En los Reinos Celestiales Miguel se encontraba dirigiendo normalmente al resto de ángeles de toda la armada. Raguel se encontraba junto a las Virtudes en su salón de vigilancia, observando y analizando con armonía a las personas del mundo. Entonces vio un pequeño pueblo en el que estaban causando estragos unas extrañas criaturas humanoides. Sin mucho tiempo para pensar, una de las Virtudes que se encontraban ahí señaló otra localización muy lejana, en una ciudad distante, donde estaba ocurriendo la misma situación. No tardó mucho en revisar al menos 10 locaciones diferentes en las que estaba ocurriendo esto.
Los nervios invadieron su cuerpo, no sabía qué hacer, jamás había visto a esos seres en su vida, pero sabía que no eran obra de los demonios o de los ángeles caídos, mucho menos pertenecientes a los Reinos Celestiales. Sin tener una mejor idea, manifestó sus alas y voló rápidamente en busca de su hermano más sabio, Miguel.
Al encontrarlo le habló de lo que había visto en el Mundo Mortal y este no dudó ni un segundo de la palabra de su hermano, él sí tenía certeza acerca de lo que se trataba. Le dijo a Raguel que fuera en busca de todos sus hermanos y que se reunieran en la Sala de Virtudes lo antes posible. Acto seguido desapareció y viajó hasta la Sala para observar toda la situación con sus propios ojos. Habían pasado siglos desde la última vez que vio a esas criaturas, pero no tenía dudas, se trataba del ejército inmortal creado por los humanos.
Luego de un par de minutos, sus seis hermanos aparecieron en el lugar, rodeando el gran mesón. Raguel no les dijo lo que estaba ocurriendo, tan solo les solicitó acompañarlo a la Sala de Virtudes a petición de Miguel.
—Dinos, Miguel —dijo su hermano Gabriel—. ¿Qué ocurre?
—¿Qué es tan grave que requiere la presencia de los siete? —agregó Sariel.
Miguel les señaló el mesón con un gesto de cabeza y todos se inclinaron a observar. Los primeros en entender lo que estaba ocurriendo fueron Gabriel y Rafael, quienes estuvieron presentes durante la guerra en la que aparecieron esos seres artificiales hechos de barro. Devolvieron su mirada rápidamente hacia Miguel. Este último sin dirigir la mirada a ninguno en particular, al saber que los cuatro hermanos menores no sabían qué eran esas cosas, explicó qué eran, golems generados por antigua magia oscura de los humanos.
—¿Cómo es esto posible, Miguel? —preguntó el arcángel mensajero—. No quedan hechiceros en el Mundo Mortal, ¿cierto? No existe ningún humano que sepa utilizar su luz interior para controlar la magia.
—Humano no —dijo Miguel—. Pero sí un Pecado.
—No tiene sentido —exclamó Rafael—. Los Pecados no poseen cuerpo físico, no tienen luz interior. ¿Cómo Codicia podría haberla generado?
—Aun estando en el cuerpo de Emmett Beltrán, es prácticamente imposible que haya desarrollado su luz sin tener mayor conocimiento del asunto —dijo Gabriel intentando no demostrar su confusión.
—Esto está fuera del alcance del equipo de Megan —mencionó Sariel—. Hay que sacarlos de ahí en este instante.
—Ya es tarde, Codicia ya los encontró. A todos —mencionó Miguel—. Lo único que podemos hacer ahora es confiar en sus habilidades. Nosotros seremos los encargados de calmar la situación en el resto del mundo. Gabriel, reúne a todos los ángeles de rango más alto del ejército. Rafael, bríndales los mejores equipos de la Armería. Sariel y Raguel, encárguense de dividir seis equipos, todos proporcionales en número y fuerza. —Hizo una pausa—. Hoy, mis hermanos, les tocará dirigir cada uno de estos escuadrones para enfrentar a los guerreros de barro.
—¿Qué hay de ti? —preguntó Gabriel—. ¿Tú qué harás?
Miguel cerró los ojos unos segundos y los volvió a abrir de la forma más tranquila posible, luego le brindó una mirada de seguridad y confianza a todos y cada uno de sus hermanos.
