Seattle, Washington.
Septiembre 27 de 2019.
Maldito Chris Robin, con esa bocaza nunca llegarán a darle misiones reales. ¿¡Quién delata a alguien por un chocolate!? Ahora tendría que cuidarme las espaldas de-
— ¡Alicia! — Dijo una voz masculina detrás de mí, su tono solo me recordó al padrino.
Mis piernas reaccionaron antes que mi cerebro y echaron a correr lo más que pudieron pero dos pares de brazos me elevaron unos buenos 10 centímetros del suelo, genial, los matones.
— Oh querida, no te vayas aún. La fiesta apenas empieza. — Dijo usando el mismo tono.
— Solo quería estirar las piernas. — Dije moviéndolas en el aire sin quitar mi sonrisa de mi cara.
Irónico que a ambos nos entrenaran para acabar contra gente como la que él está personificando.
— Quería hablar de este rumor que me llegó hace poco. — Dijo caminando hacia mí. — Dicen las malas lenguas que ya no piensas trabajar para mí. Dime que por favor es una vil mentira.
— Me gustaría negarlo pero mierda, Daniels, pero tienes que aprender a hacer tu tarea porque yo no hago tanta mierda por nada.
Está demás decir que me gané un golpe en el estómago.
— Vaya— Dije después de un par de respiraciones hondas— Veo que a ti no te enseñaron que "a las mujeres no se les pega ni con el pétalo de una rosa".
— No, me enseñaron que se les pega con el puño. —Dijo antes de volver a darme otro golpe.
Esta vez tardé un poco más en recuperarme de la falta de aire, tenía que recomponerme, no podía mostrar debilidad nunca, mucho menos ante Kenan Daniels.
— ¿Ya entraste en razón?
Asentí con la cabeza agachada, sus matones me soltaron y caí de pie. Esperé en mi posición hasta que el hiciera lo típico que hacen los malos de las películas, acercarse para dar una última amenaza.
Sentí su respiración en mi nuca, mi sonrisa la tapó mi cabello suelto.
— Que no se te olvide tu lugar en la cadena alimenticia, basura.
Con un rápido movimiento le di un golpe en el estómago mientras sus matones reaccionaban los hice tropezar agarré a Daniels del cuello se su camisa y lo acerqué a mi cara, su apestoso aliento me impactó de lleno pero contuve la arcada.
— Recuerda que yo no estoy aquí porque papi quería la casa sola para follar a mami, niño bonito. — Lo solté, e di un pisotón y me alejé— ¡Hasta la vista, baby!
Tenía una sonrisa de oreja a oreja no me la podía quitar nadie.
— ¡DiMaggio!
Excepto tal vez el grito de uno de nuestros maestros pero esta vez no había matones que me detuvieran de mi carrera.
(…)
Mi cuarto era pequeño, lo reglamentario como todo en este lugar. Con un pequeño baño y regadera, una cama, un librero y un escritorio. No necesitaba más ya que no pasaba mucho tiempo ahí pero hoy me habían atrapado después de casi huir exitosamente del incidente con Kenan Daniels y sus guardaespaldas, extrañamente me pidieron quedarme en mi habitación hasta nuevo aviso por lo que jugaba solitario con un mazo de cartas que había conseguido haciendo tareas de Charlie Baker dos semanas seguidas, había valido la pena.
Me había aburrido de jugar solitario así que fui a mi escritorio y saque un pequeño tablero de viaje de ajedrez el cual había conseguido hace ya mucho tiempo. Después de jugar un poco me abrumé y me tire en la cama.
Estaba a punto de dormir un poco cuando tocaron a la puerta, me levanté enseguida y abrieron la puerta, me pare firme ya que solo entraban altos niveles a los cuartos de los cadetes. Era el Agente Especial Aarón Brown, una de las leyendas de por aquí.
— Descanse, señorita DiMaggio.
Como el reglamento dictaba, abrí el compás de mis piernas y puse mis brazos en frente cruzado las manos con la mirada al frente, tenía enfrente a uno de los mejores Agentes que esta organización tenía y mi cuarto era un vil desastre con la cama sin hacer y el mazo de cartas regado por toda ella.
Mierda, las cartas están prohibidas.
El agente empezó a escanear todo mi cuarto y cuando sus ojos cafés se posaron en el mazo cerré los ojos con fuerza esperando la reprimenda pero solo escuche una risita y los abrí para encontrarle al agente viendo mi juego de ajedrez.
— Ese alfil esta vulnerable. — Dijo moviendo un peón blanco para comer el alfil negro pero dejando a una torre al descubierto, no me resistí y fui a comer la torre.
Él me miró y movió un caballo y yo moví una torre para acabarlo, hizo unos movimientos más pero los detuve todos y discretamente empecé a formar el Jaque. Convertí un peón en reina y junto con un alfil acorrale al rey
— Jaque mate en 5 jugadas. — Dijo cruzándose de brazos.
Suspiró y dio un par de pasos quedando de espaldas a mí, admirando la ventana de la habitación, no podía parar de mover mi pierna de arriba abajo.
— Aliste sus cosas, señorita DiMaggio.
