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Chapter 15 - Capítulo 15: W. P. Schott, Alias TOYMAN

En el distrito de almacenes de Gotham encontraremos uno en particular de paredes de ladrillo que por su aspecto sucio y avejentado a simple vista nos llevaría a pensar que se encuentra abandonado. Hecho acrecentado a esas horas de la noche por un rotulo en una de las paredes cuyas letras tan vetustas apenas permiten leer: ACME NOVELTY. INC.

Sin embargo, por dentro el lugar se hallaba muy bien iluminado y se podía observar a un lado del almacén una cuna, una mecedora y un oso de peluche que no habrían llamado la atención de no ser porque eran objetos inusualmente grandes (en el caso del oso el termino preciso era gigante). Al lado contrario de donde se hallaban estos había una especie de laboratorio o taller. Era un espacio rodeado por un halo de misterio, como si se tratara de un lugar secreto o clandestino.

Además había estantes repletos de maquetas de coches, trenes, cajas sorpresa, títeres grotescos y muñecos con rostros terribles.

En el laboratorio había un hombre solitario en una silla de ruedas eléctrica, un hombre que era conocido como Toyman –aunque su nombre real era W. P. Schott–. Trabajaba en una mesa desordenada, atiborrada de pernos, engranajes y, por supuesto, juguetes. Nos fijamos que su mano izquierda es una garra mecánica. Toyman tenía su atención en la fabricación de una pequeña bomba de tiempo construida en base a un reloj y a unas diminutas barras de TNT. Ajustaba los engranajes del artificio con su mano derecha.

Levantó con cuidado la bomba de tiempo. Era un trabajo de cirugía muy delicado. Luego colocó el aparato explosivo dentro de una linda muñeca con un vestido de lunares. Seguramente pensaba que ese era el detalle que le faltaba al monigote.

Sin mirar Toyman extendió su mano derecha buscando algo por la mesa.

Una mano enguantada surgida de la nada le entregó el destornillador que buscaba a tientas. Toyman miró a Batman por encima de su hombro.

–Gracias, Batman –y Toyman tuvo la intención de volver a su labor, pero su cuerpo se paralizó y sintió que un gritó surgía de sus entrañas– ¡Batman! Dulce Fanny Adams. ¿¡Qué diablos estás haciendo aquí!?

–Buscándote. Y te encontré.

–¿Cómo pasaste el sistema de alarmas? –preguntó asustado Toyman ante la perspectiva de que para llegar hasta él, Batman había atravesado un mortal circuito de trampas, pues ese almacén sucio, bien podría pasar por una fortaleza inexpugnable.

–Lo arranqué –fue la contundente y lacónica respuesta del caballero de la noche.

–¿Qué deseas? –le inquirió Toyman bastante intimidado, pero tomando algo de valor– ¿O simplemente vas de puerta en puerta visitando criminales reformados?

Batman no respondió, pero Toyman reparó en el trabajo que tenía ante él en la mesa. Todo era tan saltante. Aun así, Toyman trató con indiferencia de cubrir las evidencias con un trapo.

–¿Esto? Este es un pasatiempo inofensivo, puramente para mi propio entretenimiento. ¿Qué te puedo decir? ¿O es que me han acusado de alguna minucia ilegal?

El caballero oscuro le mostró el dardo abejorro con el que se había asesinado a Elizabeth.

–Parece que has estado trabajando.

–¿Qué es eso? No sé lo que estás insinuando, pero nunca había visto eso antes en mi...

Batman se acercó a él y aproximó el dardo por debajo de su barbilla.

Toyman se paralizó del miedo. Sus ojos escrutaban la amenazante punta del dardo.

–Si nunca lo has visto, no hay nada que temer de un pinchazo.

–Cuidado, ahora soy un ciudadano decente.

No obstante, pese a su advertencia Batman continuaba sosteniendo el dardo muy cerca de la yugular pulsante de Toyman, por lo que la peligrosa punta rozaba la carne.

–No eres el hombre que eras la última vez que nos vimos –sus palabras estaban referidas a la silla de rueda y a la garra mecánica de Toyman que fungía de mano.

"Riesgo laboral", fue su respuesta y mostró su garra como para corroborar sus palabras, aunque obviamente no era necesario.

Sin alejar el dardo del cuello de Toyman, el cruzado encapotado alargó su otra mano para girar el mango de un tornillo de banco grande y funcional... abriéndolo. "Pon tu mano dentro", ordenó casi inexpresivamente.

