Geiss está abriendo el gran portón a puñetazos. Cada golpe deja abolladuras a penas más grandes que el propio puño del musculoso híbrido humanoide, hasta que finalmente, el metal cede y se quiebra dejando un gran hoyo en el medio. Unos pocos golpes después de eso, el agujero resulta lo suficientemente grande para que pase Geiss, y por extención, Svetlana y Delma también.
Cuando los tres pasan dentro, se encuentran varias cosas sorprendentes, aún a pesar de la pobre iluminación que entra por el hueco que Geiss dejó y nada más.
Nada más entran, encuentran lo que parece ser algún prototipo de arma pesada, tirado en el suelo.
Las dos chicas miran a Geiss y le hacen señas de que cargue con dicho aparato, luego, el trío inspecciona a fondo el lugar sin hacer ruido.
El costado izquierdo alojaba tres hileras de escritorios con sus respectivas computadoras, y al fondo, un servidor de tamaño considerable. Pero en donde normalmente se hallarían los empleados trabajando, había esqueletos humanos en varias posturas. Todas ellas similares a cosas que pasarían normalmente en el entorno dónde estaban, algunos estaban en postura de estar tecleando, uno estaba a medio pararse o sentarse de su asiento, y otro más sostenía una taza de café cortado con aroma a rancio.
En la parte central se encuentra una gran estructura. De hecho, se ve cómo si hubiesen tenido que cortar una sección del techo que conecta con el piso de arriba. Dicha estructura está cubierta en su parte superior por una gran lona. La parte superior parece una especie de centro de mando con varios medidores, una luz azul parece indicar que la máquina está suspendida.
Por el lado derecho hay varias pizarras con fórmulas, cuatro pares de mesas con juegos de química y dos estanterías con frascos etiquetados y numerados. Además de un cartel con un logo en una de las paredes. También hay esqueletos en pose de estar trabajando por aquí.
— Lachesis Biochem & Pharma. — Delma lee en voz alta el logo.
— Esos bastardos están en todas partes. — Comenta Geiss.
— ¿Los conoces? — Pregunta Delma.
— Es una empresa bastante grande de dónde vengo. — Señala el grandulon. — En contraste, parce que aquí sólo están empezando.
Mientras ellos conversan, Svetlana revisa la consola del área central.
— ¿Qué crees que les haya pasado? — Pregunta Paul.
— Si tuviera que atreverme a llegar a conclusiones — Dice Delma, mientras pasa su mano por encima de uno de los esqueletos, el cuál parece estar sosteniendo una amigable y animada charla con otro a su lado.— Diría que lo mismo que causó la oxidación de la puerta. Se me ocurre que tal vez sus huesos fueron congelados en el tiempo. De lo contrario, estarían todos en el suelo.
— Eh, colegas — llama Svetlana desde la consola de mando en el centro del lugar. — No van a creer ésto.
Los dos voltean para ver en su dirección. Ella pulsa un botón y la lona se empieza a mover hacia un lado. Otro botón, y las luces del laboratorio se encienden. Uno más y se encienden los sistemas de control de aquel armatoste.
El aparato de a poco va revelando su contenido. Primero se ve una torreta unida a una placa vertical de metal, luego una pata, y finalmente se revela el cuerpo de un gigantesco Tyranotitan, un dinosaurio bípedo carnívoro de casi cuatro metros de altura. El lagarto está cubierto de armamento por los flancos, su caja torácica está recubierta con placas metálicas gruesas, y su cráneo, con un casco que le cubre de todo menos el hocico y las cuencas de los ojos. Y tanto este blindaje y armamento cómo la propia piel de la criatura presentan un patrón de camuflaje verde militar.
— Genial ¿Hay alguna línea temporal en la que éstos dementes no hagan experimentos genéticos de dudosa moralidad? — Pregunta de manera sarcástica Geiss, mientras se ubica al lado de la soviética para ver mejor el panorama.
— Mira quién habla — Responde Makarova en son de burla. — El experimento genético de dudosa moralidad.
— Buena respuesta. — Dice dándole una palmada en el hombro con tan solo un poco más de fuerza de la que usaría habitualmente.
Aunque aún así, fue demasiada fuerza para Makarova. Debido al empuje se tambalea mal hacia un lado, pierde el equilibrio y se tuerce el tobillo. Paul intenta atraparla pero no alcanza a hacerlo, al menos, no antes de que Svetlana pulse por accidente el botón de liberar al monstruo.
Al ver cómo la cámara de estasis empieza a abrirse, los tres intercambian miradas y tienen la misma idea.
— Hay que irnos — Dicen casi al unísono.
Makarova por su parte interna caminar, pero no puede. Así que Paul la carga a ella en un brazo y el extraño bazuca en el otro.
Mientras, el dinosaurio acaba de despertar, aunque aún no está del todo libre. Pero sí ve al grupo y es capaz de notar que huelen a comida.
Delma sale y Paul sale tras ella, con el arma y Makarova a cuestas.
— Bueno, ahora ya podemos alejarnos caminando. — Dice Paul.
Pero en eso notan cómo el feroz lagarto abolla en gran medida el metal del portón de un topetazo.
— Bueno, ahora ya nos podemos alejar trotando.
Y con una sola embestida más el tyranotitan derriba el obstáculo que se interpone entre él y su presa.
— Es hora de que nos alejemos corriendo. — Comenta Delma con increíble tranquilidad.
— De acuerdo. — Dicen el musculoso mutante y la soldado soviética al unísono. Para que luego tanto Paul cómo Delma empiecen a alejarse del lugar a toda prisa.
Pero el reptil va acortando la distancia rápidamente.
— Adelantense, yo lo detengo. — Dice Geiss.
— ¿Y qué hay de mí? — Pregunta Makarova.
— Intenta aterrizar en algo suave. — Tras decir ésto, Geiss la lanza en dirección hacia un gran árbol en un parque y suelta el bazuca. Luego se detiene justo para parar la mordida del gran depredador. Con una mano sujeta la punta de uno de los dientes superiores, y con otra, uno de los inferiores.
Delma se para a verlo. — Corre, Delma, lo tengo bajo control.
— Está bien, entonces volveré al laboratorio de Lachesis.
— ¿Qué? ¿Por qué?
— Voy a investigar ésto. — Dice, levantando el bazuca con dos manos. — Vaya, está pesado. Pero no te preocupes, lo puedo cargar.
— Está bien.
Geiss sostiene de la boca al dinosaurio que ahora lucha por zafarse del agarre de su contendiente.
Tras unos cuantos minutos de forcejeo por parte de ambos, una oleada de tiempo le da al gran reptil en la cabeza, sin efecto aparente. Ésto coincide con el momento que Delma por fin deposita el bazuca en una de las mesas del laboratorio y se pone a examinarla, ahora con algo de iluminación gracias a la iluminación de la máquina de estasis.
También coincide con el momento que Paul decide hacer fuerza hacia los costados haciendo que la cabeza del dinosaurio se incline, de modo tal que lo hace caer al suelo.
Mientras el tyranotitan se levanta, a Geiss le da tiempo de regresar al laboratorio y ubicarse en la entrada. Pero cuando por fin logra incorporarse, en vez de agredir nuevamente al grupo, decide que no vale la pena el esfuerzo, y empieza a vagar por la ciudad. A lo lejos ve lo que le recuerda a una manada de presas, lo que en realidad es un montón de camiones estacionados.
Así que toma esa dirección.