—Me encargaré de esto yo mismo —dijo con determinación.
Miguel viajó hasta la Armería y abrió un armario metálico plateado oscuro luego de tocar diferentes puntos en cierto patrón que generó un sello en el medio de las puertas. Detrás de estas había una armadura y su equipamiento de batalla mítico. Le dedicó una mirada de nostalgia y culpa a aquel equipamiento que le sirvió para quitar cientos de vidas de diferentes seres en las guerras pasadas. Una capa roja, una pechera azul oscuro con bordes dorados y hombreras color cobre, junto con una cómoda falda carmesí que recuerda a las de los romanos, pero hecha de un metal extremadamente raro de encontrar.
Se vistió con su armadura y luego recogió su espada. Era larga, de apariencia medieval, con una empuñadura simple, una extensa y afilada hoja color dorado fabricada con un poderoso metal artificial y una guarda normal que separaba la hoja del mango, adquiriendo así la forma de una cruz. Envainó el sable al costado de su cadera izquierda, lado que le proporcionaba mayor comodidad al tener que ocuparla por ser diestro. Al guardarla, suspiró de alivio, creía que en cualquier momento se volvería un cobarde y arrojaría todo al suelo. Pero no había tiempo para ser débil. Ahora lo necesitaban, no solo un grupo indefenso de jóvenes, sino que todo el mundo requería su poder para detener al Pecado.
Antes de descender a ayudar al equipo, había una última cosa que tenía que hacer. A falta de tiempo, en vez de escribir una carta a mano, simplemente utilizó un conjuro de luz para transformar un simple papel en una breve carta que explicaba la situación de lo que estaba ocurriendo en ese preciso instante en el Mundo Mortal. Una vez completada, Miguel realizó un viaje a los Aposentos de los Arcángeles, lugar en el que se encontraba Angel inconsciente.
Al aparecer ahí, levantó la mirada para observar el lugar, pero este ya no parecía lo que era antes. Lo que antes era blanco y reluciente, ahora no eran más que muros grises agrietados. Cada mesa, asiento o mueble existente en el lugar se hallaban destruidos por completo repartidos por el suelo. Una enorme aura oscura acechaba en cada esquina de la sala, el ambiente era inmensamente pesado. Ya había sentido eso cuando Gabriel llegó a los Reinos con Angel en sus brazos, pero sin duda esta vez era mucho más poderosa la sensación. Y lo peor de todo, es que no había señal del joven ángel por ningún lado.
—¿Qué hemos hecho? —preguntó al aire casi sin poder respirar. Respiró profundo y recuperó la compostura, no era tiempo de acobardarse, ahora más que nunca era requerido.
Por su parte, el equipo observaba aterrorizado al ser denominado Codicia que se encontraba frente suyo. Los dos demonios dieron unos pasos adelante, completamente seguros de sus capacidades, en especial Halrinach, quien ya había enfrentado y prácticamente derrotado a un Pecado casi por sí sola.
El Pecado comenzó nuevamente a dar pasos acercándose al grupo. Poco a poco su presencia se agigantaba dentro del mismo pasillo, como si su cuerpo se hiciera más grande a medida que se acercaba. Miró con desprecio a los demonios que se encontraban frente a él, no le interesaban lo más mínimo. Halrinach pensó en atacar a máxima velocidad como había hecho con Gula, pero algo la detuvo, una extraña sensación la paralizó de pies a cabeza. La mirada penetrante de Codicia invadió cada partícula de su ser, como si pusiese entrar en su cabeza y manipular sus emociones.
Noszel no tardó mucho en ver una gota de sudor frío cayendo por la frente de su compañera mientras el miedo se asomaba por su rostro. El enemigo que tenían enfrente no era poca cosa. Si, Halrinach había enfrentado a un Pecado sin mucho esfuerzo, según lo que contó ella no fue necesario llegar a sus límites, pero la situación había cambiado. Ya no era ella contra un simple cuerpo torpe poseído, ahora se trataba de un cuerpo humano desarrollado, que gracias a la conciencia de la avaricia ha adquirido mucha experiencia en poco tiempo.
