Lana y Clark corrieron a través del puente de Smallville hacia dos adolescentes que miraban ansiosamente al agua que corría veloz por debajo del puente. Era como revivir el pasado cuando innumerables veces habían tenido aventuras similares junto a sus amigos Pete y Chloe, días que ahora parecían tan lejanos.
Una de las chicas les habló de lo que había sucedido. La otra joven estaba tan angustiada que no podía articular palabra alguna.
–Estábamos jugando a la verdad y al desafío. Billy aceptó el desafío. Marna lo retó a meterse dentro del viejo impala naufragado –hizo una pausa antes de añadir–. Nunca volvió a subir.
La expresión de Clark era sombría. Su mirada se posó en el río, sus ojos parpadearon y adoptaron un tono azul. Miró a través del agua y en el fondo del río vio a Billy atrapado en la carroza oxidada de un automóvil. Billy tenía la cara pegada a la parte superior, luchando por respirar lo último de aire que se almacenaba en un espacio tan minúsculo.
Sin perder más tiempo Clark se lanzó directamente desde el puente, apuñalando el agua que corría debajo.
–¡Vaya! –exclamó la chica que era incapaz de articular palabras momentos antes.
Clark nadó hasta los restos del naufragio lo más rápido que pudo sin perder de vista a Billy que proseguía en ese duro trance. El joven a esas alturas se hallaba inconsciente y Clark, preocupado, esperaba que no hubiera sucedido algo peor.
Clark llegó al vehículo y arrancó la puerta sin mayor esfuerzo. Acto seguido arrancó el asiento y entró para tomar a Billy entre sus brazos.
Después nadó hacia la luz de la superficie.
♣ ♣ ♣
Billy estaba sentado en una camilla con una manta alrededor de sus hombros, bebiendo té y con los pies colgando frente a un ventilador. Lo más importante era estar ahí, vivo para contarlo.
Lana hablaba con la madre de Billy. La expresión adusta de la mujer reflejaba su molestia contra su hijo, todo era producto de su imprudencia. Había puesto en peligro su vida y pudo poner en riesgo la vida de otras personas. La reprimenda que le esperaba al muchacho sería tremenda.
Sin embargo, cuando le agradeció a Lana lo hizo con una sonrisa de profunda sinceridad. Gratitud de madre.
Lana caminó hacia Clark que se encontraba apoyado contra la pared, con una toalla alrededor del cuello.
–Va a estar bien –le habló Lana–. Al menos hasta que llegue a casa.
La mueca que hizo Lana era evidente. Clark sonrió. Por ese lado ya no había problema, Billy era un sobreviviente, resistiría que lo castiguen por un mes o más. Lana tomó la toalla del cuello de Clark, le secó el cabello y cuando estuvo satisfecha de su tarea volvió a poner la toalla alrededor de su cuello.
–¿Quieres ropa seca? –le preguntó coquetamente–. Tenemos algunos matorrales por ahí. El verde es el negro de este otoño.
–Difícil de resistir. Pero tengo que volver a casa.
La decepción parpadeó en los ojos de Lana solo por un segundo. Pero entendía lo que significaba todo eso. Clark y ella hace mucho tiempo eran el uno para el otro, un gran amor adolescente. Era como si estuvieran destinados a estar juntos, solo que un día el destino decidió que tenía otros planes para ellos.
–Te acompañaré afuera.
Salieron del hospital, afuera soplaban vientos otoñales. Ella se detuvo y parándose frente a Clark le tocó los anteojos.
–¿Cómo es que no se caen?
–Siempre vale la pena tener un repuesto.
Lana miró a su alrededor, al ver que no había moros en la costa le quitó las gafas. Luego las examinó detenidamente.
–Estas son horribles por cierto.
Se las puso adoptando de repente una actitud de seriedad. Y simulando una voz grave:
–Esto es un trabajo para... –se las sacó tirando de ellas– Superman.
Clark le quitó las gafas y se las puso de nuevo.
–¿Puedes evitar hacer eso?
Pero Clark sonreía, le agradaba estar ahí. Con Lana. Igual que a ella. El momento parecía eterno, pero...
Clark miró hacia otro lado, más allá. Al horizonte. Tenía las manos en los bolsillos.
–Extrañaba este lugar.
–Este lugar te extrañó.
Lana se inclinó hacia adelante, apartó un mechón de cabello de su rostro.
–Siempre estamos haciendo esto. Diciendo adiós. Es nuestro punto fuerte.
Clark simplemente asintió, era la verdad. En esos momentos su humanidad superaba a todo su poderío. Lana sonrió, valiente de nuevo.
–Gracias por salvar al niño, héroe –miró hacia la calle–. ¿Necesitas que te lleven de regreso a tu auto o vas a...?
Lana extendió los brazos e hizo un ademán de "vuelo".
–Bueno, soy Clark Kent en estos días, y él no hace mucho de... –repite el movimiento de "vuelo" de Lana– Asombra a la gente. De todos modos, necesito caminar.
Clark sonrió, se dio vuelta y comenzó su caminata.
–¿Clark?
Él se dio vuelta.
–Solo quería decir: Lo siento. Sobre Lois.
La miró sorprendido. Lana levantó la mano y se golpeó el dedo anular desnudo. Clark miró su propio dedo sin anillo. "Detalles", pensó.
–¿Sería una imposición excesiva si un viejo amigo pasara de visita?
Clark le respondió con una sonrisa cálida.
–Me gustaría eso. Realmente, me gustaría mucho.
Clark levantó la mano despidiéndose. Lana lo miraba mientras se alejaba.