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Chapter 15 - Capítulo 15

Megan se encontraba preocupada en los Reinos Celestiales sentada en un banco de la gran plaza central, las palabras de Gabriel no eran las más emocionantes. Ya habían perdido a Angel una vez, no había forma alguna de que permitiera que eso ocurriese nuevamente. Esperó impacientemente el regreso del arcángel con la esperanza de que todo se hubiera solucionado, pero no podría estar más equivocada.

Rafael apareció acompañado de Halrinach y Noszel e inmediatamente Miguel se les acercó con gestos de enojo intentando provocarles terror para que hablen. Megan se levantó de un salto y se acercó a la chica de cabello plateado, la sujetó de los hombros y le miró los ojos molesta.

—¿Qué hicieron con él? —le preguntó seriamente—. ¿Qué le hicieron a Angel?

—Que molesta —dijo Halrinach liberándose sin problema y ubicándose detrás de ella en un abrir y cerrar de ojos—. Nunca le haría nada a Seddim, velo por su seguridad desde que lo alejaron de mí.

—Tranquila Megan —dijo Rafael—. Ya viene Gabriel con Angel.

Apenas dijo esas palabras, el arcángel mensajero se manifestó con el joven ángel inconsciente en sus brazos. Megan corrió en su dirección sin pensarlo dos veces y acarició la cara de Angel. Miguel también se les acercó y tocó la frente del muchacho. Una expresión de sorpresa se proyectó en su rostro y luego dirigió su mirada hacia los demonios.

—No me digan que ustedes... Lo enviaron con esos entes... —dijo el arcángel mayor.

—"Ustedes" no, fue él solito —mencionó Halrinach apuntando a Noszel.

—No había otra forma —respondió el demonio—. Te dije que nosotros no seríamos capaces de atravesar esos poderosos sellos. Así que tuve que conseguir un poco de ayuda superior.

—N-no entiendo. ¿Qué ocurre? —preguntó Megan.

—Estos demonios enviaron la consciencia de Angel a un plano más allá de lo existente, aún más lejano que el Jardín —dijo Miguel—. De alguna forma lo mandaron a los dominios de los tres grandes poderosos entes después del Gran Creador: Orden, Caos y Destino.

—¿Destino? No, no, él está con el Intermedio, no con el Destino —agregó Noszel.

—No logro entender como alguien como tú, un demonio de bajo rango, es capaz de hacer un conjuro de este nivel para enviarlo frente a esos entes, pero veo que ni siquiera eres capaz de comprender que son lo mismo, el Intermedio y el Destino, son la misma persona.

Miguel comenzó a explicar que hace siglos, milenios, eones, existió un antiguo ser capaz de igualar el poder del Gran Creador. Según algunos Serafines, este ser fue en un momento un simple ente perteneciente al antiguo Reino Celestial, pero luego de cierto punto alcanzó un nivel divino superior, tan gigante como el del más grande de todos. Sin embargo, no estaba de acuerdo con la forma en la que el Concejo de Serafines de ese momento manejaba el control de los Reinos. Sabía que poseía un poder superior, pero no lo utilizaba para destruir a los seres del infierno o para rebelarse contra el cielo.

Un día, harto de los Serafines, simplemente usó una porción de su poder para eliminarse de la memoria de todos los seres espirituales, vivientes, mortales e inmortales, con excepción de algunos de estos seres de alta clase angelical en los cuales confiaba plenamente. Cuando ya no había casi nadie que lo recordara, se hizo llamar el Destino y se le enseñó a ese grupo que lo recordaba una forma de contactar con él en caso de ser realmente necesario, pero hasta entonces, tan solo se mantendría al margen de absolutamente todo lo que pudiera ocurrir, oculto en algún lugar recóndito.

Con el tiempo, ese pequeño grupo de Serafines maduró y llegó a unirse a la nueva orden del Concejo. Jamás revelaron la identidad de ese ser, pero a veces contaban la antigua historia del primer ente que consiguió el poder divino del nivel del Gran Creador, todo bajo el nombre de "El mito del Destino".

—Aquel que ustedes los demonios conocen como el Intermedio es realmente el Destino, tan antiguo como el tiempo —mencionó Miguel luego de narrar aquella historia—. En algún punto alguien lo consideró como un ser que no actúa para bien o para mal y decidió llamarlo Intermedio.

—Tiene sentido... —susurró Halrinach.

—Entonces físicamente Angel está aquí, ¿pero mentalmente está vagando por un plano infinitamente desconocido? —preguntó Megan.

