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Chapter 96 - PARAÍSO CANTO XXVI

PARAÍSO CANTO XXVI

Mientras yo deslumbrado vacilaba, de la fúlgida llama deslumbrantesalió una voz a la que me hice atento.

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«En tanto que retorna a ti la vistaque por mirarme -dijo,--- has consumido, bueno será que hablando la compenses.

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Empieza pues; y di a dónde diriges tu alma, y date cuenta que tu vista está en ti desmayada y no difunta: 7

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porque la dama que por la sagrada región te lleva, en la mirada tiene la virtud de la mano de Ananías.»

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«A su gusto -repuse pronto o tardevenga el remedio, pues que fueron puertas que ella cruzó con fuego en que ardo siempre

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El bien que hace la dicha de esta corte, es Alfa y es O de cuanta escrituralee en mí el Amor o fuerte o levemente.»

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Aquella misma voz que los temores del súbito cegar me hubo quitado,

a que siguiese hablando me animaba; 21

y dijo: «Por aún más angosta criba te conviene cerner; decirnos debes quién a tal blanco dirigió tu arco.» 22

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Y yo: «Por filosóficas razonesy por la autoridad que de ellas bajatal amor ha debido en mí imprimirse:

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que el bien en cuanto bien, al conocerse, nos enciende el amor, tanto más grande cuanta mayor bondad en sí retiene. 28

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Y así a una esencia que es tan ventajosa, que todo bien que esté fuera de ellano es nada más que un brillo de su rayo,

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más que a otra es preciso que se mueva la mente, amando, de los que conocen la verdad que esta prueba fundamenta.

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Tal verdad demostró a mi entendimiento aquel que me enseñó el amor primerode todas las sustancias sempiternas. 37

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Lo demostró la voz del Creadorque a Moisés dijo hablando de sí mismo:«Yo haré que veas el poder supremo.»

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Y tú lo demostraste, al comenzar el alto pregón que grita el arcanode aquí allá abajo más que cualquier otro.

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Y escuché: «Por la humana inteligencia y por la autoridad con él concorde,de tu amor tiende a Dios lo soberano. 46

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Mas dime aún si sientes otras cuerdasque a él te atraigan, de modo que me digas con cuántos dientes este amor te muerde.»

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No estaba oculta la santa intención del Águila de Cristo, y me di cuenta a qué tema quería conducirme.

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Por eso repliqué: «Cuantos mordiscos pueden volver a Dios un corazón, juntos mi caridad han fomentado:

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que el que yo exista y el que exista el mundo, la muerte que Él sufrió y por la que vivo,y lo que esperan como yo los fieles, 58

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con el conocimiento que antes dije,me han sacado del mar del falso amor,y del derecho me han puesto en la orilla.

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Las frondas que enfrondecen todo el huerto del eterno hortelano, yo amo tanto,cuanto es el bien que de Él desciende a ellas.»

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Cuando callé, un dulcísimo canto resonó por el cielo, y mi señora«Santo, santo», decía con los otros.

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Y como ahuyenta el sueño una luz viva, pues la vista se acerca al resplandorque atraviesa membrana tras membrana,

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y al despertado aturde lo que mira, pues tan torpe es la súbita vigilia mientras la estimativa no le ayuda;

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lo mismo de mis ojos cualquier mota me quitaron los ojos de Beatriz,con rayos que mil millas refulgían:

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y vi después mucho mejor que antes;y casi estupefacto preguntépor una cuarta luz tras de nosotros.

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Y mi señora: «Dentro de ese rayo goza de su hacedor la primer alma que hubo creado la primer potencia.»

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Como la fronda que inclina su copa del viento atravesada, y la levanta por la misma virtud que la endereza,

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hice yo mientras ella estaba hablando, asombrado, y después me recobrécon las ganas de hablar en las que ardía.

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«Oh fruto que maduro únicamente fuiste creado --dije , antiguo padrede quien cualquier esposa es hija y nuera,

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con la más grande devoción te pido que me hables: advierte mi deseo, que no lo expreso para oírte antes.»

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Un animal a veces en un sacose revuelve de modo que sus ansias se advierten al mirar lo que le cubre;

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y de igual forma el ánima primera escondida en su luz manifestaba cuán gustosa quería complacerme.

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Y dijo: «Sin que lo hayas proferido, mejor he comprendido tu deseoque tú cualquiera cosa verdadera;

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porque la veo en el veraz espejoque hace de sí reflejo en otras cosas, mas las otras en él no se reflejan.

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Quieres oír cuánto hace que me pusoDios en el bello Edén, desde donde ésta

110a tan larga subida te dispuso, 111

y cuánto fue el deleite de mis ojos, y la cierta razón de la gran ira,y el idioma que usé y que inventé. 112

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Ahora, hijo mío, no el probar del árbol fue en sí misma ocasión de tanto exilio, mas sólo el que infringiese lo ordenado.

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Donde tu dama sacara a Virgilio, cuatro mil y tres cientas y dos vueltas de sol tuve deseos de este sitio;

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y le vi que volvía novecientas treinta veces a todas las estrellasde su camino, cuando en tierra estaba.

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La lengua que yo hablaba se extingió aun antes que a la obra inconsumable la gente de Nembrot se dedicara:

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que nunca los efectos racionales, por el placer humano que los muda siguiendo al cielo, duran para siempre.

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Es obra natural que el hombre hable;

pero en el cómo la naturalezaos deja que sigáis el gusto propio.

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Antes que yo bajase a los infiernos,I se llamaba en tierra el bien supremo

134de quien viene la dicha que me embarga; 135

Y Él después se llamó: y así conviene, que es el humano uso como frondaen la rama, que cae y que otra brota. 136

138

En el monte que más del mar se alza, con vida pura y deshonesta estuve, desde la hora primera a la que siguea la sexta en que el sol cambia el cuadrante.»

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