Nada más entrar había una pequeña muralla de madera abierta y un soldado parado junto a ella que al parecer tenía un reloj, aunque Link no lo viese, porque sabía la hora. El soldado le comentó que Impa había abierto el pueblo a todo el mundo y aunque no tuviese muchos habitantes, algún día Kakariko estaría tan lleno de vida como la ciudadela de Hyrule. Le dijo que a la izquierda había unas escaleras para llegar al camino de la Montaña de la Muerte, aunque necesitaría una autorización real.
Ahora Link entendía por qué Zelda le había dado la carta, para seguir su aventura en la Montaña de la Muerte, y quizá para más cosas. Aún así, quiso visitar un poco el pueblo mientras se hacía de noche. Lo primero que vio fue una gallina corriendo cerca de la entrada. Después un árbol pequeño con un hombre riéndose debajo de él. Había muchas casas muy grandes, y al final un molino de viento.
Aparte de aquél hombre, no había visto a nadie, salvo a algunos otros hombres corriendo muy afeminados pero que al parecer eran constructores. Vio a más gallinas y a su dueña, un poco histérica porque no las podía atrapar. Le llamó mucho el molino y ya se dirigía hacia él cuando un cartel llamó más su atención. Antes de llegar al molino, a la derecha, justo en el sureste del pueblo había un camino que dirigía al Cementerio de Kakariko, así que Link se dirigió hacia él.