—Básicamente, sí —respondió Gabriel.

—Y entonces. ¿Qué haremos? ¿Esperar a que despierte?

—Imposible, eso podría tomar mucho tiempo.

—Lo único que podemos hacer ahora es comenzar con la operación —dijo Miguel—. Codicia actuará en cualquier momento.

Mientras el entorno del exterior avanzaba con ventaja, Angel seguía varado en el plano existencial de los entes Orden y Caos. El chico no tenía ni idea de cómo manifestar su nuevo poder destructivo, con suerte recordaba que aquella vez que liberó un poco de esa energía fue gracias al enojo provocado por Noszel, pero controlar ese poder a base de desatar su ira no era una opción. Caos flotó alrededor del joven ángel disminuyendo su tamaño y resplandor.

Comenzó a susurrar un montón de cosas inentendibles, en alguna extraña lengua muerta. Angel intentaba ignorarle, pero cada vuelta que daba subía el volumen de sus voces. Al final el joven llegó a la conclusión de que este ente intentaba molestarlo para demostrar que no es capaz de controlar el poder destructivo. Por otra parte, Orden comenzó a girar en sentido opuesto, también alrededor del ángel, susurrando otras palabras en una lengua muerta, pero no parecían ser los mismos lenguajes.

Angel se sentó en el suelo invisible y cerró los ojos con paciencia. Respiró profundo un par de veces hasta llegar a un punto en el que pareciera que no respiraba en absoluto. Se concentró en sentir cada molécula de su cuerpo, cada rincón, en busca de esa nueva sensación adquirida gracias al Intermedio. Su mente volaba, se distraía de vez en cuando con las voces sobrepuestas de Orden y Caos, la imagen del extraño sello que apareció sobre la superficie de la puerta reaparecía en su mente, le parecía conocido a la vez que extraño, sabía que lo había visto alguna vez en alguna parte, pero en ese momento no lograba recordarlo.

Scott se encontraba rodeado por el amplio espacio espiritual de la Espada, seguía estudiando las diferentes artes que poseían los portadores anteriores. Había una gran variedad de habilidades, todos los predecesores fueron capaces de pulir sus habilidades mucho antes de empuñar la espada. No como él, quien apenas sabía un par de trucos de artes marciales. Lo único que sabía de manejar una espada era gracias a series y películas, pero jamás imaginó que tendría que utilizar una alguna vez.

Logró aprender un par de nombres con poderes que él consideraba prudentes para combatir de manera segura. Claramente el primer nombre que aprendió fue el de Moniel, la antigua ángel con habilidades celestiales. Sus poderes se basaban en otorgar mayor protección sobre su cuerpo, por lo que invocar su nombre le daría a Scott una mejor seguridad en combate. Además, logró comprender cómo manejar esa fuerza en su cuerpo físico, cada vez que practicaba se acostumbraba más a ella. Aprendió también un par de nombres más que consideraba útiles. Y entonces, comenzó a planificar su escape.

Las Virtudes se encontraban, como siempre, en su sala vigilando diferentes situaciones y lugares del mundo, en busca de alguna actividad oscura. Ahora que Beltrán no poseía un ángel guardián ellos no serían capaces de ver sus acciones. El poder de las Virtudes funciona como una sala de vigilancia. Los ángeles guardianes funcionan como cámaras de seguridad mientras que su gran mesón trabaja como monitor. Uno de estos vigilantes se percató de extraños detalles en el ambiente en diferentes partes del mundo, llegó a imaginar que repentinamente aparecería el resto de los Pecados, pero era una predicción muy poco probable.

Gabriel guio al equipo de rescate hacia la armería para otorgarles prendas protectoras. Megan se vistió con una extensa gabardina sin mangas beige, unas botas oscuras y unos guantes sin dedos blancos, luego se amarró el cabello en una cola de caballo. Recogió la escopeta que utilizaron contra Soberbia y sin correa o cuerda alguna se la llevó a la espalda y esta se quedó ahí como si estuviera pegada a la prenda, flotando entre sus omóplatos. Halrinach y Noszel se negaron a utilizar algo del lugar, tenían la sensación de que si llegaban a siquiera tocar algo de ahí serían gravemente heridos, por lo que decidieron esperar en la salida. El arcángel levantó la mirada repentinamente, con un gesto de incertidumbre.

—¿Qué ocurre, Miguel? —preguntó Megan al ver la expresión del arcángel.

—Es ella... ¿puedo equivocarme? —se dijo a sí mismo—. Esta fuerza...

