Lograron llegar vivos a casa, Mercedes no entendía porque tenía un montón de ramas en sus trenzas mientras que Gabo estaba impecable, por ello se sentó en un tronco (usado como silla) que tenían en el porche a murmurar su enojo mientras él entregaba los recados.
La señora Ana se sentó a su lado mientras le sacaba ramitas del cabello, estaba feliz al ver de mejor ánimo a su niña, luego su hijo llegó dándoles rebanada a cada una de un pastel.
—¿Qué hicieron en la ciudad? Noto a mi tierna Merce muy sonriente, estaba preocupada porque estabas seria y temía que fuese por lo de la batalla de panes.
—Gabriel me llevó a la pastelería de Rose, me dio algunos consejos. Además estoy empezando a sentirme muy cómoda aquí, en el instituto estaba todo el tiempo muy seria obviamente, ahora ya puedo relajar mi cara.
—¡Es excelente! Y tienes razón todo lleva su tiempo, has pasado de una rutina estricta por tantos años, a estar en un ambiente de calma, debes estar incrédula ante tanta paz —dijo esto sacándole la última de las ramitas de su cabellera, para luego abrazarla y frotar su mejilla con la de ella, Anita era experta siendo cariñosa.
Estaban contándole a la señora lo sucedido en la ciudad,y lo terriblemente despistadas que eran Rose y Merce al no reconocerse, cuando llegó un aviso del portero, había llegado un coche negro y el cochero solicitaba la precensia de la señora.
—¿A mi? ¿Estás seguro? —Ante la pregunta el portero afirmó —Que extraño... usualmente sólo buscan a Humberto por asuntos de trabajo ¡Ya regreso muchachos! Parece que soy famosa y me solicitan.
Gabriel que tenía muy buena vista para ver a lo lejos, le describía todo lo que ocurría a Mercedes. Al parecer la señora vio a través de la ventana quien era el visitante y subió alegremente al coche, y así, este emprendió a subir la colina por el camino zigzagueante para ir a la casa. Al llegar, la primera en bajarse fue Anita que se hizo junto a Merce a sostenerla del brazo mientras le decía que había llegado alguien muy especial. Esa persona era el Señor Ferrec, padre de Mercedes.
Él era un hombre alto y muy delgado por pérdida de peso, sus cabellos eran rizados negros siendo peinados hacia un lado, y sus ojos tristes tenían el mismo color que su hija, se caracterizaba por mantener un gesto serio que dominaba a los demás y una mirada escrutadora. Portaba un traje elegante, bufanda y sombrero de copa que se retiró al bajar del coche. Todos le conocían como "El honesto" por su total transparencia en sus pocos años de estadista, para luego dedicarse al negocio textil que era de su difunta esposa.
Mercedes le miraba atónita, estaba a punto de correr hacia él llena de alegría, cuando él se le adelantó y le abrazó, le dio un beso en la mejilla y la tomó de los hombros mientras veía aquellos ojos que eran idénticos a los suyos y que él nunca pudo intimidar con su mirada.
—¿Te has portado bien, Mercedes?
—S...si, señor ¿Cómo han estado sus asuntos?¿Los ha resuelto?
—La gran parte... ¿Estuvo bien el viaje?¿Mucho mareo?
—Sentémonos y le cuento.
Hablaron allí sentados en el porche sobre el viaje de Merce y los negocios de Ferrec, Anita le contaba mientras se reía, todo el suceso de la llegada de la joven. Pero luego lo que para Merce era el inicio de momentos llenos de felicidad y sonrisas sinceras como le dijo a Rose, se tornó de frustración al oír la noticia de su padre. Al parecer debía marcharse nuevamente, este si era un viaje prolongado, debía entablar conversaciones con los obreros sobre peticiones que estaban estableciendo e instalar las nuevas mejoras de la fábrica, eran muchos los asuntos por resolver, sólo había ido a Ciudad Naciente para ver a su hija y recibir una importante visita.
—Partiré cuando llegue aquella visita. Sólo ésta noche iremos a casa y luego volverás aquí. Me ofrecí en pagar gastos a los Robledo para no aprovecharnos de su amabilidad, pero ellos como siempre no lo han aceptado o me devuelven todo —le decía Ferrec a su hija.
