muy nervioso. ¿Pero quién demonios no estaría así? Joder, yo me estaba comiendo las uñas y rezando para que esa cosa no nos devorara.
Desafortunadamente, en el camino se nos apareció aquella criatura marina, nos empujó por debajo de la lancha y caímos al agua.
Yo trataba de ponerme a flote con todas mis fuerzas, la mochila que llevaba en mi espalda era pesada, estaba por ahogarme, pero el agente me dió una mano, me quitó la mochila y nadó lo más rápido posible. Yo me quedé manteniéndome a flote, mirando a mi alrededor y pronto logré ver al monstruo que se dirigía hacia mí.
Nadé, desesperadamente, por detrás de Leon, él tiró la mochila en la lancha que, afortunadamente, no le había ocurrido ninguna rotura. Subió y me ayudó a ponerme a salvo.
Me recosté en un costado, pero pronto puse mi cabeza fuera de la lancha y vomité, había tragado agua que apestaba.
- Laura ¿estás bien? - Me preguntó Leon, mientras me tocaba el hombro.
- S-sí... - Tosí un poco hasta recuperarme y solo asentí. - Gracias.
Observé todo el río, al parecer la criatura marina había desaparecido bajo el agua. No tardamos en darnos cuenta que el ancla había caído, cuando el rubio iba a subirla, se atoró. Ambos nos miramos intrigados.
De pronto vimos las cadenas del ancla estirarse.
- Mierda, ¡sujétate! - Exclamó Leon.
Sentimos la lancha moverse, al parecer el ancla había quedado atorado por aquel monstruo y fuimos arrastrados. Tuve tanto miedo que comencé a gritar. Estaba en pánico.
Con mi adrenalina al límite vi tres arpones en una esquina, medio cubiertos por una carpa negra. Cuando la lancha se detuvo solo pude oír a mi acompañante maldecir, me puse de pie y vi que el monstruo se estaba acercando a muestra dirección. Leon intentaba arrancar el motor de la lancha, pero no parecía funcionar. Entonces agarré uno de los arpones y se lo lancé a aquella criatura, le había acertado en su cabeza y se alejó.
Kennedy me miró sorprendido, entonces él se puso de pie y agarró otro arpón, esperó a que esa cosa regresara y al volver lo clavó en el cuello.
- Le bloqueaste sus branquias. - Dije en español pero él no me entendió. - Tírale en la boca.
Leon preparó el último arpón y apuntó, lo lanzó justo cuando el monstruo abrió su boca, este comenzó a perder mucha sangre y a ahogarse en las profundidades.
- ¡Yeah! ¡Muere hijo de perra! - Exclamé victoriosa.
Lo que no habíamos notado era que el ancla, que se había atorado por esa criatura, se rompió de la lancha y la cuerda se enredó por mi pie, motivo por el cual me arrastró.
- ¡No, no, mierda! - Exclamé desesperada.
Antes de caer al agua, el norteamericano me sujetó, quitó su cuchillo y comenzó a cortar la cuerda hasta dejarme libre, nos habíamos acostado en la superficie de la lancha y suspiramos aliviados.
- Gracias. - Murmuré y me senté en una esquina.
- Parece que por fin pudiste darte un baño ¿ah? - Comentó el agente quién se recostó en la otra esquina.
- Igual que tú ¿no? - Levanté mi ceja mirándolo. Y él solo negó para luego salpicarme un poco de agua y poner en marcha la lancha. - ¡Hey! - Exclamé e hice lo mismo pero él ya ni se molestó.
Luego de eso, habíamos llegado al otro lado del río, nos bajamos de aquella máquina y me coloqué la mochila en la espalda. De pronto él comenzó a sentirse mal. Logré ver que tosió sangre y se retorcía de dolor presionando su abdomen.
- Leon, ¿qué pasa? - Pregunté preocupada.
Lo sujeté para que no cayera al suelo, se lo notaba muy débil, ¿pero cómo? Hace un rato estaba bien.
Observé una pequeña casa y decidí ingresar en ella, Kennedy se recostó por la pared mientras yo verificaba el lugar con la pistola y cerré la puerta, repentinamente el rubio cayó al suelo inconsciente.
- Rayos, agente. - Murmuré y me arrodillé a verificar su estado.
Tomé su pulso, aún estaba vivo, respiré aliviada aunque eso aún no me quitaba la preocupación. De pronto sentí que alguien apuntó una pistola a mi cabeza.
- No te muevas. - Me dijo en español, esa voz me sonaba.
- ¿Pamela? - Pregunté y me di la vuelta.
- Dije que no te movieras, rulita.
Yo me reí, ella me miró seriamente y levantó una ceja.
- Conozco esa expresión. - Dije levantándome mientras guardaba mi pistola. - ¡Pamela no! - Exclamé pero ya fue tarde, me dió uno de sus diabéticos abrazos.