Después de un rato de un silencio sepulcral. Me digno a llevármela. Me pongo de cuclillas; pongo mi mano izquierda, en la mitad de su espalda, y, con la derecha junto sus dos piernas y la agarro desde abajo y la levanto.
—Gracias, mi Caballero —su mirada se volvió gentil. Su semblante se volvió dulce, y me da una sonrisa coqueta y sutil- No sé cómo agradecerle éste acto de bondad- Me mira por última vez, y esconde su blanca cara como la nieve, en mi pecho, ya que se ruborizó.
Yo no puedo evitar hacer el último acto involuntario de ella. Veo a mi alrededor y no veo peligro alguno para irnos ambos al castillo. Echo un último vistazo para asegurarme; no veo absolutamente nada de peligro.
—¿Nos vamos? —le pregunto, mientras la levanto un poco más, para no hacerle daño a su herida y tenerla al nivel de mi cara—. Te llevaré a mi castillo, ahí estarás segura de todo peligro —ella no se mueve, y solo hace un sonido, que me da a entender que está bien la decisión que tomé-. De acuerdo.
Agarro fuerzas en mis piernas y empiezo a moverme. Está mujer puede ser incluso más hermosa que mi esposa muerta y mi hija juntas, pero pesa más que la armadura de un caballo.
—Mi caballero— su voz resuena en mi cuerpo, como si yo estuviese hueco; la forma en la que me acaba de hablar, hizo que sintiera un frío electrizaste por todo mi ser-. Sé un atajo para llegar más rápido a vuestro castillo: ve por el lado derecho del bosque hasta llegar a un puente. Seguirás todo derecho y llegaremos en un momento.
—Como digas— intento tener calma ante esta situación tan apretada, pero... la que está calmada es ella, yo no puedo estar como ella ¿Por qué?—. ¿Cómo estás tan calmada? -pregunté.
—Sé que mi Caballero me protegerá hasta estar a salva..., es extraño, pero siento que ya no hemos conocido; como... si nuestra alma se hubieran reconocido en el instante que nuestras miradas se cruzaron. Perdón si te incómodo con esto.
Quedo en una sola pieza. Yo también pensé lo mismo apenas la vi, pero creí que solo era mi impresión. Ya veo que no —No es hora de hablar de eso. Pronto, muy pronto descubriremos el porqué de ésta sensación tan rara y particular.
Sin darme cuenta, ya estamos pasando por el puente. He quedado encantado con el escenario de este lugar, me parece hermoso, y perfectamente oscuro.
Pasamos sin problemas algunos el puente y en cuestión de minutos, ya estábamos en el castillo. Estando ya, dentro del gran jardín. Bajo a la señorita para que ni la ama de llave, la instituir de Laura, las mucamas, y Laura, sospechen algo que no existe.
—¿Cómo te llama, señorita vampiresa? -Me río por lo bajo por mi propio comentario, y ambos terminamos por reímos sin razón alguna.
—Mi Caballero, mi nombre es Victoria.
—Me puedes decir, Joseph. No me llames "mi Caballero'', dejé de ser templario. Lo que menos quiero es recordar mi pecado—Me muerdo la lengua. No puedo creer que le di una pista de mi propia baja deshonrosa.
—¿Ohhh? Eso es algo fuerte. No te preocupes Joseph, no te llamaré así.
Caminamos un poco cuando Victoria me agarra el brazo y con su dos manos, me lo pega a sus pechos. Estoy un poco incómodo por lo que pueda pensar las mujeres del castillo ¿Qué pensarán, si, se enteran que me fui por un momento, con la escusa de "Iré a callar mi mente y calmar mi alma" y traigo una mujer desconocida para ellas, y vengo de una dirección diferente a la localización a la que siempre voy? Pero... no me importa mucho. Después de mucho tiempo (Incluso antes de la muerte de Giovanna) siento que alguien por fin está a mi lado: siento mi alma calmada, mi mente callada, y el hueco que sentía por dentro desaparecer.
—Mi Caba... Joseph, Joseph... me encanta tu nombre — aprieta un poco más mi brazo a ella, e inclina su cara, por completo a mi ante brazo y lo besa. Me volteo y estamos, cara a cara- No... No quería incóm...—No resisto. Mi impulso me dice que haga lo que tenga que hacer.
Pongo mi mano derecha en su mejilla izquierda y con la otra mano la agarro por la cintura y la acerco a mi. La sensación que me produce tenerla tan cerca, que puedo escuchar incluso cada palpitación que hace su corazón, es ese sentimiento que te hace suspirar. Puedo notar que está acelerada. Le acerco poco a poco mi cara a la suya hasta sentir el roce de su labios con lo míos.
Juzguen ustedes mismo. ¿Ustedes no harían lo mismo si estuviera en mi posición? Seguro que pensarán que no, pero... si supieran lo que yo he pasado, no me juzgarían con ojos indolentes.
Beso a Victoria con pasión y con algo de ardor. En un momento a otro, el beso se transformó en algo más que eso. Pero, por más que yo quiero que sea eterno, una mordida dada por ella, hace que yo me separe con lentitud y con algo de morbo para que ella no supiera que estoy a dolorido y llorando por dentro.
Caminamos hasta la entrada del castillo y entramos, vimos que no hay nadie en este. Después de un rato, nos dimos cuenta, que todos están dormidos sin excepción alguna.
—Todos los cuartos están ocupados, si quieres te puedo dejar en la habitación que está al lado de la mía —Le doy una sonrisa sincera. Con mis tres de mis principales dedos, de mi mano derecha, se lo coloco por debajo del mentón, la acerco y le beso la frente —¿Qué dices? Así, si te pasa algo, llegaré tan rápido con la luz de la luna en un lago cristalino.
—Tengo miedo —No vaciló y lo dijo sin rodeo —¿No me podré quedar contigo? Solo por está noche.
La miré a los ojos y vi esa mirada intensa que tenía hace un rato, supongo que es por la luz el castillo, pero sus ojos se pusieron rojos como estuvo en el bosque.
—Ven conmigo.
Caminamos hasta mi cuarto y nos quedamos dentro de este...