No había tiempo para correr, aunque lo enfrentaran ellos dos no sería suficiente como para detenerlo mucho tiempo. Megan, Evelyn y Scott no podrían ir a ninguna parte pronto. Antes de lo previsto, Codicia saltó al ataque, directo al cuello de Halrinach. Noszel no tuvo el tiempo necesario para reaccionar y ella estaba completamente paralizada como para intentar hacer algo. Como si el tiempo se hubiera vuelto más lento, todos lograron apreciar un resplandor en el aire justo cuando el Pecado llegó al lado de la demonio.
El resplandor disminuyó su intensidad y poco a poco los presentes recuperaron su visión. Codicia sentía un dolor en su muñeca, algo la estaba rodeando y apretando fuertemente. Halrinach, al ser la más cercana, no tardó mucho tiempo en ver que una mano tenía sujetada la muñeca del Pecado a centímetros de su cuello. Giró su mirada subiendo por el brazo para encontrarse con la persona que esperaba con ansias ver ahí. Angel, Seddim, se encontraba ahí a su lado.
—Fiuu, eso estuvo cerca —suspiró Angel con tranquilidad—. ¿Te encuentras bien, Hal?
—¿S-Seddim? —susurró ella aún sin creer lo que veía.
—¿Angel? —se dijo Megan.
—¿Qué? —dudó Scott sin poder reconocer esa poderosa fuerza aural que emanaba del recién llegado—. E-esta presencia, ¿es de Angel?
Codicia se liberó y retrocedió unos metros percatándose de que ese muchacho había fracturado su muñeca sin mucho esfuerzo. Se la apretó con fuerza y reajustó su hueso para recuperar su movilidad. Luego levantó su indiferente mirada hacia el chico.
—¿Oh? —dijo Beltrán como si nada hubiera pasado—. ¿Y quién eres tú?
—Mi nombre no es lo que importa —le respondió Angel con su pulgar en el pecho—. Lo que importa es que seré yo quien acabe contigo.
—¿Ah sí? Quisiera verte intentarlo. —Al acabar esas palabras desapareció de su vista y realizó un viaje instantáneo apareciendo detrás de Megan—. Pero me temo que tengo asuntos pendien--
Codicia se interrumpió a sí mismo cuando sintió la presencia del desconocido justo a sus espaldas. Estaba seguro de verlo en el mismo lugar de antes cuando llegó a la espalda de la mortal. No sintió la presencia del chico acercarse en ningún momento. Con una vil sonrisa, un fuerte deseo por estudiar ese suceso invadió su cuerpo, a la par que un escalofrío.
—Supongo que sabes que no puedo permitir eso —le dijo con tranquilidad mientras Megan se alejaba junto a Scott y su madre.
—Eres más interesante de lo que pensaba —mencionó Codicia sin voltear—. Eso de ahora, no fue como lo que hiciste hace un momento, no vi ninguna luz cegadora, y tampoco fue super velocidad. Dime ¿Qué tipo de habilidades posees?
—El tipo de poderes que te vencerán, eso dalo por hecho.
—Está bien, lo entiendo, tienes mucha confianza en tu fuerza —dijo levantando los brazos, pero con una tranquilidad inquebrantable en su expresión.
Codicia dio un salto por sobre todos los presentes y regresó al mismo punto por donde apareció la primera vez. Metió su mano en el bolsillo derecho del pantalón que llevaba puesto y cuando la sacó todos pudieron ver un pequeño frasco, casi vacío, que contenía no más de dos gotas de un líquido transparente.
—No quería recurrir a esto aún —dijo Beltrán destapando el frasco—. Pero tú sí que me interesas y no me vas a dejar las cosas fáciles.
—Salgan todos de aquí —dijo Angel—. Yo me encargo.
Alguno que otro iba a intentar decir algo para detener a su amigo, pero no lograron pronunciar ninguna palabra luego de ver el ambiente pesado y sentir cómo la presencia y poder oscuro de Angel crecía con cada segundo que pasaba. No les quedó más remedio que hacer caso y correr mientras pudieran.