La señora Ana se acercó a Ferrec y le susurró al oído —¿No deberían mejor quedarse a dormir aquí? Es que esa casa...
—Lo sé, Ana, lo hago para que a ella se le borre todo deseo o capricho de querer estar allí —susurró él a la dama.
—¡Es muy poco tiempo en casa, padre! La he extrañado demasiado y quiero hundirme en los recuerdos. —Ante la exclamación de Merce, Ferrec con la mirada le decía a su amiga "Te lo dije"
—Créeme que después de que la veas,vas a estar de acuerdo —dijo Gabriel mientras colocaba su mano en su barbilla y miraba hacia el cielo recordando algo que lo hacía palidecer.
—¿Ah?¿Cómo asi?¿Qué le ha pasado a la casa?¿Eh?
— Eh, pues... Oh, la visita llega mañana temprano así que me iré a arreglar asuntos de la casa rápidamente.
—¿No se quedarán a almorzar? ¡Vamos amigo mío!
—Yo... ya sabes... no tengo apetito. Pero Merce puede empacar su porción, es que ya es tarde Ana...
—Está bien, mandaré a Gabriel a empacarlo.
Luego de ello ambos se marcharon en el carruaje, madre e hijo se quedaron con la gran pregunta de quien era el personaje que llegaría, lo bueno es que el chisme estaba próximo, ya que con certeza sabían que Mercedes volvería desesperada a casa.
Mientras iban en el coche, la joven dislumbraba a su padre, las pocas veces que le visitaba no tenia tiempo de contemplarle perdidamente. Seguía siendo guapo y un caballero como pocos, pero le era preocupante que estuviera tan delgado cuando siempre fue un hombre fornido, hasta sus rizos habían perdido volúmen, se pregunataba si era debido a los años o si algo le aquejaba. Gracias a Gabriel sabía que su padre era muy pretendido a pesar de ser viudo y siempre portar traje negro que representaba su luto.
Al acercarse a la casa, ella pudo ver con nostalgia los hermosos tulipanes que adornaban desde el portón hasta el porche, los tulipanes sembrados por su madre. Había llegado a la casa de su niñez después de mucho tiempo donde estaban intactos sus recuerdos, esperaba que iguak de conservada estuviera la casa, aunque notaba que el revestimiento de madera de las paredes de la fachada habían perdido su color dorado y habían partes del techo sin teja, pero al parecer todo estaba bien.
—Así que Ferrec ya vino por Mercedes, lástima que estaba viendo unos cultivos o sino nos habríamos visto —decía el señor Humberto al enterarse de lo sucedido.
—Si... extraño a mi Merce. Ah, por cierto querido, llegó correo para ti, he puesto las cartas en el cajón.
—A ver... —Abrió primero el sobre que tenía como emisario a Sansón —¡Mira esta noticia! Nuestro muchacho vendrá la próxima semana, es excelente. Ana... hay una carta de Lucila.
—¿Lucila? Tu cuñada, eso si que es extraño
—No puede ser... No faltan las buenas noticias acompañadas de otras terribles.
------------------
Mientras tanto en casa Ferrec, Mercedes se daba cuenta de por qué preferian dejarla con los Robledo, al parecer, lo único en buen estado en su casa era el portón.
Cuando su padre abrió la puerta, ella se encontró con una casa terriblemente abandonada, el piso lleno de maleza que no permitía ver rastro alguno de la madera encerada que ella recordaba, las paredes habían perdido su tapizado y estaban cubiertas de humedad. Al mirar hacia el techo se llevó un terrible susto al ver que el segundo piso estaba por caerles encima, estaba lleno de grietas en las cuales crecían al parecer las semillas de un árbol.
Al pasar a la sala, se sintió aliviada de ver que al menos ese espacio estaba conservado, aunque los muebles habían perdido su relleno y varios de los sillones de madera tallada estaban destruidos en ciertas partes. El patio que se encontraba en mitad de la casa tenia la fuente inactiva y sucia, emanaba un nauseabundo olor y habían varios insectos flotando en el verdoso líquido que allí había, las plantas ornamentales se habían marchitado, en especial la enredadera. La cocina... prefirió ni mirar ese lugar, le daba la impresión de que allí encontraría el infierno.
