Mis padres tenían una curiosa costumbre, aunque quedamos en términos turbios mi madre pedía e insistía que fuera a visitarlos así fuera un fin de semana, no es que incomodara ir hasta Arangoiti, pero aún me sentía incómodo por como mi padre me comparaba con mi hermano, mi único consuelo y aliento era mi trabajo, hacer contrato con un centro turístico con variadas atracciones de piscina y natación me era reconfortante.
Incluido viajar y estar en pleno lugar de obra y supervisar hasta el más mínimo detalle, que materiales usar, cuantos metros o milímetros debía ser, que tan firme y estable y los casos de riesgo para cualquier emergencia, desde lluvias con tormenta hasta caso de posible incendio, la inversión era grande y por un proyecto así arriesgaría hasta horas de sueño.
Tal vez sonaba exagerado, pero con este contrato no sólo nos daría más oportunidades de que ella contarán más con nosotros, sino también de forjar nuevos contratos; como toda empresa habían puntos fuertes y débiles y por malos arquitectos la reputación de mi empresa se balanceaba como un barco mal construido, pero luego de 3 años volvimos a ser firmes y dar veracidad de nuestro sólido trabajo.
Siempre me reunía con mis amigos en el café, y accedimos a que para evitar otro futuro ataque necesitaríamos contar con un bufete de abogados, que nos respalda incluido con el cliente, para nuestro amigo Gabriel quien volvía de Australia, como sabía que volvería dentro de poco y ya estaba al tanto de la situación accedió sin hacerse el de rogar.
Pedía casi que a gritos este bufete por un pequeño accidente con un cliente, sólo por no escuchar nuestro consejo golpeó a uno de los empleados y perdimos la demanda, caímos tarde en que el abogado se había dejado corromper por el demandado Sr. King, era un tirano en cierta medida sólo por que su padre es un gran político en Korea del Sur. Incluso su propio padre sentía vergüenza de el.
Mientras hablaba con Gabriel miraba que amueblaran todo su futuro Bufet e incluso le ponía al tanto de los demás proyectos, el sólo me decía que no me preocupara y que confiara en el, por estar distraído sin ver el elevador quise entrar sin notar que una señorita quería salir, al tropezar con ella su vaso de café cayó en toda su ropa y unos documentos, al mirarla de frente para hablar dijo
Señorita misteriosa: lo que me faltaba, los documentos están manchados y no tengo más copias de el, ¿Qué haré ahora?.
Mientras notaba como sólo se quejaba de los documentos ignorando que desde su cuello hasta casi su cintura estaba empapada, cuando por fin quise hablar volvió a decir
Señorita misteriosa: bueno, tocará ir rápido a la oficina y redactar todo de nuevo, luego volver por la firma y salir de nuevo.
Yo me quería reír porque no sólo me ignoraba sino que ni me dejaba hablar, me causaba curiosidad pero me daba risa; cuando por fin veo que no habla digo
Yo: sabes que deberías preocuparte más por tu ropa que por esos documentos.
Notar como notaba mi presencia al fin, su rostro se tornó rosado, su lindo rostro blanco casi de porcelana tomaba un color rosado como una guayaba, sus ojos grises eran interesantes ya que parecía ver la luna tan radiante en pleno medio día, su cabello castaño rojizo y largo era como ver el sol detrás de ella, realmente su rostro había captado toda mi atención hasta que la oigo decir.
Señorita misteriosa: ¿Qué?, ¿Mi ropa?, hay dioses…. Por ahora me importa el documento.
Yo: pero…. ¿No cree que podría pescar un resfrío?.
Señorita misteriosa: … no se preocupe estaré bien, permiso y hasta luego.
Verla reír por ese detalle me dejó confundido y algo perplejo, realmente me hacía preguntar ¿Qué tan importante era ese documento?.
Note como recogía todo y se alzaba para ir, camino unos cuantos pasos y se detuvo frente a un señor de la limpieza con quien se disculpó diciendo que había tenido un accidente con su café y por eso se boto, el señor sólo ríe por su manera de contarlo y le dice que no se preocupe por ello aunque ella aún así se vuelve a disculpar con el.
La seguí con la mirada hasta verla salir del edificio donde varios abogados tenían este edificio como un gran bufete. Decidí llamar el otro ascensor y está vez me fijé de que no había nadie y entre mientras marcaba el piso 10, aún pensaba en esa mujer, su ropa aunque era de color negro aún así se notaría la parte mojada, no pude aguantar una que otra risa y sonrisa ya que me parecía una mujer interesante.