Codicia bebió lo que quedaba en el vial, esas últimas dos gotas fueron más que suficientes para modificar toda su energía. Con la primera gota, al consumirla, fue capaz de replicar la luz divina del ángel que asesinó junto a Gula, de esta forma logró emplear la magia oscura que usaban los humanos antiguamente para despertar y dirigir el ejército inmortal. Luego de eso, decidió experimentar un poco con las lágrimas. Utilizó su Energía de Pecado para alterar el líquido y convertirlo en una nueva sustancia que mantenía su transparencia.
Luego de tragar las gotas, Angel sintió cómo el ambiente había cambiado, ya no se trataba de una simple energía maligna, ese no era el aura de un Pecado común y corriente. Sin embargo, su apariencia no había cambiado en nada, seguía teniendo la apariencia del profesor Beltrán.
—¿Me permites probar ese poder tuyo? —dijo Codicia sonriendo.
—No estás consciente de tu posic-- —Codicia lo interrumpió con un golpe directo en el abdomen y luego retrocedió devuelta a su lugar.
Algo más había cambiado definitivamente, no solo el ambiente era pesado, sino que ahora también sentía algo extraño dentro de su propio cuerpo. La ausencia de algo le incomodaba. Pensó en las palabras que Codicia dijo hace un momento y no le tomó mucho tiempo llegar a una deducción concreta. La avaricia y deseo de conocer y poseer todo, junto con la luz interna desarrollada gracias a las lágrimas, fueron lo único que el Pecado necesitó para conseguir una peligrosa habilidad. Sin duda, le había robado el poder de manipular la realidad al joven ángel.
—Esto se pone cada vez más interesante... —mencionó el Pecado mirando su mano abriendo y cerrando el puño.
El equipo corría por los pasillos buscando una salida, es como si la entrada por la que llegaron hubiera desaparecido y todo el lugar se hubiese convertido en un laberinto. Pero, por más que corrían, el ambiente pesado de Angel y Codicia no los abandonaba en ningún momento, como si estuvieran ahí mismo. Avanzaban rápidamente buscando una manera de escapar, pero algo los detuvo. No era una presencia humana o real, era simple energía moviéndose por voluntad propia.
Llegado a cierto punto, escucharon nuevos pasos a lo largo del pasillo. Algo se acercaba a ellos. Megan concentró su luz interior y realizó un conjuro. Una serie de símbolos brillantes aparecieron por todo su brazo derecho y una esfera de luz se generó en su palma. Extendió el brazo hacía el frente y la esfera salió disparada de su mano cruzando por todo el corredor. Esta luz voló en línea recta y unos cuantos metros adelante pasó entre un grupo de seres humanoides de barro y paja, el ejército de guerreros inmortales de Codicia.
Scott empuñó la Espada del Espíritu y adoptó una posición de combate. Halrinach se concentró para aumentar su velocidad, al no poder ver el cielo y no sentir brisa correr por el área no podría utilizar sus poderes de tormenta. Megan extendió ambos brazos hacia el frente y los símbolos brillantes aparecieron alrededor de estos nuevamente.
—Vaya, y yo que creía que esto no podía ser más raro —dijo Noszel rascándose la cabeza—. Señora Arcile —agregó dirigiéndose a Evelyn—. Colóquese detrás de nosotros, esto se pondrá feo. Déjenme encargarme de esto, necesito calentar un poco —rio él.
Todos lo vieron extrañado, excepto Halrinach, quien sabía perfectamente de lo que Noszel era capaz de hacer. El demonio comenzó a caminar poco a poco en dirección a los seres de barro que se encontraban frente a ellos. Su piel empezó a tornarse de un color rojizo mientras que unos gruesos cuernos curvados crecían desde su frente hacia atrás, terminando en una pequeña vuelta. Estiró su mano izquierda hacia adelante y un arco de fuego se generó en ella. Con la mano derecha frente a su brazo izquierdo, con el dedo índice, medio y anular curvados sujetó una cuerda de fuego que apareció y se extendió hasta las puntas del arco.
—¡Héfesis! —gritó Noszel al aire.
