Leon y yo recorrimos todo el sitio en busca de materiales que nos pudieran ser útiles. Habíamos entrado a una casa, era donde yo me había hospedado con mis padres y mi tío, la encontramos algo desordenada y yo suspiré.
Fui a mi habitación en busca de mi maleta, la había guardado debajo de la cama y quité algunas ropas de cambio, mientras que el norteamericano se había quedado en la sala.
Me dirigí al baño, me quité la ropa y abrí la ducha pero no salía ninguna gota de agua. Me quedé mirando como si nada y no tardé mucho en irritarme y comenzar a gritar como una loca enfurecida.
De pronto oí un ruido proveniente de la ducha y la miré atentamente esperando a que saliera agua, hasta que por fin hubo... pero la ducha comenzó a derramar sangre.
- ¡Ahh! - Solté un grito de susto y di unos pasos atrás, intenté cerrarla pero no funcionaba.
- Puta vida, lo que faltaba. - Murmuré ya controlándome.
Decidí simplemente cambiarme de ropa, colocándome unos pantalones cortos tipo jeans y una camiseta.
- Laura ¿te encuentras bien? - Preguntó Leon desde el otro lado de la puerta.
- Sí, sólo que... - Abrí la puerta, ya me había vestido para entonces. - Hoy no es mi día. - Dije y salí del baño para dejar ver toda la sangre que la ducha derramaba.
Pude ver que el rostro de Leon expresaba esa sensación de querer vomitar.
- Esto es apestoso. - Dijo cubriendo su nariz y su boca para luego cerrar la puerta del baño.
- No me digas. - Dije algo cortante, ya me cabreé un poco.
Me senté en la cama y miré al rubio que llevaba la escopeta de mi padre, simplemente sonreí melancólica.
- ¿Qué pasa? - Preguntó confundido por mi mirada. Hasta que se fijó de la escopeta que cargaba consigo. - Ahh, es esta escopeta. La encontré en la sala, pero solo tiene cinco balas.
Me puse de pie y de un mueble quité más cartuchos para aquella arma, pero también encontré una foto donde yo estaba junto a mis padres en mi antigua casa ubicada en Paraguay.
- Tal vez esto te sirva. - Dije para luego quitar aquella foto y guardarla en mi bolsillo, seguidamente le dejé el paso libre para que tomara los cartuchos.
- ¿De dónde quitaste todo esto? - Me preguntó mientras guardaba los cartuchos.
- Es de mi papá, él era cazador, fanático de la armería. Me ha enseñado a usar armas de todo tipo y una de sus favoritas era esa escopeta. - Le expliqué y quité de un armario una caja de primeros auxilios, tenía que curar esta herida porque sería peor si se me infectaba.
- Déjame ayudarte con eso. - Leon vió aquello y decidió ayudarme.
Le entregué una crema cicatrizante, agua oxigenada, y una venda. Él procedió a realizar la curación de mi pierna mientras yo me senté en la cama.
- Si sabes usar armas ¿por qué no llevaste la escopeta de tu padre cuando todo esto ocurrió? - Me preguntó.
- Estaba en pánico, no sabía que hacer, sólo quería huir... Espera. - Lo interrumpí antes de que me colocara el vendaje y le mostré un hilo y una aguja. - Esto será de mucha ayuda. ¿Sabes coser?
Leon no dijo nada y solo lo hizo, logró cerrar la herida. Esto fue como una cirugía casera, y vaya que dolió bastante. Para terminar lo vendó y listo, ya me sentía un poco cómoda.
- Muchas gracias, Mr. Kennedy. Por cierto ¿Puedo saber quién es esa chica a la que estás buscando? - Pregunté curiosa, pero él solo se puso de pie y me ignoró. - ¿Es tu novia?
- No.
- ¿Tu hermana? - Insistí.
- No.
- ¿Prima, sobrina, algún familiar? ¿Amiga? Dime algo, no quiero morir aquí sin saber por qué demonios estoy aceptando acompañarte. - Dije pero él no dijo nada. - Ooh, es un secreto. ¿Qué eres? ¿Una clase de agente? ¿Sabes qué? Mejor no contestes, es tu misión ¿confidencial, no?. - Me puse de pie. - Supongo que debemos continuar. - Dicho esto salimos de la casa y caminamos por el pueblo.
