—Lamento tanto que te involucraras en esto —Fabian dijo con un tono de pena que iba de acuerdo con su rostro. Estaba parado frente a Corey, en el pasillo que conducía a las habitaciones.
La tripulación de Fabian y la escolta de Lisa habían regresado sin muchas noticias del objetivo primario, pero ya se habían entregado reportes con todo lo acontecido respecto a la traición de Aasim. La Capitana Demmogh deliberaría con el resto de los líderes para tomar una decisión sobre los actos cometidos por el mago Aasim.
Corey contempló con interés a Fabian; no había estado molesto con el comportamiento de ese pirata, pues era todo lo contrario. Fabian era tan real, mostraba vulnerabilidad de una forma honesta, se conducía como un líder pacífico y congruente, pero también como un temido pirata. Sin embargo, Corey creía que su propio sentir estaba modificado por su mecanismo de defensa. Sí, Fabian era un chico amable y respetable, y era la persona que había salvado su vida.
—Descuida —Corey ofreció con una sonrisa—, no estoy molesto.
Fabian miró de vuelta a Corey; sus ojos claros denotaban una especie de tristeza.
—P-Por cierto… —Fabian aclaró la garganta y cambió el tema—; creaste a un dragón.
—No —negó el adolescente—, en realidad resucité a uno que yacía muerto en las profundidades de ese sitio, y fusioné aquella energía dormida con la Dragonita que me obsequió el Capitán O'Donnel.
—¿R-Resucitar?
—Mi poder es… muy peculiar. Incluso la piedra de Dragonita me permite traer a la vida, por unos instantes, a esas creaturas tan místicas.
—Además de la Magia de Tiempo, ¿qué no puedes hacer?
Corey sonrió con timidez. Ser halagado por su potencial no era algo a lo que estaba acostumbrado.
—No puedo controlar a los dragones como la Princesa de las Leyendas… pero puedo interactuar con su magia y esencia si éste lo permite.
—¿No se supone que eso es magia muy arcana?
—Sí, magia que los primeros fundadores de las Diez Familias Élites de la Magia usaban. Tú, si desarrollaras tu poder bajo un régimen duro y cruel, podrías hacerlo. Por tus venas corre la sangre de los Demmogh. Pero no te lo recomiendo.
—¿No?
—Dime, ¿estarías dispuesto a doblegar a un dragón en contra de su voluntad?, ¿de corromper tu esencia como un hechicero hasta convertirte en un esclavo del mismo flujo de la naturaleza más vil y cruel que existe en la magia? Tú posees al dragón de la Piratería, ¿cierto?
Fabian sacó de su bolsillo el cristal estético de tonos oscurecidos.
—Si usaras ese tipo de magia, consumirías la vida de esta creatura —Corey continuó con la explicación—, hasta que un día Piratería desista y perezca para siempre.
—¿E-En realidad pasaría eso?
—Sí. Mi magia… no es algo que deba ser tomado a la ligera. Por eso mismo negué mi partida a Ignitem y convertirme en el esclavo de Ignatis Magika. No deseo matar a seres como los dragones sólo porque otros buscan poder.
—C-Corey…
—Puedo enseñarte a dominar los elementos, a emplear hechizos específicos para tu magia, pero nada más.
—De acuerdo.
Por unos momentos no hubo más sonido; los dos jóvenes se contemplaron y aguardaron. Fabian movió la mano y tocó con suma cautela la mano de Corey. Corey suspiró y agachó el rostro.
—¡Capitán! —la voz ronca de un hombre interrumpió la escena.
Fabian desistió de su acción; giró un poco y encontró a Héctor.
—La capitana lo está esperando en su oficina, quiere que usted y el joven Valkyries se presenten cuanto antes. Creo que se decidirá la suerte del traidor.
—Comprendo —Fabian dijo—, vamos en seguida.
***
En la oficina de la Capitana Demmogh todos los capitanes de alto rango estaban presentes, y algunos piratas de alta influencia en las líneas frontales. Lisa aguardaba junto a su padre y dos piratas que parecían hermanas gemelas de unos treinta años y aspecto de rufianes. Luego estaba Leora a un lado de dos hombres con apariencia de ladrones crueles y desalmados. Al final, frente al escritorio, en la silla de respaldo alto, se hallaba la Capitana Demmogh. Corey y Fabian habían arribado junto a Hector y ocupaban un sitio libre frente a la pared del mapa gigantesco.
De pronto, la sala estalló en discusiones sin orden; la mayoría reprochaba en contra de Aasim y la mala seguridad que tenían respecto al otorgar cargos en los navíos, pero el silencio regresó una vez la puerta se abrió.