Se sentaron en el comedor, sólo había dos sillas de las ocho que alguna ve hubo, la joven no sabia que hablar o decir, pero estaba tan decepcionada que por un momento mandó al carajo la prudencia que tanto le inculcó su padre y expresó su descontento.
—¡Esto es una bazofia! Es horripilante. Siento que incluso esta mesa está por romperse... ¿Quién dañó los muebles?
—Fui yo, obviamente. Tampoco es tan terrible el estado de la casa, aunque no me importa mucho, es un lugar en el que permanezco poco.
—Tienes muchas propiedades y no creo que ninguna esté hecha una bazofia como esta ¡Oh cielos! ¡Creo que vi pasar una rata!
—Deja de usar esa vulgar palabra, además aquí no hay ratas, yo ya las habría matado. La casa no está tan mal como la describes.
—Pero mira papá, hay una gotera cayendo en la mitad de la mesa. —Ambos se quedaron en silencio mientras observaban las gotas caer —Hasta hay babosas recorriendo las paredes. Ahora veo porque nunca me hablaste de la casa ¿En qué momento esto se volvió asi?
—Hija mia, yo permanezco poco y esta casa sólo la conservo porque aquí tengo varias cosas tuyas y muchos... muchos recuerdos, de hecho prefiero dormir en la casa de los Robledo, por cierto ¿cómo ha sido el hospedaje allí?
—Espléndido, me hacen sentir parte de la familia y son muy cordiales.
—Pues porque conozco a Gabo desde niño permito que estés allí, porque no me da confianza que te quedes donde hay varones. Algo que causa inconformidad es lo pequeña que es esa casa, a comparación de esta esa es algo minúscula, con todo el dinero que tiene Humberto se puede hacer una buena mansión.
—Mejor observa lo terrible que está nuestra casa —dijo mientras se cubría sus ojos con las trenzas, sentía que entraría en desesperación.
—De hecho, hay otro detalle negativo, el cocinero que tienen.
— ¿Ah? ¿Crispiniano? Pero si cocina excelente, además me contó lo sucedido con Claudio, fue demasiado terrible...
—¿Terrible ? Terrible que un hombre este cocinando, terrible que esos dos vivieran juntos sin tener miedo de contradecir las leyes naturales, es una suerte que muriera para que se libraran del pecado que estaban cometiendo.
—¡Papá!Cómo puedes....
—Mercedes... ¿ qué te he dicho de dejarte dominar por las emociones? No pierdas nunca la razón —su mirada que tanto pánico causaba estaba haciendo su entrada, esas pupilas retraidas y su posición recta mientras estaba sentado en la silla trajo temor en Mercedes.
—Pero...tan sólo es... mi punto de vista.
—No lo es, sólo muestras ira, enojo, descontento, tus mirada nunca miente, esas son emociones que son mejor reprimir. Además, es una falta de respeto que te atrevas a mirarme así.
—Yo... —dijo esto mientras pensaba << no puede ser, me tiemblan las manos, es capaz de mandarme lejos de nuevo si desobedezco>> —Yo... entiendo, lo entiendo. Creo que mejor me voy a recorrer, esta bazofia de casa, si.... es mejor.
Se levantó de la mesa, dejándo a solas a su padre mientras este ni se inmutaba ante su retiro.
—Él siempre logra borrar mi alegría de verle cuando me intimida de esa manera —murmuraba mientras iba por el corredor para dirigirse a las escaleras principales.
En las escaleras para ir al segundo piso, la madera quebradiza causó que rodará abajo dos veces, gracias a ello se olvidó del tenso momento con Ferrec y se concentró en batallar contra las escaleras. Cuando al fin lo logró pudo ver desde arriba el patio, recordó a su madre cuando tejia acompañada del agua cristalina de la fuente,y levantaba su rostro para verla y decirle que se alejara del pasamanos. Y casualmente estaba apoyándose en el pasamanos, gracias al recuerdo de su madre se alejó de este a tiempo, porque el trozo en el que apoyaba su mano, se rompió y cayó al primer piso, por suerte había retrocedido para luego caer al piso ante la impresión de ver lo sucedido.