El sitio era tan silencioso a excepción del sonido de nuestros pasos y de algunos cuervos que volaban.
- Creo que ya sé el motivo por la cual de la ducha salió sangre. - Me avisó Leon acercándose a mí. - Hay varios cuerpos humanos mutilados dentro del tanque.
Cuando dijo eso no me lo quise ni imaginar, deben ser los cuerpos de los turistas que vinieron con nosotros y por ende el de mis pa...
- ¿Estás bien? - Me preguntó al ver mi rostro pálido.
- No debiste decírmelo. - Dije y sin esperar alguna palabra de parte suya, crucé una enorme puerta.
Al abrir nos dirigimos a un lugar parecido a una granja. Leon, me miraba preocupado, al parecer quería decirme algo pero no se atrevía. Entonces preparó su pistola mientras que la escopeta la llevaba colgada por la espalda.
Al caminar unos metros, encontramos un mapa del pueblo colgado por un árbol, mi acompañante lo tomó y lo guardó en su bolsillo.
La zona parecía estar vacía, a excepción de unos animales que vagaban por ahí, tuve un mal presentimiento, hasta que en un abrir y cerrar de ojos se nos apareció un poblador.
- ¡Cuidado! - Exclamé y empujé a Leon muy fuerte echándolo sobre la arena.
Aquel habitante falló su ataque y rápidamente tendido en la superficie, el norteamericano, lo disparó en la pierna, derribándolo.
Leon se puso de pie y me miró asintiendo en modo de agradecimiento. Por el ruido ocasionado por aquel disparo, comenzaron a llegar más de ellos, así que nos pusimos en marcha para salir de ese sector, mientras él disparaba contra los que se nos acercaban.
Logramos cruzar otra puerta y la trancamos con un palo de hierro para que no atravesaran.
Había un único camino, era una bajada, seguimos aquella dirección. Era tan silencioso.
- Ya dilo, te acabo de descubrir. - Dije tratando de obtener alguna respuesta sobre quién era él en realidad, parecía ignorarme, él miraba cautelosamente la zona.
De pronto se detuvo, entonces yo también. Algo no andaba bien, él giró y me puso detrás suyo. Por lo visto es bastante protector.
Oímos un extraño sonido y sentimos temblor en el suelo, no tardamos en observar una enorme roca rodando a nuestra dirección.
- ¡Corre! - Gritó Leon girando.
Ambos comenzamos a correr por nuestras vidas.
¿En serio? Con una pierna lesionada ¿No puede haber otra cosa peor?.
Yo apenas podía correr, ni siquiera sabía a dónde íbamos a parar, repentinamente Kennedy se tiró sobre mí y esquivamos la roca que fue a chocar contra una pared.
Me fijé que el norteamericano estaba encima mío y estábamos en el suelo.
- Me asfixias hombre. Esto es raro, levántate. - Lo empujé bruscamente tirándolo al suelo. - Al fin aire puro. - Suspiré.
- Lo-lo siento. - Dijo Leon boca arriba mirando al cielo tendido sobre el terreno.
- No te preocupes, odio los abrazos pero de todos modos gracias. - Comenté mientras me ponía de pie y me sacudía.
Le tendí una mano y lo ayudé a levantarse, para luego así continuar nuestro camino.
Llegamos a un lugar dónde habían dos construcciones destruidas, y al fondo se podía contemplar una casa.
- Entonces, ¿no me lo dirás? - Yo iba a dar un paso adelante cuando me detuvo.
- Espera. - Dijo y me mostró una línea infrarroja a unos centímetros de distancia a mí.
Me señaló a dónde llegaba esa línea y eran explosivos.
Entonces dimos unos pasos atrás y el rubio disparó para explotar aquella trampa antes de que nos explotara a nosotros. Lo miré en forma de agradecimiento, hasta que de pronto nos fijamos que un hombre tenía unas dinamitas en sus manos y lo lanzó a nuestra dirección, retrocedimos para que no nos llegara la explosión.