Aasim fue empujado hacia el frente por los dos piratas que lo escoltaban; estaba esposado, y se habían usado cadenas especiales en sus manos para que no pudiera usar magia.
—Capitana —el primero en hablar fue el Capitán O'Donnel con su clásica voz varonil—, este brujo cometió el acto más alto de traición: atentar contra la vida de nuestro líder supremo.
—Es verdad —Lisa agregó molesta—, nadie puede ser perdonado por tal acto.
—Pero —repuso uno de los hombres junto a Leora—, no debemos olvidar que lo hizo por razones justas.
—¿Razones justas? —Lisa reprochó—, ¿es una razón justa intentar matar al Capitán de la Bandera Negra y a su tripulación entera sólo porque no le simpatiza? Yo estuve allí, Capitán Giovani, yo sé lo que vi. Aasim usó un hechizo para destrozar al barco y para matar a nuestro máximo líder.
—Sí, lo comprendo, pero nuestro máximo líder es una burla.
—¿Qué dijiste, Giovani? —ahora contrapuso el Capitán O'Donnel.
De un momento a otro toda la sala se inundó en pelas de palabreríos, y el asunto escalaba a toda prisa. Los presentes comenzaron a sacar sus armas para amenazarse unos a los otros; todos excepto la Capitana Demmogh, Fabian y Corey.
—¡Silencio! —la voz fuerte de la Capitana Demmogh sonó.
Todos aguardaron y contemplaron a la mujer.
—Pensé que era claro, Giovani, que nuestro antiguo Capitán Demmogh otorgó ese puesto a su hijo, a Fabian. —Mirna inició su andar por la habitación—. Mi hijo es el líder máximo, aunque todavía yo ejerza mucho del poder que le corresponde a él, no quiere decir que voy a tolerar más estos actos de deslealtad contra la Bandera Negra. Yo fundé esta organización junto a Marcos Demmogh para salir de la sociedad, de sus etiquetas moralistas que han causado desigualdad y dolor en muchos. Tan sólo comprendan que cada uno de nosotros somos unos desterrados, unos vagos que rompen las reglas con su sola existencia, y que hemos manchado la moral por vivir como nos place. ¿Ahora van a recriminar idioteces como estas? —Se detuvo frente al prisionero y sacó su pistola—. La tradición, impuesta por nuestro difunto ex-Capitán de la Bandera Negra y yo, dicta que los actos de traición se pagan con el exilio, pero antes de eso, el traidor deberá ser castigado. Fabian, ven.
Fabian titubeó; tragó saliva y se movió con lentitud. Al quedar junto a su madre, tomó la pistola y se paró frente a Aasim.
—Lo despojarás de sus piernas, de sus ojos, de sus brazos, o de lo que tú prefieras —dijo la capitana.
Corey prestó atención a la escena; podía reconocer la incertidumbre en el rostro de Fabian. ¿En qué momento había aprendido a entender a ese muchacho?
—No tiene las agallas para hacerlo —opinó Giovani con burla—, es obvio. Es un marica.
—Capitán Giovani, una palabra más y te vuelo los sesos —contrapuso la Capitana Demmogh.
Los dos se enfrascaron en una discusión y el resto se unió. Corey ignoró los comentarios y sólo miró a Fabian; él sabía lo que, quizás, pasaba por la mente del joven capitán. Fabian le había revelado que Aasim había sido una figura muy importante en su vida.
Sin previo aviso, Corey se acercó a Fabian, tocó su mano y la apretó un poco. Fabian lo miró sorprendido; pero Corey sonrió con tranquilidad. De una forma serena, Corey retiró la pistola de las manos de Fabian y le susurró al oído que se apartara.
Debajo de Aasim apareció una circunferencia brillante de tonos blancos, con pentagramas entrelazados y una runa muy peculiar de cinco trazos internos. La habitación quedó en silencio y todos observaron a Corey.
Sin miedo, Corey completó el hechizo y utilizó todo el poder mágico de Aasim; despojaba al brujo de su habilidad natural y sellaba su magia para siempre.
—N-No —Aasim pidió con una voz ahogada.
De pronto, la circunferencia se elevó y traspasó todo el cuerpo del traidor. Corey terminó el conjuro y dio dos pasos hacia atrás.
—¿Qué has hecho? —preguntó la Capitana Demmogh.
Corey se dirigió hasta ella y le entregó la pistola.
—Usted dijo que era una tradición despojar a los traidores, así que Aasim jamás podrá usar su magia. Y… —Corey miró al Capitán Giovani y continuó—: lo he hecho yo para que no quede duda de algo, capitán. Los maricones también pueden ser tan temibles y crueles como cualquier otro cabrón; pero Fabian ha considerado a Aasim como parte de su familia. Es comprensible que para él sea más difícil que para el resto. Además, él es… un amigo especial, así que he decidido ayudarle un poco.
