Prisión paterna.
Las sábanas de seda recién planchadas huelen a jazmín, y hacen estremecer de placer al jovencito de cabellos oscuros. Las pequeñas manos de su bebé se alzan hacia arriba, intentando alcanzar todos aquellos muñecos colgados del techo que tantas canciones cantan y tantas noches lo cuidan. El joven de cabellos oscuros, más conocido como James, sonríe ante aquel extraño capricho que tiene su hijo al mirar los animales de felpa.
El niño, mientras tanto, parece paralizado. Sus ojos están totalmente perdidos. James no puede contener aquel placer y, una vez que ya no necesita satisfacer sus necesidades sexuales, se sube el pantalón y deja a aquel bebé desnudo y vulnerable encerrado en aquel cuarto. Aquel bebé el cual una vez ha sido considerado hijo, quiere alcanzar las aves de peluche para volar junto a ellas y salir de aquella prisión que su propio padre alguna vez creó.