Megan corrió por un buen rato hasta que finalmente logró divisar a Angel a la distancia. Se alegró de verlo aun de pie y aguantando contra el Pecado, pero cuando se acercó más hasta llegar a su lado vio que todo su cuerpo estaba cubierto por heridas y tenía enterrados múltiples cristales. Él jadeaba del cansancio y se quejaba del dolor con un ojo medio cerrado, pero su sonrisa de confianza seguía estampada en su rostro.
—¿Qué haces aquí? —preguntó limpiándose la sangre del labio—. Creí haberles dicho que yo me encargaba.
—¿Ah sí? ¿Cómo lo llevas? —le preguntó Megan de vuelta con sarcasmo.
—Creo que ya se está cansando...
Luego de esas palabras, el joven guardián cayó desmayado, totalmente derrotado por los ataques de Codicia. Evelyn al fin los alcanzó y al ver el estado de Angel se alteró en segundos. El chico estaba desangrándose por muchos cortes en su piel. Megan conjuró una pequeña luz en la punta de su dedo y rozó con ella cada herida abierta que encontraba, cerrándolas un poco cada una. No había mucho que pudiera hacer en ese momento, el enemigo se encontraba frente a ellos amenazante con su simple presencia a unos veinte metros de distancia. Se levantó con el ceño fruncido mirando a Beltrán. Su madre la observó intranquila, sabía lo que estaba pensando hacer.
—Mamá... —dijo Megan dirigiéndole una mirada de pena, pero mostrando una sonrisa—. Lo dejo en tus manos...
Los brazos de la chica se llenaron de símbolos y tatuajes brillantes, se extendieron por sus hombros y alcanzaron el cuello. Codicia sabía que no se dejaría estudiar, y enfrentarla por un tiempo prolongado no era opción. Suspiró decepcionado, pero determinado con su decisión, extendió su brazo izquierdo mientras un cristal alargado de color oscuro comenzó a generarse dentro de un aura espeso. Evelyn reconoció inmediatamente ese cristal. Con eso Beltrán asesinó a su ángel guardián.
La formación oscura del Pecado salió disparada desde su mano en línea recta hacia Megan. Esta por su parte extendió ambos brazos hacia adelante con las manos abiertas en vertical. Un fulgor dorado apareció y generó un escudo transparente del mismo color unos cuantos metros por delante con la intención de detener el proyectil. Sin embargo, este al tocarlo lo degeneró completamente y siguió su camino como si nada.
Megan no tuvo tiempo para reaccionar, realizar nuevamente el conjuro le tomaría por lo menos medio segundo más de lo que tardaría en llegar el cristal, así que tan solo cerró sus ojos aterrada. Con todo su miedo, Evelyn se levantó rápidamente y corrió en dirección a su hija para apartarla, pero no había tiempo para quitarla a ella del camino. Su sentimiento de responsabilidad como madre hizo desaparecer todo el miedo y la impulsó justo a tiempo para cruzarse en el camino del proyectil.
La chica abrió lentamente los ojos, solo para encontrarse a su madre enfrente dándole la espalda y desde esta sobresaliendo la punta del cristal. Totalmente confundida era incapaz de aceptar lo que estaba viendo. Poco a poco, el cuerpo de Evelyn se tornó de un color oscuro desde el área de impacto, luego se comenzó a descomponer en pequeños fragmentos de polvo negros, también desde el cristal hacia el resto del cuerpo. Antes de que la cabeza de su madre desapareciera, Megan vio como esta volteó un poco y junto con una sonrisa pronunció en un leve susurro: "Lo siento, no te rindas".
A medida que las pequeñas partículas similares a copos de nieve negros flotaban en el aire los ojos de Megan se llenaban de lágrimas, no solo por pena, sino también por sentirse totalmente impotente e incapaz de hacer algo al respecto. La vida de su madre se había ido y se había reducido a simples fragmentos que a su vez también iban desapareciendo poco a poco.
Sus piernas comenzaron a temblar, no poseía la fuerza necesaria para mantenerse de pie por más tiempo. Cayó arrodillada completamente rendida ante la situación, con las manos enfrente apoyadas en el suelo abiertas hacia arriba. Jamás llegó a conocer a su padre, mucho menos a su hermano, su madre jamás encontró a alguien como su esposo, nunca volvió a enamorarse de otro hombre, no porque no lo intentara, sino porque no necesitó a nadie. Siempre fueron tan solo ellas dos, por 17 largos años, siempre cuidándose entre sí. Los sentimientos de culpa y tristeza invadieron lo más profundo de su corazón.