La Capitana Demmogh sonrió complacida, justo como Leora, el Capitán O'Donnel y Lisa.
—Perfecto —dijo la madre de Fabian—, por favor, lleven al traidor a la celda del Edrok. Capitán Louis, véndelo a los comerciantes de esclavos del oeste.
—De acuerdo —aceptó el Capitán O'Donnel.
***
El resto del día pasó con rapidez. Corey aceptó las peticiones de la Capitana Demmogh y visitó la habitación de Fabian. Sentía un poco de remordimiento por el joven pirata, pero creía que había actuado más por su propia convicción que por ayudarle.
Cuando Corey entró al cuarto, encontró a Fabian recostado en la cama; caminó con lentitud y se detuvo frente a la figura del pirata.
—Duele mucho, ¿sabes? —Fabian dijo con una voz quebrada—, que la persona que más admiras te trate así: con crueldad, o que te humille frente a otros. Por más que deseaba vengarme, no podía ignorar lo que siento por él.
—Fue tu maestro por mucho tiempo —Corey compuso.
—Sí… y la persona por quién descubrí que me gustan los hombres.
—Fabian, no he venido a decirte que lo siento, ni tampoco a decirte que no debas llorar —reveló Corey de forma seca—, lo único que te quiero decir es que no debes olvidar lo que ocurrió hoy, lo que sentiste hoy. Entregarle bondad a otros, así como nuestra lealtad y nobleza, sólo les permite destruirnos. Como líder que eres, deberás tomar decisiones difíciles en tu vida.
—¿Cómo puedes decir eso? —Fabian se movió, se sentó y mostró molestia.
—Porque yo deserté a mi familia, porque para ellos yo fui un objeto, nunca una persona. Porque a diferencia de ti, yo no tengo a nadie en mi vida. Tu madre lo único que desea es que estés preparado para cualquier cosa una vez ella ya no esté aquí.
Fabian suspiró y agachó el rostro.
—Pero —Corey repuso al notar las lágrimas que caían por el rostro de Fabian—, te diré un secreto.
—¿U-Un secreto? —Fabian dudó y levantó la cara.
Corey sonrió con amabilidad y dijo:
—El llanto significa que sientes y ello quiere decir que tienes la capacidad y la fortaleza para aceptar que estás vivo y que todo vale la pena.
Antes de que Corey pudiera moverse, Fabian tomó sus mano y capturó todavía más su atención.
—G-Gracias.
Nuevamente, Corey mostró una mueca sonriente y cálida.
***
Los días se transformaron en semanas y luego en meses; el tiempo transcurría con rapidez. Corey había aceptado ayudar a Fabian con su magia y había hecho un tratado con la Capitana Demmogh: permanecería en la Bahía Negra, la ciudad pirata de ese grupo, hasta que él tomara una decisión respecto al Libro del Sello.
Corey ya se había acostumbrado a las misiones variadas que los piratas de la Bandera Negra hacían; desde robos, provocaciones, exploraciones, comercio, hasta asesinatos por interés del bienestar del grupo. No estaba molesto, y no se sentía como un externo.
Con el paso de los días, se había convertido en amigo de Leora, quien solía preguntar un montón de cosas sobre la magia y la vida en general. Pero para él era muy agradable estar con ella, casi como si interactuara con una hermana menor; quizás era la razón por la que no olvidaba la noticia respecto a su propia hermana. Luego pasaba algunos momentos con Lisa; había encontrado a una confidente con quién podía charlar de cualquier cosa, incluso sobre su gusto por los hombres, sus hechizos más recónditos y hasta sus vivencias más oscuras. Lisa O'Donnel era una joven vivaz y tan libre que su visión del mundo parecía una especie de utopia progresista. Incluso había encontrado a dos figuras maduras y sabias en toda esa aventura: Mirna Demmogh y Louis O'Donnel, los capitanes más veteranos y con mayor peso en la organización. Corey nunca antes se había sentido en plena libertad.
Sin embargo, así como con el resto, también había interactuado con Fabian. Ahora él era su mentor en la magia y solía acompañarlo a los diferentes viajes; empero, eso significaba que su relación se estrechaba cada vez más. Para Corey, Fabian ya no sólo era esa imagen peligrosa que había creído como en el pasado; ese muchacho se había convertido en su mejor amigo y en la causa mayor por la que deseaba permanecer con esos piratas.
Durante uno de los entrenamientos de magia, antes de caer el sol, Corey y Fabian se encontraban en uno de los jardines más alejados del poblado; estaban cerca de unos arbustos. Corey mostraba los conjuros más comunes que debía dominar para contrarrestar cualquier ataque, aunque Fabian mostraba un poco de problema para memorizar las runas y trazos, hacía su mejor esfuerzo.