Una línea de fuego se dibujó desde sus dedos extendiéndose por su brazo hasta el arco. La llama que generaba se volvió más poderosa y flameante. Su calor se sentía aun a cinco metros de distancia. Tensó la cuerda hasta dejar su mano junto a su mejilla derecha. Sonrió levemente hacia un lado y susurró "Aumento", luego de eso la intensidad del fuego de la flecha se elevó considerablemente.
Todo un círculo de tres metros de diámetro se prendió en fuego. Llamas comenzaron a encenderse sobre el suelo y alguna que otra caja. Fuera de esa área, aun se sentía un inmenso calor, razón por la cual el grupo retrocedió unos metros al volverse insoportable. Scott y Megan se percataron de que ya casi no sentían energía proveniente de Noszel, casi toda era directamente del arco y flecha que tenía en sus manos.
—Esa es... demasiada energía espiritual oscura... —dijo Scott cubriéndose con un brazo.
—Bueno —mencionó Halrinach—. Después de todo somos dos de los demonios más poderosos no pertenecientes al nivel de los Príncipes del Infierno. O a ninguna casta en particular.
—¿Qué tanto alcance tiene sus poderes? —preguntó Megan.
—Mmm... —pensó un momento—. Noszel está a la altura del menor de los arcángeles.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó Scott.
—Creo que yo llego aproximadamente al nivel del quinto arcángel —mencionó con un dedo en el mentón.
Los chicos no podían creer las palabras de Halrinach. Nunca habían comprobado el poder de los arcángeles, pero sabían perfectamente que su nivel no era cualquier cosa. Esa impresión desapareció cuando escucharon al demonio Noszel gritar mientras soltaba la cuerda. El intenso proyectil de fuego salió disparado con una potencia enorme y un grosor superior al que tenía antes. Impactando así con las figuras de barro. Antes de tocar a los guerreros, el calor fue tan extremo que solidificó cada uno de sus cuerpos, luego, cuando el proyectil en sí los golpeó, estos se hicieron trizas y se destruyeron en múltiples fragmentos.
Una vez completado el ataque, Noszel retiró su brazo izquierdo con un movimiento firme dejándolo nuevamente al lado de su torso. Su piel volvió a la normalidad y sus cuernos desaparecieron, recuperando así su apariencia más agradable para la vista. Volteó a ver al grupo con una sonrisa egocéntrica y confianza tremenda.
—Hacía mucho que no lanzaba ese ataque —rio el demonio.
Codicia comprendió lentamente cómo funcionaba el poder que había obtenido de Angel. No se trataba de una simple técnica para copiar habilidades, era derechamente una capacidad para extirparlas de sus usuarios y dejarlos sin la posibilidad de recuperarlas. Cada vez que le daba uso la utilizaba mejor, esto jugó totalmente en contra al joven ángel, quien ya se encontraba muy herido por los ataques recibidos del Pecado.
No lograba manifestar su poder destructivo. Recordó las palabras que Orden y Caos le dijeron durante su estadía en ese plano mental: "Solo una mente en completa armonía es capaz de desatar toda la destrucción". Pero no había forma alguna en la que pudiese encontrar esa armonía. Su enemigo lo había despojado de su poder, una habilidad que guardaba y finalmente había comenzado a entender. La concentración se escapaba de su mente. Su velocidad de reacción se vio fuertemente afectada.
—Entiendo —dijo Codicia admirando sus manos—. No es simple teletransportación o velocidad extrema, simplemente modificaste la realidad para moverte dentro de la realidad. Qué uso tan mediocre. Pero no te preocupes, yo me encargaré de darle un mejor propósito.
Beltrán extendió sus brazos hacia los lados y se concentró para hacer uso de su nuevo poder. Angel sintió una punzada extremadamente dolorosa a un costado del abdomen y segundos después esta zona se vio perforada por el aire, dejando un agujero totalmente abierto del frente hacia atrás de tres centímetros de diámetro. Pero Beltrán no tuvo suficiente con eso. Sintió cómo el número de sus tropas inmortales se iban reduciendo en el mundo, sabía que tanto el grupo de Megan como diferentes legiones de ángeles repartidos por el mundo estaban acabando con ellos.