- ¿Pero qué mierda? ¿Estamos en una guerra? - Pregunté y Leon se puso a disparar.
Pude notar que uno estaba cargando consigo una dinamita y se preparó para lanzarla a nosotros, pero mi acompañante disparó el explosivo en su mano y estalló haciéndolo trizas.
- Woow. - Fue lo único que pude decir.
- Vamos. - Dijo él al pensar que el camino estaba despejado, pero apareció otro poblador corriendo hacia nosotros con una dinamita.
- ¡Aaahh, un kamikaze! - Grité y el norteamericano le disparó en la pierna, ocasionando su caída, pero la dinamita cayó muy cerca de nosotros.
- ¡Cúbrete! - Exclamó el rubio y ambos tuvimos que correr y tirarnos entre un maizal.
La dinamita explotó y nos salvamos de esta.
- Eso fue un poco suicida. - Dije sacudiéndome.
Nos repusimos y nos dirigimos a aquella casa, la puerta estaba bloqueada con candado, pero Leon con su cuchillo la abrió. Sí, definitivamente él tiene que ser un agente o algo similar.
Al ingresar notamos que estaba vacío, pero él igual sujetaba su pistola ante cualquier peligro. Fuimos a un pequeño pasillo, había explosivos y él se encargó de ellos.
- Parece que nadie está aquí. - Comenté cuando ingresamos a una sala.
Leon comenzó a tocar algunos muebles, yo ya empezaba a aburrirme.
¿Qué piensa encontrar? ¿Un pasadizo secreto?.
Hasta que empujó un estante y encontró un pasillo.
Creo que me retracto.
Caminamos hasta oír un murmuro proveniente de un armario. Ambos miramos aquel mueble, el único en aquella pequeña sala.
Kennedy se acercó con la intención de abrirlo, mientras sujetaba su arma. Al hacerlo, del armario cayó un hombre amarrado de manos, con la boca cubierta por una cinta.
El norteamericano se acercó al hombre para quitarle la cinta de la boca.
- Ah, un poco rudo. ¿No crees? - Dijo aquel hombre.
Entonces lo volteó y lo comenzó a desamarrar.
- ¿Tú no eres como ellos? - Preguntó.
- No, ¿y tú? - Dijo Leon.
Terminó de desatarlo y éste se giró para sentarse al suelo sacudiendo su mano de dolor.
- Okay. Tengo solo una pregunta muy importante. - Dirigió su mirada a mí y luego al rubio.
Lo miré fijamente, tenía el cabello medio largo, una chaqueta de cuero sin mangas, una camisa blanca pero de blanco tenía muy poco, de hecho estaba muy sucio, ese pantalón que llevaba y esos zapatos, lucía como un vaquero, pero no era un norteamericano, su acento era muy diferente...
- ¿Tienen cigarrillo? - Preguntó.
- Tengo chicle. - Contestó Leon.
De pronto aquel hombre y el norteamericano me observaron asombrados, oí pasos detrás mío, me giré a ver, habían tres hombres, dos que vestían como los habitantes y uno alto, pelado y con barba.
- Perfecto, el pez gordo. - Dijo el hombre que hallamos.
Yo di un paso atrás y me puse a la defensiva.
- ¿Qué? - Preguntó Leon.
Entonces el rubio corrió y lanzó una patada pero el pelado barbudo lo atajó del pie con una sola mano. Leon se asombró y, con un simple movimiento, el barbudo lo empujó haciéndolo volar y dejándolo caer, seguidamente, encima del armario y de aquel hombre. Ambos quedaron inconscientes.
Yo, me asusté y rápidamente tomé la pistola de la chaqueta de Kennedy, sin dudarlo disparé a aquel sujeto pero no le hice ningún daño, se acercó a mí tomándome del cuello, me elevó con una sola mano, ya me quedaba sin aire, trataba de patearlo pero mis piernas no lo alcanzaban, no tardé en dejar de resistir y me arrojó al suelo. Caí desmayada.