Paré de mover mi pierna al mismo tiempo que sentía como mi sangre se me helaba.
— ¿C-Cómo dijo, señor?
— Aliste sus cosas, el Director Watts la quiere ver mañana las 0600 horas en su oficina, habrá alguien esperándola afuera.
Y sin decir nada se marchó.
No pude pegar un ojo en toda la noche, ¿me expulsarían?, ¿el idiota de Daniels le había dicho a su papi del incidente y ahora tendría que volver a las calles?, ¿me degradarían? Mil y un preguntas más volaban por mi cabeza, impidiéndome pensar con claridad sobre el tema.
Cuando menos me lo esperé la alarma había sonado, como un resorte me levanté de la cama he hice la rutina estándar que nos pedían a todos hacer en las mañanas, 50 lagartijas, 50 sentadillas, 50 abdominales. Me duché y empaqué las pocas cosas que podía llamar mías, unas cuantas prendas que me habían dado al llegar, tres dólares en monedas, el tablero de ajedrez, el mazo, la grabadora de casetes junto con los pocos cartuchos que tenía y el libro de Rebeldes.
Suspiré aceptando mi final y salí del cuarto.
Como dijo el Agente especial Brown, un agente me estaba esperando afuera de mi habitación el cual me escoltó hasta la oficina del Director Watts.
Era una oficina amplia con piso de concreto, las paredes que no eran blancas estaban adornadas con repisas llenas de libros y esculturas que no comprendía hechos de materiales que no podía identificar a simple vista, un escritorio de caoba negro ocupaba el centro de la habitación y en una silla acolchonada del mismo color descansaba el Director Watts a espaldas de un gran ventanal con vista a la ciudad. Frente al escritorio había dos sillas negras más simples y en vez de estar sentado en una de ella, el Agente Brown estaba apoyado en una de las paredes del despacho.
— Señorita DiMaggio— Dijo Watts con una sonrisa— siéntese.
Podía sentir el sudor bajando con rapidez por mi espalda, ¿para qué otra cosa me habrían citado aquí con maleta y todo si no era para la expulsión? La sonrisa del Director solo me ponía los vellos de punta.
— ¿Le contó el Agente Brown porque se encuentra aquí, señorita DiMaggio?
— No señor. — Dije firme, como nos habían enseñado a actuar en una situación parecida.
El Director se giró para ver al Agente Brown el cual se encogió de hombros con una sonrisa, él suspiró.
— No está aquí para ser expulsada, si es lo que piensa.
Dejé de agarrar con fuerza mi bolsa de viaje, pero aún estaba alerta. Si no estaba aquí para ser expulsada, ¿para qué otra cosa estaría?
El Director agarró algo de su escritorio, un control no más grande que su palma, y presionó una serie de botones. Segundos después la luz de la habitación bajó y una pantalla apareció en una de las paredes, una foto de un hombre con rizos castaños y ojos oscuros con cara de cansancio vestido con un traje bastante caro.
— Él es Harold Cregan, ¿sabes a que se dedica?
Tragué saliva antes de contestar.
— Él es el presidente de los Estados Unidos, ¿Por qué me enseñan esto?
— Porque tu misión gira en torno a él.
Me quedé helada por unos momentos, mi misión. ¡Tengo mi propia misión! Estaba emocionada, asustada, extasiada, eran demasiados sentimientos encontrados que no me permitían pensar con claridad, mi primera misión, yo, Alicia Micaela DiMaggio seré la primera de mi clase de tener una misión, es más, hasta creo que seré la más joven en la historia de la agencia de tener una misión. ¡En tu cara Kenan Daniels!
— ¿Puedo continuar, Señorita DiMaggio? — Dijo el Director con una sonrisa, detrás de él el Agente Brown bufó.
— Si. — Dije con rapidez, el Director soltó una pequeña carcajada pero luego se aclaró la garganta y su semblante serio regresó.
— Agente 580, su misión es sumamente importante por lo que no puede fallar por nada del mundo, ¿Entendido? — Asentí— La situación es la siguiente:
» En la Deep Web se inició el rumor de que el presiente estaba metido hasta el fondo en algo con las pandillas y una nueva droga la cual los jóvenes le dicen Kermit pero él lo desmiente cada vez que la prensa se lo pregunta. Aun así, inspeccionamos y monitoreamos sus movimientos constantemente sin su permiso y lo que hemos recopilado de las grabaciones nos dan motivos para sospechar de que nuestro presidente sea un corrupto o que alguien en su familia esté involucrado en eso. Su misión es infiltrarse en el instituto del hijo del presidente, Keith H. Cregan y convertirse en su confidente.
— ¿Eso es todo? Parece fácil.
Una risa socarrona vino de detrás del Director, el Agente Brown encendió las luces.
— La parte divertida es que el instituto al que asiste el chico Cregan es solo para hombres.
Mi mente se quedó en blanco un momento intentando analizar las palabras del agente.
— ¿Lo que quiere decir que…?— Me esperaba, en el mejor de los casos, hacerme pasar por una maestra.
— La convertiremos en un chico, señorita DiMaggio.