Gabriel rápidamente realizó un viaje instantáneo a la sala de las Virtudes. Hizo una reverencia para saludar cordialmente a estos ángeles y caminó directo al mesón. Solicitó echar un vistazo a la situación de Scott y lo vio arrodillado con la Espada del Espíritu clavada enfrente como había visto a lo largo de esos días. Se acercó para verlo mejor, sabía que podía escucharlo, pero se enfocó en su boca, en leer sus labios. Scott, con los ojos cerrados, se concentró y pronunció el nombre de la ángel, "Moniel". Inmediatamente un aura ligeramente brillante rodeó su cuerpo a modo de capa protectora.

Tanto Gabriel como Codicia lograron sentir una luz divina creciente dentro del muchacho. Beltrán apareció frente al chico y lo alejó de la espada, cortando su conexión con esta y haciendo desaparecer la capa de aura. Por otro lado, el arcángel retrocedió unos cuantos metros, asombrado por lo que acababa de ver.

—¿"Moniel"? —dudó—. ¿Podría... ser? Imposible, falleció hace tiempo. Entonces. ¿Cómo puede Scott conocer ese nombre? —Pensó un poco e hizo una conexión entre ese nombre y la Espada del Espíritu, sabía que ella había sido la portadora anterior.

Rafael se apareció ahí en la armería con Megan y los demonios. Preguntó dónde estaba su hermano, la operación debía comenzar en ese momento. Megan le dijo que simplemente desapareció hace unos minutos, pensando en que tenía otras preocupaciones.

—Como sea —dijo Rafael—. Oculten sus presencias, disminuyan su aura espiritual, así será más fácil ingresar a la guarida de Codicia.

—Bien... —susurró Megan cerrando los ojos para concentrarse y hacer lo que dijo el arcángel.

—Recuerden, su deber es infiltrarse en el lugar, buscar a Scott y salir de ahí, en caso de toparse con Codicia no duden en llamarnos, tu guardián suplente estará pendiente de cada movimiento, servirá para observarlos.

—¿Estará bien que vaya con nosotros?

—Codicia no le ha hecho nada al guardián de Scott —mencionó—. Por eso hemos podido vigilarlo estos días. Quizás no haya notado su presencia. Sea cual sea el caso, posiblemente sea seguro enviarte ahí con tu ángel.

—Descuida, niña —le dijo Noszel—. Nosotros te cubrimos.

—Entonces, mano a la obra.

El equipo rodeó a Rafael y apoyaron sus manos sobre sus hombros. El arcángel cerró los ojos, un aura brillante dorada resplandeció sobre todos los presentes y en fracción de segundos desaparecieron del lugar.

Al analizar su nuevo entorno, Megan y los demonios se vieron en un callejón vacío lleno de basura por todas partes. El clima era un poco más frío al que debería en aquella época del año, pero no era una brisa gélida total. Al final del callejón se veía una calle principal en perpendicular. Del otro lado se veía una especie de centro comercial abandonado, posiblemente a punto de ser demolido. Rafael se despidió con un gesto de mano y nuevamente desapareció para regresar a los Reinos.

—Bien, entremos —dijo Megan determinada.

Scott terminó de consumir la poca comida que Codicia le había dejado hace un par de horas y empuñó nuevamente la espada. Se levantó y mantuvo de pie con los ojos cerrados y ambas manos sujetando el mango con la hoja clavada en el suelo frente a él. Respiró profundo y abrió de golpe los párpados mientras levantaba el arma.

—¡Hermóndimas! —gritó el chico con una mano adelante y la otra con la espada en vertical hacia adelante a la altura de sus ojos—. ¡Yo te llamo!

Luego de pronunciar esas palabras, la empuñadura de la espada soltó un pequeño resplandor azul y su pose se vio más profesional, como un espadachín de gran calibre.

—¡Isaac! ¡Yo te llamo!

Con esta nueva frase, ahora la hoja de la espada comenzó a adoptar un resplandor amarillento. Entonces, una vez hechos los preparativos, dentro del poco espacio que tenía disponible, Scott dio unos pasos atrás para luego correr en dirección al muro de enfrente y treparlo en carrera.

Una vez que había llegado al punto superior, dio una pequeña vuelta para darle mayor fuerza al sable con el giro y de esta forma, gracias al poder que había imbuido en la hoja, cortó las barras de ese lado del muro de la jaula. Al acabar, cayó con rapidez y aterrizó sobre sus rodilla con la espada sobre su hombro derecho.

—Bien —se dijo—, solo una más...

