El final del viaje en vida.
Mi alma se esparcía. Me sentía en todos lados, en cada miembro de mis familiares y amigos. Aquellos hombres y mujeres cabizbajos mirando mi propio ataúd lloraban, recordaban y sentían un dolor tan fuerte que, mis propios átomos parecían volverse débiles ante las sensaciones de todos. Yo sentía todo y nada, veía todo y nada, y observaba, desde aquí arriba y desde todas partes, mi propio rostro; irreconocibles y tan superficiales cosas veía yo que, de algún modo, la muerte tenía el sentido que la vida no.
Toda mi vida busqué una respuesta, busqué el resultado de todas las dudas que el universo me otorgaba. Y sin embargo, siempre debí buscar una pregunta... ¿Cómo quiero realmente vivir? ¿Cómo realmente quiero que mi alma me vea, una vez que este viaje se termine?