Gabo observaba como atravesaban algunos rayos de sol las tantas nubes del cielo de esa mañana, estaba allí con las manos frías entre los bolsillos del pantalón de lino cuando su padre le saludó con un golpe en la espalda que había hecho que se le escapase el aire.
— ¿Gabriel me oyes? Este muchacho, ese golpecito no debería hacerte lamentar así.
— Eso no fue un "golpecito" — dijo mientras tomaba aire y se apoyaba de la pared — El día de hoy parece que habrá algo de lluvia.
— Mal día para viajar. — Pensativo peinaba su barba con la mano.
— ¿A dónde vas? Yo puedo acompañarle si lo desea.
— No, gracias. Se supone que ayer llegaba respuesta de unos socios pero aún no la recibo, espero que el correo llegue antes de partir, si se da cuando ya he marchado,alcánzame muchacho.
— Está bien, padre. Bueno... ¿y por qué ese viaje repentino?
— Eres curioso ¿eh? Lucila mi cuñada me ha escrito para pedirme que visite a mi hermano agonizante, así que cumplo y me devuelvo.
— ¡¿Qué?!¡¿Con tanta normalidad lo dices?! — exclamó mientras pensaba: «Sé que mi viejo es algo callado y frío, pero ahora si es preocupante» —Por favor, deja que te acompañe, esto es una situación delicada.
— Ya dije que no. Muchacho, yo nunca tuve buena relación con mi familia, sólo haré esa visita por ser cuestión de vida y muerte, no quiero que te involucres con los Robledo ni los Sáenz. Hago esto por Josué que siempre fue amable entre tantas víboras de la familia.
— Pero a Sansón si lo dejas... — le reprochaba pero se abstuvo de decir algo más ante la temible mirada de su padre -Estaré al pendiente del correo y por favor avisa con tiempo sobre estas noticias.
— Bien dicho, por cierto muchacho,cuida muy bien a tu mamá, es tan guapa que cualquiera se la va querer robar, los matas si ves que lo intentan.
— Mi mamá siempre está distraída pero no necesita que la cuiden.
— Exacto. Por cierto, estaré un rato en la tienda de artesanias para que si algo me lleves el correo, de todas formas voy a preguntar si están en la oficina postal.
Se despidieron mientras el joven le ayudaba a subir al coche, fue a su cuarto a ponerse un abrigo cuando Doña Aracelly tocó la puerta avisando que había llegado el correo. Tomó todos los sobres y los metió al bolsillo del abrigo, se subió a su caballo y se fue a todo galope pensando en que su padre era un buen adivino.
Al llegar a Ciudad Naciente vio a lo lejos el coche de su padre en la tienda, revisó que sobres iban para él y los sostuvo en su mano izquierda, se bajó de su corcel y comenzó a llamar a gritos a su padre, este se asomó por la ventana buscando con la mirada a su hijo, agitado el joven se acercó y le entregó los sobres. El señor leía detenidamente, dejando caer la pipa que tenía en su boca al enterarse que sus socios habian aceptado el trato, satisfecho le ordenó a Gabo entregarle esas cartas a Anita ora compartirle la buena noticia, además de advertirle que si hacia un caos en la casa, tenía tres días hasta que llegase para repararlo todo. Y así, nuevamente se despidieron encaminandose a sus destinos, y en su caballo Gabo iba mirando que en su bolsillo había llevado todo este tiempo una carta de su querida Helena.
Le avisó a todos en casa la noticia, su madre abrazaba los sobres como si de su esposo se tratáse y pensaba en lo feliz que estaría él ante la noticia, mientras tanto los obreros decidieron realizar un festejo en la caseta a pesar de ser muy temprano, habían ollas abarrotadas de comida y tocaban melodías con sus guitarras y laúdes para bailar, danzando todos alrededor de la fogata.
Y aunque llegó la lluvia, ni eso detuvo el festejo, en la tarde se había terminado el alcohol en pleno auge de celebración y Gabo para no interrumpir a las empleadas que estaban alegres danzando, fue junto a su madre a buscar las reservas que habían en casa.
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Mientras tanto, para Cruz y Mercedes todo había empeorado en casa, luego de que el carpintero analizara hiciera su visita se dio inicio a la gran limpieza mientras tenían el estómago vacío, puesto que a Luisa se le cayó por culpa de un tropezón con la madera rota del piso, ella se disculpaba al punto de querer llorar pero las jóvenes le dieron ánimos y le dijeron que era todo culpa de Ferrec por haber dejado la casa caer en ese deplorable estado.
Comenzaron por la cocina, el lugar más maloliente, al abrir Mercedes con temor la alacena se encontró con una manada de ratas que de inmediato se abalanzaron a ellas, la joven salió corriendo y gritando de allí al ver su gran fobia mientras Cruz la seguía, Luisa veía pasar los animales y el drama de las señoritas diciéndose: «Que niñitas, son sólo ratas» .