Repitió el proceso. Pronunció los nombres, cargó contra el muro contrario y lo trepó hasta llegar a la cima para cortar el otro lado de las barras de la misma forma que antes. Así, estos simples cilindros metálicos que lo retenían cayeron al agujero mientras que Scott se mantenía sujetado al borde superior.

Arrojó la espada por encima suyo para liberar su mano derecha y sujetarse con ambas manos para subir y finalmente salir de esa jaula.

Estando ya libre en la parte superior, recogió rápidamente la espada, estando alerta por si Codicia lo había escuchado, pero no parecía ser el caso, por lo que suspiró aliviado antes de estremecerse al escuchar una voz lejana dentro de un extenso pasillo oscuro y desgastado.

—¡Hola! ¿Hay alguien ahí? —preguntó una voz con eco femenina que se le hacía conocida.

—Esa voz... —se dijo a sí mismo.

Caminó lentamente en dirección al lugar de donde provenía la voz. Los oscuros muros, la poca iluminación y la ausencia de ventanas hacían que no tuviera ni la más mínima idea de dónde se encontraba. Por otro lado, sabía que cada paso que daba podría ser un paso más hacia una trampa del Pecado. Con ambas manos en la empuñadora de la espada avanzaba con cuidado en la oscuridad del lugar.

Luego de un rato logró avistar barrotes en el suelo, tapando otro agujero como aquel en el que se encontraba encerrado él. Al asomarse por el borde vio a una mujer ahí abajo. No tenía duda alguna, era Evelyn Arcile, la madre de Megan.

—¿Señora Arcile? —preguntó confundido.

—¿S-Scott? —susurró ella levantando su mirada—. Gracias al cielo que eres tú. ¿Qué haces aquí?

—Eso mismo debería preguntarle yo. Apártese, voy a sacarla de ahí.

—¿Eh?

Scott pronunció los nombres de antes y estos causaron los mismos efectos en la espada y en su postura. Sin mucho esfuerzo derribó los barrotes y estos cayeron cerca de Evelyn, afortunadamente esta se apartó y ninguno le causó daño. Acto seguido el joven vio que Codicia le había dejado a ella una manta y una alfombra donde podría dormir cómoda. Le solicitó la manta a Evelyn y esta se la arrojó hacia arriba. Una vez en sus manos, Scott desplegó la manta por el borde para que la madre de Megan pudiera trepar.

Al llegar arriba, la mujer abrazó al chico, estaba feliz de ser rescatada, en especial por alguien conocido y relativamente cercano. Evelyn le dijo que un hombre que se hacía llamar Profesor Beltrán había aparecido en su casa y que la secuestró luego de asesinar a su ángel guardián. Scott le dijo que él había pasado por algo similar. Sin tener mucho tiempo a favor, en la oscuridad del pasillo se escucharon pasos acercándose, por lo que Scott volteó y adoptó una postura defensiva con la espada.

—Quédese detrás de mí, alguien viene —le dijo a Evelyn.

Los pasos se iban acercando poco a poco. Sabía que no sería prudente correr como si nada, Codicia podía aparecer frente a ellos en cualquier momento sin esfuerzo alguno, y no estaba seguro de tener la fuerza necesaria para enfrenarlo por sí solo. Los segundos se le hacían eternos, intentaba no demostrar el miedo que tenía, el Pecado no estaría nada feliz de verlos a ambos sueltos. Y entonces, la presencia se manifestó. El chico se sorprendió totalmente al reconocer a Megan enfrente suyo.

—¿Megan? —susurró el chico.

—¿Scott? —preguntó ella de vuelta mirando detrás del chico—. ¿Mamá?

Pasaron unos segundos de incertidumbre antes de que Megan se acercara a ambos y los abrazara emocionada con la situación. Scott seguía mirando al frente, no creía lo que veía, no pensaba que volvería a verla tan pronto, pero seguramente era de esperarse. No tardó mucho tiempo en percatarse de la presencia de otras dos personas frente a él, pero ninguna era Angel. Una vez que centró su mirada en ellos sintió una terrible energía oscura.

—Megan... —le susurró Scott—. ¿Quiénes son estas personas?

—¿Oh? —dijo ella separándose de su madre y amigo—. Calma, no son de los malos. —Se acercó a los demonios y los señaló a medida que hablaba—. Él es Noszel, una especie de tutor para Angel, y ella es Jalrinak, una amiga de Angel. Ambos son demonios.

—Halrinach... —le susurró ella—. ¡¿Y cómo que amiga?! ¡Seddim era totalmente mío antes de que aparecieras, niñita! —le exigió.