Toyman colocó su garra metálica en el tornillo de banco.

–Buen intento.

Los ojos de Toyman se encontraron con los de Batman, una orden era una orden. Sobre todo si era dada por Batman. Resopló y luego puso su mano en el tornillo.

El vigilante apretó el tornillo, Toyman hizo una mueca al sentir la presión.

–Voy a hacer preguntas, por cada respuesta que no me guste tampoco le gustara a tu mano.

–Que sutil –dijo Toyman.

–En el pasado, le has proporcionado al Joker sus juguetes mortales...

– Eso nunca fue probado. Yo...

El tornillo presionó inmisericorde la mano que tenía prisionera. Gruesas gotas de sudor comenzaron a rodar por las sienes del interrogado. Él sabía perfectamente que Batman estaba lo suficientemente desquiciado para destrozarle la mano.

–¿Para quién hiciste esto? –continúo con su interrogatorio el murciélago de Gotham.

–¡Nunca produje tal armamento ni se lo proporcioné a ninguna persona para propósitos diabólicos! ¡¿Me escuchas?! ¡Puedes tomarlo como mi negación absoluta, decididamente inequívoca!

El tornillo apretó nuevamente. La mano de Toyman cruje. Él grita.

–¿Quién se hace pasar por el Joker?

Repentinamente una de las ventanas del almacén se hizo añicos y dio paso a un avión de juguete que sobrevoló por el lugar.

–Oh, chico –manifestó Toyman sin perder de vista al nuevo elemento en juego–, esto no es nada bueno.

Entonces apreciaron mejor la pequeña aeronave, era un biplano anticuado, con una envergadura de cinco pies, pintado de verde y morado con una sonrisa pintada en su punta. Se dirigía directamente hacia ellos y detrás de la sonrisa de bromista que tenía pintada en la nariz aparecieron pequeñas ametralladoras que abrieron fuego.

Batman se zambulló a un lado justo cuando el avión joker comenzó a disparar. Las balas se estrellaron contra el banco de trabajo de Toyman haciéndolo saltar en pedazos.

Batman rodó y al incorporarse hincado en una rodilla tenía en la mano un batarang listo para usarlo. Su mirada siguió al avión joker que zumbaba a través del almacén comenzando a girar hacia Toyman con la firme promesa de una nueva amenaza.

–¡Bien! ¡Bien! ¡Sácame de aquí!

Toyman intentó salir del trance, pero su mano seguía atrapada y era incapaz de manipular el tornillo con su mano metálica. Miró hacia el avión, ahora sudaba a chorros.

–¿Quién se hace pasar por el Joker? –le volvió a preguntar Batman indiferente al riesgo en el que se encontraba.

–Por favor –suplicó Toyman viendo al avión joker regresar con dirección a él, pese al sudor que ya le entraba a los ojos– ¡Nadie! ¡Nadie! ¡Él está de vuelta! ¡El mismísimo Joker!

La expresión de Batman se oscureció. El batarang saltó de su mano.

Cruzó el aire golpeando el mango del tornillo. Lo hizo girar... ¡y liberó la mano de Toyman!

Ya libre Toyman agarró con fuerza el control de su silla y esquivó las balas del avión joker casi de milagro. Sus ojos se pasearon rápidamente por todo el sitio.

Batman se había ido.

Sin embargo, para Toyman ese lío aún no había finalizado. Enrumbó su silla en su máxima velocidad hacia el ascensor de servicio. Detrás de él escuchaba el zumbido del aparato infernal que, seguramente, trataba de enfilarse nuevamente hacia él. Para darle el golpe definitivo.

Llegó al ascensor y por la rendija final que dejaban las puertas al cerrarse pudo ver que la avioneta se abría para revelar una bomba en su interior. Soltó un grito desesperado ante la perspectiva de que el avión joker chocaría contra las puertas del ascensor detonando su destructiva carga.

–¡Mierda!

El costado del edificio explotó cuando el ascensor de servicio en su totalidad atravesó la pared terminando como un despojo en la calle.

En su interior un malherido Toyman yacía boca abajo quejándose de dolor.

Batman lo miraba todo desde el techo del almacén, inspeccionando las calles cercanas. Ni un alma a la vista.

Algunas llamas de la explosión se reflejaban en sus ojos con un fulgor de infernal ámbar como si sus propios ojos se hubieran encendido.