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Chapter 29 - CAPÍTULO XIX: Continuación.

Luego de tanto zapateo e imitar los movimientos de quién ha dirigido la danza, Ayira termina casi sin aliento, y con voz falta de él, le comenta a Nael Yamid por lo bajo:

—¡Vaya que se requiere de mucha fuerza para esta danza! — Y ríe divertida.

—Ven, te llevaré fuera... a ver si el aire te hace recuperar la fuerza.

Ayira, enlazando su brazo, camina por el salón dejándose conducir por él al exterior. Esta actitud relajada de Ayira embriaga a Nael Yamid, que, cambiando la postura del suyo, abandona el de ella y la toma por la cintura.

Están fuera del recinto cuando el joven hace más fuerte la presión de su brazo, para acercarla y decirle al oído:

—¿Jugamos nuevamente, Ayira?

—¿Qué quieres decir? —Asustada y estremecida espera las palabras del joven.

—¿Quieres ser, esta noche, mi prometida, en lugar de mi esposa? Un juego, Ayira...

—¿Por qué no jugamos mejor a otra cosa? —susurra con voz queda.

—Porque jugar a otra cosa no me interesa. ¡Anda! Yo soy tu prometido, y tú me amas con locura; yo a ti, te adoro y estoy deseoso de nuestra unión. ¡Anda, Ayira! ¿Por qué no quieres?...

—Esto me causará mucha risa, y por ello luego, tú te vas a enojar.

—No, no me enojaré. Dime, mi vida: ¿me amas mucho?

—¿Ya empieza el juego? —Su risa es nerviosa. ¿Por qué me dejo convencer por sus caprichos? ¿Por qué acepto este absurdo qué inventa por diversión? ¡Porque realmente quiero sentirme amada por él! ¡Qué me ame aunque sea en un juego! ¡Estoy más loca qué él! —se rezonga.

—Lo que quieras, pero contéstame: ¿me amas mucho?

—Bien: ¡te amo con toda el alma, mi vida!

—No, Ayira, así no; la ironía la dejas para después del juego. Mejor, dilo de nuevo.

—¡Te amo con toda el alma, mi vida!

—¡Oh, Ayira! Eres un deleite. ¿No te he dicho nunca que tienes unos ojos, una boca, un pelo maravillosos, y que toda tú eres capaz de enloquecerme? Y si es tu alma, la veo límpida y pura, pero amorosa y ardiente.

—Pero, por favor, no me aprietes tanto, que me ahogas. ¿También eso entra en el juego? —pregunta mientras se revuelve en búsqueda de distancia. Se arrepiente, ya no quiere más este juego...

—¡Perdona! Quiero fundirte en mí; no imaginas el amor tan grande que siento por ti; no solo tu cuerpo quiero, quiero también que tu alma se funda en la mía. ¡Quiero todo de ti, mi bella Ayira! ¡No sabes cuántos deseos tiene este hombre que te ama!

Nael Yamid está embriagado, encantado por aquella mujer, que siendo suya, le pertenece tan poco. Su cercanía lo hace enloquecer, y al sentir tan cerca palpitar sus corazones al mismo ritmo, no quiere que aquella farsa termine nunca.

La joven se debilita embebida de amor por aquellas palabras que con toda el alma desea escuchar. ¡Si cuanto le ha dicho fuera verdad! Si en verdad la amara con el mismo ahínco que está jugado el juego. Cree que no, que solo está aplicando en ella la experiencia que ha adquirido yendo de mujer en mujer, solamente para divertirse un poco. Pero necesita sacar de dentro de ella la verdad que esconde en su corazón y quiere salir a gritos por su boca. Entonces, antes de terminar este juego resuelve decirle:

—¿Es posible que esos ojos, de ordinario tan fríamente acerados, puedan mirarme, fascinar, mejor dicho, con sus destellos? ¿Es posible que de esa boca, que habla a diario con ironía y altanería, la que yo quiero que se pose en la mía, aunque solo sea por un segundo, de ella, sepan salir cosas tan bellas? ¡Nael Yamid! ¡Mi Nael Yamid! También te amo más que a mi vida...

—Eres la mujer más encantadora y hermosa, —la interrumpe entusiasmado, cada vez más enamorado de Ayira debido a la ternura que encuentra en las palabras de su esposa— ¿en verdad me amas?

—Claro, ¿aún lo dudas?

Nael Yamid, con una de sus manos acaricia el rostro de Ayira, y le dice con ternura:

—¡Te quiero! Este amor que por ti siento, es algo maravilloso...

Sabe que este instante tan íntimo que se creó entre ellos, debe terminar, tienen que separarse; esta noche que nunca olvidará, pronto ha de terminar. Con nostalgia ya de este instante, y muy a su pesar decide terminar el juego.

—Bueno, mi querido amigo, — dice mientras le palmea un hombro amigablemente. Y tratando de que no se le note en absoluto, el revuelo que en ella a provocado el juego de Nael Yamid prosigue—: este agasajo pronto culmina, por lo tanto, también este juego.

Dicho esto, aprovecha la oportunidad que le han dado sus palabras y escapa de Nael Yamid, que sorprendido por ellas, ha puesto distancia entre ambos. La ve irse, la mira hasta que su figura se difumina y la pierde en el frondoso jardín. Se queda soñando con lo que en Ayira ha descubierto. De pronto, un pensamiento que lo incomoda, lo saca de su abstracción... ¡Todo ha sido un juego! "O tal vez no —piensa—; es imposible que todo cuanto me ha dicho, lo haya fingido; o me ama a mí, o ama a otro, y quiso verlo en mi persona. No sé. Es que nada puedo saber de esta mujer... Me volveré loco..."

Se llama bruto mil veces por quedarse allí, por no correr tras ella y decirle que es verdad que la ama, que en lo que le ha dicho no hay engaño. Que la ama como nunca pensó poder amar... Maldice el lugar en el que se encuentra, porque si no fuera por el respeto que debe mostrar al hogar del jeque, iría por ella, y le sacaría la verdad de sus sentimientos a su esposa, así fuera a la fuerza.

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