—No sabía que cada elemento se anulara con poder igual a éste —Fabian decía mientras practicaba el hechizo.
—Recuerda esto: anular no significa ganar. Anular el poder de otro no significa domino de la pelea, significa una estrategia de defensa, más cuando tu objetivo no es terminar la batalla.
—¿No hay un mito sobre esto?
—¿Un mito? —Corey analizó—. Ah, sí; te refieres a la danza eterna entre dos entidades opuestas, ¿cierto?
—Sí, algo así como el sol y la luna, ¿verdad?
—Luz y Oscuridad —Corey dijo con emoción—, los dragones más poderosos de todo nuestro planeta. Antes se decía que Luz y Oscuridad estaban en una pelea constante, donde se anulaban uno al otro. Ninguno de los dos puede ganar la batalla, por eso recurren a este método. Los magos más poderosos y que tienen un dominio alto sobre todos los elementos anulan a otros para desgastar su alma; pero eso significa usar la misma cantidad de poder. Por eso es una estrategia defensiva.
—Eh, Corey —Fabian se expresó con cansancio. Detuvo la práctica y se dirigió hasta el árbol donde Corey aguardaba—. Esto de los mitos de los dragones me da una jaqueca horrible.
—Pero es necesario que lo sepas, por si algún día enfrentas a Ignatis Magika.
—Tú estarás conmigo, así que no me preocupo tanto.
De forma cautelosa, Fabian se sentó y observó a Corey. El adolescente suspiró y también tomó asiento; ambos quedaron hombro con hombro.
—Eres muy sabio, y tienes tres años menos que yo…
—¿Sabio? —Corey dudó.
—Sí. Sabes mucho de la mitología de los dragones, de la magia, y eres capaz de tomar decisiones por tu cuenta.
—Te equivocas en eso último —Corey reveló.
Fabian se movió un poco y quedó casi frente a Corey.
—¿Por qué?
—Tal vez te parezca una persona muy seria y misteriosa, pero… La mayor parte del tiempo estoy en pánico… estaba en pánico. Todavía tengo pavor a la hora de interactuar con otros, o tan siquiera pensar en cosas como el futuro.
—¿Lo dices por lo que pasó con los mercenarios?
—E-En parte… —Corey suspiró con pesadez—. También por el Libro del Sello.
Durante unos instantes, ambos se contemplaron constantemente; era como si hubieran entrado en un trance. Por una parte, Corey había aprendido que abrir su corazón de nuevo no era tan malo como lo había planteado; pero todavía existía miedo, pues al final él no era un pirata. En la otra mano, Fabian parecía contener sus impulsos y palabras.
—C-Corey… Y-Yo… Quiero decirte algo muy importante —Fabian habló con un tono de pánico.
—Dime.
—Verás… Pues… —Fabian se movió un poco y dejó que sus mejillas se sonrojaran por completo—. Sí, es verdad que desde que peleaste contra Oro-Gris y que dejaste a esos dragones en libertad… me apreció que eras un sujeto muy fuerte, con una convicción tan dura como una roca y por eso llamaste mi atención. Cuando descubrí que también… que eres gay… yo… ah… M-Me sentí u-un poco feliz; claro, esos cabrones te insultaron y por eso también creo que obtuvieron su merecido. Pero ha sido hasta ahora, que te he conocido más, que me he percatado de tu forma de ser… Que me he dado cuenta de que no sólo te admiro por tu magia, también por quién eres. Me gustas mucho, Corey. Te considero mi mejor amigo en estos momentos, pero… no puedo ignorar lo mucho que me gusta estar a tu lado, que me cuentes a cerca de los dragones, de la magia, que me des tu opinión en las misiones, que te rías junto a mí, que disfrutes esos ratos leyendo con Leora y explicándole cosas simples… Me he enamorado de ti, Corey… Siento algo muy especial por ti.
Cuando Fabian tocó la mano de Corey, el menor se percató de algo totalmente nuevo. Sí, él también gozaba de esos lapsos junto a Fabian, de la sencillez de la relación, de las acciones del joven capitán: siempre tan respetuosas. Jamás se había sentido sofocado, ni obligado a nada; Fabian había actuado con consciencia y consideración al tratar a Corey con respeto real. Fabian era más como esos chicos de los cuentos de hadas: amable, consciente, dulce y vulnerable; aunque era un pirata temido y un líder audaz, era más cercano a esas personas que Corey había creído existentes sólo en cantidades reducidas.
Entonces, Corey sonrió con calidez y con el rostro ruborizado, se acercó a Fabian y lo besó en los labios con ternura.
—Tú también me gustas mucho, Fabian —Corey susurró.