Codicia observó a la chica un largo rato mientras ella sucumbía a la pena. Soltó un ligero suspiro, como intentando demostrar que seguía estando ahí y que ya se había aburrido de la situación. Sean cuales fueran sus pensamientos, poco o nada importó cuando comenzó a caminar en dirección a la chica con la intención de acabar definitivamente con ella ahora que estaba indefensa.
Uno de estos copos negros descendió hasta las manos de Megan y se posó sobre sus palmas. En ese momento la chica volvió a escuchar las últimas palabras de su madre, alentándola a seguir adelante y no dejarse llevar por lo que le había ocurrido. Giró levemente la cabeza en dirección a Angel, quien seguía con algunas heridas, inconsciente en el suelo a su lado, luego cerró sus ojos y respiró profundo.
—Ya has llegado muy lejos... —susurró la chica. Sus palabras no era una simple frase de rencor. Detrás de cada una de sus palabras albergaba sentimientos referentes a cada uno de los presentes ahí. Hacía referencia a lo lejos que había llegado ella como para rendirse en ese momento, a lo mucho que batalló Angel por regresar con ella y sus seres queridos, y a todo el mal que ha causado Codicia hasta ahora.
Con ese triple significado en mente, cerró sus puños y poco a poco comenzó a ponerse de pie una vez más. A medida que se levantaba, el Pecado sintió cómo la intensidad de su luz interior aumentaba más y más hasta un punto que jamás logró imaginar. Junto con un fuerte grito, Megan abrió los brazos en diagonal hacia abajo. Esto causó un estallido de luz que se expandió en todas las direcciones posibles.
Beltrán se cubrió de la explosión con sus brazos, pero no fueron suficientes. La poderosa luz quemó gran parte de su piel, lo que lo preocupó y alteró en gran medida. Pero no fue el único afectado. La energía que Megan liberó con ese estallido causó repercusión en toda la superficie del pasillo, eliminando el conjuro oscuro que Codicia había utilizado y destruyendo en gran medida la estructura de este, dejando casi todo el lugar a cielo abierto.
El resplandor se fue apagando poco a poco, permitiendo al Pecado ver mejor a la joven mortal, quien se hallaba totalmente erguida, con los símbolos y tatuajes de luz esparciéndose a lo largo y ancho de sus brazos, hombros, pecho y cuello, su cabello estaba suelto y se encontraba ondeando con el aire, mientras que sus ojos, aún con lágrimas cayendo, se abrían con un brillo similar.
Codicia se quejó del dolor en voz baja, incapaz de curarse por sí mismo, por otro lado, tan solo podía generar una de esas estacas de cristal al día, requería demasiada energía oscura. Entonces, se le ocurrió hacer uso del poder que había robado del joven ángel. De esa forma podría manipular todo el ambiente y generar cuantas estacas quisiera, mientras se recuperaba de sus heridas, pero al intentar hacer uso de este se percató de que ya no podía usarlo. Esto no le preocupó mucho, pensó que simplemente tendría que volver a robárselo a Angel.
En un rápido movimiento realizó un viaje instantáneo hacia donde estaba el guardián y lo tocó con la palma de su mano para volver a absorber su poder. Sin embargo, nada ocurrió, el chico ya no poseía el poder dentro suyo. Al robarlo se lo quitó permanentemente, y luego de un rato también desapareció de su cuerpo.
—Vaya, esto ciertamente es desafortunado —dijo Codicia levantándose.
Al erguirse totalmente vio a Megan enfrente extendiendo su mano derecha hacia él y produciendo un destello en la palma. Sin mucho tiempo para reaccionar, esa luz salió disparada en su dirección y se intensificó. La chica volteó hacia el lugar en donde se encontraba el Pecado hace un rato y vio que este estaba ahí jadeando con el brazo y un poco de su rostro quemados por el ataque. Pero aún no acababa, Megan tenía mucho rencor como para dejarlo así. Caminó en su dirección cargando nuevos ataques para dañar al ser.
De repente, Angel se vio a sí mismo una vez más en el plano astral de Orden y Caos. No tardó mucho en imaginar que ellos lo habían llamado para hablar con él acerca de su poder. Algo iba mal, tanto entrenamiento para nada, no lograba utilizar esa fuerza. Ambas esferas de luz giraron en torno a él, llegando a marearlo un poco.