Atemorizada y apunto de gritar, se alejaba más y más de aquel lugar acercándose a la padre que estaba tras su espalda, sintió que chocó con algo de madera, era una puerta que tenia una "M" y flores talladas, sin dudas era su antiguo cuarto. Estaba intacta, cada juguete en su sitio, la todavía se conservaba en los cajones, el tendido de la cama hecho en lana y hasta sus dibujos pegados a la pared, pero la oscuridad del lugar la llevó a abrir la ventana altamente empolvada.
Cuando la luz que entró iluminó cada rincón le permitió ver con mayor claridad, creyó ver un fantasma allí en el rincón entre su puerta y la pared, entonces salió gritando de allí para pedir auxilio y afirmar que la casa estaba embrujada, bajó por las escaleras estando a punto de rodarse de nuevo hasta que por fin encontró a su padre que esta buscando una cruz para defenderse del tal espíritu.
— ¡Padre!¡Padre! ¿Recuerdas a mi perro Gastón?¿el beagle que murió hace 3 años?Al cual le gustaba que le tocará su naricita y claramente está muertito ¿verdad?
—Ah... —pronunció ese "ah" alargandolo por mucho tiempo mientras intentaba examinar lo dicho por su hija —Obviamente lo recuerdo. En varias cartas hacías dibujos intentado retratarte llorando cuando el pobrecito murió, eso si, con eso me dí cuenta que no sacaste mi talento en el dibujo.
—No me creerás pero... abrí la ventana ¿ si? Luego me giré y vi algo entre la puerta y la pared y ... y ... pues ahí estaba donde a él le gustaba esconderse para jugar conmigo ¡Es un fantasma que intenta buscar a su dueña! Dueña que no pudo estar en sus últimos momentos.
—¡Ah! No seas tonta, simplemente hice disecar a Gastón, es una maravilla, parece como si estuviera con vida.
—¡¿Qué hiciste qué?! ¿Por qué le hiciste eso a mi pobre Gastón? Mi bebé precioso hermoso, debiste enterrarlo dignamente, ahora ya ni descansa en paz.
—¡Basta de reclamos! Pensé que te alegraría verlo de nuevo así fuese de esa forma.Ya te pareces a Gabriel, al verlo casi se lanza desde el segundo piso, yo creí que estaba exagerando como siempre lo hace, pero al ver tu reacción, siento que yo soy el equivocado.
Y así, discutieron un largo rato sobre el perro y qué hacer con sus restos, sin concluir nada. Mercedes le pidió a su padre limpiar un poco la casa antes de que se oscureciese, pero era tan enorme el desatre que no se podía ver el fruto del trabajo. Durmieron en la habitación de invitados, la cual extrañamente estaba perfecta.
Llegó el siguiente día en el cual continuaban con la limpieza, el señor limpiaba las habitaciones, mientras ella sacaba todo el polvo y lavaba el patio. Era alrededor de las 10 de la mañana cuando un coche anunció su llegada a la casa, era visita que tanto esperaba Ferrec. La joven se sentía apenada de recibir al personaje estando sucia y usando ropa vieja de su padre, el que estuviese usando pantalón lo que encendía su temor.
—Ojalá no sea una madrastra —murmuraba entre dientes mientras Ferrec hacía entrar la visita.
Estaba inclinada acabando de eliminar la suciedad de la fuente, cuando sintió que alguien estaba de pie junto a ella, se levantó para saludar a tan esperada persona, al verle su alegría era inmensa, atónita le observaba mientras esta le sonreía mostrando toda su dentadura.
—¡No puedo creer que seas tú! ¡Cruz! —Se abalanzó a ella, inclinándose para poder estar a su altura.
—Si primita, he venido a ser un dolo de cabeza para ti —contestó aquella persona con su voz de tono medio y ronca.