Cuando los roedores las rodearon y algunas se subieron a ellas, Luisa sin mostrar temor ni expresión alguna mientras sentía decepción por verlas hacer escándalo por esa "tontería", comenzó a ayudarles golpeando con la escoba a las ratas y a su vez les daba algunos golpes sin querer a ellas, ante ello las jóvenes corrían por toda la casa huyendo tanto de los animales como de la humana.
Luisa seguía en su labor mientras ellas se sentaron en la banca junto a la fuente del patio observando sus terribles aspectos, ropas rasgadas; mechones de cabello arrancados; marcas de los golpes de la escoba. Y mientras Cruz se lamentaba, Mercedes en sus pensamientos ya veía a Luisa como una diosa salvadora aunque le hubiese golpeado. La lluvia llegó y con ello más problemas de lo esperado, goteras y charcos en varias zonas era con lo que ahora debían lidiar, por el clima al parecer no podrían hacer el trayecto camino arriba para ir con los Robledo, debían quedarse en aquella "bazofia", mientras tanto la joven Ferrec añoraba con todo su ser estar en aquella cálida casa, pero como siempre, mejor callaba su sentir.
— ¿Qué estará haciendo Gabo en este momento? — Dejó escapar ese pensamiento en voz alta mientras colocaba ollas donde había goteras.
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Luego de llevar las reservas de alcohol que había en la casa para dárselos a los fiesteros, el joven Robledo fue a cambiarse las ropas enlodadas en una caída. Estaba quitándose la camisa cuando vio sobre la cama su abrigo, recordando que allí estaba la carta de Helena, así que la tomó, abrió el sobre y sintió el aroma a perfume que ella solía poner a su correo. Se sentó en el escritorio mientras la lluvia le hacía compañía a través de la ventana a su costado, comenzando la lectura le fue de gran extrañeza que el escrito no comenzara con el típico "Querido mio", pero fue al continuar con las siguientes oraciones que una sensación de recibir una puñalada en el estómago invadiera su cuerpo.
— Díganme que no es cierto, esto es una mierda.... —susurró mientras su pecho se aceleraba con cada palabra allí escrita, sus ojos ni siquiera parpadeaban para así analizar si el mensaje que captaba era coherente.
Volvía a releer cada frase aunque hacerlo fuera clavarse más puñales en el alma, buscaba alguna pista que dijese que era una simple broma, pero nunca lo hallaría, nunca lo obtendría, aunque sus sentimientos le dieran una esperanza minúscula, no podía ignorar la realidad, era terrible saber que esa persona amada te falló y aún así buscar todas las excusas para justificarla, para seguir viéndola con ojos de amor como siempre pero aún así no lograrlo.
Se levantó de su silla, dio unas vueltas por la habitación y tomó aire profundamente, leyó la carta nuevamente para allí caer arrodillado en el suelo, luego colocó su cabeza contra el suelo, comenzó a dar puños al suelo mientras sollozaba y de sus ojos brotaban lágrimas interminables. Levantó de nuevo su rostro para encontrar todavía entre sus manos el maldito papel con sus inmundas palabras, ante ello tomó una bocanada de aire para hacer seguidamente un estremecedor y ahogado grito en el que expresaba todo su dolor a la vez que sentía que iría hacia lo locura.
Clavaba sus uñas en sus brazos intentando detener la desesperación que ahora lo atrapaba, quería detener su llanto porque recordaba a su padre siempre diciéndole "los hombres nunca deben llorar", pero no era capaz. Su señora madre quien justo estaba en casa buscando más alcohol para llevar, escuchó el terrible grito de su hijo que parecía el de un condenado, preocupada se acercó a la habitación pero la puerta estaba con llave, unos segundos después oyó fuertes estruendos dentro a través de la puerta, cuando logró abrir la puerta luego de encontrar la llave, fue terrible la impresión de ver a su hijo en ese estado.
— Po..Por Dios Gabriel ¿Qué ha sucedido aquí? ¿Qué te ha pasado, mi niño? — decía mientras suavemente se acercaba a él.
Pero no obtuvo respuesta, él permaneció en silencio. Su madre se acercó a él y estaba a punto de tocarle las heridas sangrantes de sus brazos, heridas que al verlas le causaron lágrimas y temblor en sus tan delgados dedos que iban hacer el contacto, cuando el joven se levantó rápidamente de allí y salió corriendo.
— ¡Gabriel!¡Espera por favor!... ¿Qué le ha pasado? — Ana abrumada se encontraba en medio del irreconocible cuarto de su hijo, viendo los muebles volteados, objetos rotos y.... una carta en el suelo.
— ¿Qué ha pasado mi señora? — preguntó Doña Aracelly que recién llegaba y abriendo bien sus grandes ojos analizaba el lugar.
— Ni yo lo sé Aracelly, pero tengo la leve impresión de aquí está la respuesta — dijo mostrándo la carta, leyó una parte cuando abrumada se llevó la mano a su boca —Tenía razón, esto lo explica todo, ¿has visto a mi niño, Ara?
— Si, acaba de entrar al cuarto incendiado, el que fue de él.
— Debo ir para allá, Gabriel necesita de mi, esto es nefasto Aracelly, es nefasto... ¿Y si leemos juntas la causa del desastre?