Repitió la acción y los soldados de barro de todas partes se regeneraron en cuestión de segundos, pero esta vez con una energía y aguante superior. Estos seres lograron herir gravemente a los soldados celestiales repartidos por el mundo. Los arcángeles, los líderes de estos escuadrones no entendían del todo la situación, habían ganado confianza al derrotar a esos seres ya una vez, pero ahora era diferente, los guerreros de barro estaban dándole la vuelta al caso.
Noszel observó cómo esos seres se reconstruían como si nada hubiera pasado. Al mismo tiempo, más soldados comenzaron a aparecer rodeándolos por completo. Entonces tanto Scott como Halrinach volvieron a prepararse para combatir, pero, por otro lado, Megan solo se dedicó a voltear a ver en la dirección por la que llegaron, sintiendo la energía de Angel decaer con cada segundo. Pensó lo peor, imaginó que no había sido lo suficientemente fuerte para enfrentar a Codicia por sí solo.
Preocupada, decidió correr devuelta a ese lugar, sin importarle el peligro en el que se pudiera poner. Lo único que estaba en su mente era sacar a Angel de ese lugar antes de que algo malo le pasara. Evelyn la siguió intentando detenerla, mas esta no le hacía caso. Scott volteó para correr con ellas y acompañarlas, pero más soldados de barro aparecieron y le taparon el paso.
—¡¿Qué está haciendo?! —preguntó Halrinach—. ¡¿A dónde va?!
—¿Dónde crees? —dijo Noszel—. Va con Angel. No hay tiempo para preocuparse por ella, tenemos nuestro propio problema aquí.
Scott aceptó en silencio a regañadientes, no le gustaba la idea de abandonar a su amiga a su suerte, aun cuando esta demostró que era capaz de hacer cosas sorprendentes. Esa fruta de la que ella le habló realmente era milagrosa. Su luz interior no era algo que entendiera del todo, gracias a la explicación de Moniel fue capaz de manifestarla en menor medida, de hecho, logró manifestar aparentemente toda su fuerza actual, pero la invocación de nombres le concede la habilidad de fusionar momentáneamente su luz con el tipo de energía que empleen los portadores pasados.
Hasta ahora tan solo había logrado utilizar la fuerza de seres no tan diferentes. Moniel, Hermóndimas, Isaac, eran personas que usaban la energía de su luz interior para ganar fuerza. En cuanto a demonios, aún no era capaz de aceptar del todo su energía oscura, su propia luz la rechazaba. La espada albergaba por lo menos a cinco demonios como predecesores, por lo que de alguna u otra forma estos no tenían tan malas intenciones, pero sin importar sus buenas acciones, su poder seguía siendo maligno, razón por la que hasta ahora ningún portador ha sido capaz de emplear sus poderes, exceptuando esos demonios, a los cuales le ocurría al revés, ellos no podían usar los poderes de aquellos con luz divina, tan solo las habilidades.
—¿Cuánto tiempo piensas quedarte ahí? —preguntó Halrinach apareciendo repentinamente a espaldas de Scott.
—Eh, lo siento —dijo el mortal. Miró la espada y entrecerró los ojos, luego sonrió—. ¿Listos para pelear? —le preguntó a su arma.
Halrinach y Noszel se miraron extrañados y se encogieron de hombros al ver el raro comportamiento del chico mortal que los acompañaba. Scott por su parte se concentró y cerró sus ojos colocando la espada en vertical frente a su rostro. Realizó la invocación del nombre de Hermóndimas y la empuñadura obtuvo su característico fulgor azul. Sin mucho esfuerzo, el cuerpo del joven recorrió gran parte del pasillo dando vueltas con el sable en mano y cortando los cuerpos de los guerreros de barro que los rodeaban.
Noszel por su parte se encontraba cargando una flecha ígnea similar a la de antes, pero sin adoptar esa forma demoniaca, por lo que seguro el disparo no sería tan poderoso como el de hace un rato. Halrinach también se puso manos a la obra arrasando con docenas de soldados a gran velocidad, pero más que eso no podía hacer. Además, las paredes del pasillo parecían tener una especie de escudo protector, así que no había forma alguna de derribarlos por ahora.