—¿Qué ocurre? —preguntó el chico—. ¿Por qué no puedo usar el Poder Destructivo?
—Te dijimos que solo una mente en completa armonía es capaz de desatar toda la destrucción —respondió Orden.
—Sin embargo, no es lo único que requiere —agregó Caos.
—¿Y vienen a decirme esto ahora? —preguntó Angel molesto.
—Aunque alcances la armonía mental que necesitas —dijeron ambos a la vez—. Tu cuerpo no es apto para el uso de tal poder.
—Entonces... ¿Cómo se supone que lo utilice?
Durante el enfrentamiento entre Megan y Beltrán, finalmente llegó la ayuda. El arcángel Miguel apareció en el lugar admirando toda la energía divina que emanaba de la joven mortal, no le parecía ni medio normal, hasta la encontraba similar a la descripción de una antigua leyenda, pero no era momento para preocuparse de ello. Se acercó rápidamente a Angel y conjuró un milagro que se manifestó como luces verdes en la punta de sus dedos. Con estas rozó cada herida del cuerpo del guardián y se recuperaron rápidamente. Entonces, despertó de un salto.
Miró a su lado, en dirección a la persona que lo había sanado y al ver a su superior sonrió de alegría. Se puso de pie poco a poco con la ayuda de Miguel y ambos observaron asombrados el encuentro entre la chica y el Pecado.
—Señor —le dijo formalmente Angel—. Tengo un plan, necesito que ayude a Megan a distraer a Codicia unos segundos, el tiempo suficiente para hacer un ataque especial y debilitarlo. Acumule cuanta energía pueda.
—¿Estás seguro de eso? —le preguntó su superior.
—Lo que haré requerirá demasiada energía propia, así que no podré hacerlo por mucho tiempo.
—Entiendo, confío en ti.
Miguel soltó al chico y materializó sus alas para acercarse volando a Megan, quien seguía lanzándole esferas de luz a su enemigo, quemándolo una y otra vez si piedad alguna. Al llegar a su lado, la chica se sorprendió de verlo y se calmó un poco, por lo que la luz de sus ojos se apagó y recuperó su estabilidad. Miguel le susurró el plan de Angel al oído para que Codicia no se percatara. Él podía leer mentes, sí, pero en ese momento en lo único que pensaba era devolverle el dolor a la mortal.
Megan se concentró y manejó su energía a un nivel más sereno y controlable, pero aún enorme. Los sentimientos de venganza que poseía por la muerte de su madre no habían desaparecido, pero sabía que no había forma de asesinar completamente a un Pecado, lo que la entristecía aún más. A pesar de eso, su esperanza no se fue. Desde ese momento se prometió a sí misma ayudar a encontrar y derrotar a todos y cada uno de los Pecados Capitales que fuesen apareciendo, sin miedo alguno.
El arcángel a su lado desenvainó su espada dorada y adoptó una posición de combate, totalmente preparado para enfrentar a su adversario.
Beltrán tuvo una rara sensación cuando otra fuerza enorme comenzó a emanar desde esa dirección. Intentó ubicar el punto de origen de esa nueva energía, imaginó que venía desde el arcángel frente a él, pero no, más bien emanaba desde su espada. Su sable era la fuente de energía que Codicia sintió.
Aprovechando toda esa energía que expulsaban ambos aliados, Angel comenzó a reunir su propia energía. Ahora podía calmar su corazón y poner su mente en armonía, pero no era suficiente, aún faltaba algo más. No podría ser capaz de usar el poder destructivo, no mientras posea ese cuerpo inadaptado. Susurró los nombres de Orden y Caos, rogándoles por su ayuda. Si había alguien capaz de cambiar su apariencia, eran ellos.
Poco a poco el aura oscuro que irradiaba su poder destructivo fue apareciendo visiblemente a su alrededor. Girando en torno a él, terminó cubriéndolo completamente mientras comenzaba a producir una luz tenue.
Miguel cargó una embestida contra el Pecado, extendiendo su espada hacia adelante con la intención de darle una estocada, pero él fue más rápido y logró moverse hacia un lado sin mucho esfuerzo. El arcángel le sonrió y se elevó por encima de su cabeza, entonces una esfera de luz apareció desde donde estaba Megan e impactó con Codicia, quien por poco alcanzó a cubrirse con los brazos en forma de equis.