—¡¿Oh?! ¡¿Tuyo?! ¡¿Por qué no dejamos que él nos lo confirme en cuanto llegue?! —respondió Megan en tono burlesco.

Scott no estaba muy seguro de lo que estaba pasando, pero se alegraba de ver que Megan era la misma de siempre. Entonces cayó en la cuenta de las palabras de Megan, mencionó a Angel un par de veces, pero no había señal de él.

—Este... —dijo—. Megan. ¿Qué hay de Angel? ¿O Gabriel?

—Será mejor que te ponga al tanto —le respondió ella.

Megan le explicó a Scott lo ocurrido luego de su desaparición con Codicia en el hotel días atrás. Le dijo que Angel apareció en el último momento y detuvo a la bestia que luego sería llamada Gula. Mencionó lo de que Gabriel se la llevó a los Reinos Celestiales y ahí mantuvieron un pequeño debate con Miguel, todo eso mientras Halrinach, el arcángel Sariel y el arcángel Rafael se encargaban de rescatar a Angel de las garras de Gula. Llegó a la parte en la que San Miguel les contó a todos el verdadero origen de Angel y su pasado como demonio cercano al Gran Soberano gracias a su poder destructivo.

—Luego de eso me fui con Miguel al Jardín del Edén y recibí un raro entrenamiento para convertirme en Sacerdotisa —mencionó Megan—. Todo mientras Angel entrenaba con estos dos demonios para liberar ese poder. Pero...

—¿Eh? —dudó Scott.

—La única forma de que liberara ese poder era enviándolo mentalmente a los confines de la realidad —dijo Noszel—. El problema es que aún no ha despertado. Al menos no lo había hecho cuando nos reunimos hace un rato todos en los Reinos.

—Así que se está fortaleciendo aún más, ¿no? —rio Scott a sí mismo.

—Por cierto —agregó Megan—. ¿Qué haces aquí tú, mamá?

—Bueno, digamos que en tu ausencia un tal Profesor Beltrán me secuestró.

—¿Y cómo es que las Virtudes no vieron a través de tu guardián que Codicia estaba contigo?

Evelyn bajó la mirada, no solo con pena, sino también con temor, aún le causaba escalofríos recordar la situación. Les dijo que ese sujeto había asesinado a su ángel guardián cuando la visitó en su casa. Tan solo con imaginar al ángel desapareciendo frente a sus ojos, mientras cada partícula de su ser dejaba de existir, era suficiente para hacer que sus manos temblaran.

Megan la abrazó y provocó un pequeño resplandor en sus brazos, gracias a su luz divina y su cálida sensación logró calmar a su madre. Scott admiraba confundido esa energía que irradiaba de su amiga. Noszel se le acercó y le dio una palmada en la espalda.

—Y pensar que solo le tomó cinco días —le dijo.

—¿Eh? ¿Qu-qué es eso Megan? —le preguntó Scott.

—Oh, ¿esto? —dijo tranquila—. Es mi Luz Divina, la energía que conseguí liberar tras comer una extraña fruta y practicar con Miguel.

El chico seguía impresionado aun después de la explicación de la chica. Ella había progresado tanto, había conseguido un poder que jamás imaginó. Recordó que, en su propio entrenamiento, Moniel le mencionó que los ángeles poseían sus poderes y fuerza gracias a una energía con el mismo nombre, pero que ella nunca destacó en su control, más bien no lograba desarrollar todo su potencial y es por eso por lo que alcanzó cierta fama al convertirse en una guerrera tan formidable tan solo con el poder de la Espada del Espíritu.

Los pensamientos del muchacho se vieron interrumpidos cuando el ambiente del lugar se volvió repentinamente pesado y sombrío. No era para nada difícil reconocer esa sensación, se trataba de Codicia, no había duda en ninguno. Sin embargo, esa sensación se había vuelto aún más oscura desde la última vez que lo enfrentaron. Algo había cambiado. El terror inundó el cuerpo de cada miembro del equipo, exceptuando Evelyn, quien al no conocer las energías divinas no era capaz de sentirlas, pero bastó con mirar la expresión de todos los presentes para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

—Pequeña Megan... —se escuchó desde la oscuridad profunda del pasillo junto con un fuerte y atemorizante sonido de sus pasos. Era Beltrán—. Eso es muy interesante... ¿Qué tal si me permites estudiar eso a fondo? ¿Eh? —Salió de las sombras y su simple rostro generó un escalofrío en la chica.