Sin importar cuántos soldados de barro derribaran, seguían apareciendo más y más, aun cuando los que caían se iban reconstruyendo gracias a la manipulación de Codicia. Moniel llamó a Scott y el tiempo se detuvo, su mente fue trasladada hacia el interior del espacio de la espada, interrumpiendo toda la pelea.
—¿Qué ocurre, Moniel? —preguntó Scott—. Estaba en medio de un problemita.
—Esos seres son controlados por magia oscura pura —le dijo ella—. No tienen vida propia, así que por más que acabes con ellos, siempre volverán.
—¿Entonces qué hago?
—Debes cortar sus puntos de unión de energía, Fiona puede ayudarte con eso, ella tenía... ciertas habilidades capaces de encargarse de ello. Te protegerá, por siempre, sin importar qué tan complicado sea.
Antes de decir nada, Scott ya había regresado al mundo exterior y reaccionó justo a tiempo para evitar chocar con un soldado que saltó en su dirección. Se abrió paso a través de los guerreros a espada y patada hasta quedar en un área relativamente libre. Repitió múltiples veces el nombre en su mente para no olvidarlo, durante su entrenamiento no se quedó con ese nombre al no comprender del todo sus habilidades, pero si su mentora, Moniel, se lo recomendaba, él no era quién para llevarle la contraria.
—¿Podrían cubrirme un momento? —preguntó Scott a los dos demonios que lo acompañaban.
—Lo que sea que vayas a hacer, será mejor que lo hagas rápido —dijo Noszel saltando a su lado junto a Halrinach.
—Bien... —susurró el chico. Clavó la espada en el suelo y cerró los ojos para concentrarse—. Fiona, yo te llamo —dijo con voz tranquila.
Una rara sensación invadió su cuerpo, su luz no se vio alterada en lo más mínimo. Imaginó que había pronunciado mal el nombre o algo así, pero supo que no era el caso cuando abrió los ojos y vio la hoja de la espada brillar. Luego vio a los demonios mirándolo asombrados sin entender del todo el por qué. Poco después, en los cuerpos de los seres logró divisar múltiples líneas de un rojo oscuro fluyendo por cada parte de su organismo.
—Esos... ojos —dijo Noszel asombrado.
—¿Qué? ¿Qué tienen mis ojos? —preguntó el chico confundido.
Levantó la espada y al ser tan reluciente y limpia, logró ver su reflejo en la hoja. Sus ojos habían cambiado a un color celeste blanquecino. Al inicio le pareció extraño, pero, al ver que gracias a esos ojos podía divisar aquellas líneas, entendió que eso era parte del poder del espíritu de Fiona. No la llegó a conocer bien durante sus prácticas, por lo que no tenía idea de su origen e historia de vida. Sin embargo, estaba feliz de que pudiera darle un buen uso a su poder.
Llevó su mirada hasta los soldados de barro y logró apreciar líneas blancas cruzando por todo su cuerpo artificial. Levantó su espada reluciente y se acercó confiado a uno de los soldados. Sonrió levemente y realizó un corte horizontal a través del abdomen del guerrero. Noszel pensó que eso sería inútil y que no tardaría mucho en recomponerse, pero no pasó. El corte que hizo Scott dividió dos puntos de unión de energía. Ahora que comprendía del todo cómo funcionaba esa nueva habilidad, una confianza apareció en su cuerpo con el pensamiento de que ahora sería más fácil.
—Gracias, Fiona —susurró el chico—. ¡Hermóndimas! ¡Yo te llamo!
La empuñadura relució al igual que en las ocasiones anteriores y con la habilidad del espíritu de este guerrero logró desplazarse por todo el pasillo cortando cada unión de energía de los cuerpos de los soldados de barro. Arrasando con un gran número de estos sorprendió a los demonios, pero eso los incentivó a no quedarse atrás de un simple mortal. Noszel se detuvo a pensar en las acciones del chico, sabía que había visto eso antes, en algún lejano pasado.