El arcángel hizo desaparecer sus alas y descendió en dirección a su oponente con la espada a un lado para cortarle apenas se acerque. Codicia intentó apartarse a un lado, pero Megan convocó un muro alrededor de él para que no pudiera moverse, entonces Miguel cayó al mismo tiempo que esta barrera desaparecía para acertarle el golpe.
El Pecado detuvo la espada con su mano, o más bien eso intentó. La hoja cortó a través de su palma y muñeca, y descendió por su brazo dejándole una terrible herida que, junto al poder divino de la espada, le dejó un dolor insufrible.
—¡Cuando estés listo, Angel! —le gritó el arcángel.
—¿Eh? —dudó Beltrán.
La silueta del joven guardián se movió entre el polvo que había levantado y el aura que lo rodeaba. Poco a poco se disipó al punto de casi poder ver al ángel, pero justo antes de verlo bien, este voló rápidamente hacia el Pecado cargando un puño. El golpe no tardó ni medio segundo en acertarle directo en el rostro. Sin tiempo de diferencia, Angel lo sujetó del cuello con su mano derecha y comenzó a elevarse volando.
Fue entonces cuando pudieron verlo bien. Poseía las alas largas grises que manifestó ya una vez, además su tono de piel también se acercó al gris. En su rostro había triángulos negros invertidos, debajo de sus ojos, uno hacia arriba en el mentón y dos en los pómulos orientados hacia el centro. Pero lo más importante, un pequeño cuerno gris se asomaba desde la frente, justo encima del ojo derecho.
Codicia no entendía lo que estaba pasando, pero intentó robarle ese extraño poder al joven ángel. Este tan solo necesitaba alcanzarlo con la palma de alguna de sus manos para conseguirlo, sin embargo, Angel fue más rápido y antes de que Beltrán moviera su mano, él las tocó con la suya y pronunció "Destrozar". Ambas manos del cuerpo del Pecado estallaron en partículas similares a las del cristal negro y este se asustó realmente del poder que estaba viendo.
Luego Angel apretó un poco la mano que tenía rodeando el cuello del Pecado y colocó su otra mano en su frente. Comenzó a tirar de su mano derecha, empujando su cabeza con la mano izquierda. Segundos después, Megan y Miguel estaban horrorizados por la escena que estaban presenciando. El cuerpo del profesor Beltrán fue separado de la materialización corpórea del Pecado, lo que lo debilitó en gran medida.
Angel soltó el cuerpo muerto de Beltrán y este cayó al suelo en segundos. Luego con su mano izquierda sujetó la cabeza de Codicia y le acertó un nuevo golpe en la nariz arrojándolo unos cuantos metros. Entonces, una terrible punzada apareció en su cabeza, toda su energía había sido drenada y sus alas se debilitaron, razón por la que cayó de los aires recuperando su apariencia normal. Se encontraba totalmente agotado.
—¡Ahora, acaben con él! —les gritó a sus compañeros.
Miguel le arrojó unas esposas inhibidoras a Megan y esta las atrapó en el aire. Acto seguido corrió en dirección a Codicia tomando la escopeta de su espalda. Al llegar a una distancia prudente le apuntó y disparó sin pensarlo. Éste apenas esquivó en un torpe movimiento, pero Megan de igual forma lo alcanzó con una esfera de luz, con la cual quemó gran parte del rostro del Pecado.
Con su enemigo incapaz de ver, Megan se acercó y le golpeó la cabeza con el mango del arma seguido de un rodillazo en el abdomen. Acumuló toda su energía en su mano izquierda y dio una vuelta completa para tener la fuerza suficiente para causar un gran daño. Al acabar la vuelta rápidamente llevó su palma hasta el pecho de Codicia y este, totalmente desconcertado y noqueado, vio cómo lentamente cayó al suelo. La chica aprovechó esa apertura y le colocó las esposas.
Cayó arrodillada junto a un derrotado e inconsciente Codicia. Las marcas de su cuerpo desaparecieron junto con su fulgor. La energía de su luz divina disminuyó a su estado base. Miró hacia el cielo nublado, esa tenue luz que se filtraba por las nubes acarició su rostro con pena. Angel se le acercó como pudo y le dedicó una pequeña sonrisa esperanzadora. Megan no pudo evitar derramar lágrimas y comenzar a llorar desesperada. El joven ángel también estaba destrozado, pero no le quedaba otra más que apoyar a su protegida.
Justo en ese emotivo momento apareció el trío conformado por Scott y los dos demonios aliados. El joven mortal se preguntó dónde estaba la madre de Megan, pero con solo ver la escena bastó para entender.